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ARTÍCULOS

LA VIOLENCIA DE GÉNERO, TIEMPOS DIFÍCILES

GENDER VIOLENCE, DIFFICULT TIMES

Elisa Bertha Velázquez Rodríguez

Universidad Autónoma del Estado de México

Resumen: El presente análisis parte de una reflexión teórica y conceptual en los terrenos de la memoria histórica, del saber de los mitos y del psicoanálisis para dar cuenta de lo que a nuestro juicio es el estado de la violencia contra las mujeres.

Partimos de la construcción de la memoria engarzada en los mitos de origen, y de la memoria histórica que se ha construido a través de los tiempos reconociendo que la mujer ocupa el lugar del olvido. Olvido de su importancia, de sus afectos, de sus epistemes, de su praxis social, y utilizada en su cuerpo vacío, sin palabras que la signifiquen. La mujer que fue borrada en el mito hebreo, es la misma que en el capitalismo moderno también borrada hace presencia con su gran ausencia, solo perteneciendo a los estereotipos imaginarios que la cultura patriarcal construye día a día. De mujeres míticas, brujas, santas, beatas llegamos por el hilo de la historia a la mujer opositora, transgresora y pulsional que denuncia la violencia de género, y se atreve a denunciar el maltrato masculino en un mundo hostil que insiste en su incondicional sometimiento. El olvido para la mujer es el arma política que más allá de provocar su muerte, provoca su borramiento. Convertida en algo innecesario, contingente, pasajero, a veces tortuoso y molesto, otras veces útil, y siempre desde la orilla, desde la exclusión de la palabra, de la ausencia en la sociedad. De ella hablamos en este espacio, de la pasión de un deseo de ser.

Palabras clave: Mujeres; Transgresivas; Denuncias; Pasión; Cuerpo.                        

Abstract: This analysis starts from a theoretical and conceptual reflection in the fields of historical memory, knowledge of myths and psychoanalysis to account for what in our opinion is the state of violence against women.

We start from the construction of the memory embedded in the myths of origin, and from the historical memory that has been built through the ages, recognizing that women occupy the place of oblivion. Forgetting its importance, its affections, its epistemes, its social praxis, and used in its empty body, without words that mean it. The woman who was erased in the Hebrew myth, is the same that in modern capitalism also erased makes a presence with the great absence of her, only belonging to the imaginary stereotypes that patriarchal culture builds day by day. From mythical women, witches, saints, pious women, we come through the thread of history to the oppositional, transgressive and instinctual woman who denounces gender violence, and dares to denounce male abuse in a hostile world that insists on her unconditional submission. Forgetfulness for women is the political weapon that, beyond causing her death, causes her to be erased. Converted into something unnecessary, contingent, temporary, sometimes tortuous and annoying, other times useful, and always from the shore, from the exclusion of the word, of the absence in society. We speak of her in this space, of the passion of a desire to be.

Keywords:  Women; Transgressive; Denounces; Passion; Body.

La memoria es el dispositivo que nos la acerca al pasado y construye los puentes con el presente, desafía la trayectoria del tiempo y reorganiza el orden de la realidad, asigna valor a los recuerdos y conocemos el proyecto de nuestros antepasados encarnado en nosotros. La memoria se construye desde la intimidad en un pasado que la conciencia guarda y que puede venir al presente solo por el recuerdo. Ese pasado es lo que somos, el que coagula a cada instante la tinta que dibuja nuestro rostro desde la experiencia interior (Velázquez, 2011, 95) El recuerdo está hecho en dos tiempos. En el primero se acciona desde fuera una palanca con tipos ajenos, para hacer una marca; el otro, accionado por dentro, cuando hacemos un surco en nuestros pensamientos. Se trata de un adentro y un afuera que nos cincela la memoria, haciendo posible crear los acontecimientos por medio de sus reediciones.  Así el recuerdo es el instrumento que permite hacer presente el pasado, y la posibilidad de guardar la voz de una experiencia en el desafío del tiempo. Las fuerzas del recuerdo y el olvido luchan antitéticamente. Dos fuerzas que son como las pulsiones de Eros y Tanatos, Eros convoca al recuerdo en el ánimo de la existencia, a la discontinuidad, es el despliegue erótico de la memoria. Mientras que el olvido es como la agonía que presagia el cese de la vida y es convocada por Tanatos. La memoria representa la viveza de los acontecimientos en los recuerdos hechos imagen de significantes perdidos. Memoria dolorosa tejida con recuerdos que desgarran la conciencia.

