DOI: http://dx.doi.org/10.19137/an1411
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a menos que se indique lo contrario.
RESEÑAS
Scatizza, Pablo. Un Comahue violento: Dictadura, represión y juicios en la Norpatagonia Argentina. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Prometeo Libros, 2016, 314 páginas.
Pablo Scatizza, es Licenciado en Historia por la Universidad Nacional del Comahue
y doctor en Historia por la Universidad Torcuato Di Tella. Desde su rol como
investigador dentro de la primera institución mencionada, ha centralizado sus
estudios en la violencia política y las distintas formas de represión que se produjeron
en nuestro país, principalmente, en las décadas de 1960 y 1970.
El libro Un Comahue violento: Dictadura, represión y juicios en la Norpatagonia
Argentina es el resultado de su tesis doctoral y lo destacado de la obra es que, si bien
se trata de la culminación de un trabajo de investigación, la claridad con la que el autor
logra plasmar el accionar represivo que se dio en la región norte de la Patagonia,
permite que sea un libro comprensible para el público no académico.
En cuanto a la estructura de la obra, comienza con un prefacio y una introducción
en la que el autor demuestra cómo el proceso represivo de la última dictadura
militar en Argentina se reflejó en la región del Comahue. En un claro intento de responder
a preguntas tales como “¿hubo represión en otras partes más allá de Buenos
Aires y Córdoba?” Scatizza explica que la región del Comahue ingresó en la Zona 5 de
la nueva división geográfica realizada por los militares a fines de 1975. A su vez, estas
zonas se dividieron en sub-zonas, y las provincias de Neuquén y Río Negro ingresaron
en la denominada “Subzona 52”. Más allá de que no fuera considerada una “zona caliente”
como Buenos Aires, Rosario o Córdoba, la región del Comahue formó parte de
la división castrense en la que se lucharía contra la “subversión” que estos proponían.
Al igual que en todo el territorio argentino, militantes y activistas políticos de la región,
ligados principalmente al peronismo, fueron secuestrados o ilegalmente detenidos
por las fuerzas militares, demostrando un esquema represivo que configuraba un
esquema nacional.
Al finalizar la introducción, el libro se divide en dos partes claramente diferenciadas.
En una primera, titulada “La trama represiva”, se concentran los primeros cuatro
capítulos de la obra, en los cuales el autor examina la normativa militar en la que se
basó todo el proyecto represivo. Desde el principio, Scatizza realiza un minucioso análisis
sobre los decretos, las formas, personas e instituciones que actuaron en forma
coordinada con los militares para ejecutar distintas medidas. Para ello, en el primer
capítulo plasma el advenimiento de las prácticas represivas a nivel nacional. Si bien
hace un ligero relevamiento sobre este concepto en la historia argentina, luego se
encarga de enfatizar que los inicios de dichas prácticas se pudieron ver precisamente
unos años antes de la instauración del régimen. Primero señala que, en octubre de 1975 el presidente del Senado Ítalo Lúder, a cargo del Ejecutivo por la ausencia de la
presidente Estela Martínez de Perón, delega en las fuerzas militares la intervención
directa en la seguridad interna con el objetivo de eliminar la “subversión”. Este proceso
llamado “Operativo Independencia” había iniciado ya en febrero de forma secreta
y fue el antecedente inmediato en el que el Ejército, facultado por ordenanzas del
Estado, desplegó un plan represivo a gran escala. Si bien se realizó, en un principio,
en la provincia de Tucumán, este operativo generó que para octubre se realizaran los
“decretos de aniquilamiento” ya mencionados en los que se amplió el propio a escala
nacional. Dentro de dicho proceso, Scatizza describe distintas técnicas y tácticas no
solo de represión sino también de tortura que continuarían utilizándose durante la
dictadura, como los centros de detención, las torturas e interrogatorios exhaustivos
y hasta los asesinatos de militantes. En segundo término, otro de los antecedentes
que menciona fue la instauración de la denominada “Triple A” (Alianza Anticomunista
Argentina) a fines de 1973. Esta fuerza parapolicial, también respaldada por el Estado,
tuvo elementos muy similares a los que luego instauraron los militares, principalmente en el modus operandi que defendían y en la Doctrina de Seguridad Nacional que
respaldaba su accionar.
Una vez realizado ese paneo general a nivel nacional, el autor comienza a focalizar
el resto del trabajo en la región del Comahue. Desde un inicio, resalta que todos
los operativos anteriormente mencionados también se reflejaron en dicha región
principalmente a partir de 1974, cuando llega a la Universidad Nacional del Comahue
el interventor Dionisio Remus Tetu, cerebro ejecutor de la Triple A en la Patagonia
Norte. Según el autor, ese es el punto de partida desde el cual la represión va tomando
forma en el Comahue. Desde el accionar “legal” de las fuerzas policiales, la represión
ante las distintas críticas que surgían a estos operativos desde la Universidad o
la sociedad, hasta la violencia política paraestatal contra las izquierdas, todo parecía
conjugarse hacía lo que se vendría posteriormente.
