Quinto Sol, vol. 29, nº 2, mayo-agosto, ISSN 1851-2879, pp. 1-7
http://dx.doi.org/10.19137/qs.v29i2.8769
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Dossier
Los usos del pasado y la política en el Litoral durante la formación del Estado nacional
Mariana Pérez
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Historia
Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”
Argentina
Correo electrónico: maperezyea@gmail.com
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2253-5773
María Gabriela Micheletti
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Instituto de Estudios
Históricos, Económicos y Sociales. Nodo IH
Universidad Católica Argentina. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
del Rosario. Instituto de Historia
Argentina
Correo electrónico: gabimiche@yahoo.com.ar
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1777-1122
Presentación
Este dossier reúne un conjunto de investigaciones que indagan sobre los usos del pasado en los discursos de la política, en las provincias de Corrientes, Santa Fe y Entre Ríos, durante la segunda mitad del siglo XIX.[1] La problemática que se aborda en los trabajos refiere a las formas mediante las cuales los actores políticos recurrieron a hechos, personajes e imágenes del pasado en la argumentación del debate público y en sus escritos, en un contexto de redefinición de las identidades políticas y regionales, de construcción del Estado nacional y de un nuevo orden provincial.
La caída del régimen del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas en 1852, fue el puntapié inicial para un largo proceso de profundos cambios políticos e institucionales que se desplegarían –con diferentes ritmos e intensidades– a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. Si bien existía consenso en las elites políticas con respecto a los principios básicos sobre los cuales se construiría el país –reflejados en la Constitución nacional sancionada en 1853–, durante décadas ningún grupo o partido logró imponer su hegemonía (Halperin Donghi, 1992). Como resultado, la inestabilidad y el conflicto serán rasgos característicos del sistema político argentino hasta finales de siglo. Los temas de disputa fueron variados y cambiantes, sobresalieron como especialmente controvertidos aquellos referidos a las relaciones entre el Estado nacional y las provincias, y a las formas legítimas de participación (por ejemplo, las prácticas electorales o las movilizaciones armadas). Los desacuerdos se expresaban en distintos ámbitos y mediante diversas prácticas: en las elecciones, en los movimientos armados y revoluciones, en movilizaciones en las calles o en denuncias y polémicas en la prensa y en las legislaturas (Sabato, 2014).
El surgimiento de una esfera nacional de ejercicio del poder fue acompañado por la ampliación de las redes y los espacios de intervención de las dirigencias provinciales.[2] Asimismo, los modos de tramitar los conflictos entre partidos o facciones cambiaron sustancialmente al incluir a los agentes nacionales como actores cada vez más relevantes en la arena política.[3] No obstante, aun iniciado el proceso de formación del Estado nacional, la conformación de las redes de poder de las dirigencias políticas continuó estrechamente ligada al ámbito de cada provincia y de sus provincias vecinas. De modo que los intereses y las disputas que las involucraban respondían tanto a cuestiones provinciales y regionales como nacionales, muchas veces confundidas en un único problema. En el juego de oposiciones y definiciones político-partidarias, tenían fuerte peso las afinidades y fidelidades personales, y también las solidaridades de grupo, basadas en tradiciones políticas de larga data que organizaban y consolidaban los vínculos partidarios.
Como señalamos, el debate público fue uno de los modos de expresión de las diferencias. El respeto a la “libertad de opinión” (consagrada como derecho en la Constitución) era uno de los pilares básicos que sustentaban la legitimidad de los gobiernos, las encendidas polémicas eran parte central del sistema político decimonónico. En tal sentido, una fuente clásica para el estudio de los posicionamientos políticos es la prensa periódica, que era el ámbito principal para la difusión de ideas y de opiniones; además, generaba hechos políticos mediante la circulación de rumores o articulando redes partidarias –véase, entre otros, Elías Palti (2007)–. Investigaciones más recientes han incursionado sobre los debates en el Congreso nacional y sus vínculos con la “opinión pública” –por ejemplo, Martín Castro (2017) e Inés Rodjkind (2019)–. Cabe señalar, además, que una serie de trabajos vinculados con el campo de la “historia conceptual” han puesto el foco en el análisis de los usos y significados de los principales conceptos políticos de la época –como Javier Fernández Sebastián (2014) y Noemí Goldman (2020)–.
