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RESEÑAS
Ahmed, Sara (2021)
VIVIR UNA VIDA FEMINISTA
Buenos Aires. Editorial Caja Negra, 470 páginas.
Mariana de Dios Herrero
IIEG, FCH, UNLPam
Vivir una vida feminista es un libro editado en español en 2021 por Caja Negra. Su autora Sara Ahmed, es una escritora feminista nacida en Inglaterra. Hija de madre inglesa y padre pakistaní creció en Australia, lugar al que emigró con su familia en los años 70. Estos rasgos de su propia historia, emigrante y mestiza, quizás le otorgaron una “extranjería” conveniente para observar con agudeza y criticidad a nuestra sociedad.
En relación con esas experiencias de inmigrante y su identidad de mujer racializada “marrón” y lesbiana, bajo la lente de la teoría crítica en conjunción con la teoría feminista y poscolonialista, que enfoca su estudio.
Desde este punto de vista escribe Vivir una vida feminista. Los argumentos se desnudan en experiencias que provienen de su propia vida, de su memoria, de los acontecimientos cotidianos como la reunión familiar alrededor de una mesa, o de las vicisitudes de su trabajo en las universidades. Afirma: “La experiencia de ser feminista, por ejemplo, en una mesa familiar o en una mesa de reuniones, me dio lecciones de vida que fueron también lecciones de Filosofía” (p. 30)
Ahmed hoy se considera una académica independiente. Anteriormente trabajó sobre estudios de género en la Universidad de Lancaster y hasta el año 2016 fue profesora de Estudios Culturales y Raza y directora del Centro de Investigaciones Feministas en Goldsmiths, Universidad de Londres. La escritura de este ensayo coincide con la renuncia a sus cargos en la Universidad de Goldsmiths, cansada de luchar contra los casos de acoso sexual y ser desoída por la institución. Tal situación, calificada por la autora como “complicidad institucional”, evidencia la violencia estructural contra la que se enfrenta el trabajo de diversidad.
El uso de la primera persona, utilizado en este ensayo como en otros de la autora más que un estilo narrativo constituye un posicionamiento epistemológico, como señala Tamara Tenenbaum en el prólogo “a Ahmed le interesa romper con el orden jerárquico según el cual el conocimiento que se construye en la práctica es menos complejo o importante que el que se produce en la esfera separada de ella (…) el conocimiento se construye también en la vida cotidiana. Vivir una vida feminista es construir conocimiento”. (p. 13)
En este sentido, se la considera una de las autoras referentes más
importantes del “giro afectivo”. Dice Leonor Arfuch (2015) que Ahmed analiza, a través de
diversos tipos de discursos: políticos mediáticos, de las redes sociales, los efectos sociales
que generan diversas emociones en el discurso público: la pena, el odio el miedo, el disgusto, la
vergüenza, el amor e indaga, también, en los afectos queer y feministas. Desde su enfoque, las
emociones no son estados psicológicos sino prácticas sociales y culturales, no suponen una
autoexpresión que se vuelca hacia afuera (in/out) sino más bien se asumen desde el cuerpo
social (outside /in), en tanto son las que brindan cohesión al mismo.
Dice Ahmed: “al hacernos feministas estamos ejerciendo un trabajo intelectual pero también emocional” (p. 30).
Su narrativa crea un clima íntimo al entramar experiencias cotidianas con teoría de otras mujeres feministas racializadas como Audre Lorde, bell hooks, Gloria Anzaldúa. Afirma: “leer la obra de los feminismos negros y los feminismos racializados me cambió la vida: comencé a entender que la teoría se volvía más potente cuanto más se acercaba a la piel (p. 35).
Desde las primeras páginas nos invita a iniciar un diálogo que comienza con un interrogante personal: “¿Dónde encontramos el feminismo, o dónde nos encontró el feminismo?” ¿En qué momento se convirtió el feminismo en una palabra que, además de hablarte a ti, también hablaba de ti, de tu existencia, en una palabra, que te hizo existir?” (p.24).
El feminismo es sensacional nos dice, y empezamos a sentir con ella, a partir de sus descripciones testimoniales y citas de mujeres, que no estamos solas, nos identificamos con sus relatos que evocan relatos propios. La lectura nos retrotrae a imágenes inquietantes, de acosos, de violencia, de injusticias. La teoría se va desgranando desde los pliegues de la memoria en los que se amarran esos recuerdos que nos duelen. El feminismo es un trabajo de la memoria, nos dice Ahmed, para rehabitar el pasado y también el propio cuerpo.
