http://dx.doi.org/10.19137/qs.v28i3.8002
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RESEÑAS
Natalia Alarcón y Oscar Videla (Comps.) Conflictos y contextos: historias locales en Santa Fe y Entre Ríos durante el siglo XX.
Instituto de Investigaciones Socio Históricas Regionales-CONICET, 2023, 318 páginas.
Gonzalo Pérez Álvarez
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de la Patagonia. Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales
Argentina
Correo electrónico: gperezalvarez@gmail.com
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3324-6328
En la obra que aquí reseñamos, las nociones de conflicto y conflictividad son abordadas en su más amplia expresión, relevando dimensiones de carácter más tradicional para quienes trabajamos a partir de esos conceptos (como las huelgas obreras, los procesos de organización de partidos políticos de izquierda, o las disputas interburguesas). Y también, otras instancias que, en general, han pasado desapercibidas o invisibilizadas en su dimensión conflictiva, o en su rol clave como definitorias de las disputas entre fuerzas sociales.
En este reciente libro el lector encontrará aportes de Natalia Alarcón, Oscar Videla, Carlos Álvarez, Romina Garcilazo, Roberto Korzeniewicz, Rodolfo Leyes, Nicolás López Calvino, Georgina Orue, Aldana Pulido, Alex Ratto y César Rosa. A través de más de 300 páginas, se suceden una muy buena introducción (a cargo de Alarcón y Videla, quienes compilaron este trabajo) y 10 capítulos que analizan las diversas formas que adquirió la conflictividad social en los territorios de Santa Fe y Entre Ríos en una etapa que transcurre desde los inicios del siglo XX (con especial foco en sus primeras tres décadas) hasta el decenio de 1960.
Así, en este libro son investigados temas tan diversos como la dinámica política, los aspectos culturales del período, los escándalos, las representaciones, los planes de gobierno, los roles de las agencias represivas, el papel de la prensa, etc. Todo ello abordado desde un mismo eje problematizador, a partir de una pregunta clave y orientadora que analiza cómo todas esas dinámicas modificaban el orden social por entonces vigente.
Se trata, por ello, de una contribución que no solo integra una serie de casos de suma relevancia, donde todos los capítulos generan aportes a problemáticas generales, sino que, además, lo hace sumándose a un importante debate actual sobre la noción de conflicto social y la necesidad de ampliar la mirada acerca de las múltiples dimensiones que apuntan a su problematización.
Quienes estudiamos la conflictividad social casi siempre lo hemos hecho partiendo, aun contra nuestras supuestas intenciones, desde el sentido común dominante. Sin problematizarlo, hemos aceptado que existe un orden social no conflictivo y que el conflicto solo aparece cuando un grupo de sujetos realiza, por ejemplo, una acción en las calles, alterando ese orden. Esa perspectiva invisibiliza (y legitima) las acciones de opresión, sojuzgamiento y avasallamiento (claramente conflictivas) que, ese supuesto orden, impone día a día. Así, si un grupo de personas sufre la desocupación o la falta de una buena nutrición en sus hogares sin generar ningún hecho de movilización, ese sufrimiento no es siquiera conocido y no es dimensionado como una parte clave del conflicto social. Para los estudios más tradicionales, solo aparece el conflicto si esas personas salen de sus casas y, por ejemplo, cortan la ruta para manifestarse contra la opresión vivenciada. Esa mirada oculta, entonces, una gran parte del conflicto y del accionar de los sujetos que lo protagonizan, generando una visión que busca mostrar la “armonía” como la situación normal del sistema, escenario que solamente entraría en desequilibrios coyunturales por la acción de ciertos grupos que intentan afectar el orden. Contra esta visión, este libro evidencia que la sociedad entera vive y se transforma a través del conflicto, y que este es el elemento central de toda su historia. Se rompe así con las perspectivas para las cuáles el conflicto es episódico y, el “equilibrio”, lo “normal”. Es un libro que también le escapa a la moda de solamente preocuparse por lo considerado “novedoso”. Esto es así porque, si lo normal es el equilibrio, lo que debería estudiarse es el momento de la transformación, los quiebres de la historia. Aquí se investigan las continuidades, evidenciando cuánto hay de confrontación y ruptura en esas situaciones donde nada, o poco, pareciera cambiar.
