DOI: 10.19137/anclajes-2020-2425

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ARTÍCULOS
“La experiencia del exilio determina y deja una huella para siempre”: entrevista a la escritora Laura Alcoba
“The experience of exile determines and leaves a mark forever”: interview with the writer Laura Alcoba
"A experiência do exílio determina e deixa uma marca para sempre": entrevista com a escritora Laura Alcoba
Menestrina, Enzo Matías
 Universidad  Nacional de La Plata
  Argentina
  enzomenestrina@gmail.com
  ORCID:  0000-0001-5510-7436
Resumen: La siguiente entrevista tuvo lugar en noviembre de 2019 a partir del intercambio de correos electrónicos y conversaciones en formato audio vía Whatsapp. Las preguntas apuntaron, ante todo, a que se estableciera un diálogo preciso en torno al proyecto creador de Laura Alcoba, las políticas editoriales y las traducciones de la trilogía conformada por La casa de los conejos (2008), El azul de las abejas (2015) y La danza de la araña (2018). En tal sentido, pudo verse con claridad el modo en que las tres obras están vinculadas y proponen la construcción de una identidad no solo individual sino también colectiva.
Palabras clave: Memoria; Identidad; Autoficción; Trilogía; Laura Alcoba
Abstract: The following interview took place in November 2019 from the exchange of emails and conversations in audio format via Whatsapp. The questions aimed above all to establish a precise dialogue around Laura Alcoba’s creative project, editorial politics and translations of the trilogy formed by La casa de los conejos (2008), El azul de las abejas (2015) y La danza de la araña (2018).In this sense, the way in which the three works are linked and propose the construction of an identity not only individual but also collective could be clearly seen.
Keywords: Memory; Identity; Autofiction; Trilogy; Laura Alcoba
Resumo: A entrevista a seguir ocorreu em novembro de 2019, a partir da troca de e-mails e conversas em formato de áudio via Whatsapp. As questões visavam, acima de tudo, estabelecer um diálogo preciso em torno do projeto criativo de Laura Alcoba, as políticas editoriais e as traduções da trilogia formada por La Casa de los Conejos (2008), El azul de las las abejas (2015) e La danza de la araña (2018). Nesse sentido, a maneira pela qual as três obras estão ligadas e propõe a construção de uma identidade não apenas individual, mas também coletiva, pode ser vista com clareza.
Palavras-chave: Memória; Identidade; Autoficção; Trilogia; Laura Alcoba
Laura Alcoba nació en 1968 circunstancialmente en territorio cubano, donde sus padres se forman política y militarmente como integrantes del grupo denominado “Los cinco de La Plata”. Un grupo revolucionario de inexpertos entusiastas que toman La Habana como ese espacio donde sus sueños comienzan a materializarse. Es entonces cuando en 1966 el Che Guevara prepara su viaje final a Bolivia. Esa ilusión de formación se estrella contra un mundo de conductas indignas, divisiones, luchas de poder y muerte. Estos acontecimientos son relatados en detalle en Los pasajeros del Anna C. (2012), su tercer libro, que trata sobre la vida de sus padres en Cuba y se evoca su nacimiento. A fines de los años 1960, cuando el grupo regresa a Buenos Aires, Laura vino con sus padres a la Argentina. Si bien nace efectivamente en Cuba, la partida de nacimiento declara que ha nacido en La Plata tras el testimonio de una partera que afirmó falsamente que el parto fue a domicilio. Esa sería su partida de nacimiento, es decir, un documento auténtico con el nombre de Laura Alcoba, pero con testimonio falso sobre las circunstancias del parto. Tras su ingreso a “la casa de los conejos”, comienza a utilizar un nombre falso y vivió su infancia clandestina en la ciudad de La Plata, donde realizó sus estudios primarios y vivió con sus padres en el lugar que hoy conocemos como “la casa de la memoria” o “la casa de calle 30”. Se trata de una vivienda ubicada en calle 30 y 56, perteneciente a la familia Mariani-Teruggi, donde sus padres –militantes montoneros– se refugiaban y participaban de las actividades que se realizaban en el embute: escondite secreto de la casa donde, tras la aparente fachada de un criadero de conejos, tenían una imprenta clandestina del periódico Evita Montonera. Hasta los diez años Laura vivió en La Plata. Estas vivencias de una infancia clandestina son narradas en La casa de los conejos (2008). El padre de Laura es encarcelado en 1975 –antes de los acontecimientos de La casa de los conejos– y su madre se exilia a París en agosto de 1976. Laura vive un tiempo más en La Plata con sus abuelos, quienes se responsabilizan de los trámites para que pueda salir del país legalmente. Así, en 1979, Laura se exilia en Francia para reencontrarse y convivir con su madre en Blanc-Mesnil. Inicia así una nueva vida, en la que Alcoba tuvo noticias en forma fragmentada del trágico destino de las otras personas que habitaban la casa Mariani-Teruggi donde vivían ocultos en forma clandestina en La Plata. Ese viaje al exilio, el reencuentro con su madre, la adaptación a un nuevo espacio y a una nueva lengua son evocados en El azul de las abejas (2014), novela que pone en escena la vida de una niña que se comunica con su padre encarcelado en La Plata a través de cartas y que comienza sus estudios en un territorio ajeno al de su lengua materna. Luego de seis años de encierro, su padre es liberado hacia fines de 1981. En su última novela, La danza de la araña (2018), se narra la adolescencia de una niña que espera ansiosa a que su padre sea liberado de la cárcel y pueda reencontrarse con él. Años más tarde, Alcoba se licenció en Letras en L’École Normale Supérieure de París. Actualmente es escritora, traductora, editora y profesora universitaria. Autora de: La casa de los conejos (2008), Jardín blanco (2010), Los pasajeros del Anna C. (2012), El azul de las abejas (2014) y La danza de la araña (2018) editados originalmente en francés por Gallimard y traducidos al español por editorial Edhasa. A partir de 2020, según nos afirmó la propia escritora, sus libros saldrán editados en España y distribuidos en América Latina en la editorial Alfaguara. Asimismo, la trilogía será editada en un único volumen.
