La educación es una mujer negra: escrevivencia como herramienta epistemológica. Artículo de Conceição Evaristo, Cecília Izidoro, Jonê Baião, Fátima Lima, Luiza Oliveira y Abrahão Santos. Praxis educativa, Vol. 29, N° 1 enero-abril 2025. E -ISSN 2313-934X. pp. 1-13.
https://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2025-290107
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
DOSSIER
La educación es una mujer negra: escrevivencia como herramienta epistemológica
Education is a black woman: escrevivência as an epistemological tool
A educação é uma mulher negra: escrevivência como ferramenta epistemológica
Maria da Conceição Evaristo de Brito
Universidade Federal Fluminense, Brasil
contatoconceicaoevaristo@gmail.com
ORCID 0009-0001-2069-7138
Jonê Baião
Universidade Estadual de Río de Janeiro, Brasil
Cecília María Izidoro Pinto
Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil
ORCID 0000-0003-2433-2811
María de Fátima Lima Santos
Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil
ORCID 0000-0002-9449-2514
Luiza Oliveira
Universidade Federal Fluminense, Brasil
ORCID 0000-0003-2264-1258
Abrahão Santos
Universidade Federal Fluminense, Brasil
ORCID 0000-0001-7741-3020
Recibido: 2024-09-15 | Revisado: 2024-12-15| Aceptado: 2024-12-21
Resumen
Este artículo es escrito por profesores/investigadores/extensionistas negras/os que, tomadas/os de la literatura de Conceição Evaristo, presentan los conceptos de identidad, lenguaje y memoria, sentidos performados por la herramienta epistemológica/metodológica de la escrevivencia. En las voces negras de todas/os las/os profesoras/es, el principio de escrevivencia funda y reinventa las prácticas educativas. En esta construcción, la figura seminal de la educación es la madre negra, tal como Lélia Gonzalez la concibe y como Conceição Evaristo la presenta como principio de escrevivência.
Palabras clave: escrevivencia; educación; epistemología; madre negra; mujer negra.
Abstract
This paper is written by black extensionist research professors who, taken from the literature of Conceição Evaristo, present the concepts of identity, language and memory, meanings performed by the epistemic/methodological tool of Escrevivência. In the black voices of all teachers, the principle of Escrevivência founds and reinvents practices in education. In this construction, the seminal figure of education is the black mother, as Lélia Gonzalez conceives her and as Conceição Evaristo presents as the principle of Escrevivência.
Keywords: Escrevivência; education; epistemology; black mother; black woman.
Resumo
Este artigo se faz pelas mãos de professoras/es pesquisadoras/es extensionistas negras/os que, tomadas/os pela literatura de Conceição Evaristo, apresentam os conceitos de identidade, linguagem e memória, sentidos performados pela ferramenta epistemo/metodológica da Escrevivência. Nas vozes negras de todas/os professoras/es, o princípio da Escrevivência funda e reinventa práticas em educação. Nessa construção, a figura seminal da educação é a mãe preta, tal como Lélia Gonzalez a concebe e como Conceição Evaristo apresenta como princípio da Escrevivência.
Palavras-chave: escrevivência; educação; epistemologia; mãe preta; mulher negra.
Vivir en la comunidad académica negra. Desafíos y apuestas escrivivientes[1]
Somos profesoras que nos reunimos en el espacio académico para poner en acción el sentido de intelectualidad negra, como nos enseña Luiza Bairros (2016), que dice que no es posible avanzar en la vida de las mujeres negras sin mejorar la vida de los pueblos negros. Por lo tanto, es necesario poner las agendas de la educación antirracista, la lucha contra el exterminio de la juventud negra y la lucha por la representación en la vida pública en el centro de la lucha del feminismo negro, lo que, para una de nosotras, Conceição Evaristo, sería “funcionalizar la comunidad negra de otra manera” (Evaristo, 2020a, p. 40). Todas/os nosotras/os, profesoras/es, llevadas/os por esta acción política, hemos pensado y ejercido prácticas educativas que, atravesadas por nuestros diversos saberes, literatura, antropología, enfermería y psicología, encuentran en la literatura de Conceição Evaristo un espacio fructífero para ampliar tanto los debates conceptuales como la formación práctica y la acción de estos diferentes campos en escenarios socioculturales.
Tomando como punto de partida esta trayectoria, el propósito de las reflexiones aquí compartidas es romper con la subjetivación “literaria canibalizada” (Nascimento, 2018, p. 318) para que los personajes negros no nos formen subjetivamente como el personaje que representa la muerte más sucia de la literatura brasileña, como Bertoleza, de O cortiço, novela de Aluízio Azevedo:
Bertoleza entonces, levantándose con el ímpetu de un tapir salvaje, saltó hacia atrás, y antes de que nadie pudiera alcanzarla, ya le había abierto el vientre de parte a parte de un solo golpe, agudo y profundo. Y luego se precipitó hacia delante, rugiendo y gorgoteando, muriendo en un charco de sangre (Azevedo, 2005, p. 210)
Las características dadas a Bertoleza por Aluízio de Azevedo van desde la falta de inteligencia hasta las piernas cortas, animalizando el dolor y el sufrimiento de una mujer negra. La obra, lo sabemos, no es la única en la literatura brasileña que pone de relieve el mundo de opresión contra las/os negras/os, revelando e instituyendo el racismo. Entonces, nos preguntamos: escribir personajes, escribir nuestras vidas, más allá de este sentido subjetivizante de la falta de poder, de la animalización de las/os negras/os, ¿no contribuye a ampliar procesos que producen una identificación positiva con las formas de vida de las/os negras/os? Esta ha sido nuestra apuesta.
