Quinto Sol, vol. 29, nº 2, mayo-agosto 2025, ISSN 1851-2879, pp. 1-22

http://dx.doi.org/10.19137/qs.v29i2.7820 


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Artículos

La revista Realidad y su papel en el campo filosófico en los comienzos del primer peronismo

Realidad journal and its role in the philosophical field at the beginning of the first Peronism

A revista Realidad e seu papel no campo filosófico nos primórdios do peronismo

Paula Jimena Sosa

Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.

Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales

Argentina

Correo electrónico: jimenasosa89@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0652-2382

Resumen

La revista Realidad comienza a editarse en 1947 –solo un año después del ascenso de Juan Domingo Perón al gobierno– bajo la dirección de Francisco Romero, y deja de publicarse en 1949. En ella participa un importante grupo de intelectuales asociados al sector opositor al gobierno y de exiliados europeos del franquismo. El presente trabajo analiza la publicación periódica, tomando en cuenta las características del grupo que la edita y los discursos filosóficos allí presentes. A partir de este doble análisis, se evidencian los posicionamientos políticos y epistemológicos de las figuras asociadas al campo filosófico en la agrupación de Realidad y su papel en los debates de la época.

Palabras clave

intelectuales, historia de la filosofía, existencialismo, peronismo

Abstract

The journal Realidad began to be published in 1947 – just one year after Juan Domingo Perón's rise to power– under the direction of Francisco Romero, and stopped being published in 1949. It featured a significant group of intellectuals associated with the opposition, and European exiles from Franco's regime. This paper analyzes such publication, taking into account the characteristics of its editors and the philosophical discourses within it. This dual analysis reveals the political and epistemological positions of the figures associated with the philosophical field within the Realidad group and their role in the debates of the time.

Keywords 

intellectuals, history of philosophy, existentialism, Peronism

Resumo

A revista Realidad começou a ser publicada em 1947, apenas um ano após a ascensão de Juan Domingo Perón ao governo, sob a direção de Francisco Romero, e deixou de ser publicada em 1949. Um importante grupo de intelectuais associados ao setor de oposição ao governo e exilados europeus do regime de Franco participaram do evento. Este artigo analisa a publicação, levando em conta as características do grupo que a publica e os discursos filosóficos presentes nela. A partir dessa dupla análise, ficam evidentes as posições políticas e epistemológicas das figuras associadas ao campo filosófico no agrupamento da revista Realidad e seu papel nos debates da época.

Palavras-chave

intelectuais, história da filosofía, existencialismo, peronismo

Recepción del original: 15 de septiembre de 2023.

Aceptado para publicar: 22 de febrero de 2024.

La revista Realidad y su papel en el campo filosófico

en los comienzos del primer peronismo 

Introducción

Durante el primer peronismo (1946-1955), el lugar de las revistas editadas es comprendido, en general, como un espacio polarizado entre intelectuales nacionalistas, predominantemente provenientes del espectro católico, que apoyaban al gobierno y cuyas instancias de edición corresponden a las revistas Hechos e ideas, Sexto continente o Mundo peronista–,[1] e intelectuales liberales y cosmopolitas, cuyos órganos de expresión son publicaciones periódicas tales como Sur, Ver y estimar  y Liberalis, entre otras.[2] Si bien el campo intelectual de este período tiende a una creciente polarización, entre los miembros que apoyaban y criticaban al gobierno se encuentran perfiles ideológicos más abiertamente heterogéneos, teniendo en cuenta, por ejemplo, que entre los nacionalistas se incluyen socialistas y radicales, varios de ellos comprometidos en los años treinta con la causa republicana española y que luego apoyaron al peronismo.[3]

En torno a la disciplina filosófica, los proyectos editoriales pueden dividirse en revistas académicas laicas, como Cuadernos de Filosofía –primera época, entre 1948 y 1955–, editada en la Universidad de Buenos Aires (UBA) bajo la dirección de Carlos Astrada; y otras en donde conviven intelectuales laicos y católicos, como Philosophia, publicada entre 1944 y 1955 en la Universidad Nacional de Cuyo, a cargo de Juan Ramón Sepich; Arqué. Revista de metafísica, editada entre 1952 y 1956; y Diálogo, que salió entre 1954 y 1955, ambas de la Universidad Nacional de Córdoba y dirigidas por Nimio de Anquín y Julio Meinville respectivamente. A su vez, entre las publicaciones periódicas católicas se encuentran aquellas impulsadas por instituciones privadas como Sapientia, impresa desde 1946 por la Sociedad Tomista Argentina, bajo la dirección de Nicolás Octavio Derisi.

Paralelamente, se encuentran las revistas culturales publicadas por fuera de las universidades, como Cursos y conferencias que, editada entre 1931 y 1952, fue impulsada por los integrantes del Colegio Libre de Estudios Superiores; o Imago Mundi, publicada entre 1953 y 1956, a cargo de José Luis Romero.[4] Entre estas últimas se encuentra Realidad, editada entre 1947 y 1948 bajo la dirección del filósofo Francisco Romero, y publicada de forma independiente con respecto a la UBA, al encontrarse la agrupación de la revista en franca oposición a los intelectuales que componían los planteles docentes del período.

A diferencia de otras publicaciones de esta etapa, como Cuadernos de filosofía o Notas y estudios de filosofía dirigida por Juan Adolfo Vázquez en Tucumán, Realidad no pretendió ser una publicación especializada. Al contrario, contaba con un staff de intelectuales de diferentes especialidades que favorecieron el diálogo interdisciplinario.

Interpretando el primer peronismo como un momento de vulneración de los principios del reformismo universitario, los hacedores de Realidad participaban del mundo impreso como un espacio de resistencia de los intelectuales opositores al gobierno.[5] Como la mayoría de los intelectuales que lo rodeaban, Romero se autodefinía como antiperonista[6] y defendía el modelo de cultura que caracterizó al grupo Sur y a los intelectuales asociados a Liberalis, ambas publicaciones enfocadas en los paradigmas epistemológicos y estéticos europeos.[7] Aunque algunas contribuciones han mencionado una tensión entre Sur y Realidad,[8] esta última no competía con las revistas liberales del período, sino que, al contrario, compartía la impronta cosmopolita y liberal que dominó esas publicaciones. Este apoyo –buscado en revistas del mismo estilo– se confirma a lo largo de la edición de Realidad, en donde por ejemplo se publicitaban la Revista de Occidente y Sur,[9] amén de que un gran número de redactores que participaban tanto de Realidad como de Sur.[10]

Realidad comenzó a editarse en enero de 1947 y continuó hasta diciembre de 1949. Su periodicidad fue bimestral y contó con un total de dieciocho números. Al igual que otras revistas culturales y académicas de esta etapa, presentaba en cada número un índice de contenidos en la tapa. Allí incluía, bajo el título de “Sumario”, los artículos principales. Además, en la sección de “Notas de libros” y “Revista de revistas” se introducían novedades sobre publicaciones periódicas, entrevistas y noticias, y una sección dedicada a los “Libros recibidos”. A partir del número seis se incluyeron dos nuevas secciones, tituladas primeramente “Irrealidad” –en donde se comentaban muestras de arte, poemas y novedades editoriales–, y “La caravana inmóvil”, pero solo esta última permaneció hasta el último número.

En los tres últimos números, la revista incluyó en la tapa una distinción entre “Sumario”, “Ficción” y “Crónicas”. Más allá de ese detalle, la publicación se caracterizó por la homogeneidad en el diseño marcadamente sobrio, permitiendo pensar que Realidad convocaba a lectores cultos, capaces de reconocer el valor de sus contenidos, sin buscar interpelar a un público de masas.

 Para diagramar la estética de Realidad, la agrupación tomó de referencia publicaciones como Revista de Occidente. Tal como observan Luis Alberto Romero (2013) y Raquel Macciuci (2013), los contactos de los miembros de Realidad con importantes casas editoras[11] en Buenos Aires facilitó la solidez material, visible en el cuidado de la impresión de los números tanto como en la homogeneidad de su estética, resultado de un proceso de edición industrializado. Además, Francisco Romero, Francisco Ayala y Lorenzo Luzuriaga apelaron a sus vínculos académicos –nacionales e internacionales– para la producción de contribuciones editables.