  La  construcción de la identidad en el espacio de la literatura se ha convertido en  un hecho recurrente en las autoficciones. Los límites que desdibujan lo real de  lo ficticio permiten diluir una experiencia de vida en una experiencia  literaria. Todo lo que implica la construcción identitaria, bajo el contexto de  exilio, se ve puesto en tránsito: un aprendizaje que supone la adaptación a un  nuevo territorio y en una nueva lengua. En tal sentido, la obra de Laura Alcoba  ocupa un lugar especial en la literatura. La particularidad de su escritura  radica en que, a pesar de escribir en francés, su obra es considerada también  como literatura argentina debido a las circunstancias geopolíticas y el  material testimonial puramente autobiográfico de gran valor para la comprensión  histórica y representativa de Argentina. El estudio de las fronteras y de las  diferentes líneas de conflicto se revela aún más importante si consideramos que  el principio literario de la distinción es un factor decisivo en la  organización jerárquica de los valores literarios. En este aspecto, la posición  de Laura Alcoba en el campo de las letras ha generado grandes tensiones,  conflictos y rupturas.
  La  entrevista aborda la construcción y recuperación no solo de una infancia en  tránsito, cuyos límites de frontera están determinados por el contexto de  exilio, la transnacionalización y la adaptación a una nueva lengua, sino que  también esos límites están ceñidos por la posición de la escritora en el campo  literario, su proyecto creador y la legitimación de su obra debido a la  relevancia en materia de factores sociales e históricos.
La problemática de la territorialidad, según la teoría y crítica  literaria especializadas, pone en relación los desplazamientos físicos y  geográficos pero también lingüísticos. La  entrevista toma el ejemplo de Laura Alcoba como autora argentina que, a causa  del exilio, adoptó el francés como lengua literaria. Asimismo, tiene por  objetivo focalizar en lo que Natalia Ferreri, de la Universidad Nacional de  Córdoba, denomina en su tesis doctoral como “Literatura extraterritorial de  habla francesa”. Por un lado, Ferreri (2017) indica que tanto Copi como Laura  Alcoba ingresan dentro de este grupo minoritario dado que han pasado por el  español como lengua materna y han adoptado como lengua extranjera el francés a  causa del exilio. Este doble desplazamiento, plantea la autora, coloca sus  obras tanto fuera de alcance respecto de los procedimientos por los cuales se  conforman las Historias de la Literatura Francesa, como así también de las  llamadas Literaturas Francófonas. En este último caso, como se trata de autores  no provenientes de Estados que fueron colonias francesas, es decir, no  vivenciaron la experiencia colonial, quedan fuera de ese corpus. Además, dice  Ferreri (2017), “la francofonía se erige como una institución multinacional y  monolingüe, esto es, lo que delimita las fronteras de esta institución es la  lengua compartida pero siempre anclada en un Estado-Nación” (p. 2). Sin  embargo, ¿a qué se reconoce por “literatura extraterritorial de habla  francesa”? A principios de la década de 1970, George Steiner introduce el  término “extraterritorial”, noción que advierte el ejercicio del bilingüismo  desde el siglo XVII en poetas que se sentían más a gusto cuando producían en  latín o en francés que en su propia lengua. El término refiere a un escritor desarraigado de su país de origen que tiene la  característica de ser multilingüe, lo que influye fuertemente en su creación literaria, es decir, que no  está arraigado a ningún territorio y que es capaz de expresarse literariamente  en más de una lengua; en muchos casos, por cuestiones políticas o personales  están exiliados de su país natal y de su lengua materna. Si bien Steiner posee  una mirada más europeizante y no aborda cuestiones sobre el exilio, se toma a  este autor para recuperar, de algún modo, los orígenes del término. Pero lo que  sí propone Steiner es considerar a “un  escritor lingüísticamente ‘sin casa’” (2009: 16), entendiendo que es el viaje  lo que constituye la causa del surgimiento de lo extraterritorial que  insertamos en el campo literario. Como refiere Spicer-Escalante  (2012), el concepto se relaciona con la pérdida de un centro en el sujeto  escritor, tanto geográfico como lingüístico, y se utiliza en los estudios  literarios para el análisis de libros de  viajes y la narrativa de migración.   Por su parte, Felipe Martínez Quinteros (2009), en su  tesis de maestría prefiere enunciar a sujetos que se han desplazado de su territorio  a causa de la violencia y reconstruyeron su propia identidad en otro sitio. De  esta manera, indica que aquel movimiento se trata de un “desplazamiento  forzado”. Para decirlo con Escalante (2012) el  escritor logra la síntesis cultural que caracteriza a los seres transculturados. Además, añade que el  fenómeno lingüístico-cultural que ubica Steiner en la época posterior a  la Segunda Guerra  Mundial,  cuyas figuras representativas son para él Beckett, Nabokov y Borges, también  puede verse en la producción cultural del siglo XIX o posterior, debido a  los movimientos migratorios mundiales: una época de modernización económica y modernidad cultural que desencadena las grandes olas migratorias intercontinentales  entre el viejo mundo y el Nuevo Mundo, y viceversa. Desde luego, dichas  migraciones incluían los viajes culturales de los autores de la época.