Nuestro encuentro comienza con esta lucha, como dice Conceição Evaristo, para “funcionalizar la comunidad negra de otra manera” (2020a, p. 40), a través de la educación. No nos encontramos por casualidad en nuestras vidas negras. Hay un (in)común ancestral entre el Grupo Ori, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), la Liga de Enfermería en Salud de la Población Negra (UFRJ), el proyecto de extensión Nea Onnin (UFRJ), el Laboratorio de Oralidades, de la Universidad Federal Fluminense (UFF), el Laboratorio Kitembo (UFF), el proyecto de extensión “Cómo lidiar con la diferencia en la escuela”, de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ) y la Casa da Escrevivencia en Río de Janeiro. Elaboramos una cesta de afecto y de compartir en este encuentro con la escrevivencia, un acto de cuidado pedagógico, una cesta de experiencias académicas hecha combinando diferentes dones.
Preparamos una ofrenda para Oxum, en la que el tiempo del presente es el tiempo del encuentro, alimentado por nuestras vidas; Oxum, la guardiana de ese encuentro, porque, como dice Evaristo, “traigo un imaginario mítico de la cosmogonía africana para contrarrestar la narrativa de Narciso... Escrevivencia es una escritura que no se contempla en las aguas de Narciso, porque el espejo de Narciso no refleja nuestro rostro” (2020, p. 38). El espejo de Narciso es el gran dispositivo occidental para el encuentro entre el yo y el otro, que establece el ideal del ego blanco como lo que enferma a las personas negras (Santos y Oliveira, 2023), que es la interiorización de un ideal de blancura que hace vacilar las identidades negras.
Esta crítica significa que el espejo de Narciso no nos sirve de nada, porque, cuando miramos a través de esta lente, la blancura nos impide vernos a nosotras/os mismas/os. Esta crítica está presente en una de las obras de Evaristo, que anuncia el espejo de Oxum: “Cuando Seni se miró en el espejo y no se vio, gritó desesperada: Estoy ciega, estoy ciega. ¡El grito que había resonado por primera vez en su interior se hizo cada vez más fuerte!” (2023a, p. 1). En la obra, encontramos también el sentido de una identidad no esencialista, afrodiaspórica, que se hace a través del espejo de Oxum, en el que pasado, presente y futuro se mezclan en un tiempo de futuridad para encontrar lo propio. En esta misma historia, uno de los sentidos de la infancia negra aparece en la nieta de Seni. Así, este texto se alinea con la idea de las infancias negras como “una categoría analítica africana” (Noguera, 2020, p. 12), que puede vislumbrarse a partir del vínculo con el sentido de comunidad negra.
En ese caminar, la visión de las infancias negras sufre un giro, pasando a ser tomadas como infancias que mantienen la memoria. Es decir, mientras que el niño del modelo griego occidental blanco es el olvido, “los niños de las tradiciones africanas están llenos de memoria... y la memoria se encarna en los cuerpos de los niños, no sólo en forma de imágenes sensoriales, sino en sonidos, olores y texturas” (Nascimento, 2020, p. 58-59) y en el propio sentido de retorno o circularidad ancestral.
Así, volviendo una vez más al cuento El espejo opaco de Seni (Evaristo, 2023a), encontramos esa infancia que nos permite comprender un sentido ancestral que se produce cuando rompemos con la imagen especular de Narciso, en la que la futuridad no es sinónimo de futuro, sino de un proceso de encuentro con lo propio, con nuestra comunidad, con las formas de vidas negras.
La abuela Seni se perdía feliz en los espejos de su nieta, todos enmarcados en un metal amarillento que recordaba al oro, no opaco, sino transparente hasta el infinito. Frente a los espejos brillantes de su nieta, siempre podía verse a sí misma, y con tanta claridad que alargaba la mano y agarraba su imagen en el fondo. Nubia sonrió respetuosamente ante la confusión de mamá Seni. Sonrió porque sabía que era hermosa, igual que su abuela Seni, su madre Benigna y su bisabuela, que nunca se había sabido hermosa. Bisa Joana, que dormía en el fondo de un tiempo que reflejaba todos los tiempos. El tiempo de lo vivido, el tiempo de vivir ahora y el tiempo de lo que iba a pasar. (Evaristo, 2023a, p. 7)
Una pregunta de Nascimento (2020) nos ha conmovido: “¿cómo llamar a la educación a este sujeto-niño que invierte susceptibilidades, descubre el pensamiento, hace que el mayor se convierta en el menor?” (p. 63). Este artículo es un ejercicio para responder a esta pregunta, porque, como expresión de tiempos pasados, los niños no son pizarras en blanco en las que depositamos nuestros conocimientos. Así, ellos mismos nos conducen al primer principio de la escritura como herramienta de afirmación de una identidad positiva con la vida negra.