La agrupación de Realidad

A continuación, apelamos a algunas herramientas teóricas provenientes de la sociología de los intelectuales para profundizar en el análisis de las condiciones sociales y materiales que posibilitaron la producción discursiva de Realidad. Consideramos las posiciones tomadas por los miembros de la revista para su autolegitimación en el campo intelectual, el nivel de autonomía, y las formas de refracción respecto de las demandas externas, entre otros elementos.

De acuerdo con los puestos principales, el director de la revista fue Romero,[12] y los secretarios de redacción fueron Ayala[13] y Luzuriaga.[14] Asimismo, se formó un consejo de redacción compuesto por exiliados españoles y por figuras vinculadas a las élites porteñas. Macciuci (2013) destaca a dos en particular como impulsores claves de la revista: Carmen de Gándara y Eduardo Mallea. Nos detendremos en estos cinco agentes para mostrar la red de relaciones más importantes que sostuvo y definió los contenidos de la revista.

Tal como señala Macciuci (2013), entre los primeros interesados en impulsar la revista, se encuentran Carmen de Gándara y Eduardo Mallea. La primera provenía de una familia del patriciado argentino, pues el clan Rodríguez Larreta[15] es asociado a la dirigencia política y militar. Al contraer matrimonio con el industrial de lácteos de origen vasco Jorge Gándara, la escritora consolidó una posición social y económica que le permitió convertirse en la principal mecenas de Realidad. Además, se encontraba asociada por lazos familiares a Mallea.[16] Este vínculo –familiar e intelectual– permitió que surgiera la primera intención de crear una revista que, en principio, imaginaban dirigida por Francisco Ayala. Sin embargo, el pensador español rechazó el puesto, pensando en las desventajas de su posición como intelectual por su condición de extranjero. Veamos.

Al arribar a la Argentina, Francisco Ayala contaba con un título de abogado y de doctor en jurisprudencia de la Universidad de Berlín, y con una red de contactos cuya figura clave era José Ortega y Gasset. Además, formó parte de cátedras de la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid. En 1936, Ayala realizó su primer viaje a la Argentina que le permitió estrechar lazos con importantes figuras del campo intelectual; pero este se vio interrumpido debido al estallido de la Guerra Civil Española. Años más tarde, se instaló en Argentina desempeñándose como profesor en la Universidad del Litoral, al tiempo que asumió la dirección de la Biblioteca de Sociología de la editorial Losada.

Paralelamente, Luzuriaga llegó a la Argentina también entre los exiliados españoles, contaba con titulaciones otorgadas por la Escuela Superior de Magisterio y la Institución Libre de Enseñanza. Al igual que Ayala, se había formado en instituciones alemanas que le permitieron tender lazos con Ortega y Gasset. Hacia 1939, luego de un período en Inglaterra, viajó a la Argentina y se instaló durante algunos años en Tucumán, debido a las ofertas académicas que recibió. Durante el gobierno de Perón, Luzuriaga renunció a sus cargos y se dedicó de forma exclusiva a la dirección de la Biblioteca de Pedagogía de la editorial Losada.

Aunque Ayala y Luzuriaga fueron figuras centrales, la revista terminó contando con la dirección del filósofo Francisco Romero, quien por entonces tenía una trayectoria de casi veinte años en cátedras universitarias.[17] Asimismo, Romero desempeñaba un importante papel en el mundo impreso como director de la Biblioteca filosófica de Losada, desde donde impulsó la traducción de obras europeas y norteamericanas al español, y la difusión de pensadores locales. Durante el primer peronismo, Romero se pronunció como opositor al gobierno y renunció a su cargo en solidaridad con los colegas cesanteados, alejándose por diez años de la universidad.

Amén de los papeles claves desempeñados por Ayala, Luzuriaga y Romero, la publicación contaba también con un consejo de redacción a cargo de intelectuales argentinos y extranjeros destacados. Entre ellos se encontraban Amado Alonso, Carlos Alberto Erro, Ezequiel Martínez Estrada, Raúl Prebisch, Julio Rey Pastor y Sebastián Soler, además de los ya mencionados Carmen R. L. de Gándara y Eduardo Mallea.

Durante el período estudiado, la agrupación de Realidad asumió una posición crítica respecto de las políticas peronistas y estableció lazos de solidaridad con intelectuales opositores al gobierno, como los que se nucleaban en Sur y en Ver y estimar. También la oposición al gobierno se percibía en la valoración que hacían del período y en su accionar, dado que sus miembros en general no permanecieron en las universidades en esta etapa ni participaron del Primer Congreso Nacional de Filosofía de 1949, avalado por el gobierno.[18] Sin embargo, por fuera de las instituciones académicas, crearon publicaciones periódicas y ocuparon lugares significativos en el mundo impreso.[19]

Ya en sus palabras iniciales, los editores de Realidad expresaban un diagnóstico del contexto mundial como el de una "formidable crisis", y enfatizaban en la necesidad de "proporcionar al mundo entero [ya no exclusivamente a lo que era hasta entonces su propio ámbito] un programa completo de vida y de pensamiento". Así, ante la coyuntura de posguerra, Realidad, al igual que otras publicaciones de la época como Sur y Nosotros, insistía en una filiación respecto de la "cultura de Occidente", y proyectaba la necesidad de darle a dicha cultura un carácter de universalidad, al manifestar que "este hecho gigantesco que debe afrontar el hombre occidental: su cultura, quebrantada por una crisis gravísima, tiene que asumir plenamente el carácter y la función de cultura universal".[20]

En estas primeras palabras de presentación, aparece matizado el afán universalista de expandir la cultura occidental por todo el mundo. Al parecer, la redacción pensaba una estrategia para volver atractiva la cultura occidental y generar en otros contextos la idea de que era conveniente asumirla como propia. En este sentido, se distinguían varias acciones, que conducían a concretar este objetivo de universalización: por un lado, se postulaba que dicha cultura debía alcanzar conciencia de sí, de sus raíces y fundamentos, de lo que era accidente y de lo que era esencia, de su médula viva, de sus limitaciones y de sus posibilidades, y abarcar su crisis, entenderla, juzgarla, arbitrar los medios para salir de ella; por otro, se precisaba en primer lugar examinar la nueva situación, y en segundo lugar, abrirse a una comprensión más generosa y cabal de otras culturas (intentando corregir lo que hubiera de angosto y unilateral tanto en la cultura occidental como en las otras). Esta última acción –la de proponer un Occidente atractivo y saludable– resulta clave dentro de los matices previos, ya que se manifestaba la idea de que Europa debía proponer una cultura, no imponerla, y la supuesta decisión de las culturas no occidentales de aceptar o rechazar dicha propuesta en sus bases y en su programa.