Así nos introduce en la lectura de la primera parte del libro, el que está organizado en tres partes: en la primera parte titulada “Hacerse feminista”, reflexiona sobre el sexismo a partir de relatos de su historia guardados en la memoria, en un pasado que causó dolor pero que considera necesarios rehabitar para tomar conciencia de las injusticias de este mundo y la violencia que lo atraviesa, para encontrar las palabras que la describen: sexismo, racismo. El feminismo aparece como interseccional, se revela en las historias vividas y los cuerpos susceptibles de ese sufrimiento. En esta escena introduce a la “feminista aguafiestas”. Figura, utilizada en su ensayo anterior La promesa de la felicidad, con ella hace referencia a alguien que se expresa en contra de la alegría. Es la que arruina los momentos considerados felices por una lógica patriarcal que ha naturalizado los acontecimientos cotidianos.
En la segunda parte: “Trabajo de diversidad”, Ahmed analiza su experiencia como agente de diversidad y el de algunas personas entrevistadas que realizan esa misma tarea en la universidad. Trabajo que describe como una acción de choque frente a las instituciones que son como muros. Esta parte se tiñe de su vivencia que culminó con la renuncia al cargo universitario. En esa escena y encarnada en esas agentes vuelve a encontrar a la “aguafiestas feminista”. Afirma: “las agentes de diversidad terminan desafiando lo que da seguridad, calidez, lugar y posición” (p.209). Y aquí aparece otra figura la “feminista voluntariosa”, es la que afirma su voluntad por la igualdad/contra la violencia/discriminación, con obstinación. Por último, concluye que, los cambios de las instituciones son “estéticos” y contribuyen inintencionalmente a reproducir la estructura.
En la tercera parte: “Vivir con las consecuencias” coloca en el centro otro concepto: el de la “fragilidad”, devenida del desgaste que supone vivir una vida feminista, de volverse voluntariosa y tener que sobrevivir como aguafiestas. La fragilidad la asocia a la palabra “snap” que la entiende como un “chasquido feminista”, un sonido que proviene de la ruptura de los vínculos que sostienen el sexismo y el racismo, pero a la vez funciona a modo de impulso para reconfigurarnos y vivir nuestras vidas feministas. En esta parte utiliza algunos films que ilustran esos quiebre colectivos.
Para finalizar, nos comparte su kit de supervivencia, también nos alienta a crear uno propio porque “la supervivencia se vuelve un proyecto feminista común” (414). En su kit incluye las lecturas de algunas autoras de las que hizo referencia en diversas partes del ensayo como Audre Lorde, bell hooks, Marilyn Frye, Judith Butler y otras obras literarias: La señora Dalloway de Virgina Woolf; El molino de Floss de George Elliot; Frutos de rubí de Rita Mae Brown y Ojos azules de Toni Morrison. Además, el kit contiene objetos y hasta sus mascotas como Mulka un caballo que la ayudó a sobrevivir a los 12 años y Poppy, su cachorrita, y también una acción como bailar.
El libro finaliza con un manifiesto basado en algunos principios 1) No estoy dispuesta a hacer de la felicidad mi acción 2) Estoy dispuesta a causar infelicidad; 3) Estoy dispuesta a apoyar a otras que están dispuestas a causar infelicidad; 4) No estoy dispuesta a reírme de los chistes cuyo propósito es ofender; 5) No estoy dispuesta a pasar de historias que no dejan de pasar; 6) No estoy dispuesta a ser incluida si la inclusión significa que te incluyan en un sistema que es injusto, violento y desigual; 7) Estoy dispuesta a vivir una vida que otra gente considera infeliz y estoy dispuesta a rechazar o a ampliar los guiones actuales sobre qué es o no es una buena vida; 8) Estoy dispuesta a devolverle el azar a la felicidad; 9) Estoy dispuesta a romper cualquier vínculo, por muy preciado que sea, cuando estos vínculos me dañan a mí o a otras personas; 10) Estoy dispuesta a participar en un movimiento aguafiestas.
El libro de Ahmed resulta una obra cargada de sensibilidad, nos sentimos acompañadas, nos identificamos con sus vivencias, nos reconocemos en la aguafiestas y también en el cansancio de la voluntariedad, en los quiebre y en la fragilidad. Este reconocimiento nos une y, a la vez, nos sentimos cuidadas. Resulta un refugio su lectura del cual salimos más empoderadas, con las ganas y la esperanza de que, entre todas y juntas, viviendo una vida feminista podamos transformar el mundo. Porque el feminismo es un proyecto que aún no llegó a su fin, y es sensacional, “se siente en la piel”, la lectura de vivir una vida feminista, es un latido, es aliento que impulsa.