Memoria de un genocidio

La noche del 24 de abril de 1915, en plena guerra mundial, el arresto y posterior eliminación de seiscientos intelectuales armenios de Constantinopla, descabezaron la comunidad armenia otomana, que a la sazón poblaba fundamentalmente la parte oriental de Asia Menor, en su territorio histórico conocido como Cilicia, que comprendía el ángulo formado por el mediterráneo y las grandes ciudades del imperio. Dicha acción constituyó la puesta en marcha de un plan ideado por los dirigentes del movimiento denominado los jóvenes turcos, que perseguía suprimir la presencia milenaria de los armenios en Anatolia. Actualmente quedan en Turquía apenas algunas decenas de miles de armenios concentrados en su mayoría en Constantinopla. ¿Y el resto? Son los vencidos, depositarios de la memoria de las víctimas, los que lograron escapar y sus descendientes, que buscaron refugio ya sea en el occidente y en el mundo árabe, ya en lo que era entonces la Armenia rusa, de donde habría de emerger la actual república de Armenia (Mutafián, 2002, 155-156).

Los instrumentos de control y opresión de grupos criminales y gobiernos intolerantes son la amenaza, el maltrato, las ejecuciones y el olvido de los sucesos, haciendo en los pueblos una operación mental de borradura de recuerdos, causando olvido del horror de las muertes dolorosas, de los rostros monstruosos que acechan la vida e infligen sufrimiento; de la indignidad de las palabras y de la sangre derramada, de la pérdida del hogar, del territorio y del sí mismo. Este es el caso del genocidio de los armenios que, en su calidad de vencidos, fueron obligados a enterrar el horror del pasado, a no pronunciar palabras que refieran los hechos criminales. Los armenios fueron despojados de su territorio, de sus costumbres, de sus creencias y de su pasado en Anatolia. El olvido histórico es un manto que cubre a los pueblos para que sus individuos sean ajenos a su pasado, duden de su presente y desconozcan su futuro. La eficacia del olvido consiste en diluir las fronteras del tiempo, lo cual provoca la inconsciencia del antes y el después, a tal grado, que olvidar hace perder la identidad cultural y territorial. Cuando un gobierno nos despoja de nuestros recuerdos, de nuestra memoria histórica, perdemos el sentido colectivo de dignidad humana, de solidaridad, y la capacidad sensible al dolor de otros en la tablilla del significado de la vida y la muerte.

El olvido, arma política

En las sociedades modernas se vive el tiempo líquido en las venas, que para Bauman (2008) representa la incertidumbre, el miedo al mañana, la inseguridad y la falta de certeza ante el porvenir. “El miedo… es el más siniestro de los múltiples demonios que anidan en las sociedades abiertas de nuestro tiempo. Pero son la inseguridad del presente y la incertidumbre sobre el futuro las que incuban y crían nuestros temores más imponentes e insoportables”. (Bauman, 2008, 42). Además de la incertidumbre, el hambre y la inseguridad, habita otro jinete apocalíptico: el olvido en la mente colectiva, como defensa contra el dolor de los genocidios. El olvido es más temible que el miedo, que la incertidumbre y que la inseguridad. Es el instrumento que aniquila los recuerdos, que invalida el saber de sí mismo y que nos arroja en el no-lugar.