En este afán reivindicador de la cultura occidental, los hacedores de Realidad imaginaban a América como un lugar clave para llevar a cabo este trabajo de relegitimación, y reforzar así el lazo cultural con Europa al afirmar que “a Europa corresponde el honor de haber concretado nuestra cultura, no sin incluir legados e injertos de otras más viejas. Pero los americanos no somos advenedizos en ella. Es tan nuestra como lo puede ser de cualquier pueblo europeo actual”. De este modo, los editores parecían inscribir el proyecto de reivindicación de la cultura europea en el contexto americano, declarando que "debemos aceptar que América puede estarle reservado un papel capital en la necesaria extensión, presente y futura, al mundo entero, de los principios, modos y normas de la cultura de Occidente",[21] tratando de reparar una “unidad del espíritu, quebrada por la guerra”,[22] en sintonía con algunas publicaciones europeas de posguerra.[23] Además, el discurso inicial intentaba reforzar la idea de una América homogénea, en donde las contradicciones y asimetrías se estabilizaban en un relato que tendía a reforzar supuestos puntos en común entre los países del norte, como EE. UU., y del sur del continente.[24] 

Los “deberes” americanos –basados en la importancia capital del continente para la reivindicación de la cultura occidental– implicaban luchar por la vigencia de valores universales que configuraran un esquema "vital aceptable para todo el mundo". Dichos valores debían predominar sobre fuerzas “negativas” que empujaba el mundo no hacia "aquel deseable programa de vida, sino hacia la disolución de todo principio espiritual y aun de toda cultura". En otras palabras, los miembros de Realidad denunciaban un combate contra esos “impulsos destructores”, e intentaban con ello efectuar una propuesta que, con la reactualización del proyecto de la ilustración europea, elevara “la voz de la razón, en una tarea clarificadora que afirme la validez suprema del espíritu y desentrañe con serenidad, energía e independencia su papel en la civilización y en la vida del hombre".[25] 

Probablemente con la expresión “impulsos destructores”, los miembros de Realidad se referían a los totalitarismos europeos, y de forma solapada al peronismo, si se considera que por entonces los intelectuales liberales conceptualizaban el gobierno de Perón como un proceso similar a las experiencias totalitarias de Europa. En este sentido, la revista incitaba a no “descender” al “terreno” del adversario, y en cambio proponía permanecer en “terreno propio”.

En cuanto al nivel de especialidad de la revista, aunque la publicación contaba con un importante número de trabajos filosóficos, no se pronunciaba como específica del área ni tampoco como destinada a un público reducido de especialistas. Al contrario,  tenía como propósito dar cuenta del ambiente cultural en un sentido amplio, al declarar que:

una revista que no quiere ser literaria en el sentido habitual de la palabra, ni tampoco especializada en un grupo aislado de problemas teóricos o prácticos, tiene naturalmente como programa la consideración de la vida de la cultura, y la forma como ello se realice depende en parte de las intenciones previas, pero también, en igual o mayor medida, de las posibilidades y aun de la palpitante contingencia.[26] 

El carácter no específico de Realidad, por la pluralidad de los géneros que abordó, la diferenciaba tanto respecto de las publicaciones universitarias de este período, como Cuadernos de Filosofía editada por profesores de la UBA (que intentaba fortalecer la profesionalización de la filosofía en la universidad, durante el primer peronismo, desde una perspectiva laica), como respecto de las revistas publicadas por intelectuales del espectro católico (como Philosophia de la Universidad de Mendoza y la Revista de Filosofía de la Universidad Nacional de La Plata). En cambio, se aproximaba a revistas culturales de perfil más amplio como Sur o Nosotros, en donde convergían temas artísticos, filosóficos y políticos, entre otros, más allá del predominio de los estudios literarios en el primer caso.

Ahora bien, el discurso inicial se cerraba con una justificación de la elección del nombre de la revista, en la cual se resumían y explicitaban los objetivos de esta, a saber: atender –desde el "mirador argentino"– a la "vasta realidad contemporánea", e insertarse en ella. El subtítulo “Revista de ideas” se justificaba en base a que todo hecho humano "o se constituye sobre un armazón de ideas, o las tiene como ingrediente". Así, los agentes del staff planteaban que la realidad –compuesta de hechos e ideas– debía ser indagada desde el pensamiento y “el ideal”. En este sentido, la revista enfatizaba el enfoque general de los textos más que el tema en sí de los trabajos: en cualquier caso, debía evitarse todo tipo de superficialidades, así como también el “entretenimiento de lo episódico”.[27]

En resumen, la revista se presentaba como espacio de enunciación de intelectuales reunidos en la tarea de reivindicar el modelo de pensamiento occidental y eurocéntrico, como respuesta ante la crisis de su tiempo. A través de este gesto, los miembros de la agrupación dejaban entrever la expectativa de que –alineados en los mismos principios culturales– se produjera un reconocimiento de América como parte importante de la cultura europea, y no como “simples advenedizos”. Al mismo tiempo, la agrupación intentaba, por medio de un nombre tal como “realidad”, apegarse al paradigma de la objetividad, postulando que su enfoque era el verdaderamente legítimo para presentar objetivamente la situación contemporánea, y desde allí, deslegitimar las voces de sus adversarios.

La importancia del internacionalismo buscado por figuras significativas de la redacción se encontraba en sintonía con publicaciones con el mismo perfil (como la propia Revista de Occidente, editada por Ortega y Gasset, o la Nueva Revista de Filología Hispánica impulsada por Amado Alonso).[28] De hecho, los impulsores de Realidad tenían relación directa con editores de estas publicaciones afines. La consolidación de estos vínculos puede observarse en los espacios destinados a publicitar revistas y editoriales de fuerte impronta internacionalista.[29] 

Las revistas culturales buscaban un reconocimiento que no se medía por su éxito comercial, pero requerían recursos económicos para mantenerse activas. Por ello, resulta conveniente indagar en torno a los vínculos de esta publicación con los espacios de comercialización de libros y editoriales, así como también considerar el intercambio con revistas de otros países, que permita dar cuenta indirectamente de su circulación transnacional.

Desde el primer número, la revista imprime publicidad comercial de editoriales como Losada, Sudamericana y Rueda.[30] Otros avisos remiten a librerías, papelerías e imprentas.[31] Estos anuncios dejan entrever que Realidad conservaba un vínculo con importantes casas editoras, siendo el propio director de la revista quien estaba a cargo de la Biblioteca Filosófica de Losada, mientras que Francisco Ayala y Lorenzo Luzuriaga se hacían cargo de la Biblioteca Sociológica y Pedagógica respectivamente.

La publicidad contribuía a la solidez material y simbólica de la revista, ya que presentaba, en tipografía de gran tamaño, los nombres de los autores de las obras y traducciones realizadas por algunos miembros del equipo de Realidad. Pero la publicidad no solo correspondía a editoriales, sino también a importantes empresas como la Compañía Argentina de Electricidad, la Compañía ítalo-argentina de electricidad y la Industria Química Argentina Duperial, representante en el país de la Imperial Chemical Industries Limited de Londres. Además, se publicitaban tiendas de productos suntuosos (como las marroquinerías de Grichenery Herseo y la casa de costura Ana de Pombo), y de consumo diario.[32] Esto último puede indicar el interés de los miembros de Realidad por captar la atención de las élites porteñas en base a sus consumos.

El éxito relativo de la revista se deja entrever hacia el final del primer año, cuando los redactores expresaron su agradecimiento hacia un lectorado que parecía dialogar abiertamente con la revista por medio de la correspondencia enviada a los editores.

Desde el número dos se promocionaban revistas europeas como la Revista de Occidente e Ínsula, y argentinas de filosofía y de cultura en general como Sur. El hecho de que se promovieran órganos de difusión extranjeros enfatiza la aspiración internacionalista de la revista y, al mismo tiempo, subraya la exclusividad (la distinción) de ese diálogo internacional.

La mayoría de las publicidades contaban con textos dispuestos de forma armónica, desplegando información detallada sobre el mundo impreso con énfasis en las áreas de humanidades y ciencias sociales, al menos hasta el número ocho. En los números siguientes, disminuyen los anuncios de casas editoras, gráficas e imprentas, dando lugar en cambio a grandes empresas de combustible y bienes de consumo. La publicidad confirma la interpelación de un público culto, interesado en la cultura europea, como las élites de Buenos Aires y de los centros culturales del mundo.

Desde el punto de vista económico, el hecho de que los valores se encuentren en moneda local y extranjera permite inferir que la publicación contaba (o al menos aspiraba a contar) con lectores dentro y fuera del país, en sintonía con la advertencia –a partir del número tres– de puntos de venta en las ciudades de Nueva York, Oxford y París.[33]

En relación a las revistas de la época, Realidad tenía un costo levemente superior a algunos espacios vinculados a la izquierda como la revista Expresión,[34] y se acercaba al de algunos medios liberales como Liberalis o Imago Mundi. Esta comparación, sumada a las consideraciones previas, refuerza la idea de que Realidad apuntaba a un lectorado similar al de otros espacios de difusión cosmopolitas de Buenos Aires, y no al público de masas.