  En  ese contexto, los autores extraterritoriales se vuelven seres transculturales y transculturados por  elección propia, al habitar voluntariamente el espacio de la zona de contacto  ajena. Además, se apoderan de la cultura que describen a través de su texto,  creando una postura activa y no pasiva. Sobre este aspecto, Ángel Rama (1982)  en Transculturación en América Latina conceptualiza la interacción entre los elementos nativos de América Latina y la  cultura europea en el contexto de la modernización económica y los movimientos  de vanguardia y regionalismo. Eugenia Ortiz  Gambetta (2012) asegura que en el siglo XX, pero más aún en el siglo XXI, crece la lista de los autores extraterritoriales,  entre los que se encuentran Alejo  Carpentier, Héctor Bianciotti y Juan José  Saer, entre otros escritores latinoamericanos. Además, dice  que “La realidad descentrada de ciertas escrituras recientes no es sólo un  fenómeno posmoderno desde una  perspectiva ideológica sino que, ya sea por la facilidad de los desplazamientos  y la rapidez de las comunicaciones, ya por las características de la cultura  global, es cada vez más frecuente” (p. 6). Así, la transculturación implica una totalidad estable  y, por lo mismo, no puede explicar los elementos internos a la cultura que,  bajo la perspectiva de la cultura colonizadora deben quedar excluidos.
  De  este modo, la entrevista parte de la adhesión a los postulados de Ferreri  (2017) sobre la categoría de “Literatura extraterritorial de habla francesa”  que genera un espacio teórico-crítico en el que se incorporan aquellas obras  que albergan la experiencia de un doble desplazamiento, uno espacial, el otro  sígnico: exilio y cambio de lengua. Además,  sabemos que las obras de Laura Alcoba fueron escritas, editadas y leídas en  francés. La escritora trasladó la experiencia del exilio y del cambio de lengua  en sus novelas a partir de estructuras narrativas complejas que alejan estos  textos de la autobiografía. Por último, se debe reconocer que las obras de  Laura Alcoba han generado discusión crítica que circula actualmente en revistas  literarias, en encuentros de escritores, y en internet, pero, en cada caso, la  escritora es evocada bajo el título de “argentine”, distanciada así del  corpus de la literatura francesa. Entonces, si la obra de Laura Alcoba ingresa  dentro de la “literatura extraterritorial de habla francesa”, ¿cómo es su  recepción?, ¿es leída como literatura argentina o literatura francesa? Es hora  de dar a conocer lo que la escritora tiene para decirnos sobre estos  desplazamientos.
  En efecto, dicho  desplazamiento permite comprender las migraciones latinoamericanas, en  particular argentinas, y lograr trazar una cultura de “raíces portátiles” que  congregan el afuera, tal como diría Julio Ramos (2002). En tal sentido, hay que  tener en cuenta dos aspectos en los que ahondará la entrevista. Por un lado,  cómo se considera ella misma: argentina o francesa. Por otro lado, se debe  comprender cómo es la recepción de sus obras en ambos sitios. Así, veremos cómo  en Argentina es leída como Literatura Argentina reciente (Literatura de  H.I.J.O.S o autoficción) y en Francia, como Literatura Francesa (editorial  Gallimard publica sus obras dentro de la Biblioteca de autores franceses).
En varias ocasiones dijiste que tu obra no se  enmarcaría dentro de la autobiografía sino que la materia prima es puramente  autobiográfica y esta se encuentra direccionada por la ficción. En este aspecto,  ¿cómo caracterizarías, en mayor profundidad, al proyecto creador en el que se  inscriben tus obras?
Laura Alcoba: Sí, es verdad. Yo no me reconozco para  nada en la escritura autobiográfica, si bien entiendo que se perciba de ese  modo. Para mí, la materia prima es autobiográfica pero no el objetivo de mi  escritura. Eso lo tengo claro. Si se trata de comparar, o de establecer un  vínculo con alguna corriente o género, la escritora a la que yo me siento  cercana es Annie Ernaux. Tal vez la conozcas. Annie, una escritora francesa,  que ya tiene su edad pero que está viva. Es la escritora de la que me siento  cerca desde el punto de vista del proyecto literario. Ella dice algo así como  “mi memoria no me pertenece”. El trabajo que hago es más a partir de una  vivencia particular de la cual tengo conciencia de que es singular. Se trata de  empezar a buscar algo que, a pesar de vincularse con lo íntimo, me conecta con  la memoria colectiva.
Sí,  he leído algunas obras de Annie Ernaux como La place, Diarios de afuera, La vida exterior o El  acontecimiento. Ella no se reconoce  dentro de la autobiografía, ni de la autoficción, sino que prefiere llamarlo como “auto-socio-biografía”. En  tal sentido, quienes investigan sobre tus obras, en particular sobre la  trilogía conformada por La casa de los conejos (2008), El azul de las abejas (2014) y La danza de la araña (2018),  la piensan dentro de la autoficción, ¿Qué considerás al respecto?