Esta postura puede hacer parecer que estamos entrando en un sentido de identidad sustancializada, como un eslabón perdido en los territorios de África, pero no es así, sino que afirmamos, como hace Conceição Evaristo, que “nuestro identitarismo es precisamente la otra cara de la moneda, es la respuesta que tenemos que dar” (2022, s. p.). En este contexto, la escritora pone en escena una discusión epistemológica que otorga a la identidad el sentido de que “tocar nuestro propio rostro” es siempre un gesto que conlleva una comunidad, un pueblo, y por lo tanto nunca es individual (Silva et al., 2023). Es una experiencia territorializada en la herencia existencial de la diáspora que se cuenta y se reactualiza. También, según Evaristo (2020a), siguiendo a Lélia Gonzalez (2020), el acto de afirmar esta identidad a través de nuestra historia, además de una infancia impregnada de memoria, aporta un sentido del lenguaje a través de los cuerpos, de la experiencia vivida de las comunidades negras, otro principio fundamental.
Volviendo al cuento de Seni, comprendemos la experiencia vivida en la que el tiempo también retrocede (Nascimento, 2020), desplegándose en potencia, lo que llamamos futuridad: “Las tres formaban una especie de trinidad femenina. Hermosas. La abuela, la madre y la nieta parecían un despliegue de imágenes antiguas danzando a través del tiempo” (Evaristo, 2023a, p. 7).
La educación es una mujer negra. La escrivivencia también
Este artículo parte de la idea de que la educación es una mujer negra. Los pilares que sustentan este argumento se encuentran en el núcleo del pensamiento de Lélia Gonzalez sobre la madre negra y en las reflexiones de Conceição Evaristo, cuando la autora sitúa la imagen de la madre negra como figura seminal de la escrevivencia.
Lélia Gonzalez, en la década de 1980, señaló que la formación de la cultura y la lengua brasileña reside en esta figura, la de la mujer esclavizada que se ocupaba de la comida, el sueño, el cariño, los diálogos iniciales de todos los niños de la casa grande. Su cuerpo fue el regazo de las primeras palabras y nanas que aquellos niños escucharon. Su descendencia también se nutría de historias de tierras lejanas, más allá de Kalunga. Borrar este origen fue un proyecto colonial, porque, cuando eran mayores, los jóvenes se iban a otras tierras para olvidar esta lengua y aprender “su” lengua, la del viejo continente y otros conocimientos.
En Racismo y sexismo en la cultura brasileña, Lélia Gonzalez (2020) nos presenta, con fuerza, imágenes del control colonial y neocolonial sobre la mujer negra: la mulata, la mucama y la madre negra. Esta última, consumida dentro de la casa grande, asumía el papel de nodriza de innumerables familias blancas. Además de amamantar a los niños de la casa grande, las madres negras también cuidaban de ellos. Una de sus funciones era enseñar el mundo a través del lenguaje. En la obra de Conceição Evaristo y en el pensamiento de Lélia Gonzalez, la madre negra era ⎯y es⎯, ante todo, una educadora. La adquisición del código social y la construcción de la sensibilidad y la percepción de las personas implican necesariamente a la mujer negra, por lo que ella es la fibra a través de la cual el ser humano se humaniza, a través de la cual adquiere el lenguaje procesado y elaborado según la estrategia pedagógica y las referencias negras de la diáspora.
El papel central de introducir a los niños en el mundo mediado por el lenguaje, en las reflexiones de Lélia Gonzalez, otorga a la madre negra un papel central en la construcción de la cultura brasileña. El acto de contar historias, de escribir el mundo por boca de las mujeres negras, perfoma el mundo y le da sus sentidos culturales. Gonzalez (2020) destaca la figura de la madre negra: “ella es simplemente la madre. Así es, ella es la madre. (...) Ella es la madre en esta loca baratura de la cultura brasileña” (Gonzalez, 2020, p. 87). Continúa diciendo:
Y cuando hablamos de función materna, estamos diciendo que la madre negra, al ejercerla, transmitió al niño brasileño todos los valores que le concernían (...). Este niño, este infans, es la llamada cultura brasileña, cuya lengua es el pretugués. La función materna concierne a la interiorización de los valores, a la enseñanza de la lengua materna y a una serie de otras cosas que pasarán a formar parte de nuestro imaginario. Ella nos transmite ese mundo de cosas que llamaremos lengua. Y gracias a ella, a lo que ella transmite, entramos en el orden de la cultura, precisamente porque es ella quien nombra al padre. (González, 2020, p. 88)
El pasaje del pensamiento de Lélia Gonzalez es fundamental y uno de los argumentos que sustentan este texto: la madre negra es la imagen seminal y fundadora de la cultura brasileña, así como de la escrevivencia, como argumentamos más adelante, es decir, nuestra constitución como nación encuentra su sentido ancestral y original en esta figuración. En este diálogo, tejido con algunas dimensiones psicoanalíticas, que Lélia racializa desde el punto de vista de la antinegritud, cuando incorpora la idea de que las vidas negras son la boca de la basura y “la basura hablará, y en el buen sentido” ⎯para usar una expresión familiar a la autora⎯ nos devuelve una función olvidada y borrada en las expresiones psicoanalíticas neocoloniales en contextos brasileños. Esta es la función materna, y la imagen de esta función es una mujer negra, es la madre negra, ni traidora ni heroína, sino vital para nuestra constitución, pero que ha sido borrada y sustituida a la fuerza por la función parental blanca occidentalizada.