A pesar de los importantes apoyos recibidos –tanto por editoriales como por distintas empresas–, a partir del número nueve la revista manifiesta problemas económicos, y se dirige a sus lectores para garantizar su subsistencia.[35] Esta preocupación por el sostén material vuelve a hacerse presente en el número doce, cuando se indica un aumento en el valor de la suscripción, y la importancia de difundirla tanto en el país como en el extranjero.

La sección “Revista de revistas” resulta central para ahondar en la trama de vínculos que traza la publicación, aunque no hemos encontrado fuentes que permitan determinar si las publicaciones reseñadas en Realidad provenían de instancias de donación, de canje o eventualmente de compra. Allí la revista comenta publicaciones que evidencian un diálogo textualizado con diferentes interlocutores que, si los ordenamos de mayor a menor según la cantidad de ejemplares reseñados, pueden dividirse en dos grupos: las publicaciones de las revistas de centros culturales (principalmente de Francia, Inglaterra y EE. UU.),[36] y las latinoamericanas (destacándose las de Uruguay, México y Chile).

Ahora bien, como mencionamos previamente, la impresión de Realidad se suspendió en los números 17 y 18, publicados conjuntamente en septiembre–diciembre de 1949. De acuerdo con el comité de redacción, esta interrupción se debió a la falta de recursos económicos que impedían dar continuidad al proyecto.[37]

Algunos debates filosóficos presentes en Realidad

Para los editores de Realidad, la revista resultaba un espacio privilegiado para diagramar un núcleo de figuras, textos y temas claves en los campos de la filosofía, la pedagogía y la sociología, entre otras disciplinas.[38] En particular, resulta interesante considerar el papel que tenía la disciplina filosófica en Realidad –y la recepción de modelos teóricos centrales, para establecer un vínculo con otras revistas de esta área disciplinaria que adquirieron importancia en este período, como Notas y estudios de filosofía, dirigida por Vázquez desde 1949, o Cuadernos de filosofía editada bajo la dirección de Astrada a través del Instituto de Filosofía de UBA desde 1948.[39]

Como observan Ruvituso (2015) y Lucía Belloro (2021), durante el primer peronismo las recepciones claves dentro del campo filosófico porteño están asociadas al existencialismo y al tomismo. En particular, en el Congreso Nacional de Filosofía (CNF) –subvencionado por el gobierno de Perón– se despliegan diferentes apropiaciones de las filosofías existencialistas (de Martin Heidegger y, en menor medida, de Jean-Paul Sartre), y del sector tomista, en general representado por figuras asociadas con el espectro católico.

A diferencia de la experiencia del CNF, Realidad no cuenta con un significativo debate filosófico entre sectores laicos y católicos. Las figuras centrales de la revista no parecían estar interesadas en discutir con los intelectuales católicos, de los que sin duda eran adversarias, sino más bien en intervenir en los debates sobre los existencialismos hasta entonces considerados laicos, como los de Sartre y de Heidegger.

Entre las intervenciones más importantes en Realidad se encuentran la de Sartre titulada “¿Qué es la literatura? Entre la burguesía y el proletariado”,[40] publicada en el número seis, y la traducción de un texto de Heidegger, “Carta sobre el humanismo”, editada en los números siete y nueve.[41] La inclusión de estas intervenciones plantea ya un escenario de disputa, si se considera que el trabajo de Heidegger busca refutar la inclusión de su filosofía en la corriente existencialista impulsada por Sartre en Francia.[42] Veamos.

Al momento de introducir el texto de Sartre, los miembros de la revista dejaban entrever la simpatía hacia el pensador francés en una nota a pie de página, en la cual se expresaba la posibilidad de que dicho texto funcionara como estímulo para pensar los problemas vinculados a la actividad intelectual desde una perspectiva local. Por eso declaraban que:

El escrito que sigue forma parte, y precisamente la parte nuclear, de un ensayo recién concluido, donde plantea y estudia SARTRE el problema de la actividad intelectual en las circunstancias de nuestro mundo actual. Nos proponemos con su publicación estimular a un examen desde nuestro ángulo del problema dilucidado desde el suyo por el escritor francés.[43] 

En esta intervención, Sartre aborda la situación del escritor en el contexto de la posguerra, y de su lectorado. Según su diagnóstico, las letras –amenazadas por otros medios de comunicación como la radio, el cine, y el periodismo– estaban a punto de convertirse en un arte industrializado. Paralelamente, la relación entre el escritor y el proletariado se veía obstaculizada por la presencia de los partidos políticos.

En su diagnóstico del contexto, Sartre describía al “hombre europeo” como un “enfermo” –imposibilitado de conservar su poder sin el concurso de las fuerzas extranjeras–, cuya agonía “puede durar mucho”. Según el pensador de L'Etre et le néant, la burguesía de la posguerra se presentaba como descreída tanto de la democracia como de las dictaduras, al manifestar que:

dos guerras les han hecho descubrir la fatiga, la sangre y las lágrimas, la violencia, el mal. Las bombas no sólo han destruido sus fábricas; han quebrado su idealismo. El utilitarismo era la filosofía del ahorro; pierde todo sentido cuando el ahorro está comprometido por la inflación y las amenazas de bancarrota. "El mundo, dice poco más o menos Heidegger, se desvela en el horizonte de los utensilios descompuestos"… el mundo entero se desvela, y su desamparo en el mundo, naciendo la angustia.[44] 

Así, coincidiendo con la angustia ya presente en la filosofía heideggeriana desde 1927, Sartre manifestaba el malestar del escritor de su tiempo –sin duda, expresión de su propio malestar de clase–, acorralado por un nuevo orden mundial dividido en dos modelos políticos hegemónicos –a saber, el comunismo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el capitalismo de los Estados Unidos– que comprometían su libertad y su espíritu crítico.

En este sentido, Sartre se posicionaba como portavoz de los escritores franceses, pero sobre todo de aquellos que se encontraban por fuera de las “lógicas dominantes”. De allí que manifieste la sensación de soledad y de pérdida de libertad por verse atrapado en dualismos ante los cuales no desea tomar partido. Así, el escritor parece haberse “quedado fuera de la historia”,[45] sin opciones políticas, con un fuerte sentimiento de nihilismo.

Al mismo tiempo, en este texto Sartre muestra el interés por recuperar al lectorado escindido por la guerra, y en especial por reestablecer el diálogo con el proletariado, por entonces obstaculizado por el Partido Comunista francés. Para ello, y ante la debilidad de la posición propia del escritor, el filósofo proponía un programa de acción, que contemplaba censar a los lectores virtuales (es decir, a los que no adherían ni al cristianismo ni al estalinismo), recurrir a otros medios (como el periódico, la radio y especialmente el cine), y definir un público que, desde su perspectiva, debía estar compuesto por intelectuales, maestros y obreros no adheridos al comunismo. Además, Sartre aclaraba que estos últimos no debían pensarse como una yuxtaposición de individualidades, sino como lectores organizados y unidos por lazos de camaradería, que recuperaban valores tales como la libertad política y la justicia, de cara a la construcción de una sociedad sin clases. Así, el papel del escritor consistía en liberar a sus destinatarios que, según Sartre, se ven “encadenados” por las mistificaciones dominantes (a saber, el nazismo, el catolicismo y el comunismo, entre otras).