Laura Alcoba: Yo considero que una cosa es escribir y  otra cosa es analizar. Por lo tanto, si vos considerás que es autoficción no me  molesta que se perciba así. Al escribir, cuando una está trabajando en algo es  muy difícil pensar en “¿qué estoy haciendo?, ¿por qué?, ¿cómo se inscribe?”. Yo  tengo la impresión de que, cuando pienso sobre todo en Los pasajeros del Anna C., mis textos se inscriben en algo que  tiene que ver más, por ejemplo, con el trabajo de Annie Ernaux. A mí me “toca  más”, quiero decir, que hay algo que inscribe el trabajo de memoria en un  tejido más amplio que el personal. Pienso en lo que estoy escribiendo en este  momento. Es difícil comentarte porque estoy en pleno desarrollo con todas las  dudas que surgen en la escritura. Pero no estoy trabajando sobre mi historia  personal sino con una historia que tiene que ver, en parte, pero que se conecta  a partir de la historia de otros. Vuelvo a pensar en Los pasajeros del Anna C. que implicó trabajar sobre la memoria de los demás también:  la memoria de mi padre, mi nacimiento evocado…, pero no es la meta del libro  evidentemente cuando se lee. Por eso yo pensaba que no era una ficción de sí,  no creía que podía entrar dentro de esa problemática. Si vos pensás que es  autoficción no es que me molesta y yo confío en que vos tengas tus argumentos  para decir finalmente: es autoficción. Bueno, a mí en todo caso, lo que me  perturba es eso de “auto” como si fuera la meta [risas] ¿entendés? Lo  “auto” que tiene que ver con lo autobiográfico, íntimo, que trata de indagar en  la memoria personal: sí, es lo que trabajo en mis libros, pero para salir de  aquello que llamamos “auto”, justamente, por decirlo de algún modo.
En  la trilogía partís de la figura de los animales como escenario principal. En tal sentido, el criadero  de conejos viene a ocupar el primer lugar en La casa de los conejos (2008), luego las abejas en relación a la lectura de La vida de  las abejas de Maurice Maeterlinck en El  azul de las abejas (2014) y la araña  pollito que danzaba al ser liberada de la jaula en La danza de la araña (2018), ¿por qué decidiste trabajar en los  tres libros con animales?, ¿hay alguna cuestión simbólica  allí?
Laura Alcoba: Lo de los animales fue surgiendo en el  curso de la escritura. No fue algo premeditado. Es verdad que primero vinieron  los conejos, luego las abejas y finalmente la araña. Poco a poco lo fui  pensando más…, debido a  que los conejos son reales, están en la diégesis de mi primer libro, físicamente presentes, mientras que  las abejas y la araña son animales ausentes que remiten al espacio imaginario en el que la narradora y el  padre se encuentran. Esa sería la diferencia entre los tres animales. Se sale  poco a poco de la realidad inevitable, aplastante de La casa de los conejos gracias a la lectura, a la imaginación,  gracias a ese espacio que abre el libro compartido, la lectura compartida o las  historias de las que se habla de una orilla a otra del Atlántico. Sí, hay  semejanza entre los tres libros vinculada a partir de los animales, pero con  esa diferencia simbólica que para mí es muy importante.
En La  casa de los conejos (2008) se narra la  infancia clandestina a partir de la voz de una pequeña niña pero asimismo el  presente se cuela en la narración. De esta manera, observamos cómo el pasado y  presente se fusionan en un pasado reciente. Me gustaría saber, ¿qué dificultad  enfrentaste en el proceso escriturario al intercalar o fusionar las voces?
Laura Alcoba: Cuando empecé a escribir La casa de los conejos pensaba  alternar una voz adulta y una voz infantil. Así comencé a escribir. A medida  que iba avanzando en ese borrador sentía que la voz infantil era más fuerte y  que la voz adulta no tenía la misma potencia por lo cual decidí quitar  la voz adulta de mi borrador. Corté mucho en ese libro y quedó el primer  capítulo, el último y ese capítulo, un poco diferente, que es el capítulo sobre  el embute. Pero no fue una dificultad  exactamente intercalar esas tres veces una voz adulta. La dificultad fue al  revés, es decir, aceptar que finalmente la voz infantil era mucho más fuerte,  que debía desprenderme de la voz adulta. Por eso tardé tanto tiempo en terminar  ese libro. Fue para mí el tiempo de aceptar que lo iba a llevar, desde el punto  de vista narrativo, casi exclusivamente a una voz infantil. Me costó aceptar  eso. 
Te  pregunto por la voz narrativa en relación con la mirada de aquella niña que,  como tal, vería todo con aquellos ojos que, obviamente, ya no son los mismos.  Ahora, por tratarse de experiencias reales, imagino que apelar a la memoria es  el único camino; por ello pregunto ¿cómo capturar lo sensorial, cómo recuperar  el recuerdo de las sensaciones, incluso físicas?
Laura Alcoba: Hay un trabajo sobre la memoria y al  mismo tiempo una selección, un trabajo sobre recuerdos que solo conservo cuando  vienen a significar otra cosa fuera de ellos mismos y dentro de lo que va a  significar el relato. Hay una especie de collage,  de colección, de entramado que hago a partir de eso. Pero es verdad que todo el  tema sensorial es algo muy importante en estos tres libros, tanto en La Casa de los Conejos como  en El Azul de las Abejas y  en La Danza de la Araña, de  maneras diferentes. Hubo siempre una toma de contacto físico con los lugares.  Se trata de tres libros que, si bien no había pensado escribir una  trilogía, advierto que La Danza de  la Araña resuena mucho con La  Casa de los Conejos.
Para  escribir La Casa de los Conejos volví  a la casa en que transcurre. Fue para mí muy importante esa toma de contacto  físico con el lugar, y aquí para La  Danza de la Araña el contacto físico con el paisaje fue algo muy  importante. Las sensaciones de la memoria reactivadas por el retorno físico  fueron una etapa fundamental antes de escribir. Hice dos cosas. Volver a leer  la correspondencia de mi padre y volver a todos esos lugares, volver a tocar,  volver a mirar.