Paralelamente a este proceso de violencia racial de género, las mujeres negras, en particular, han construido y construyen diferentes movimientos que conjuran el olvido y la borradura y restituyen el lugar y la fuerza de la madre negra y su dimensión original. Sin embargo, en lugar de dar a luz a los de la casa grande, las mujeres negras y la maternidad negra retoman y alimentan el acto de dar a luz a los suyos, incluso en los procesos más violentos de subalternización, reutilizando un tiempo-memoria ancestral, originario y comunitario. Esta imagen que nos presenta Conceição Evaristo es la conjuración de la borradura de la madre negra y su inscripción en otro lugar, en el que el lenguaje, como forma de dar sentido a los mundos negros, se hace presente por el cuerpo-lenguaje de la mujer-madre negra:
Quizá el primer signo gráfico que se me presentó como escritura procedía de un viejo gesto de mi madre. Ancestral, ¿quién sabe? Aún lo recuerdo, el lápiz era un palo, casi siempre en forma de horca, y el papel era la tierra embarrada junto a sus piernas abiertas. Mamá se agachaba... Y en cuclillas, con parte de su cuerpo casi alisando la humedad del suelo, dibujaba un gran sol, lleno de infinitas piernas. Era un gesto solemne, siempre acompañado de la mirada y la postura cómplice de sus hijas, yo y mis hermanas, todas todavía niñas. Era un ritual de escritura hecho de múltiples gestos, en el que se movía todo su cuerpo y no sólo sus dedos. Y también nuestros cuerpos, que se movían en el espacio siguiendo los pasos de mamá hacia la página-suelo en la que se escribiría el sol... Mi madre no sólo dibujaba, no sólo escribía un sol, lo llamaba, del mismo modo que los artistas de las culturas tradicionales africanas saben que sus máscaras no representan una entidad, sino que son las entidades que esculpen y nombran. (Evaristo, 2020b, p. 49)
En esta apuesta, Conceição Evaristo, al basar su escrevivencia en la figura de la madre negra, retoma la cuestión de la maternidad negra como la que no se limita a la gestación y al parto. Las madres negras y la maternidad son una profusión de experiencias que dan valor a la matriz africana de Brasil. Hay un poder en estas formas de vivir la maternidad y la infancia negra que no se limita a los roles históricamente construidos en la maternidad occidental. Abarca otras formas de educación, incluyendo reflexiones sobre el descubrimiento del color de los ojos de la madre, ojos llorosos, y apostando por la posibilidad de la escrevivencia como práctica educativa al reconocer la ascendencia africana destacada por Conceição Evaristo en su conocido poema “Voces Mujeres”. Las madres negras y las mujeres negras son conjuros que han tejido hilos de la historia que la historia nunca cuenta, pero la vida sí. Sea cual sea el lugar de aprendizaje, la mujer-madre negra está dispuesta a compartir su universo sensible en favor de una educación centrada en la memoria, la historia y el afecto.
Se trata de la acción de las mujeres negras como educadoras orgánicas, empeñadas en transmitir conocimientos a los suyos, utilizando estrategias pedagógicas y referencias que contienen la experiencia acumulada de los negros en la diáspora. Las estrategias afroindígenas son capaces de crear un sentido de existencia y constituir la memoria alternativa de la comunidad diaspórica. Así, afirmar que la educación es una mujer negra establece el principio femenino y racializado como elemento generador universal, en la medida en que la violencia racial y de género total reside en y bajo los cuerpos y subjetividades de las mujeres negras, mientras que, interseccionalmente, la liberación de estos cuerpos y subjetividades apunta a la disolución de todos los ejes de opresión, incluidos el lenguaje y la educación. Pensar la educación como mujer negra es pensarla como liberación.
En la civilización africana y diaspórica, la mujer no se genera y designa en función del papel estructural del hombre, del varón o del patriarca (Oyěwùmí, 2004). La mujer es el vientre que da vida, es el agente de la comunidad y del propio sentido de pertenencia. Ella es la que media con la cultura del colonizador, negocia, cuida y educa, especialmente en la primera infancia, cuando ocurre la “formación de la estructura psíquica”, según Lélia Gonzalez (2020, p. 39), y constituyó el brasileño con las categorías de las culturas negra e indígena de las cuales era representante. La educación materno-negra procedió, así, a africanizar la cultura brasileña. En una expresión que da sentido al gesto civilizador por excelencia: la madre negra es la que da de comer y escribe el cuerpo como niño, en el mundo, como existencia. Ella invirtió en el lenguaje y produjo su propio universo simbólico, porque la cultura brasileña es eminentemente negra.
Volviendo al fragmento citado (Evaristo, 2020b), reafirmamos el principio materno o, como dice la autora, la función materna, que incluso nombra al padre. Estos argumentos dialogan con lo que Evaristo ha producido sobre la noción de escritura como herramienta. En el texto “De la letra-dibujo de mi madre, uno de los lugares de nacimiento de mi escritura”, Conceição Evaristo (2020b) retoma la imagen-cuerpo de su madre como el primer gesto de escritura al que fue introducida.