Para el estudio de estas prácticas discursivas, es importante tener en cuenta que desde la década de 1830 se hizo sentir la influencia del historicismo romántico en la región rioplatense. De este modo, en un contexto cultural donde el recurso al pasado comenzó a ser apreciado cada vez más como una herramienta valiosa para formular diagnósticos con respecto al presente, la apelación a hechos, figuras, situaciones e imágenes sobre el pasado nacional, regional o provincial, se volvieron estrategias muy recurrentes de la retórica política (Wasserman, 2008; Eujanian, 2015). Por lo tanto, en la definición de las oposiciones y de las alianzas, y en la conformación de las identidades partidarias, la apelación a personajes o sucesos del pasado y la creación de tradiciones históricas contribuyeron a la cohesión de los grupos y a legitimar sus intervenciones políticas.
En esas circunstancias, el proceso de formación de un orden político nacional y de reconfiguración de las instituciones, las prácticas y las dirigencias, estuvo acompañado de la elaboración de nuevas identidades colectivas. Desde el Estado nacional y desde sectores de la sociedad civil se procuró dar forma a una supuesta “nacionalidad argentina” (Bertoni, 2007). En paralelo, en el ámbito de las provincias, diferentes intelectuales también iniciaron el camino de la reformulación de las identidades provinciales, ahora integradas a una nación.[4] Tanto en la conformación de una “comunidad nacional” como en la creación de renovadas “comunidades provinciales”, tuvieron relevancia el surgimiento y la circulación de relatos sobre el pasado, que procuraban dotar de un origen común a esas comunidades, y dar sentido y legitimar al nuevo orden existente. Las narraciones construidas desde las provincias tuvieron en general la particularidad de ser relatos alternativos o laterales, con una recepción acotada a los límites de esos espacios de enunciación y, si bien no llegaron a confrontar con los elaborados en Buenos Aires, sí buscaron complementar o corregir algunos aspectos de las versiones que provenían del centro porteño, que desconocían los aportes locales vinculados a la construcción de la nacionalidad (Micheletti y Quiñonez, 2015).
En los hechos, con frecuencia, ambos tipos de relatos –los que tenían como interés definir y legitimar un posicionamiento en determinada configuración política, por un lado, y los que procuraban desentrañar los orígenes de la nación y de las provincias, por otro– podían coincidir o confundirse, lo cual muestra la dificultad analítica para separar la política del proceso de formación de las identidades colectivas de pertenencia nacional o provincial.
En síntesis, el análisis de los usos del pasado en los discursos políticos durante el período de formación del Estado nacional, permite entrever cómo la política –en tanto espacio de disputa por el poder y como productora de sentidos– contribuyó a la construcción y circulación de ciertos relatos a partir de figuras, imágenes y representaciones que, al organizarse en núcleos temáticos e interpretativos, tendrían, hacia finales del siglo XIX, una fuerte impronta en la definición de las tradiciones político-partidarias e historiográficas, como también en la configuración de las identidades de pertenencia provincial o regional, a mediano y largo plazo.
A partir de esta intersección entre los discursos políticos y los relatos sobre el pasado, los trabajos que se incluyen en este dossier profundizan, para la región Litoral, un enfoque que ha ido ganando espacio en el escenario historiográfico argentino actual (Cattaruzza y Eujanian, 2003; Maeder et al., 2004; Philp y Escudero, 2020, entre otros). Esta perspectiva dejó de ceñirse al clásico análisis de unas pocas obras reconocidas, para animarse a bucear cada vez más en una variedad de fuentes en las cuales el pasado, aunque no sea objeto de reflexión sistemática, sí es invocado como un elemento importante en la construcción discursiva y para la explicación de la realidad política. De este modo, los debates parlamentarios, los informes gubernamentales, las memorias personales, los escritos periodísticos e, incluso, los monumentos y las celebraciones conmemorativas, cobran relevancia como fuentes para estudiar las interpretaciones de ese pasado en circulación.