Y  de ahí, la voz infantil como una frecuencia de radio con la que trato de  conectarme y pasa mucho por lo físico. Después está la dimensión física y la  presencia física de las cartas. Volver a leerlas, volver a verlas, volver a  tocarlas y creo que las sensaciones que están presentes surgen, también, de  todo ese trabajo previo.
  En  el preludio de La casa de los conejos (2008) se afirma que se recuerda para intentar  olvidar, ¿cómo pensaste ese pasado al escribir el libro treinta años después de  los hechos?, ¿un pasado traumático o un pasado que ayudó a conformar una  identidad no solo personal sino también colectiva?
Laura Alcoba: Es verdad que para mí es importante el  proyecto de olvido. Vivir para recordar y olvidar. No sé si lo logré pero… [risas]. Bueno, acerca de la memoria  colectiva, sí es verdad que siempre lo tuve presente pero no pierdas de vista  que yo escribo en francés, escribo desde Francia, desde otro lugar. Es decir,  que se trata de una memoria colectiva particular, una memoria colectiva  desarraigada, que tiene que ver con el exilio.  
Además,  retomando la obra, existe una particularidad y gran diferencia entre el título  en francés Manèges y su traducción al español La casa de los conejos (2008). Hay una gran dificultad al intentar  traducir muchas palabras en su idioma original al español o viceversa. De  hecho, en el capítulo seis se evoca esa dificultad para encontrar el  significado y para traducir al francés la palabra embute. En tal aspecto, ¿tuviste contacto con tus  traductores?, ¿te vinculaste con ellos en ese proceso?
Laura Alcoba: Contesto la pregunta desde el final. Sí,  tuve contacto con mis traductores y pienso particularmente en Leopoldo Brizuela  que fue el traductor de La casa de los  conejos, El azul de las abejas y Los pasajeros del Anna C. Para mí la  relación con Leopoldo fue muy importante.
Bueno,  los títulos siempre son una elección final del editor. El manuscrito que envié a  Gallimard tenía como título La maison aux  lapins, y de hecho, mi primer contrato con Gallimard es precisamente para  un libro que se llama La maison aux  lapins que terminó llamándose Manèges porque mi editor francés no estaba convencido por el título si bien  inmediatamente se mostró entusiasmado por el libro, fue aceptado, pero el  título no... Me dijo: “¿no tendría otra propuesta?” Yo le dije que sí, que había  pensado en Petite histoire argentine o Manèges que era un título que tenía  que ver con la polisemia de la palabra manèges en francés porque aparece en varios sentidos en el libro. A él le gustó Manèges, dijo: “¡Ah, Manèges!” Pero yo no estaba muy segura  del título por esa polisemia que tiene la palabra en francés, que es calesita y  al mismo tiempo maniobra, manipulación y que remite, por supuesto, a todo el  papel ambiguo o a la figura compleja del ingeniero. Esa polisemia no podía  existir en castellano ni en ningún otro idioma. Por eso se retomó el título de origen (en casi todas las diferentes  traducciones que hubo (en inglés, en alemán, también), lo propuse yo, en  Argentina lo adoptaron muy bien. Esa es la historia del título. 
En El  azul de las abejas (2014), ese segundo  volumen narra la vinculación a partir de cartas con tu padre preso en La Plata.  Así como se habla de lengua materna, la literatura para vos parece tener  genealogía paterna…
Laura aLcoba: El libro salió, en realidad, de una caja  que trasladé conmigo durante años y que no había vuelto a abrir. Allí estaban  las cartas que mi padre me mandó cuando estaba en la cárcel. Es una  correspondencia muy extraña porque nunca se habla de la cárcel, se habla de  libros. Fue la manera en que mi padre logró ser mi padre durante ese tiempo.  Recién la abrí después de una entrevista con un periodista francés que me  preguntaba de dónde venía mi amor por los libros.
Entré  en la lectura en ese momento, claramente, para que existiera esa relación con  mi padre, porque él me daba deberes de lectura ¡delirantes! En eso era  entrañable. A veces hay cosas que uno no entiende nada o muy poco y, a pesar de  eso, te dejan una huella, te cambian. Él me propone leer un libro de Maeterlinck,  un ensayo sobre apicultura con pretensiones filosóficas. ¡Imposible! Igual, yo  llegaba hasta la última línea porque quería demostrar que lo había hecho. De  eso quedó en mi recuerdo el color azul, quizás porque era lo único que había  entendido. La lectura es, en la novela, ese lugar de relación con el ausente.  Durante ese momento mi padre fue mi padre y me transmitió algo esencial.
Todos  lamentamos mucho la partida de Leopoldo Brizuela, gran escritor y traductor,  ¿qué recuerdos tenés sobre tu contacto con él?, ¿alguna anécdota que quieras  compartir?