Todavía en diálogo con esta autora, vemos que destaca la imagen de la mujer educadora que dibuja el sol, lo escribe y lo llama, en un gesto de escritura que es simultáneamente un encantamiento para la madre, los hijos y el mundo. La madre negra forma, entonces, no exactamente un sujeto, un yo, sino una persona en comunidad sagrada con la naturaleza, rodeada de un territorio, en solidaridad cósmica. En la educación de Conceição Evaristo (2020a), el universo, en lugar de ser representado como hostil, es un socio, un cómplice de la existencia. La infancia es el momento del aprendizaje de la madre, esa amistad del palo, de la tierra fangosa y del sol, en el gesto de la escritura en que los entes de la existencia aparecen todos no como imposición, sino como acuerdo o don. Para Evaristo, la educación de la madre negra es, así, este encuentro de la infancia:
Pensar en Escrevivencia como fenómeno diaspórico y universal me impulsa, en primer lugar, a volver a una imagen que está en la esencia del término. En la esencia del término, no como grafía o como sonido, sino como significado generador, como cadena de significados en la que el término se funda y comienza su dinámica. La imagen fundadora del término es la figura de la Madre Negra. (2020a, p. 29)
El extracto anterior dialoga con las reflexiones de Lélia Gonzalez en la medida en que restituye el cuerpo de la mujer negra como elemento central de la oralidad y la escritura. ¿Qué es la educación si no el poder de la oralidad y la escritura en la construcción de mundos? ¿Quiénes, o más bien qué cuerpos, han ocupado históricamente este lugar, en los aspectos formales u ordinarios de la vida? Las mujeres, y una considerable mayoría de ellas negras. La educación es una mujer negra.
Hoy, en las guarderías, en las escuelas primarias, tenemos la figura de la madre negra cuidando a los niños, enseñándoles a hablar, a andar, las primeras letras del alfabeto, la escritura. La maestra de primaria es, la mayoría de las veces, una madre negra. No sólo por su complexión, sino por el lugar donde habla, donde inscribe su cuerpo, su saber. En movimientos tensos, a menudo, ha borrado o descuidado este origen, debido al conflicto de negarse a sí misma, impuesto por el currículo del otro.
Hemos visto que ciertos movimientos, como los currículos basados en la Ley N° 10.639/2003, que hace obligatoria la enseñanza de la historia y la cultura afrobrasileña y africana, traen una educación fundamentada. Esto en paralelo al concepto de psicología fundamentada de Santos y Oliveira (2023), que destaca el encuentro entre la profesora (madre negra) y los alumnos que vienen del mismo suelo y que potencian otras escrituras, otros discursos, otros cuerpos en disputa en las escuelas entre los currículos oficiales y los practicados.
Dialogamos con bell hooks (2017) en Enseñar a transgredir, a través de sus escrituras comprometidas, poéticas y colectivas, desafiando las estructuras de poder y reclamando espacio para la subjetividad y autonomía de las mujeres negras. En esa experiencia, materializamos el concepto de conversación propuesto por la autora (hooks, 2020), pues reconocimos el valor de la conversación como clave para adquirir conocimiento, compartir poder y una verdadera iniciativa de cooperación. Allí, en aquel encuentro, la escritura poética de la vida negra en Seni y la presencia ancestral de Conceição Evaristo estaba “dándonos el poder de abandonar el miedo y la inseguridad y encontrar el lugar de la compasión” (bell hooks, 2020, p. 84-85). ¿Qué puede verse frente al espejo de Oxum? ¿Qué puede ver Oxum al mover su espejo?
Lo que hemos visto en las escuelas son escrevivencias empapadas de sonidos, afectos, olores y recuerdos incapaces de silenciar las complejas interconexiones interseccionales. Nuevas posibilidades de existencia en el poder del espejo, capaces de establecer intimidad entre las experiencias de mujeres negras que, a través de Seni, nos invitan a reflexionar sobre las desigualdades estructurales de la sociedad brasileña y a comprender las diversas formas de opresión que coexisten en nuestro país.
A continuación, presentamos una escena que nos ayuda a comprender la resistencia a través de la boca y la máscara rota del silenciamiento, afirmando la tríada lengua-memoria-identidad, más allá de los principios colonialistas, en la que las formas de vida no ocurren a través de una lengua escrita alfabéticamente, sino a través de saberes cimentados en oralidades y corporalidades.
Aprendí a escribir a partir de esa escena... Volviendo a la escena de la Sra. Joana
“Mi madre no dibujaba, no sólo escribía un sol, lo llamaba, así como los artistas de las culturas tradicionales africanas saben que sus máscaras no representan una entidad, son las entidades esculpidas y nombradas por ellos” (Evaristo, 2020b, p. 49). Nuestra conversación siguió la idea de que este era el primer signo, el signo gráfico original de la vida de Conceição Evaristo, y ese día sospechamos que esta escritura era ancestral, ya que tal vez la Sra. Joana Josefina Evaristo había heredado este antiguo gesto de dibujar el sol como una enseñanza de sus mayores. Ese día, pasamos a los significados del lenguaje y de la memoria, hablamos de la transversalización histórica, es decir, de cómo las culturas africanas han tenido una forma de producir conocimiento a través de la oralidad desde su llegada a nuestro país y de cómo esto requiere significados del lenguaje que no caben en letras alfabéticas, y de la memoria, que no caben en el tiempo cronológico.
