Quinto Sol, vol. 29, nº 2, mayo-agosto 2025, ISSN 1851-2879, pp. 1-4

http://dx.doi.org/10.19137/qs.v29i2.8517


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Reseñas

Claudia Pantoja. Monstruos de papel, fotografía, medicina y cultura impresa en la Argentina (1870-1915). UNSAM Edita, 2023, 141 páginas

Marcela Vignoli

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Universidad Nacional de Tucumán. Facultad de Ciencias Naturales. Instituto Miguel Lillo

Argentina

Correo electrónico: vigmarce@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4192-8019

Monstruos de papel se interroga por el vínculo entre imágenes y prácticas científicas al articular el desarrollo de la fotografía con su impacto en el proceso de profesionalización del ámbito médico, transformando las imágenes en objetos operativos para la ciencia, intermediando en la circulación y validación de saberes y en la competencia por ocupar lugares de prestigio dentro de la comunidad de la salud, en el contexto de la construcción de la Argentina moderna. En esta etapa, en la cual sectores sociales medios en ascenso tuvieron el privilegio de pasar por la universidad, comienzan a ocupar lugares expectantes en el espacio público y esperan disputar posiciones de poder a sectores más tradicionales de la élite.

Un arquetipo de estos actores, por nombrar una figura que tiene un rol destacado a lo largo de esta obra, es Emilio Coni, cuando aún era muy joven, cursaba estudios universitarios e intentaba abrirse paso dentro de una comunidad médica que todavía no se había acostumbrado a la circulación de actores de orígenes dispares en los claustros universitarios.  

En ese ambiente del último cuarto del siglo XIX, muy bien descrito en el primer capítulo del libro, hace irrupción la fotografía con su enorme potencial de registro, comparación y multiplicación. ¿Qué tiene para aportar la fotografía a la comunidad médica al punto que los propios médicos participan activamente en las prácticas fotográficas casi a la par de los fotógrafos, adquieren conocimientos, innovan en encuadres, fondos y desarrollan técnicas como en el caso del médico inglés Richard L. Maddox con los nuevos negativos de vidrio al gelatino-bromuro? De la obra se desprende que la comunidad médica crea una nueva legitimidad en el uso de la fotografía, centrada en la técnica y en el ámbito de circulación del objeto fotográfico.  El libro da cuenta del avance de las técnicas desde la década de 1840, cuando ocurren esos primeros usos médicos de la fotografía pasando por la técnica del calotipo, el uso del negativo de vidrio y la posibilidad de reproducir cantidades de copias a partir de un solo negativo. Lo cierto es que, si bien el uso de la fotografía a la albúmina se extendió sobre todo a partir de 1860 y 1870, las posibilidades de combinarlas con la imprenta fueron limitadas, por lo que todavía se necesitaba de la intercesión de un dibujante para su publicación.

Es que la fotografía comenzaba a ser una narradora de la modernidad a través del complemento que encuentra en los órganos de difusión de las asociaciones médicas: las revistas. En efecto, la Revista Médico Quirúrgica (dirigida por Emilio Coni), el Boletín de la Academia Nacional de Ciencias Naturales; los Anales de la Sociedad Científica Argentina y los Anales del Círculo Médico Argentino, con diferente intensidad, intercambiaban números con otras revistas análogas, especialmente del exterior. Por lo cual, en sus páginas circulaban artículos escritos por médicos de otras latitudes y así cumplían un rol destacado en la circulación y, en cierta medida, en la democratización del saber al acercar la revista a diferentes puntos de la Argentina mediante bibliotecas populares, dado que no había aún sociedades médicas ni una educación superior orientada a la salud. Desde esta perspectiva, la circulación de revistas era una manera, muy discreta por supuesto, de contrabalancear ese peso en el acceso al saber y al conocimiento, que estaba orientado hacia el área pampeana y que se expresaba en la existencia de solo dos universidades (y una que comenzaba a surgir) hacia fines del siglo XIX en el país.

Además, las revistas eran el escenario en el cual las disputas y discusiones de casos clínicos tenían lugar, y el público especializado podía acceder a estos debates. Al respecto, destaco el análisis que hace Pantoja del debate entre Emilio Coni-Leopoldo Montes de Oca, con contribuciones de José Penna y del reconocido médico de Río de Janeiro Carlos Arthur Moncorvo, a propósito del caso de una afección anestésica, contracturante, amputante y dactiliana, denominada Quigila por los brasileños. La fotografía, un objeto plano impreso en papel y transportable, hizo posible esta discusión, de tal suerte que, al incorporar una serie de otras imágenes que podían ser comparables, se fue conformando un archivo visual de esa enfermedad que hasta el momento era desconocida en el país.