Laura Alcoba: Por supuesto, la relación con Leopoldo  para mí fue muy importante. En el momento en que él tradujo Manèges, La casa de los conejos, nos escribíamos varias veces por día. Fue  un intercambio de una gran intensidad. En cuanto a anécdotas, lo que recuerdo  como un momento muy fuerte fue, que, mientras él estaba traduciendo Manèges, primero me contó el ataque, el recuerdo  de ese ataque, desde su memoria de adolescente porque él recordaba muy bien ese  día. Para él era muy troublant,  digamos, turbador o perturbador estar traduciendo ese libro porque él tenía  latente ese acontecimiento, luego también me lo dijo en otro de los mails o en  las charlas telefónicas. Íbamos alternando mails y charlas telefónicas. En ese  momento, fue bastante increíble el intercambio que tuve con Leopoldo. Hubo un momento en que surgió  en su propia mente el recuerdo que debe el origen a Una misma noche. Él en cierto momento me dijo: “es increíble lo que  me pasa con tu libro  porque al traducirlo yo también me pongo a pensar en ese momento y me acuerdo  de algo de lo que me había olvidado y fue el momento en que la patota entró a  mi casa y yo me puse a tocar el piano. No sé por qué, me perturba mucho ese  recuerdo”. Y bueno, de ese recuerdo, nació el gran libro de Leopoldo: Una misma noche. 
Es  de público conocimiento que escribís en francés y que en París te edita Gallimard como  literatura francesa. No obstante, las traducciones de tus obras, a las que  podemos acceder fácilmente aquí, son de la editorial Edhasa y se enmarcan en la  colección “Edhasa Literaria” pero la particularidad es que no ingresan en obras  en traducción (edición de lomo rojo) sino en los libros de lomo azul de  Literatura argentina, ¿se trata de una decisión tuya o de la editorial?
Laura Alcoba: Esa decisión de publicar mis libros en  la colección “Edhasa literaria” de lomo azul es de Fernando Fagnani. Para mí  fue una sorpresa cuando llegué  a Argentina en 2008, por primera vez, para presentar un libro mío y descubrí  que estaba en la edición de Literatura argentina. Me pareció sorprendente  porque es un libro en traducción. Recuerdo muy bien el momento en el que le  dije a Fernando Fagnani: “pero… ¿cómo puede ser, Fernando?, ¿por qué está en  esta colección?” y él me dijo muy tajante, pero a la vez con una gran sonrisa  “¡pero este es un libro argentino!”. Para mí fue una sorpresa y al mismo tiempo  una emoción. Lo acepté desde entonces…esto de escribir libros que acá se  consideran libros franceses y allá se consideran libros argentinos. 
Pero,  ¿cómo ves a esa frontera que separa las ediciones francesas de sus traducciones  al español?
Laura Alcoba: Claramente, mi lengua de escritura es el  francés. No tengo ninguna duda. Al mismo tiempo, las traducciones al español  son algo que me importan muchísimo. A pesar de que no siempre estábamos de  acuerdo Leopoldo y yo y  que tuvimos algunas charlas un poco complicadas, concretamente sobre algunos  términos o sobre algunas elecciones en la traducción, para mí la relación con  Leopoldo fue una joya. La verdad es que me siento un poco huérfana desde la  muerte de Leopoldo… porque las traducciones al español no son las traducciones  a cualquier otro idioma sino a mi lengua materna y, casi, al idioma en el que  estoy pensando constantemente cuando escribo. Poder llevar mis libros al  castellano en una confianza total por alguien que es un gran escritor para mí  fue extraordinario. De hecho, en las dos ocasiones en las que no pudo traducir,  que fue para Jardín blanco y La danza de la araña,sentí  mucho su ausencia. Fue después de la muerte de su madre, además ya estaba muy  enfermo en ese momento, aunque no lo decía. Él no pudo traducir La danza…, y yo ya me sentía  bastante triste. Y ahora… más aún por supuesto. Esa complicidad, esa confianza  que pude encontrar con él… no sé si la voy a volver a encontrar. 
Hablemos  de tu decisión de escribir en francés y que los temas a los cuales remiten tus  obras publicadas hasta el momento sean de gran importancia para la construcción  histórica y representativa de Argentina. En tal sentido, ¿por qué tu proyecto  artístico está pensado en francés?
Laura Alcoba: Lo sé, sorprende mucho, pero al mismo  tiempo yo te hablo así en argentino y te da la impresión de que soy argentina.  Es verdad, lo soy, pero yo vivo acá desde los diez años. Estudié acá. Es ya  aplastante el número de años que viví acá con respecto a los que pude vivir en  Argentina. Escribir en castellano sería extrañísimo en realidad. Estudié en la  secundaria, sabés lo importante que es la secundaria, los estudios  universitarios, todo acá. Me muevo en un ambiente francófono, francés, todos  los días. Bueno, mis hijos son franceses. En fin. Para mí sería extraño  escribir en otro idioma. No es una “coquetería” o algo de eso [risas]. Es una evidencia para mí  escribir en francés. Más allá de que pienso que me ayudó para evocar  precisamente. En todo caso, en La casa de  los conejos, la distancia lingüística me ayudó a formular muchas cosas. De  eso estoy convencida. De todos modos, sería raro para mí escribir en  castellano. Escribiría sola… [risas].  En una soledad absoluta. Si bien la escritura siempre es una actividad  solitaria pero imaginate una escritura del exilio, sola en París, escribiendo  en castellano…  Realmente mi idioma de  escritura, que es también mi idioma de estudios, es el francés. No tengo  reflejos de escritura en castellano. De hecho, cuando me piden escribir  artículos en castellano siempre hay algo que noto un poco artificial porque no  estoy acostumbrada.
Si  hubieses decidido escribir en castellano, ¿escribirías sobre otra cosa?,  ¿alguna vez te preguntaste eso?