En cuanto a los diálogos y apropiaciones del pensamiento sartreano, la revista publicó un abanico de autores, tanto de miembros de la propia agrupación como de intelectuales más o menos cercanos a este núcleo principal.[46] Algunas voces desplegaban críticas negativas, como Carmen de Gándara (figura que pertenece al polo más conservador en el plantel de Realidad). En su trabajo “La otra libertad”, afirmaba que

el señor Sartre es socialista, es decir marxista cauto, y es además, francés. Como marxista cauto que es, los reproches que dirige al comunismo soviético son circunstanciales y, por consiguiente, sólo momentáneamente convincentes; y como francés digno de serlo sólo nos habla de Francia y del problema de Francia, exactamente como si este país constituyera la totalidad del planeta. Pues bien, para quienes no somos ni marxistas ni franceses, su ensayo es más divertido y brillante que verídico.[47] 

A lo largo de su comentario, la autora sostiene que las postulaciones de Sartre eran válidas solo para Francia, pero no para América. Más allá de su crítica al comunismo, desde su perspectiva la visión del filósofo francés se encontraba condicionada por su adhesión política, que lo llevaba a proclamar que la suerte de la literatura estaba ligada a la suerte de la clase obrera. Por oposición a Sartre, la autora manifestaba que:

la suerte de la literatura está ligada a la del hombre; esa es la verdad entera, la verdad vertical que el ojo marxista no le deja ver. (Además el ojo marxista no permite la duda. Los marxistas no saben dudar; no razonan, afirman: “el nazismo era una mistificación, el gaullismo es otra, el catolicismo es una tercera; ahora, que el comunismo francés es una cuarta.” (Quien está fuera de dudas es, por lo pronto, el Sr. Sartre).[48] 

Entre los pocos puntos en los que Carmen de Gándara coincide con Sartre, se encuentra el diagnóstico de que el escritor ha caído “fuera de la historia”. Según la autora, no es necesaria una nueva guerra para que el intelectual se autoperciba como excluido políticamente, en la medida en que no puede tener un bando o un partido político, pues no adhiere ni al bloque anglosajón ni al soviético. Por eso expresaba que “no hay quién nos represente ni quién nos defienda”.[49] Frente a esa posición sartreana condicionada por el “ojo marxista”, ella reivindicaba su afinidad con José Ferrater Mora quien, en un trabajo presentado en Realidad, definía al intelectual como parte de una minoría. Este último se posiciona críticamente respeto del ascenso de las masas y defiende otro sentido de “libertad” (no ligado al orden político o material, sino a la noción de “persona”, entendida como sujeto que connota nobleza, sutileza, y conexión con el misticismo, en sintonía con el espiritualismo bergsoniano).

Otro trabajo en torno a Sartre es el del filósofo Miguel Ángel Virasoro, quien por entonces se relacionaba positivamente con Carlos Astrada y apoyaba sus proyectos de profesionalización disciplinar en la UBA.[50] En “La filosofía de Jean-Paul Sartre, el ser en sí y el ser para sí”, publicado en el tercer número de Realidad, Virasoro criticó la filosofía sartreana, mostrando sus debilidades metafísicas, al sostener –como señala Heidegger– que la distinción entre “ser en sí” (entendido como fenómeno) y “ser para sí” (en tanto conciencia) parecen ser en Sartre dos hemisferios del ser separados y con sentidos contrapuestos. Por oposición a Sartre, por un lado, Virasoro consideraba que el fenómeno –es decir, el “ser en sí” para Sartre– no es un “ser en sí” ni un “ser para sí”, sino más bien un “ser en otro”; por otro lado, sostenía que el ser humano es un “ser en sí” y un “ser para sí”, en la medida en que su ley interna es el devenir o el “llegar a ser”. Coincidiendo con Heidegger, Virasoro defendía la centralidad tanto de abandonar el principio lógico y abstracto de la identidad –que mantenía Sartre– al momento de definir la conciencia, como de afirmar la intrínseca libertad en tanto “raíz y fuente de toda existencia”.[51]

La revista también editó un trabajo de Renato Treves sobre la obra de Sartre que merece ser considerado, dado que este intelectual italiano presentó una perspectiva muy afín a las de Ayala, Romero y Luzuriaga. Al igual que buena parte de los editores de Realidad, Treves pertenecía a la generación de exiliados en Argentina, pero a diferencia de Ayala y de Luzuriaga, cuando escribe su reseña ya se encontraba nuevamente viviendo en su país natal. En “El caso Sartre en Italia”, Treves buscó mostrar el impacto de Sartre en el campo intelectual italiano, y destacó entre otras cosas las posiciones que asumían los intelectuales locales respecto del existencialismo, entendido como “filosofía desesperada, característica de nuestro tiempo”.[52] Para ello, Treves recuperaba la voz de Benedetto Croce, quien se había posicionado como adversario de Heidegger, al sostener que el filósofo de Friburgo “prostituía” a la filosofía, poniéndola al servicio del régimen nazi. En cambio, según Treves, la filosofía sartreana gozaba de la aprobación entusiasta de artistas, políticos, filósofos y jueces, aunque no estaba exenta de hostilidades, sobre todo entre los sectores más conservadores. Sobre este último aspecto, reconstruía la polémica sobre la novela sartreana Le mur, considerada como una obra “obscena” por parte de sectores reaccionarios (entre los que se incluyó el crítico literario Baldini). Treves se detuvo en la descripción de voces opuestas al conservadurismo ético y moral italiano, como la de Norberto Bobbio, quien defendía esa novela por su condición de obra de arte. Siguiendo a Bobbio, Treves consideraba que esa ficción de Sartre no debía ser catalogada como “pornográfica”, pues no estaba al servicio de despertar sentimientos “sensuales” o “lascivos”, sino que buscaba dar una demostración humana, concreta y tangible, de la angustiosa y casi desesperada concepción de la vida que caracterizaba al pensamiento del autor. De allí que los personajes de sus ficciones pusieran en escena los temas abordados en sus obras filosóficas (en el caso de Le mur, los estados anímicos de la náusea, la angustia, la desesperanza, la soledad y el arrojo). Recuperando los argumentos desplegados por Bobbio en su minuciosa descripción del denominado “caso Sartre”, Treves defendía la obra literaria y filosófica de Sartre, liberándola de las acusaciones de sus adversarios.

Por otra parte, como dijimos, la “Carta sobre el humanismo”[53] de Heidegger apareció en dos números diferentes y espaciados. Para no desanimar a los lectores por esta división en dos partes, al final del número ocho la revista se disculpaba manifestando que:

Por caso de fuerza mayor, y en nuestro deseo de no retrasar la aparición del presente número de REALIDAD, postergamos hasta el próximo número la inserción de la parte final del ensayo de Heidegger Carta sobre el humanismo, cuya continuación prometíamos.[54] 

La traducción de este documento fue llevada a cabo por el filósofo peruano               –interlocutor de Heidegger y amigo de Romero– Alberto Wagner de Reyna, quien previamente escribió un libro sobre el pensamiento de Heidegger para la editorial Losada.[55]

A diferencia de la primera aparición de la “Carta sobre el humanismo” la segunda, publicada en el número nueve, ya no abría el sumario de la revista, sino que se encontraba en cuarto lugar cerrando los títulos principales. Es posible que los cambios de ubicación refirieran a una reevaluación de la posición del filósofo por parte de los hacedores de la revista. Cabe recordar que, por entonces, las controversias en torno a la vinculación de Heidegger con el nazismo, por su papel en el rectorado de la Universidad de Friburgo, se definían prohibiendo al filósofo dictar clases y otorgándole una pensión. Asimismo, el proceso de desnazificación impidió que Heidegger asistiera al Congreso Nacional de Filosofía en Argentina, en 1949, por no haber obtenido el permiso de salida en Alemania (Ruvituso, 2015).