Reunir trabajos sobre cada una de las provincias que conformaban el Litoral de los ríos en la segunda mitad del siglo XIX, permite descentrar la mirada sobre el proceso de creación de la nación y echar luz a experiencias alternativas a la de Buenos Aires. Asimismo, el abordaje regional rescata las experiencias comunes y las diferencias en el proceso de integración al Estado nacional. Mientras que Santa Fe, la más relegada y empobrecida de las provincias litorales al comienzo de este período, gozó de un gran crecimiento económico y su sociedad se vio fuertemente transformada, las economías de Entre Ríos y Corrientes fueron menos exitosas y las expectativas de sus élites con respecto al progreso que traería la unificación nacional no se cumplieron acabadamente. Además, en estrecha relación con lo anterior, la conflictividad política y las pujas al interior de las dirigencias provinciales tuvieron distinto grado de intensidad en Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe. Agitaciones, revoluciones e intervenciones nacionales afectaron a estas provincias de manera desigual, si bien la región santafesina sufrió menores consecuencias que las otras dos para su desarrollo. Hasta qué punto estas diferencias se tradujeron en distintas lecturas del proceso político abierto en la segunda mitad del siglo XIX y en diversas interpretaciones sobre el pasado, es una de las preguntas que subyace en los artículos que componen este dossier y que continuará abierta a próximas investigaciones. Por lo pronto, en los cinco trabajos aquí reunidos es posible encontrar tópicos compartidos, que remiten a una preocupación política en común: qué lugar le cabía a cada una de las provincias en el nuevo orden nacional. De este modo, la reivindicación de la lucha de cada una en pos de la organización nacional y la afirmación de una identidad provincial, emergen como temas centrales en los casos analizados. Dentro de este panorama, evocar la oposición a Rosas fue un recurso de gran poder legitimante en el debate político de la segunda mitad del siglo. Para el caso de Santa Fe y de Entre Ríos, a esta lucha contra el rosismo se sumaron las resistencias a las aspiraciones centralistas de Buenos Aires, que ocuparon un lugar central en los relatos que sustentaban las identidades provinciales en formación.
El dossier comienza con el artículo de María Gabriela Micheletti, quien examina las memorias personales de Domingo Crespo (1791-1871), escritas en el período comprendido entre 1847 y 1854. Como señala la autora, el género de la escritura autobiográfica ofreció una de las primeras representaciones del pasado posrevolucionario en el Litoral. En las memorias de este vecino destacado de Santa Fe y gobernador en 1851, quedaron enunciadas tres representaciones del pasado en momentos políticos cruciales para la organización nacional, que perdurarían largo tiempo en la historiografía local: la capacidad de los santafesinos para defender la autonomía de la provincia, el antirrosismo y la heroización de Estanislao López.
Por su parte, Mariana Pérez estudia los usos del pasado reciente en la prensa política de tendencia federal en Entre Ríos, entre 1862 y 1868. Este breve, pero intenso período, se caracterizó por un debilitamiento creciente del Partido Federal frente al avance y la consolidación del Partido Liberal y de los intereses de Buenos Aires. En este contexto, la prensa federal entrerriana llevó a cabo una intensa campaña de defensa del federalismo y de los entrerrianos, y de ataque al gobierno de Bartolomé Mitre. La autora observa que los discursos esgrimidos sobre el pasado se nutrían de argumentos de larga data, provenientes de distintos posicionamientos políticos. La singularidad residía en una particular combinación de una serie de textos que pretendían legitimar la posición de la provincia y el federalismo en el escenario político nacional abierto tras la batalla de Pavón (1861). Al igual que lo señalado para Santa Fe, la historia de resistencia frente al poder porteño y la lucha contra Rosas, aparecen como tópicos centrales. También, en vinculación a esto, la reivindicación de los entrerrianos como protagonistas de la organización nacional y la exaltación de las figuras de Francisco Ramírez y de Justo José de Urquiza como líderes destacados del federalismo provincial.
Américo Schvartzman y Pedro Kozul analizan dos intervenciones del francés Alejo Peyret (1826-1902) en el debate político en las décadas de 1860 y 1870. La primera, fue la publicación de comentarios a El Principio Federativo, de Pierre-Joseph Proudhon, en el periódico entrerriano El Uruguay. La segunda, fue una serie de escritos publicados en Buenos Aires; ahí cuestionaba duramente la intervención del gobierno de Domingo F. Sarmiento en Entre Ríos para reprimir la revolución de Ricardo López Jordán. En ambas intervenciones, Peyret defendió el federalismo como sistema de organización política frente a modelos centralistas y remitió a la experiencia del pasado reciente para abonar sus aserciones. Para ello, rescató relatos y argumentos que nutrían el ideario del Partido Federal frente al centralismo porteño practicado desde la época de la Revolución de Mayo, que a su juicio constituía una de las principales causas de los males políticos de ese presente.