Pensando en la memoria africana, Amadou Hampâté Bâ (2003) nos advierte que no se trata de una esencia de lo que es la memoria africana, sino de cómo, en las tradiciones africanas, hay una forma de relacionarse, de existir frente a lo que se recuerda, sin la condición de apoyar los recuerdos en la escritura alfabética.
Desde la infancia nos enseñaron a observar, mirar y escuchar con tanta atención que cada acontecimiento se grababa en nuestra memoria como cera virgen. Todo estaba allí, hasta el más mínimo detalle: el escenario, las palabras, los personajes e incluso sus ropas. Cuando describo el atuendo del primer comandante de distrito francés que vi de cerca en mi infancia, por ejemplo, no necesito “recordarlo”, lo veo en una especie de pantalla de cine interior y sólo tengo que contar lo que veo. Para describir una escena, lo único que tengo que hacer es revivirla... por eso es muy difícil para un africano de mi generación “resumir”. La historia se cuenta entera, o no se cuenta. Nunca nos cansamos de oír la misma historia una y otra vez. Para nosotros, la repetición no es un defecto. (Bâ, 2003, p. 13-14)
La memoria, por tanto, requiere un sentido del tiempo que no sea cronológico, con narraciones ordenadas cronológicamente para una historia sobre hechos, sino que sea un tiempo de lo revivido como experiencia actual. Hampâté Bâ (2003) nos muestra que esto molesta mucho a los occidentales, pero es la forma africana, oralizada, de tratar el continuo entre pasado y futuro, que sólo puede hacerse en un tiempo vivido. Así, cada vez que Conceição Evaristo escribe, es su escena con su madre y sus hermanas la que se actualiza, la que se vive. “En la oralidad no está en juego sólo la palabra, sino la persona, la comunidad, la realidad” (Nascimento, 2020, p. 59). De este modo, la memoria no es sólo una articulación entre pensamiento y lenguaje, para recordar lo que fue, sino que es encuentro con olores, sonidos, texturas, es corporeidad, para vivir lo que es.
La escena en la que la Sra. Joana Josefina Evaristo, madre de Conceição Evaristo, es la figura central, reverbera en nuestros encuentros, ya que hemos unido la memoria y el lenguaje a través de formas de vida negras y un sentido de identidad, porque, como Conceição (2022) suele decir, esta respuesta es la otra cara de la moneda.
Ponciá, Macabéa, Seni - las escrevivientes que hemos encontrado en las escuelas públicas
También había descubierto que no bastaba con saber leer y firmar con el nombre. Había que aprender otro tipo de sabiduría de la lectura. Había que autorizar el texto de la propia vida, del mismo modo que había que ayudar a construir la historia de la propia. Y había que seguir descifrando los significados de todo lo que había quedado en las huellas del tiempo. (Evaristo, 2017, p. 10)
Así, a partir de la idea de escrevivencia forjada por Conceição Evaristo (1996), inicialmente en su tesis de maestría como concepto, pero también presente en su gesto de escritura desde la publicación de su primera novela, apoyaremos la idea de una educación escrituraria como prerrequisito necesario para una educación liberadora. Entendiendo la escrevivencia como un gesto epistemológico y metodológico de las mujeres negras, cuya columna vertebral busca desdibujar una imagen del pasado y reconstruir otra imagen situada en la experiencia femenina negra y afrodiaspórica, podemos dar cuenta de la fuerza escritora de la educación como proyecto de futuridad para las comunidades negras y, consecuentemente, para todos.
Sin embargo, es necesario entender y situar la escrevivencia como una herramienta negra, ejercida por negros, pero con la posibilidad de extenderse a toda una comunidad, en la medida en que, al tensar las relaciones de saber-poder que atraviesan la historia negra e intentar desmontarlas, desmontamos todo un proyecto capitalista, neoliberal, patriarcal, racista, clasista y fóbico. Aquí, compartimos un sentido de lo universal, pero no lo tomamos en el sentido eurocéntrico, sino, como explica Evaristo cuando sitúa el carácter universal de la escrevivencia, o lo que Nego Bispo (Santos, 2015) llama confluencia, es decir, nos juntamos, pero no nos mezclamos. A esto, se añade la idea de que la raza o el proceso de racialización antinegra es una idea global (Silva, 2024) que alimenta los actuales proyectos neoliberales y democráticos.
Pensar y asumir una educación como mujer negra que escribe es devolver al campo de la educación (su historia, epistemologías y metodologías) la necesidad de mirarse a sí mismo, escudriñando los cimientos sobre los que se construyó el campo educativo en Brasil, diríamos también en el África ladina, como bien señala Lélia Gonzalez (2020). Este ejercicio, realizado por nosotros a través de una lente interseccional, nos muestra y nos habla inmediatamente de la oclusión y el borramiento de saberes y prácticas que no se basan en valores occidentales, especialmente las epistemologías africanas, negras, quilombolas e indígenas. Estas siempre han estado al margen, recluidas en áreas específicas, muchas veces bajo la égida del exotismo y la adicción, raramente como centrales en los campos de investigación, formulación e investigación en educación.