Más allá de estas controversias en el contexto europeo, entre los intelectuales argentinos la figura de Heidegger gozó de una relevancia creciente durante el primer peronismo, y su contribución resultó, entre otras cosas, un signo de consagración para esta revista, como también para otros medios en los cuales sus escritos comenzaban a ser traducidos con frecuencia.[56]

Como dijimos, este texto constituye un documento crucial a través del cual Heidegger buscó diferenciarse de los existencialismos vigentes. Esto se volvía evidente incluso en la nota a pie del documento, en la cual se expresaba que:

Martin Heidegger ha concedido a Realidad los derechos para lengua castellana de su Carta sobre el humanismo, en donde fija su propia posición frente al existencialismo de J. P. Sartre. Publicamos el importantísimo documento filosófico en traducción de A. Wagner de Reyna.[57]

La “Carta…” respondía una serie de cuestionamientos del filósofo francés Jean Beaufret, quien interrogó a Heidegger sobre el sentido de la palabra “humanismo”.[58] Según el pensador alemán, la tradición humanista se remontaba a la república romana. En esta última, el hombre se definía como un “animal racional”, pasaba luego por el Renacimiento, hasta el siglo XVIII, cuando pensadores como Johann Joachim Winckelmann, Johann Wolfgang von Goethe y Friedrich Schiller asumirían la tarea de reelaborar este concepto. De acuerdo con Heidegger, estas definiciones del humanismo estaban fundadas en una metafísica que conllevaba una idea acerca del “hombre”, comprendido como una “existencia” cuya definición variaba según los diferentes pensadores (como animal racional, persona, etc.). En esta tradición metafísica, Heidegger interpretaba la noción de “existencia” de Sartre como una inversión del platonismo, recuperando el famoso pasaje “la existencia precede a la esencia” (Sartre, 2009, p. 10). En este sentido, buscaba diferenciarse de esta filosofía, estableciendo que:

La frase capital de Sartre sobre la preeminencia de la existencia frente a la esencia justifica, sin embargo, el nombre de "existencialismo" como un título adecuado a esta filosofía, pero la frase capital del "existencialismo" no tiene nada, ni en lo más mínimo, en común con la frase de Sein und Zeit; aparte del hecho que en Sein und Zeit no puede ser pronunciada una frase sobre la relación entre essentia y existentia, pues se trata allí de aclarar y prepara algo previo.[59] 

Este “algo previo” al que aludía Heidegger se encuentra vinculado a la “experiencia fundamental” del “olvido del ser”. En este punto “previo” a toda metafísica, el pensador alemán definía al “hombre” no como “existente” –como lo hace Sartre–, sino como “ec-sistente”, y propone como su tarea fundamental, la de convertirse en “guardián” del ser. Como en Sein und Zeit, Heidegger defendía el papel del lenguaje, ya que la filosofía no tiene el lugar central que sí ocupa la poesía, dado que los poetas son “vigilantes” de la “morada” del ser.[60]

Pierre Bourdieu (1989) llamó la atención sobre el modo (polifónico y polisémico) en que Heidegger se pronunciaba en sus obras, atendiendo a una amplia variedad de registros. Según Bourdieu, el pensador de Friburgo realizaba procedimientos de formalización (como la eufemistización), para volver decible lo que socialmente era indecible, traducía a un lenguaje técnico y filosófico una posición social y política. En sintonía con esta observación, es posible pensar que, en la “Carta…”, Heidegger instalaba una retórica que colocaba al ser –y la pregunta por el ser– fuera de la historia, en una situación previa a toda metafísica, desde donde intentaba invalidar a sus adversarios –en particular a Sartre–, generando la ilusión de llevar el debate a un plano más “fundamental” u “original”, y por lo tanto transhistórico, al tiempo que ocultaba sus diferencias políticas con Sartre.

Más allá de estas consideraciones, la presencia de Sartre en Realidad es más frecuente que la de Heidegger, sobre todo si se consideran las diferentes formas en que gravita este autor en traducciones, artículos de crítica literaria, comentarios filosóficos y notas de actualidad, entre otras intervenciones.[61] Es probable que esto se deba a la multiplicidad de facetas del escritor francés –literato, filósofo, periodista– frente al hermetismo de Heidegger, centrado en las fronteras de un estilo filosófico abstracto, que tendía a forjar pactos de lecturas solo con profesionales de la disciplina.  

Además, la posición política de Sartre, perceptible en su ensayo “¿Qué es la literatura? Entre la burguesía y el proletariado”, resultaba más próxima a algunas figuras centrales de Realidad, quienes –ante el binomio entre sartreanos y heideggerianos– manifestaban mayor simpatía por el progresismo de Sartre frente a la incomodidad que generaba la figura de Heidegger por su adhesión al nazismo.

Al igual que Sartre, los miembros más destacados de Realidad rechazaron las políticas autoritarias con las que –en el caso argentino– tendía a ser vinculado el peronismo; defendieron en cambio la “libertad” y la “sociedad abierta” opuesta a los regímenes autoritarios. En particular, la noción de “libertad” se refuncionalizaba constantemente en los discursos de los miembros de la revista, para asumir el sentido local del “compromiso político” que, para los intelectuales liberales en el campo argentino, se asociaba con la lucha en contra del peronismo. En este sentido, una filosofía basada en la idea de “libertad” empatizaba claramente con la sensibilidad de un grupo que sentía amenazada su posición política e intelectual.

Consideraciones finales

Los editores de Realidad pusieron en marcha un importante proyecto de circulación internacional de las ideas desplegadas por figuras claves del campo intelectual en este período (como Romero, Ayala y Luzuriaga), quienes por entonces intentaban mantener un proceso de profesionalización disciplinaria (como el de la filosofía, la sociología y la pedagogía), dedicándose en tiempo completo a la gestión editorial.

Desde la sociología de los intelectuales, analizamos algunos rasgos de los hacedores de Realidad, teniendo en cuenta sus condicionamientos sociales y materiales en el marco de un proceso de circulación intelectual complejo a nivel nacional. La agrupación de Realidad contó con el apoyo de significativas casas de la industria del libro, y con el mecenazgo de empresarios y figuras significativas de la élite porteña. Estas redes garantizaron el éxito material de la revista y, al mismo tiempo, la posibilidad de que por su medio se pronunciaran intelectuales que por entonces se encontraban en buena medida alejados de las universidades debido a la coyuntura política.

Con respecto al contenido filosófico difundido en Realidad, el papel de las filosofías de la existencia en el debate internacional, y su repercusión en algunos miembros de la revista permiten considerar que Realidad recuperó la polémica existencialista presente en otras publicaciones especializadas como Cuadernos de Filosofía, en donde se observa la recepción activa de Heidegger, y Notas y estudios de filosofía, inclinada hacia el existencialismo cristiano. Frente a estas publicaciones, Realidad se posicionó como una publicación en la cual prevalecía la simpatía hacia el progresismo político de Sartre, resignificado por la revista para pensar el caso argentino, lo que permite confirmar –por medio de ese prisma– el antiperonismo de este grupo intelectual.

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Notas


[1] Cabe destacar que, aunque las tres publicaciones son ideológicamente afines al gobierno, apuntaban a lectorados diferentes. Mientras Hechos e ideas y Sexto continente se dirigía a un público capaz de entender sus intervenciones en torno a aspectos culturales y técnicos específicos, Mundo peronista se inscribía en el marco de la cultura de masas.

[2] Este trabajo forma parte de una investigación más amplia que analiza la gravitación de la disciplina filosófica en las revistas –académicas y extraacadémicas– durante el primer peronismo. Aunque entre los aportes de Realidad, la presencia de la cuestión filosófica no es la más destacada, cabe considerar que la disciplina tiene un rol importante en otras que le son contemporáneas. Además, existen pocos estudios que articulen la sociología de los intelectuales con la creciente profesionalización de la filosofía en el campo intelectual argentino, tal como se propone en este trabajo.

[3] Para ver cómo confluyen perfiles políticos heterogéneos en publicaciones periódicas peronistas, véase Pablo Martínez Gramuglia (2014).

[4] Para un estudio de revistas culturales durante el primer peronismo, véase Claudio Panella y Guillermo Korn (2010-2018) y Claudio Panella (2022).

[5] Véase Silvia Sigal y Eliseo Verón (1989), Federico Neiburg (1998), Carlos Altamirano (2001), Oscar Terán (2008) y Flavia Fiorucci (2011).

[6] Para un estudio sobre los intelectuales antiperonistas, véase Jorge Nallim (2014a, 2014b).

[7] Véase Sergio Miceli (2017).

[8] Es posible que haya existido una tensión por parte de Carmen de Gándara hacia Victoria Ocampo, pero esto no adquiere mayor envergadura a lo largo de la publicación de sus textos en Realidad (Castillo Ferrer, 2013).