Laura Alcoba: Sí, me lo pregunté mucho cuando se  publicó acá La casa de los conejos y muchas personas se  acercaron a decirme: “viví algo similar, todavía no lo puedo contar”. Y tomé  consciencia de la manera en la que me había ayudado el francés para tomar  distancia, pero para volver… es raro, no es tomar distancia para tourner  le dos (dar la espalda) pero tomar distancia para volver a esa  historia argentina, conectarme con esa historia argentina. Sé que le debo mucho  al francés, le tengo como un sentimiento de reconocimiento. El francés me  permitió ser una escritora argentina, y siento que sin el francés no hubiese  podido. Creo que el mandato del silencio, y la experiencia del silencio  obligado vivida a esa edad (siete, ocho años), es difícil de salir de eso. Yo  sé que me ayudó la distancia y el otro idioma. Y cuando empecé a escribir Manèges  (el título en francés de La casa de los conejos) realmente me venían imágenes de  Argentina, experiencias, sensaciones muy precisas y me dije “voy a intentar  explicarle a otro, tratar de explicarle eso a un lector francés”. Entonces era  en francés, y el destinatario también. La casa de los conejos tuvo  muchos más lectores acá que allá, pero era explicar esa experiencia extraña a  alguien que no sabía nada de Argentina, nada de eso. Y el idioma francés era  esencial, pero yo imaginaba también un lector francés. Pero después el libro  acá tuvo un impacto muy fuerte, y muchas personas siguen hablándome del libro  como si yo lo hubiese escrito en castellano. Negando, casi, o como si fuese una  especie de fantasía o, no sé, algo extraño, o quizás ni se dan cuenta, no lo  ven.
Cuando  nos referimos al lugar particular que ocupa tu obra en la literatura podemos  remitirnos a varios conceptos como el de extraterritorialidad,  transnacionalidad o el concepto de frontera, ¿y además qué opinas acerca de ese espacio que ocupa la trilogía en los  límites de la literatura?
Laura Alcoba: Es verdad que mis libros, a pesar de que  los escribo en francés o desde el francés, siempre están conectados con el  castellano. El tema del exilio también está muy presente, por supuesto, y desde  el punto de vista del género siempre estoy cruzando fronteras. De ahí la  dificultad que tengo en definirlo. Si son autoficciones o no. Creo que  finalmente me interesa estar en eso que implica dos cosas al mismo tiempo, que  no se termina de decidir. En ese sentido, sí. Yo creo que interrogar, mover las  fronteras siempre es interesante. En todo caso, a mí me interesa y es lo que  veo que me atrae literariamente como lectora. Los libros en los que encuentro inspiración,  o en todo caso, preguntas que me motivan, que me nutren son siempre libros  difíciles de clasificar. También muchos libros escritos desde un lugar lingüístico  diferente. Últimamente estuve leyendo un autor de origen albanés que escribe en  griego, por ejemplo, se llama Gazmend Kapllani. Es un autor que me parece  absolutamente fascinante. De hecho, está en una posición lingüística un poco  parecida a la mía. Es el azar, ¿no? No es que lo lea por eso. Pero me parece  muy interesante cómo interroga toda una serie de fronteras geográficas, lingüísticas  y genéricas. 
En  ese proceso de exilio que involucró una serie de cambios no solo físicos sino  también emocionales, y que suponía la adaptación en un nuevo lugar y en una  nueva lengua, ¿te costó demasiado dicha adaptación?
Laura Alcoba: Acerca de la adaptación…  por supuesto es una dificultad. Los cambios fueron notables. En mi historia  personal, habiendo sucedido en mi infancia, tal vez no fue tan difícil pero sí  emocionalmente hasta la liberación de mi padre. Para mí el exilio, mi exilio, terminó con la liberación de  mi padre. Por eso necesitaba escribir La  danza de la araña. Ahí terminó el exilio. 
¿Cuáles  fueron tus primeras impresiones –tanto buenas como malas– en el exilio?; si  sentiste nostalgia a tan corta edad. A tantos años vista, ¿qué balance harías  de todo aquello; qué ganaste y cuánto perdiste en medio de esta historia  familiar?
Laura Alcoba: Lo seguro es que me construí en torno a  la distancia y a la ausencia y a la presencia de lo ausente. Creo que eso es  algo que está en el centro de El  Azul de las Abejas como de La  Danza de la Araña. Finalmente, el padre que está en la cárcel está más  presente que otras figuras físicamente presentes. Es una construcción, a pesar  de todo eso, que incluso, para volver a la pregunta anterior, en el paisaje  contemporáneo presente haya una mirada desde el exilio. La experiencia del  exilio determina y deja una huella para siempre. El exilio termina, creo, no  obstante, en el relato en el que evoco a la vez ese camino entre la Argentina  de la dictadura, El Azul de las Abejas que  es la salida del silencio y la entrada de otro idioma, y luego La Danza de la Araña que se conecta  muy profundamente con La Casa de los  Conejos, la liberación del exilio se cierra con la liberación del padre,  que quería situar y poner en un libro.
En  cierto momento fue muy extraña la manera en que escribí La Danza de la Araña. Estaba escribiendo  otro libro y tuve la sensación muy fuerte, como una especie de urgencia, de  necesidad, de volver a conectarme con esa frecuencia infantil que ya había  surgido en La Casa de los Conejos y El Azul de las Abejas. Tenía la  sensación de que había empezado a contar algo que no había terminado y que  tenía que terminarlo. Que había dejado algo inconcluso. Y era salir por fin del  exilio gracias a la figura de la liberación en el sentido fuerte, no solo la  liberación de la cárcel. Hay una serie de figuras de liberación, pienso también  de la liberación emocional en La  Danza de la Araña, un llanto, un grito que creo que arranca en La Casa de los Conejos y que se  desata ahí.
Seguramente  leíste muchos autores y autoras que narran su infancia en ese contexto o que  son hijos de desaparecidos, ¿identificás a tus lectores con tu propia práctica  de lectura?