Es por esto que cuando los gobiernos totalitarios invaden la subjetividad de sus gobernados, los individuos quedan a merced de la voluntad de los poderosos que se han esmerado en dañar la capacidad de recuerdo y averiar  el principio de realidad colectivo. El sujeto social ya no puede elegir el estado de realidad que le conviene, se aleja de los sucesos que le precedieron y adopta imaginarios sobrepuestos que el mismo discurso político prescribe. Se trata del poder patriarcal que arrasa contra mujeres, hombres, niñas y niños, sin importar su edad, su raza o color. Un gobierno totalitario es capaz de destrozar cuerpos y tradiciones, ideologías antagónicas, proyectos de vida e imaginarios sociales que se comparten en comunidades, como hoy en día sucede en varios países hermanos de Latinoamérica como Chile en donde el día de hoy, 21 de noviembre de 2019 la prensa internacional registra violaciones a los derechos humanos de cientos de individuos, y también violaciones sexuales (como le llama la prensa) a cientos de mujeres que son vejadas en sus cuerpos arrastrados en la polvareda de los carabineros, vejadas en su intimidad, en sus ideales, conjuntamente a la violación de su proyecto de libertad. Paralelamente Bolivia, la tierra pródiga de los andes donde reina el patriarcado con la racionalidad del capitalismo salvaje, que no tiene piedad con el ser humano, en tanto la ambición del mercado es el eje rector de la gobernanza. Contemplamos con impotencia los poderes facticos de su representante gubernamental, quien siendo mujer aplica la violencia de Estado contra el pueblo boliviano con la marca del terrorismo patriarcal. En un tiempo de incertidumbre en el que la inseguridad de los individuos y de los pueblos es la escritura en la vida cotidiana, el miedo líquido, como apunta Bauman, se apodera de nuestras mentes, debilita el espíritu y enferma el cuerpo. Por igual que en Nicaragua donde la muerte se cuenta por miles, sin derecho a los bienes elementales como el agua y el porvenir; en Ecuador donde la revuelta está silenciada, pero existe en el miedo del mañana. En todos estos lugares y muchos otros que no alcanzan cobertura de la prensa, sucede la misma violencia contra los individuos y sobre todo contra las mujeres y su sexualidad, creando un vínculo extraño entre política y goce bajo la ecuación “política, sexualidad, violación”.


El olvido para las mujeres

Las formas de violencia son vastas y diversas para el género femenino, no importa su lugar y su tiempo. Es así que el sufrimiento es el principal objetivo de la violencia; se trata de que las mujeres sufran en el cuerpo y en el alma por una culpa mítica e histórica de origen judeo-cristiano principalmente. Tomemos como ejemplo a las mujeres que llevan cincelado en su nombre la condena patriarcal a su esencia: Lilith, la mujer del mal, desobediente de Dios, concubina de Satán, devoradora de hombres y de niños, seductora de mujeres y adversaria de Adán. En el mito sumerio, Lilith era una divinidad antes que el patriarcado la declarara un súcubo, una cortesana seductora, una prostituta sagrada, asociada al pájaro del mal y a la serpiente maligna, como lo relata el poema del “Arbol huluppu” (Wolkstein y Kramer, 1983) en los mitos sumerios. Por su parte, en el mito hebreo (Graves y Patai, 1988), adquiere los significados de seductora, destructiva y erótica a la que Yahvé la maldice y a las paganas que la veneran. Lilith es seguida de mujeres transgresoras que no creen en el control divino-patriarcal plasmado en los comportamientos de obediencia y servidumbre a los hombres como una marca del ser femenino impresa en el cuerpo de las mujeres, que al mismo tiempo  pagara con sangre a lo largo del tiempo, sangre, dolor y sufrimiento el código instituido por el poder masculino.  Lilith se revela contra el código, nada la encadena, su fuerza transgresora arremete contra su propia atadura a Dios, es su lado oscuro que nadie conoce. En un mundo patriarcal no hay perdón para las mujeres transgresoras, puesto que representan la resistencia al abuso del poder, al autoritarismo y a la imposición que son las formas de violencia que hoy vivimos  cotidianamente en todos los espacios, en los diferentes territorios.

El olvido de su nombre en la conciencia de la humanidad ha sido el castigo más severo que Dios impuso a Lilith. Olvidar su nombre, su erotismo, su imagen y su lucha contra la opresión fue el acto divino que respondió a la transgresión femenina .Olvidarla para derrotarla, nadie le teme porque nadie la recuerda, su existencia se borró de la conciencia humana, el poder de Dios representado en la racionalidad patriarcal dispone de una la política del olvido que incide en los grupos sociales para detener las transgresiones que ponen en riesgo la estabilidad del poder patriarcal. Antes de que los hombres tuvieran el poder absoluto sobre los cuerpos y las conciencias femeninas, las diosas en Sumeria y Babilonia gobernaban con sapiencia y equidad, la idea de poder la concebían a partir de la colaboración colectiva de sus pueblos, del apoyo solidario en las tareas sociales y de la solidaridad entre mujeres y hombres. Después todo cambió, los mitos antiguos revelan que los hombres conspiraron contra las mujeres, aun siendo reinas o diosas, e impusieron otro sentido del poder: Ahora y desde entonces ha consistido en el dominio de un hombre que, emulando a Dios, se convierte en líder y es sostenido por una masa incondicional que comparte su visión de la realidad psíquica y social, para someter a todos aquellos que considera inferiores en cuerpo y mente, como las mujeres. Desde ese tiempo que se diluye en el origen de nuestras sociedades arcaicas, las mujeres han padecido violencia del opresor, no de un hombre, sino de una cultura, una ideología y una política patriarcal. Lilith y las mujeres que cuestionamos esta ideología, que denunciamos las maniobras de la política de sometimiento y exclusión, y estallamos con nuestra actitud crítica las simbologías del patriarcado tatuadas en la cultura occidental, estamos condenadas al oprobio por ejercer nuestra sexualidad y nuestras formas de goce; a la descalificación por considerarnos inferiores intelectualmente, al asesinato, pasando por la tortura y el desmembramiento de los cuerpos en respuesta al desbordamiento aterrador del placer sexual que deviene en peligro para su condición masculina. La mujer, evoca lo siniestro de Lilith en la erótica fascinante de su propia crueldad.