[9] Sur, editada desde 1931 por Victoria Ocampo, se publicita en Realidad en el número dos, mientras que la Revista de Occidente –fundada y dirigida por José Ortega y Gasset en 1923– se publicita en los números dos, tres, cuatro, seis, ocho, nueve y once de la revista porteña.

[10] Por ejemplo, Héctor Murena, Amado Alonso, Francisco Ayala y otros.

[11] Como Losada, Rueda, Sudamericana y otras.

[12] Para un estudio sobre el itinerario intelectual de Francisco Romero, véase Hugo Rodríguez de Alcalá (1954) y José Luis Speroni (2001).

[13] Para una perspectiva sobre la revista Realidad narrada por uno de sus agentes centrales, véase Francisco Ayala (2010).

[14] Para un estudio en torno a las trayectorias de Ayala y Luzuriaga, véase Herminio Barreiro (1989) y Luis Escobar (2022).

[15] El apellido de soltera de Carmen de Gándara es Rodríguez Larreta.

[16] Como observa Macciuci (2013), Carmen de Gándara es pariente de Helena Muñoz Larreta, casada con Eduardo Mallea.

[17] La correspondencia confirma el hecho de que Romero no aceptó la dirección total de la revista y que, en cambio, compartió tareas con Ayala y Luzuriaga. Para un análisis pormenorizado de la correspondencia, véase Carolina Castillo Ferrer (2013) y Sofía Bonino (2023).

[18] Ver Clara Ruvituso (2015).

[19] Ver Flavia Fiorucci (2011) y Sofía Bonino (2023).

[20] Editorial (enero-febrero de 1947). Realidad, 1(1), pp. 1, 2. Archivo Histórico de Revistas Argentinas (AHIRA). https://ahira.com.ar/ejemplares/realidad-no-1/

[21] Editorial (enero-febrero de 1947). Realidad, 1(1), pp. 2, 3.

[22] Revista de revistas (enero-febrero de 1947). Realidad, 1(1), p. 158.

[23] Como por ejemplo la revista de bibliografía Erasmus, en donde los hacedores de Realidad proyectaban la definición de objetivos semejantes que referían a la reconstrucción de la cultura occidental dañada por el conflicto bélico.

[24] En este sentido, el texto inicial manifestaba que: “en las notas generales de lo americano dentro de nuestra civilización coinciden venturosamente las dos secciones culturales del Continente, por distintos que sean sus caracteres desde otros ángulos: aquella coincidencia y estas disparidades permiten y anuncian una provechosa cooperación y compensación, cuyo perfeccionamiento aumentará con el correr de los días, por la fuerza de las cosas y la buena voluntad de los hombres". Editorial (enero-febrero de 1947). Realidad, 1(1), p. 3.

[25] Editorial (enero-febrero de 1947). Realidad, 1(1), p. 3.

[26] Editorial (enero-febrero de 1947). Realidad, 1(1), p. 4.

[27] Editorial (enero-febrero de 1947). Realidad, 1(1), p. 4.

[28] La tracción –en favor del internacionalismo– se deja ver, sobre todo, en el trabajo de gestión llevado a cabo por Ayala, Luzuriaga y Romero. Sin embargo, Carmen de Gándara intentó restringir esta tendencia internacionalista desde el primer número, al manifestar a Romero: “Luzuriaga y Ayala (sobre todo Luzuriaga) me parecen sobreestimar la importancia de los artículos que nos lleguen de Europa. Me parece evidente que lo que más interesará al público de las dos Américas –y tengo entendido que es ese público que se desea alcanzar– será aquello que digan los argentinos” (Romero, 2017, p. 265).

[29] Por ejemplo, Realidad promocionaba publicaciones periódicas tales como la Revista de Occidente, Cuadernos Americanos, Anales del Ateneo, Penguin Wew Writing, Revista de América, Les Temps Modernes e Ínsula, Revista Bibliográfica de Ciencias y Letras.

[30] Entre las casas editoras que se publicitaban en Realidad se encontraban Argos, Americalee, el Ateneo, Fondo de Cultura Económica, Rueda, Poseidón, Bajel, De Palma, Alda, Atlántida, Lautaro y otras. Para profundizar este tema, véase Bonino (2023).

[31] Entre las librerías se publicitan Verbum y Viau. En cuanto a las papelerías, se promocionan Bartolomé U. Chiesino, Imexport e Iturrat, y las imprentas López –en donde se imprime la propia revista– y Amorrortu.

[32] Como la empresa de bebidas Vermouth Martini y la bodega Trapiche, que empiezan a aparecer desde los números siete y ocho respectivamente.

[33] En particular, entre las casas que venden números de la revista se encuentran The Dolphin Book Co. Ltd en Oxford, Ediciones Hispano-Americana en París y G. E. Stechert & Co. en Nueva York.

[34] Expresión –editada entre 1946 y 1947– tiene inicialmente un valor de 1,5 pesos por ejemplar, 15 pesos la suscripción anual para América y España y 20 pesos para otros países.

[35] En este sentido, al final del número nueve, los redactores de Realidad advertían que “pedimos por eso a nuestros lectores, en compensación de lo que estamos realizando, que mantengan como hasta ahora la asistencia del interés hacia nuestra labor, sintiéndose copartícipes en nuestra obra”. Nota (mayo-junio de 1948). Realidad, 3(9), p. 420. https://ahira.com.ar/ejemplares/realidad-no-9/    

[36] La aspiración internacionalista de Realidad queda confirmada en la sección “Revista de revistas”, si se tiene en cuenta que sus hacedores celebran que "en el suplemento literario del Times, de Londres, se anuncia la publicación de REALIDAD”. Revista de revistas (mayo-junio de 1947). Realidad, 1(3), p. 481. https://ahira.com.ar/ejemplares/realidad-no-3/ 

[37] La correspondencia pone de manifiesto la existencia de una tensión creciente entre los principales miembros de la revista y sus colaboradores materiales. Así, en una carta, Romero manifestaba a Risieri Frondizi que “mis pocos ingresos de Losada han disminuido y en general estoy descontento con la editorial, donde… no muestran el aprecio debido en mi opinión por la tarea hecha en la Biblioteca Filosófica. No creo improbable mi retiro de la editorial, por muy doloroso que me resultara por los esfuerzos enterrados en ella. Realidad tampoco va muy bien. No sé si usted sabe algo de cómo se constituyó. Se separaron radical y absolutamente la parte financiera y la intelectual” (Romero, 2017, p. 254).

[38] Es posible que la revista articulara los procesos de construcción de cánones ya presentes en sus gestiones para la editorial Losada, si se tiene en cuenta que Romero se hizo cargo de la “Biblioteca Filosófica”, Ayala de la “Biblioteca Sociológica” y Luzuriaga de la “Biblioteca Pedagógica”.

[39] Aunque los aportes sobre la disciplina filosófica no son un asunto exclusivo de la revista Realidad, nos centramos en ellos debido a que, por un lado, existe escasa bibliografía crítica sobre esta disciplina en la revista y, por otra parte, porque la filosofía constituye un área relevante en sus páginas. Esto puede observarse si se tiene en cuenta, por ejemplo, el impacto del existencialismo –corriente filosófica de gran importancia en Realidad– en tanto marco teórico a través del cual se enuncia el estado de ánimo de los intelectuales intervinientes en la revista y se piensan estrategias –vinculadas al rol de los intelectuales– frente a las coyunturas políticas contemporáneas. En este punto, el ensayo filosófico funciona como modo de expresar: la percepción de un mundo en crisis –proveniente de la segunda posguerra–, la desorientación ante la situación política europea en general y española en particular, los diagnósticos para superar la crisis de los referentes culturales y políticos occidentales y la necesidad de construir nuevos valores que organicen la práctica intelectual. En este sentido, siguiendo con la valoración de Francisco José Martín (2013), consideramos que la disciplina filosófica tiene un rol clave entre las reflexiones presentes en Realidad, en la medida en que dialoga con otras disciplinas allí presentes, aportando un estilo de análisis minucioso de los conceptos –de perfil profesional– sin renunciar al tono ensayístico, desde donde se despliegan posicionamientos políticos bien definidos.