Natalia Alarcón y Oscar Videla afirman, en la introducción, que la conflictividad es investigada desde, al menos, dos perspectivas: por una parte, como momentos que alteran la normalidad en el espacio público, dando lugar al despliegue de prácticas de lucha. Por otro lado, en las modalidades de conflicto más veladas, vinculadas a la cotidianeidad y que, en ocasiones, pasan desapercibidas ya sea por problemas de escala, de intensidad y/o de visibilidad. En la misma introducción se inquiere acerca de los modos a través de los cuáles el Estado tramita el conflicto social, reparando en una multiplicidad de formatos, acciones y actores que no han sido centrales para la historiografía interesada en esta problemática. Es destacable el abordaje del rol de la policía, no pensando su papel simplemente como un agente represivo, sino inspeccionando las complejísimas dimensiones que adquiere su cotidiana intervención. También resulta interesante lo similar de ciertas configuraciones discursivas en los planes de intervención estatal desarrollistas que buscaban transformar la estructura económica de regiones tan disímiles como Entre Ríos y la Patagonia. Con respecto al género, se explora cómo se forman y transforman las representaciones sociales sobre el rol de la mujer en diversos momentos históricos. Las fuentes utilizadas van desde la prensa comercial y partidaria hasta prontuarios policiales, archivos oficiales, documentos sindicales, fotografías, entre otras. Quienes compilaron el libro sostienen, además, que estas producciones abrevan fundamentalmente en los aportes de la historia social y en la nueva historia política, y que, en ese sentido, continúan el desarrollo de una línea de problematización que ya ha presentado resultados consolidados.
El conjunto de la obra refleja un proceso de crecimiento y consolidación del colectivo de investigación. No hay aquí ningún capítulo que exponga sus aportes particulares sin remitir a las problemáticas generales y construir puentes de interpretación con debates clásicos de la historiografía regional y nacional. Esas miradas locales, o “al ras del suelo”, no inhiben la vinculación con otras escalas y hasta con dimensiones globales; al contrario, muchas veces una escala más micro permite observar aspectos que, para quien lo hace desde lo alto de alguna torre, y por más prismáticos que utilice, se le escapan a la vista, al sentir, al roce. Para conocer mejor algunas situaciones, hace falta caminar entre esos cuerpos, recolectar los vestigios de ese pasado del mismo suelo que habitaron, encontrar los indicios que desde ciertas alturas solo semejan una parte más del paisaje.
Por las páginas de este libro transcurren diversos sujetos colectivos, distintas identidades que son complejizadas y nunca asumidas como homogéneas, o dadas a priori. En esa lista aparecen: policías, anarquistas individualistas, anarquistas organizadores, socialistas, socialistas independientes, radicales personalistas, antipersonalistas, obreristas, comunistas, sindicalistas, demócratas progresistas, periodistas, fotógrafos, empresarios, empleados de esas empresas, etc. Cada uno de esos sujetos es señalado a partir de su rol en los conflictos, que no necesariamente es el mismo en todos ellos y eso también es destacado, alejándose además de toda pretensión o tentación de ver homogeneidades en el multiforme proceso histórico. Aquí, entonces, se despliega un fructífero diálogo con la historiografía clásica desde una perspectiva renovadora y problematizadora que articula las escalas nacionales, regionales y locales, observando las especificidades de los niveles estatales en lo nacional, provincial y/o municipal.
Luego de la introducción inicia el capítulo “Escándalos, prensa, denuncia e investigación. Entre Ríos, primeros años del siglo XX”, de Romina Garcilazo. En él se destaca cómo los “escándalos”, y en particular los llamados “escándalos de corrupción”, tienen un relevante potencial explicativo para analizar ciertos tópicos de los procesos históricos y sus dinámicas de conflictividad. Nicolás López Calvino, en el capítulo denominado: “¿Quiénes son los policías de la División de Investigación de Rosario? Caracterización, matrices formativas y diferenciaciones internas en los primeros años de la institución”, incorpora el debate sobre los prontuarios policiales en tanto fuente para el conocimiento histórico y explora, en particular, el origen de los policías que conformaron la División de Investigación en Rosario, además de describir los roles y características de esa institución. También con un estudio sobre la fuente de los prontuarios policiales sigue el capítulo “Un anarquista en la cornisa: entre la militancia y la traición. El caso de Enrique Taboada a inicios del siglo XX en Rosario”, con autoría de Carlos Álvarez. Allí se aborda otra dimensión del accionar policial en Rosario a inicios del siglo XX, íntimamente conectada con la conflictividad y la conformación de corrientes políticas combativas. Se trata del análisis de un informante policial infiltrado en el movimiento anarquista, que aportaba datos para conocer sus características y elaborar mecanismos de control hacia este. Son aportes que permiten observar “al ras del suelo” a unos sujetos tradicionalmente invisibilizados.