Alicia Belén Montenegro indaga los usos del pasado en la disputa que hubo entre la provincia de Corrientes y el gobierno nacional por los territorios misioneros durante el lapso 1862-1881. Al respecto, analiza los debates que se dieron en el Congreso nacional y en la Legislatura de Corrientes. La autora observa que quienes defendían los derechos correntinos apelaron, entre otros argumentos, a los servicios que esa provincia había hecho en favor de la construcción de la nación. Entre ellos, se destacaban, por su gran aporte a la organización nacional, los esfuerzos realizados para poblar un territorio que habían pretendido ocupar naciones extranjeras y la lucha contra el gobierno de Rosas. También, en los debates se trasluce cierto desencanto de las élites locales ante lo que ellas consideraban un destrato y falta de reconocimiento por parte del gobierno nacional.
El dossier se cierra con el artículo de Maisa Angelina Oliveira sobre las conmemoraciones y las fiestas patrias de la comunidad italiana en la ciudad de Corrientes, entre 1870 y 1910. La organización de esos festejos, las celebraciones en torno a fechas significativas de la historia italiana y la realización de homenajes a Giuseppe Garibaldi y a Giuseppe Mazzini (artífices de la unidad política de Italia) contribuyeron a la cohesión y consolidación de aquella comunidad en la ciudad. Asimismo, la autora investiga cómo se articulaba la reivindicación de la figura de Garibaldi, quien había combatido en el Litoral contra el gobierno de Rosas, con los relatos sobre el pasado correntino que enaltecían la lucha antirrosista de la provincia, y cómo era funcional a las aspiraciones de esas élites deseosas de dotar a Corrientes con un papel protagónico en el pasado nacional.
En el itinerario recorrido por la región Litoral a través de estos cinco artículos, desde la evocación de las guerras civiles y los prolegómenos de la batalla de Caseros (1852) hasta los albores del siglo XX, puede advertirse una pluralidad de voces –individuales, como las de Crespo y Peyret; o colectivas, como las que se levantan desde la Legislatura, la prensa o el asociacionismo– y una variedad de expresiones –memorias privadas, notas periodísticas, intervenciones intelectuales, alegatos, informes técnicos, festividades–, que apelan al pasado en el discurso político, utilizándolo para legitimar y defender públicamente, o bien para poner en cuestión, a actores, prácticas y posicionamientos que, en un juego de pujas intra y extra provinciales, buscaron definir su lugar en el nuevo orden estatal.
Referencias bibliográficas
Notas
[1] El proyecto ANCPCyT-FONCyT PICT 2021 GRF TI 00346 estudia esta temática y brindó financiamiento a las investigaciones reunidas en este dossier.
[2] De acuerdo con la definición de Hilda Sabato (2014), entendemos por “dirigencia” a quienes tenían en sus manos las riendas de la política y hacían de ella una actividad central en sus vidas. Se incluye, entonces, a las personas que tenían cargos en los gobiernos y también a todos aquellos que cumplían roles importantes en la vida político-partidaria, o difundían ideas a través de la prensa periódica.
[3] Lógicamente, las formas de tramitar los conflictos fueron cambiantes a medida que avanzaba el siglo y se fue formando una dirigencia nacional al calor de la consolidación de un nuevo orden estatal nacional y provincial. En tal sentido, muchos autores sostienen que la conflictividad política se atenuó en la década de 1880 con la llegada del Partido Autonomista Nacional al poder, aunque otros señalan fuertes continuidades con el período previo (Míguez, 2012).
[4] En la segunda mitad del siglo XIX, no se había conformado aún un campo intelectual autónomo. Por lo tanto, el ejercicio intelectual estaba asociado a otras actividades sociales. Era muy frecuente que los “hombres de letras” participasen en la política práctica y en la prensa (Myers, 2008).