[40] “¿Qué es la literatura? Entre la burguesía y el proletariado” es un fragmento del último capítulo (titulado “Situación del escritor en 1947”) del ensayo ¿Qué es la literatura? (publicado por la editorial Gallimard en 1948). Sin embargo, antes de convertirse en un ensayo, los capítulos fueron publicados fragmentariamente en revistas. La primera aparición de estos fragmentos se produce en 1947, cuando la revista Les Temps Modernes, los edita bajo la dirección del propio Sartre. Tras esta publicación del fragmento en la revista Realidad (casi simultáneamente a la aparición francesa en 1947), la obra completa es publicada por la editorial Losada en 1950, con la traducción de Aurora Bernárdez (Savignano, 2016).

[41] La “Carta sobre el humanismo” fue originalmente enviada por Heidegger al filósofo Jean Beaufret a París. Más tarde es publicada por primera vez por la editorial Franke –en la ciudad de Berna en 1947– como un apéndice de la obra Platons Lehre Von der Wahrheit. En la revista Realidad, este ensayo se publica traducido al español en dos partes. En la primera publicación, los hacedores de la revista dan cuenta de los motivos de esta fragmentación, al manifestar que “por caso de fuerza mayor, y en nuestro deseo de no retrasar la aparición del presente número de REALIDAD, postergamos hasta el próximo la inserción de la parte final del ensayo de Heidegger Carta sobre el humanismo, cuya continuación prometíamos". Nota (marzo-abril de 1948). Realidad, 3(8), p. 288. https://ahira.com.ar/ejemplares/realidad-no-8/

[42] Para comprender la posición de Sartre en el debate en torno al existencialismo, véase Sartre (2009).

[43] Nota anónima a pie de página (noviembre-diciembre de 1947). Realidad, 2(6), p. 342. https://ahira.com.ar/ejemplares/realidad-no-6/

[44] Sartre, J. P. (noviembre-diciembre de 1947). ¿Qué es la literatura? Entre la burguesía y el proletariado. Realidad, 2(6), p. 349.

[45] Sartre, J. P. (noviembre-diciembre de 1947). ¿Qué es la literatura? Entre la burguesía y el proletariado. Realidad, 2(6), p. 360.

[46] Alan Savignano (2016) analiza la recepción de Sartre en Argentina, proponiendo la hipótesis de que se producen diferentes modos de apropiación de la obra sartriana según la pertenencia generacional de sus lectores. Así, el autor distingue: por un lado, a la “generación de 1925”, a la que adjetiva como “académica” –compuesta por figuras como Francisco Romero, Miguel Ángel Virasoro, Vicente Fatone y otros–, que se detiene en los aspectos ontológicos y éticos propuestos por el autor francés; por otro lado, a la generación compuesta por la juventud de izquierda –conformada por intelectuales como Carlos Correas, Juan José Sebreli y Oscar Masotta– asociada a las revistas Centro y Contorno, en donde el énfasis –al momento de leer a Sartre– se encontraba más ligado a la idea estructurar un modelo de intelectual “comprometido”.

[47] de Gándara, C. (marzo-abril de 1948). La otra libertad. Realidad, 3(8), p. 251.

[48] de Gándara, C. (marzo-abril de 1948). La otra libertad. Realidad, 3(8), p. 252.

[49] de Gándara, C.  (marzo-abril de 1948). La otra libertad. Realidad, 3(8), p. 252.

[50] Miguel Ángel Virasoro, de origen santafesino, llevó adelante sus estudios en la UBA (primero se inscribió en la carrera de Medicina y luego en Jurisprudencia). Durante su juventud, participó en publicaciones periódicas como Inicial. Revista de la nueva generación, estableciendo lazos con intelectuales como Miguel Ángel Vasallo, Vicente Fatone, Carlos Astrada y Francisco Romero. Hacia fines de la década de 1930, Virasoro ingresó como profesor adjunto a la cátedra de “Historia de la filosofía Moderna y Contemporánea” de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y en la década siguiente ocupó diferentes cargos en el Instituto de Filosofía, en el Departamento de Filosofía y en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario. Durante el primer peronismo, se desempeñó en puestos claves en la Universidad de Buenos Aires (fue decano desde 1952 y director del Instituto de Pensamiento Argentino). Además, en esta etapa, se desempeñó como asesor técnico del CNF, como miembro de la Comisión Nacional de la Cultura y como representante argentino en importantes congresos internacionales (como el de la Universidad de San Marcos en 1951 y el de la Universidad de Sao Paulo en 1954). Asimismo, dirigió la revista Logos, editada desde 1941 por la UBA. Estas experiencias lo llevan a estrechar lazos con Carlos Astrada, Andrés Mercado Vera y Francisco González Ríos, entre otras figuras fuertemente vinculadas a la universidad y simpatizantes del peronismo, y a tomar distancia –cada vez más creciente– respecto de los intelectuales liberales –que se alejaban de las casas de altos estudios por razones políticas– como Romero, Fatone y Frondizi, entre otros. Para profundizar, ver Rosa Licata (1996).

[51] Virasoro, M. A. (mayo-junio de 1947). La filosofía de Jean-Paul Sartre, el ser en sí y el ser para sí. Realidad, 1(3), p. 381.

[52] Treves, R. (noviembre-diciembre de 1947). El “caso” Sartre en Italia. Realidad, 2(6), p. 414.

[53] Esta carta se encuentra dirigida al filósofo francés Jean Beaufret, discípulo de Heidegger incluso después de su alejamiento de la universidad.

[54] Nota (marzo-abril de 1948). Realidad, 3(8), p. 288.

[55] Wagner de Reyna explicita que "La terminología y el estilo de Martin Heidegger son muy personales. Las palabras se emplean por lo general en su prístino sentido, que a menudo ha sido olvidado o encubierto: la construcción aprovecha giros metafóricos propios de la lengua alemana. Por ello es imposible traducir a Heidegger sin traicionarlo. Su maestría en el decir y su profundidad en el pensar son Escila y Caribdis. Esta versión castellana de la Carta sobre el Humanismo intenta una traición honrosa perpetrada con licencia del autor”. Nota del traductor (enero-febrero de 1948). Realidad, 3(7), pp. 1, 2. https://ahira.com.ar/ejemplares/realidad-no-7/

[56] Los trabajos de Heidegger circulan en revistas argentinas desde principios de 1940, en publicaciones periódicas como Sustancia, Sur, Notas y estudios de Filosofía y otras. Además de su papel en las revistas, Ruvituso (2015) da cuenta de la gran cantidad de intervenciones en torno a Heidegger en el Primer Congreso Nacional de Filosofía de 1949.

[57] Anónimo (marzo-abril de 1948). Nota a pie de página. Realidad, 3(7), p. 1.

[58]Acerca del modo en que Heidegger elige a sus interlocutores ver Pierre Bourdieu (1989).

[59] Heidegger, M. (marzo-abril de 948). Carta sobre el humanismo. Realidad, 3(7), p. 16.

[60] En especial, en esta etapa Heidegger se centra en la obra del poeta alemán Friedrich Hölderlin.

[61] Además de los casos mencionados, Realidad cuenta con un documento titulado titulado “Notas sobre el existencialismo” de Aimé Petri, y con un análisis de la revista Fonteine, Deucalioncahiers de philosophie en el cual se desarrolla un estudio comparado sobre Heidegger y Sartre. Más tarde, en el n° 11, se edita una valoración literaria del existencialismo, realizada por Guillermo de Torre, y en el n° 16 Rafael Virasoro comenta el texto de Ferrater Mora titulado El sentido de la muerte, al tiempo que Rodolfo Kusch se refiere a un texto de Robert Campbell titulado Jean Paul Sartre o una literatura filosófica. Asimismo, la revista de Sartre tiene profundo impacto en la sección “Revistas de revistas”, en donde –al igual que en otras secciones– se alude a la revista Les temps modernnes dirigida por Sartre en París.