Obviamente, al tratar de otras epistemologías, nos referimos, en primer lugar, a los cuerpos y a las subjetividades. Según Leda Maria Martins (2021), el cuerpo es en sí mismo una episteme, por lo que, si obliteramos las expresiones educativas negras, indígenas y quilombolas, también se obliteran los cuerpos, lo que muchas veces configura los espacios educativos (formales e informales) como lugares de prácticas racistas y de desigualdad socioracial. En la última década, se ha invertido en un conjunto de acciones reparadoras, junto con la intensificación educativa del movimiento negro (Gomes, 2017) y del movimiento de retoma indígena y quilombola. Como resultado, la educación ha sido cuestionada sobre el mantenimiento de las relaciones de poder y la urgente necesidad de transformaciones que atiendan a las demandas raciales de Brasil.
En el campo universitario, espacio en el que residen nuestras experiencias, la entrada de la población negra y LGBTQIAP+ en los cursos de grado y posgrado ha tenido un impacto directo en la gramática de la producción intelectual, ya que la exigencia de pasar de una posición pasiva de “objeto de investigación” a sujeto de la propia investigación y escritura contribuye a transformaciones en las políticas de hablar, escribir y escuchar (Kilomba, 2019). En este movimiento, la escrevivencia constituye rutas académicas para monografías, disertaciones y tesis. Reiteramos que el aumento de la presencia de cuerpos negros vivos dentro de los espacios académicos brasileños, tanto como profesores y estudiantes, ha causado grietas estructurales en las relaciones de privilegio y amiguismo que siempre han encontrado eco dentro de las universidades del país. En este sentido, la construcción de nuevas latitudes teóricas contribuye a una reparación epistemológica y a una verdadera revolución, en la que llevar la escrevivencia al mismo podio que otros géneros de textos académicos otorga la distinción de convocar a la autoría, a estar presente en primera persona, sin modalizadores, haciendo que estas nuevas producciones sean textuales, pero también sensoriales, porque tienen sonido, olor, sabor, acogimiento, y además tienen dolor, y purgar el dolor es hacer las paces con el presente.
Reconocer que, a través del lenguaje, nos tocamos unos a otros parece especialmente difícil en una sociedad que nos quiere hacer creer que no hay dignidad en la experiencia de la pasión, que sentir profundamente es una marca de inferioridad porque, dentro del dualismo del pensamiento metafísico occidental, las ideas son siempre más importantes que el lenguaje. Para sanar la división entre mente y cuerpo, los marginados y oprimidos intentamos rescatarnos a nosotros mismos y nuestras experiencias a través del lenguaje. Intentamos crear un espacio de intimidad: “Hacemos de nuestras palabras un discurso contrahegemónico, liberándonos a través del lenguaje” (hooks, 2017, p. 233).
Es este “espacio de intimidad”, del que habla bell hooks, el que queremos encontrar en textos académicos que no excluyan, sino que traigan al centro, a la escena de la escritura, cuerpos que durante mucho tiempo quedaron fuera de la Academia, con la “semejanza” de Macabéa, personaje de Conceição Evaristo. Macabéa, nuestra Macabéa, hizo su repetido tec-tec en la máquina de escribir, este trabajo repetido, más de lo mismo, que conocemos en la enseñanza nos hace pensar en la muerte prematura, la muerte cotidiana de la práctica pedagógica que buscamos renacer y revivir en nuestras aulas. No dejar morir vidas, saberes, otros escritos... Esta es nuestra ilusión docente:
Mientras Macabéa, medio moribunda, balbuceaba parte de su historia, a mí no me costaba entenderla. Hablaba por mí y para mí, tal es nuestra semejanza. El dolor y la aflicción también me consumen. Casi nada más abrir los ojos, me dijo que todo lo amarillo sangraba, todo sangraba en estrellas, flores rojas de mulungu. Macabéa no puede morir. Ya hemos muerto mucho, pero seguimos viviendo a pesar de todo. Junto a Macabéa, escucho y recupero trozos de nuestras historias. Sé bien quién es la flor mulungu. (Evaristo, 2023b, p. 30-31)
Nuestra enseñanza, como investigadores y profesores negros, sigue escudriñando los textos de escritura en las aulas, porque es desde este lugar que forjamos intelectuales que piensan la escritura, lo que nos hace encontrar modos de identidad que nos apuntan hacia epistemologías de futuridad.
Consideraciones finales
Como hemos dicho a lo largo de este texto, la entrada y permanencia de los cuerpos negros en la educación básica, en las universidades, permaneciendo en los diferentes posgrados, toca la imagen narcisista de la lengua estándar, que antes no escuchaba el discurso de los grupos no hegemónicos. Pero, como dijo Nilma Gomes (2017), el movimiento de educadores negros ha seguido forjando movimientos antes impensables, como la afirmación de la resistencia negra a través de la escritura académica, por lo que afirmamos la escrevivencia como episteme académica que subjetiviza los cuerpos negros y asumimos los aspectos políticos que la lengua-escritura conlleva, como señala el lingüista Gabriel Nascimento:
El lenguaje no sólo se tiñe cuando se politiza en los distintos sistemas de poder, sino que también es un espacio para la lucha de la racialidad porque es a través del lenguaje como nombramos y racializamos. Si queremos entender el lenguaje con más fuerza, también puede ser un espacio de resistencia para los propios negros. (2019, p. 23)
Afirmamos el lenguaje como resistencia para los negros porque el colonialismo intentó, y sigue intentando, borrar y expropiar a los negros a través de la escritura, ya que los europeos consideraban indeseables sus formas de vida. La lengua es, así, un instrumento de opresión, y la escritura alfabética es la única posibilidad: “No fue un añadido ni un suplemento, sino una imposición... al igual que los valores que difundía, ya fueran sociales, religiosos, de comportamiento o de visión del mundo” (Martins, 2021, p. 35).