En los siguientes capítulos explica las distintas formas de organización y acción
que se dieron durante la última dictadura militar. El segundo capítulo analiza las variadas
formas en las que se organizó el plan represivo, partiendo desde la explicación de
la doctrina de la llamada “escuela francesa” de la “guerra revolucionaria”, utilizada en
el “Proceso de Reorganización Nacional”. Posteriormente, aborda la forma en que los
militares actuaban desde lo público, gracias a los distintos dictámenes y normativas
que eran expuestos a la sociedad, y desde lo secreto, con las mencionadas torturas,
secuestros, los centros de detención y los asesinatos que estos realizaban. Finalmente,
cierra el apartado exponiendo justamente las distintas formas de tortura, tanto física
como psicológica, que se implementaron en el país sobre el “modelo de subversivo”
que los mismos militares elaboraron en base a decretar como “enemigo de la nación”
a todo aquel que pensara diferente. Si bien ese modelo comenzó girando en torno al
marxista/comunista revolucionario y guerrillero, el autor demuestra que a lo largo del
“Proceso”, la figura del “subversivo” a combatir se adaptó en torno a los intereses de
los militares, ya que se detenía a militantes peronistas, a jóvenes universitarios, además
de aquellos que no se relacionaban con ninguna de las características anteriores
pero era “conocido de” y podía arrojar datos importantes.
En los capítulos 3 y 4 se vuelca centralmente a la región del Comahue, aunque
realiza continuas comparaciones con el plano nacional. En estos capítulos Scatizza analiza la mencionada “Subzona 52” y las formas en que se desplegó el terror y la
represión en esta región. Para esto, comienza analizando el concepto de “dispositivo
represor”, el cual estaba compuesto por instituciones como fábricas, hospitales,
medios de comunicación y prisiones, entre otros, que dejaron de serlo para reconfigurarse
como una red con objetivos similares. Según Scatizza, ese dispositivo tenía a
la cabeza al Comando de la Sexta Brigada de Infantería de Montaña; pero, a su vez,
estudia el papel central que tuvieron la policía local, la federal y distintas instituciones
públicas. Entre estas últimas, el autor enfatiza en las comisarías de Cipolletti y Cutral
Có, la delegación de la Policía Federal de Neuquén y la Escuela de Instrucción Andina
de Bariloche como las que se convirtieron en centros clandestinos de detención y
tortura ni bien se decretó el golpe de Estado. Respecto de “La Escuelita”, emplazada
en el Batallón de Ingenieros 181 alejado del centro de Neuquén, el autor despliega
un importante recorrido analítico a partir de distintos testimonios de los detenidos
en este lugar donde Scatizza observa grandes similitudes con lo que sucedía en la
Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en Buenos Aires. Los prisioneros vendados,
atados de pies y manos a sus camas que solo se retiraban de las habitaciones para
ser torturados y sometidos a declarar eran un factor común en ambos, pese a que en
la ESMA los detenidos se encargaban de mantener el campo de concentración y en
“La Escuelita” solo eran concentrados, torturados y se les obligaba a dar información.
La segunda parte del libro, se subdivide en los capítulos 5 y 6, se concentra en
la época de la dictadura y realiza un análisis de la historia más reciente, ya que enfatiza
en los distintos juicios que se realizaron al personal no civil que actuó durante el
“Proceso”. Scatizza releva la situación de los militares desde el desastre de Malvinas y
la inminente caída del régimen; registra los argumentos de los militares que justificaban
el terror y el accionar represivo a la supuesta agresión contra su proyecto político
y que respaldan con el “Documento Final de la Junta Militar sobre la guerra contra la
subversión y el terrorismo”. Lógicamente, el objetivo de este documento fue, de alguna
forma, “limpiar” el nombre de los involucrados durante la dictadura en vistas a la
Transición Democrática que se avecinaba. Pese a todas las peripecias realizadas por
los militares, incluyendo algunas en conjunto con el Poder Ejecutivo, como la llamada
“Ley de Punto Final” o de “Obediencia Debida”, la reacción civil no se hizo esperar y
en los 60 días pactados en la primera ley para realizar las denuncias, gran parte de
los militares e integrantes de las fuerzas de seguridad comenzaron a ser procesados.
Desde allí, el autor continúa analizando, la situación a nivel nacional de los juicios a
los militares, desde los decretos e indultos realizados con Menem, los nuevos Juicios
por la Verdad de 1998 (año en el que también se derogarían las leyes de amnistía),
hasta 2005, cuando la Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la sentencia
de declarar la invalidez, la nulidad insanable y la inconstitucionalidad de las leyes de
“Punto Final” y “Obediencia Debida”.
Finalmente, en el último capítulo se realiza un relevamiento de los juicios en
la región del Comahue, enfocando su atención en la llamada “Causa Reinhold” que
puso a disposición de la justicia a los responsables de los delitos de lesa humanidad
de la Subzona 52. Una vez analizada la situación de la causa, desde sus inicios cuando
pasa de la Cámara Federal de Bahía Blanca a la jurisdicción de Neuquén, hasta
el 2015 encontramos 35 procesados vinculados a 116 casos denunciados, el autor releva testimonios orales de distintos detenidos en “La Escuelita” y formaron parte
de los juicios iniciados en 2008.
En síntesis, en Un Comahue violento: Dictadura, represión y juicios en la
Norpatagonia Argentina el autor trabaja con conceptos y fuentes de gran importancia
para el campo disciplinar y, al mismo tiempo, mantiene expectante al lector desligado
de la academia. En cuanto al enfoque, “descentraliza” los estudios sobre la última
dictadura militar. Es común escuchar que la represión, las torturas, desapariciones
y asesinatos “solo se dieron en Buenos Aires, Rosario o ciudades importantes”, sin
embargo, este estudio es un importante aporte para desligarnos de esa concepción y
visibilizar este mismo accionar del terror en una zona como es el Comahue. En definitiva
la obra reseñada invita a incursionar en trabajos similares en otras zonas “frías”
del país, según la distribución geográfica de los militares, donde aún no se conoce lo
suficiente sobre este período tan importante de nuestra historia reciente.
Julián de la Mano Cuadrelli
Universidad Nacional de La Pampa
Facultad de Ciencias Humanas
Departamento de Historia