La mujer fue convertida en un cuerpo vacío, sin subjetividad. No produce amor, solo es una palabra vacía de significado que no sabe transmitir nada. La mirada patriarcal se sostiene en la contemplación de un objeto que surge en cualquier escenario de feminicidio.  No hay amor a la mujer, a su cuerpo, por la vía de lo erótico, el cuerpo sin  alma no causa amor,  no está inscrito en el anillo del deseo a lo complementario, como dice Bataille (2007) en Madame Edwarda, “El amor estaba muerto en esos ojos; emanaba de ellos un frío de aurora, una transparencia en la que yo leía la muerte. Y todo estaba contenido dentro de esta mirada de sueño, los cuerpos desnudos, los dedos que abrían la carne, mi angustia y el recuerdo de la baba en los labios, no había nada que no contribuyera a ese deslizamiento ciego hacia la muerte” (Bataille, 2007). Como muestra del terror patriarcal, la mujer es el agujero negro que amenaza con llevar a la nada, no está inscrita en el lenguaje, es un abismo. De Lilith non hay rastro en las Santas Escrituras, aparece una discreta referencia en Isaías 34-14. Como la bestia.  Es el olvido que no deja huella.

La historia del cuerpo femenino es el código de su propia muerte, como la cacería de brujas que se hizo en Europa en los siglos XVI y XVII. Si el cuerpo de la mujer era el lugar en donde se manifestaba el demonio, había que combatirlo sin descanso. De manera que la guerra contra el cuerpo demoniaco y transgresor se hizo política institucional cuyo dogma fue la defensa de Dios. Para escudriñar el cuerpo de la mujer se fundó la existencia de “Los Montero de Brujas”, hombres encargados de la exploración de los rincones secretos del cuerpo femenino para descubrir el pezón del diablo, la huella definitiva del demonio. La búsqueda de este rastro llevó siglos y fueron cientos de mujeres que desfilaron desnudas en las plazas públicas, mostrando el entramado de su piel y exponiéndola a los ojos de los otros para obtener un juicio de liberación o de condena y muerte, cruzando los pasillos de la tortura como en los siguientes casos:

Eunice Cole Salisbury fue denudada por el alguacil para azotarla cuando su ropa cayó al suelo, los testigos presenciaron bajo uno de sus pechos… una cosa hinchada, parecida a una teta que colgaba hacia abajo, de aproximadamente tres cuartos de pulgada de largo y no muy gruesa. Los hombres que estaban alrededor vieron estirárselas. Ellos afirman que Eunice se la arrancó violentamente, con lo cual suponen que intento eliminar las pruebas de su cuerpo… en su lugar encontraron una parte en su pierna, en la que era probable que hubieran chupado los demonios familiares (Lawelyn, S/F: p. 31).