El segundo capítulo explora la etapa en la cual la fotografía se hizo más accesible y sencilla de ejecutar: las nuevas cámaras eran más pequeñas (más cómodas para transportarlas) y con mejores lentes; por lo tanto, se multiplicaron las ocasiones y los lugares donde era posible fotografiar. El método de reproducción que revolucionó la manera en que se publicaban y se consumían las fotografías en Argentina fue la impresión de medio tono o halftone; así proliferaron las revistas científicas, comerciales, culturales y políticas que incluían cantidades significativas de imágenes. De este período son la Revista de la Sociedad Médica Argentina, La Semana Médica y La Argentina Médica.

Asimismo, estas características hicieron posible que la fotografía se introdujera en hospitales, consultorios y quirófanos. Esta expansión se vio apuntalada por una serie de cambios impulsados en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, producto de la presión ejercida por los estudiantes para obtener planes de estudio que dieran importancia a la práctica y a la actividad experimental por sobre la teoría. El Instituto de Microbiología sería un emergente de estas demandas, al contribuir a la creación de una cultura de laboratorio en Argentina.

Volviendo a la fotografía, también comenzaron a hacerse visibles los problemas de fidelidad que tenía una imagen en blanco y negro, que no poseía ni la claridad ni los detalles de una ilustración a color. Si bien la confianza en su capacidad de reproducción no menguó, las críticas empujaron a la comunidad médica a elaborar recomendaciones para reproducir fotografías con valor de prueba: utilización de fondos neutros, uniformidad en las poses (que permitiera la comparación), o bien una foto del antes y otra del después, a modo de prueba para saber si con la operación había sido corregida o curada esa afección. Por ejemplo, da cuenta el libro, el conocimiento experimental tuvo su cenit hacia 1896 cuando el físico alemán Wilhelm Rotgen hizo públicos sus resultados con la radiación que denominó X. Mediante una atenuación de la densidad en los materiales interpuestos, podía obtener imágenes del interior de los objetos y seres vivos que tuvieran partes de diferente densidad, exponiéndolos a una placa fotográfica sensibilizada. Ver el interior de un cuerpo humano vivo sin necesidad de diseccionar fue una revolución, amplificando la imaginación hasta el punto de lo sobrenatural. El impacto del descubrimiento de Rotgen tuvo efectos de todo tipo, más allá de los médicos. Alimentó la imaginación, el morbo y la especulación. Pantoja explora esos efectos a través del prisma de la conocida revista Caras y Caretas.

Otros campos dentro de las ciencias de la salud que se beneficiaron de la fotografía, innovaron en las técnicas y en las formas de fotografiar, fueron abordados en el último capítulo; allí se estudia la fotografía y sus funciones en la salud mental y en el control social. Las fotografías de la “mala vida” que dan lugar a una fotografía de tipo identificatoria, que es la conocida de frente y perfil con un fondo neutro, son examinadas aquí a partir de su reproducción en revistas, como por ejemplo en Archivos, dirigida por José Ingenieros, en la cual se exponían casos traídos desde la práctica médica.  

El capítulo también abarca el interés por retratar los rostros de la locura. Las fotografías de los pacientes psiquiátricos llegaban a los hospicios desde las comisarías, con el propósito de fotografiar el antes y el después del tratamiento, con la ventaja, como mencionamos, de que algunos hospitales contaban con laboratorios fotográficos.

Fotografiar la histeria sirvió nuevamente para probar argumentos científicos. Con la posibilidad de realizar series de imágenes se intentaba registrar el movimiento, que en el caso de la histeria les permitía a los médicos probar, por ejemplo, la facilidad con la que se podía manipular el cuerpo de la mujer histérica, en una práctica médica plagada de violencia hacia el cuerpo de las mujeres, hecho sobre el cual el libro también reflexiona con agudeza.

Por último, esta investigación posa su mirada en los géneros y las sexualidades diferentes. Aquellos varones que no respondían a la heteronorma, “los invertidos” como se llamaba en la jerga médica a los homosexuales y varones que se vestían con ropas femeninas, eran asimilados a las personas de “mala vida" y, por lo tanto, fueron patologizados desde lo psicológico porque los consideraban simuladores que intentaban ocultar sus prácticas. En el caso de “Aurora”, la fotografía sirvió para mostrar una versión policial-científica y otra en la cual se la ve vestida con ropas femeninas; como dice Claudia Pantoja, es una invitación al público a realizar una comparación entre ellas, un antes y un después de la intervención científica.

En suma, Monstruos de papel explica cómo la fotografía se convirtió en un engranaje clave del proceso de profesionalización de la medicina. Como es lógico, se apoya en una serie de imágenes que la autora de este libro utiliza como documentos históricos y logra transformarlas en fuentes con notable destreza. Es evidente que este análisis fue posible luego de una paciente búsqueda que Claudia Pantoja llevó a cabo en numerosas instituciones de la salud, además de archivos y bibliotecas. Una reflexión sobre esta operación está descrita a lo largo de la obra; en consecuencia, este libro también puede provocar otras lecturas metodológicas vinculadas con las herramientas de trabajo de historiadoras e historiadores.