Laura Alcoba: No sé si identifico a mis lectores. No  tengo una idea muy definida de ellos… No tienen por qué tener una trayectoria  similar a la mía. Espero que no… si no es un fracaso [risas] poder dirigirse solo a un grupo reducido de personas que  vivieron lo mismo. Sería extraño. Me gusta que mis libros viajen. Y cuando digo  “viajen” no solo en diferentes idiomas sino en diferentes medios también, en  diferentes generaciones. Yo creo que si se logra algo literariamente es  precisamente el signo, que un libro pueda ser leído por una persona que tiene  una trayectoria distinta. En fin, por personas diferentes.  
¿Qué  estás leyendo actualmente?
Laura Alcoba: En términos de lecturas, actualmente  estoy leyendo muchas cosas. Primero para mi trabajo. El año que viene voy a dar  clases en Alemania. Me propusieron dar clases en la Universidad de Wuppertal  con un programa libre. Digamos, es mi trabajo y a la vez es mi elección. Hice  un programa muy personal. Voy a dar clases de Literatura Francesa. Durante el  primer semestre, entre los autores que propuse estudiar para la reflexión con  los estudiantes está precisamente Annie Ernaux, La place. Es un libro que volví a leer para preparar esas clases. Otro de los libros que propuse es Les liaisons dangereuses de Pierre  Choderlos de Laclos. No sé cómo se tradujo, ¿Las relaciones peligrosas, puede ser? Es un roman épistolaire. A partir de ese libro y de otros (entre los cuales Les lettres portugaises de Guilleragues) voy a proponer una  reflexión sobre la novela por cartas. De manera más teórica que es algo que me  interesa personalmente.
También  estoy releyendo Los cuentos de los  hermanos Grimm [risas] en una  nueva traducción. En una buena traducción, en todo caso, no sé si tan nueva… del  alemán al francés. Mi alemán es muy pobre. No me permite, lamentablemente, leer  a los hermanos Grimm en alemán. Además, estuve buscando mucho en torno a estos  cuentos populares para mi escritura. Tal vez tengas ahí [risas] un origen, algunos símbolos. Es verdad que siempre me  interesó Perrault, también. Los cuentos de Perrault. A veces hay algunos  cuentos que tienen un origen común, y que tanto Perrault como los hermanos  Grimm trataron de manera diferente. Bueno, ahí está mi lectura actual sobre mi  escritorio: Los cuentos de los hermanos  Grimm. 
Una  última pregunta… Cuando viniste a La Plata en 2018 dijiste que al escribir La  danza de la araña (2018) te sentiste en  la necesidad de liberar a tu padre dado que en El azul de las abejas (2014) aún seguía preso en una cárcel de La  Plata, ¿crees que con esta novela se cerró un ciclo y así podemos hablar de  trilogía o tenés pensado seguir en este proyecto de escritura?
Laura Alcoba: Es difícil dar una respuesta definitiva.  Yo no había pensado escribir una trilogía. Los libros vinieron uno después de  otro, los fui sintiendo cada vez más como una necesidad. Como “este es el libro  que tengo que escribir”… Pero cuando yo había escrito La casa de los conejos, no pensaba escribir El azul de las abejas. De hecho, El azul de las abejas es mi cuarto libro. Lo mismo me ocurrió con La danza de la araña. Pienso haber  terminado con ese ciclo… pero como ya pensaba haber terminado antes y sentí la  necesidad de esos libros, cada uno en su momento, no quiero dar una respuesta  definitiva. Ahora estoy escribiendo  un libro que no tiene que ver con mi historia personal pero que está vinculada.  Es una historia trágica, vivida en el exilio, por personas a las que conozco.  Personas con las que me encontré últimamente para tratar de entender mejor qué  es lo que ocurrió. Es como una investigación, traté de indagar en la memoria de  los demás. Una memoria que está conectada con la mía porque, te digo, son  personas con las que me había cruzado los primeros años del exilio en París. No  tiene que ver con la trilogía pero sí tiene que ver con algo que estoy  finalmente buscando desde hace años [risas].
Referencias bibliográficas
1. Ferreri, Natalia. “Memorias y olvidos en la conformación de las literaturas francesa, francófona y extraterritoriales”, en III Coloquio Internacional “Francia y Latinoamérica en el imaginario de escritores, cronistas y cineastas”, Lima, 19 al 21 de julio de 2016.
2. Martinez Quinteros, Felipe. Identidad y desplazamiento forzado, Tesis de Maestría. Manizales, CLACSO, 2009.
3. Ortiz Gambetta, Eugenia. “El escritor extraterritorial: una tendencia en la literatura mundial”, Revista Humanidades n.° XII, dic. 2012, pp. 9-15.
4. Rama, Ángel. Transculturación narrativa en América Latina. Buenos Aires, El Andariego, 2007.
5. Ramos, Julio. Por si nos da el tiempo. Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2002.
6. Spicer-Escalante, J.P. “Extraterritorialidad y Transculturación: Recuerdos de viaje de Eduarda Mansilla (1882)”, en Viajeras entre dos mundos, editado y compilado por Sara Beatriz Guardia, Santa María, Brazil, Editora UFGD, 2012, pp. 445-464.
7. Steiner, George. “Extraterritorial”, en Extraterritorial. Ensayos sobre literatura y la revolución del lenguaje, traducción de Edgardo Russo, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2000, pp. 15-25.
Fecha  de recepción: 27/01/2020
  Fecha de aceptación: 02/03/2020