Las brujas eran seres que por tener cuerpo femenino estaban acusadas de comportamiento sexual insaciable y acuerdos de seducción con el diablo. El cuerpo contenía la maldad humana en el relato de Dios. Las brujas eran las traidoras de sus principios y habían emprendido una rebelión femenina entregándose a los placeres del cuerpo, causas suficientes para declararlas apostatas, renegadas y enemigas del Señor. La crueldad de los inquisidores de ese tiempo se comprueba en sus órdenes de quemar vivas a las víctimas sin estrangularlas previamente y sostenían que la brujería y la sexualidad femenina tenían estrecho vínculo puesto que el diablo seducía a las mujeres fácilmente por su desordenada afición a los placeres carnales. Las mujeres de todos los tiempos son aborrecidas por sus menstruaciones, al pensar que la sangre es algo que le pertenece, como un atributo específico. La menstruación para el pensamiento masculino significa la basura del cuerpo y las mujeres están contaminadas por ser los tabernáculos de esta inmundicia. En todas las épocas, las mujeres han sido inferiores y al mismo tiempo peligrosas, repugnantes y a la vez poderosas por la magia de su cuerpo, para el pensamiento masculino todas las mujeres poseen en su propia esencia la huella de la brujería manifiesta en su sexualidad femenina, que en el fondo siempre desean ser violadas o al menos poseídas por el falo del hombre en búsqueda constante de satisfacción. Es muy probable que todo esto sea una causa que induce a la violencia contra su propio cuerpo. Lo demoniaco como acto sobrenatural es una característica que se le ha impuesto a las mujeres la cual reafirma que tienen pacto con la brujería, o estigmatizadas por Dios, tal es el caso de las santas en éxtasis como Benedetta Carlini, una abadesa del Convento de Theatine. Según su declaratoria Jesús la encomió, la estigmatizo e intercambió su corazón con el de ella, sin ser demoniaca y más bien santa, de todos modos, fue sancionada por sus éxtasis y condenada a cadena perpetua en el Convento al ser acusada de tener relaciones sexuales con un ángel masculino. (Lawelyn, S/F).

El cuerpo de la mujer desde el mito hebreo, la antigüedad y la cacería de brujas hasta nuestro tiempo, es poseedor de senos y labios vaginales que constituyen en sí mismos el secreto del goce, un secreto que siempre quiere ser    revelado por el pensamiento masculino.  Es un intento que se rastrea desde hace muchos siglos y hoy le llamamos violencia de género que cobra significado en la sexualidad femenina, donde habita el misterio del goce. En este punto comentan Bruckner y Finkielkraut (1996), “Las mujeres tienen el privilegio del goce porque los hombres tienen la maldición de la descarga, pero este goce es informulable, múltiple, sin contenido…”  La violencia se produce por el deseo de someter la sexualidad femenina, de apoderarse de la voluptuosidad de su cuerpo, de poseer sus pezones y sus caderas, su piel satinada, mirarse a través de sus pestañas onduladas y de experimentar su frecuencia cardiaca y respiratoria; violencia es una mirada de cuestionamiento, de incredulidad, de escepticismo, una caricia calculadamente fría sin mensaje, un silencio ensordecedor por horas que se hace eterno, una omisión de su persona, la exclusión sistemática de la existencia que la arranca de la palabra, el golpe elemental, el baño de sangre que emana de su propio cuerpo, la tortura con fríos estiletes o incandescentes hierros que queman la piel y las ilusiones. Violencia es el asesinato, abrir el cuerpo en canal, mutilarlo y desmembrarlo, saciarse con las gotas de sangre que emanan de su intimidad.

Difícil es definir con exactitud la violencia de género que vivimos todas en estos tiempos de incertidumbre, de temor, al hombre, temor a las organizaciones patriarcales, temor al otro que es nuestra sombra, a veces nuestro compañero, n frecuencia nuestro enemigo. Como en los casos que se registran en México, en Ciudad Juárez, en Lomas de Poleo, donde cada cruz rosa significa un cuerpo femenino mutilado y abandonado, en el Estado de México, en Chimalhuacán, Ecatepec y Nezahualcóyotl con mayor énfasis, las mujeres son acechadas de día y de noche, los feminicidios dejaron de ser hechos aislados para convertirse en “Terrorismo sexual de Estado”, caminar por las calles es peligroso, pero más peligroso es estar con tu pareja a solas. Las mujeres viven en riesgo político, puesto que la acción del maltrato se traduce en una agresión a una mujer en particular, también es un acto público legitimado en la práctica cotidiana donde la mujer maltratada sucumbe ante el poder masculino, es decir, en estas tierras del oriente del Estado de México, y seguramente como en otras, lo femenino y lo masculino están en asimetría permanente. Las mujeres vivimos la desesperanza del poder, las armas, el crimen organizado, el capital y sobre todo, la desventura del amor. Los rostros del patriarcado son los  gobiernos, los militares, las religiones, el capital, y la moral de las diversas sociedades opresoras que prefieren olvidar al mítico ser llamado mujer.

El grito de las mujeres del mundo contemporáneo es  abrir canales para encontrar pensamientos de equilibrio entre las dos fuerzas, masculinas y femeninas y después justamente olvidar los siglos de terror que instauro el patriarcado con la desigualdad entre los géneros, promoviendo la violencia, socavando la dignidad de las personas.

Bibliografía

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