Las dos intervenciones siguientes son de Alex Ratto (“Centralismo al interior del Partido Socialista: Las elecciones en Rosario de 1919-1920 vistas desde La Vanguardia”) y Oscar Videla (“Elecciones, partidos y política municipal a finales de los veinte en Rosario: la experiencia del Partido Socialista Independiente”). En ellas también se pone el foco en la ciudad de Rosario. Desde una perspectiva centrada en la historia local, estas investigaciones integran una serie de nuevos rasgos que los conforman como fragmentos de un rompecabezas mayor, con un conjunto de preocupaciones comunes. Se estudia la identidad política socialista en la escala local, una dimensión, por otro lado, que ha sido escasamente indagada para dicha región. Revisar la experiencia del Partido Socialista y del Partido Socialista Independiente permite complejizar el campo de análisis tradicional, comúnmente más circunscripto al abordaje de la tradición anarquista y radical.
El capítulo que se ubica a continuación es un “clásico” que los compiladores del libro decidieron reeditar, se trata de “La política laboral del radicalismo: la crisis de Santa Fe de 1928”, de Roberto Korzeniewicz. En sus páginas se evidencia el proceso de empoderamiento que se estaba conformando entre los trabajadores rosarinos cuando se construía un sentido autónomo y disruptivo entre los habitantes de los barrios obreros de esa ciudad. El consecutivo trabajo de Natalia Alarcón, “Luz, cámara… huelga. El tratamiento fotográfico de las huelgas obreras desde el diario La Capital de Rosario. Mayo-julio 1928”, analiza una fuente de especial interés para pensar las problemáticas de conflictividad social: las fotografías que los diarios comerciales publicaron sobre diversos hechos de protesta. En este caso, se trata de las imágenes que La Capital de Rosario seleccionó para registrar las huelgas de estibadores portuarios y de trabajadores de la Compañía General de Tranvías Eléctricos durante el álgido año de 1928. Se indagan, también, los imaginarios sociales que se construyeron a través de esa selección, y se debate cómo esta cuestión incidió en la dinámica conflictual. En la misma lógica se inscribe el texto de Georgina Orue y Aldana Pulido titulado “Entre las imágenes y las palabras: tensiones en torno a la ‘mujer moderna’ en la prensa rosarina ilustrada de entre guerra”. A partir de dos revistas ilustradas (La Gaceta Rosarina y Monos y Monadas), se exploran las representaciones de género que fueron construidas en sus páginas durante las décadas de 1920 y 1930, claves, por otro lado, para imponer socialmente una imagen de mujer que debía estar alejada de toda forma de conflictividad.
Siguiendo con el orden del libro, Rodolfo Leyes analiza el rol de los sindicatos rurales durante la década infame en “Bolsas de trabajo y desocupación. Hacia la burocratización de los sindicatos rurales, Entre Ríos, 1931-1943”. Se trata de un capítulo que incorpora la relevante problemática de la desocupación y explora algunas de las respuestas que desde los gremios, el Estado y las patronales se pensaron para atender a dicha situación de conflicto, en este caso en el espacio rural entrerriano. Por último, se integra el aporte de César Rosa en “El Plan de Fomento Industrial durante el gobierno de Raúl Uranga (1958 y 1962)”, donde investiga las políticas que buscó instrumentar el Estado provincial entrerriano para resolver las desigualdades regionales estructurales y su deficiente industrialización. Es decir, acciones que se instrumentaron en el marco del proyecto desarrollista formulado a nivel nacional planificando el “progreso” provincial desde una perspectiva que veía al desarrollo y a la consolidación nacional como dos aspectos íntimamente relacionados.
En conclusión, aquí se reseña un libro muy relevante, que consolida la tradición historiográfica que, en Argentina en general, y en el seno del Instituto de Investigaciones Socio Históricas Regionales –ISHIR– del CONICET en particular, se viene desarrollando sobre la historia regional y la historia local. Invito a leer y debatir esta producción que aporta al camino de construir una historia problematizadora del pasado involucrada en las luchas del presente y constructora de otros futuros.