Este artículo fue traducido del portugués al español por Tiago Ribeiro (tribuiro.ines@gmail.com).
De la Serie Otros Mundos, acuarela. Maria José Pérez
Referencias bibliográficas
Azevedo, A. (2005). O cortiço. Escala.
Bâ, A. H. (2003). Amkoullel, o menino fula. Palas Athena, Casa das Áfricas.
Bairros, L. (1 de octubre de 2016). Assim falou Luiza Bairros. Portal Geledés. https://www.geledes.org.br/assim-falou-luiza-bairros/
Evaristo, C. (1996). Literatura Negra: Uma Poética de Nossa Afro-Brasilidade [tesis de maestría]. Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro.
Evaristo, C. (2017). Ponciá Vicêncio. Pallas.
Evaristo, C. (2020a). A escrevivência e seus subtextos. En C. L. Duarte e I. R. Nunes (Orgs.), Escrevivência: A escrita de nós: Reflexões sobre a obra de Conceição Evaristo (pp. 26-47). Mina Comunicação e Arte.
Evaristo, C. (2020b). Da Grafia-Desenho de Minha Mãe, um dos lugares de nascimento da minha escrita. En C. L. Duarte e I. R. Nunes (Orgs.), Escrevivência: A escrita de nós: Reflexões sobre a obra de Conceição Evaristo (pp. 48-57). Mina Comunicação e Arte.
Fliaraxá. (2022). Escrevivência e identitarismo: Conceição Evaristo e Flávia Oliveira [vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=dhn0L9wmeYg
Evaristo, C. (2023a). O Espelho Opaco de Seni. Saude soc, 32(2), 1-8. https://doi.org/10.1590/S0104-12902023230240pt
Evaristo, C. (2023b). Macabéa: flor de mulungu. Oficina Raquel.
Fanon, F. (2008). Pele Negra, Máscaras Brancas. EDUFBA.
Gomes, N. L. (2017). O movimento negro educador: Saberes construídos nas lutas por emancipação. Vozes.
Gonzalez, L. (2020). Racismo e sexismo na literatura. En Rios, Flávia. & Lima, Márcia (Orgs.), Lélia Gonzalez: Por um Feminismo Afro-Latino-Americano: ensaios, intervenções e diálogos (pp. 75-93). Zahar.
hooks, bell. (2017). Ensinando a transgredir: A educação como prática da liberdade. WMF Martins Fontes.
hooks, bell. (2020). Ensinando pensamento crítico: sabedoria prática. Elefante.
Kilomba, G. (2019). Memórias da Plantação-Episódios de racismo cotidiano. Cobogó.
Lima, F., Oliveira, L. R. y Santos, A. O. (2023). A Sociogenia Fanoniana e a Formação em Psicologia: Uma aposta Clínica Política e Negra. Psicol. Soc, 35, 1-15. https://doi.org/10.1590/1807-0310/2023v35e277053
Martins, L. M. (2021). Performances do tempo espiralar, poéticas do corpo-tela. Cobogó.
Nascimento, G. (2019). Racismo linguístico: Os subterrâneos da linguagem e do racismo. Letramento.
Nascimento, W. F. (2020). Entre Apostas e heranças: Contornos africanos e afro-brasileiros na educação e no ensino de filosofia no Brasil. NEFI.
Nascimento. B. (2018) [1987]. Literatura e identidade. En B. Nascimento, Beatriz Nascimento, quilombola e intelectual: Possibilidade nos dias da destruição (pp. 316-320). Editora filhos da África.
Noguera, R. (2020). Prólogo. En W. F. Nascimento, Entre Apostas e heranças: Contornos africanos e afro-brasileiros na educação e no ensino de filosofia no Brasil (pp. 11-13). NEFI.
Oyěwùmí, O. (2004). Conceptualizing Gender: The Eurocentric Foundations of Feminist Concepts and the challenge of African Epistemologies. En African Gender Scholarship: Concepts, Methodologies and Paradigms (pp. 1-8). CODESRIA.
Santos, A. B. (2015). Colonização, Quilombos: Modos e significações. INCT.
Santos, A. O. y Oliveira, L. R. (2023). A metodologia do espelho de oxum na psicologia. Revista da ABPN, 16, 102-132. https://abpnrevista.org.br/site/article/view/1625/1448
Silva, A. G., Oliveira, L. R. y Penna, W. P. (2023). Oralidades e Escrevivências: Aterrando a pesquisa no encontro com o povo negro. En L. R. Oliveira, A. G. Silva y W. P. Penna (Orgs.), Epistemes Negras: Oralidades, subjetividades e corporeidades em escritas. Via Verita.
Silva, D. F. (2024). A dívida impagável. Zahar.
Souza, N. S. (1983). Tornar-se Negro, ou, As vicissitudes da identidade do negro brasileiro em ascensão social. Graal.
Notas
[1] Este artículo fue traducido del portugués al español por Tiago Ribeiro. tribuiro.ines@gmail.com