Aportes del giro afectivo para abordar los vínculos afectivos y profesionales en la universidad. Enfoques metodológicos desde la autoetnografía y horizontalidad. Artículo de Paula Valeria Gaggini. Praxis educativa, Vol. 29, N° 2 mayo - agosto 2025. E -ISSN 2313-934X. pp. 1-11 https://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2025-290209
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ARTÍCULOS
Aportes del giro afectivo para abordar los vínculos afectivos y profesionales en la universidad. Enfoques metodológicos desde la autoetnografía y horizontalidad
Contributions of the affective turn to address emotional and professional ties at the university. Methodological approaches from autoethnography and horizontality
Contribuições da virada afetiva para o enfrentamento dos vínculos afetivos e profissionais na universidade. Abordagens metodológicas a partir da autoetnografia e da horizontalidade
Paula Valeria Gaggini
Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
paulagaggini@gmail.com
ORCID 0000-0003-4085-1443
Recibido: 2024-12-10 | Revisado: 2025-03-26 | Aceptado: 2025-04-01
Resumen
El presente trabajo busca compartir algunos aportes del giro afectivo en torno a los hallazgos desprendidos de la investigación en el marco de la tesis de la Licenciatura en Ciencias de la Educación de la de la Universidad Nacional Argentina de la ciudad de Mar del Plata, la misma tuvo como objetivo comprender los procesos de reconfiguración de los vínculos afectivos y profesionales en la vida académica de los/as estudiantes de la Licenciatura en Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Mar del Plata en el período de 2019 -2022, a partir de un estudio autoetnográfico que privilegia la conversación y la horizontalidad como metodologías significativas, donde la reciprocidad representa una responsabilidad que apuesta por una “práctica recíproca”.
Palabras claves: giro afectivo, vínculos afectivos, profesión académica, autoetnografía, horizontalidad
Abstract
This present work seeks to share some contributions of the affective turn around the findings derived from the research within the framework of the thesis of Bachelor of Science in Education of the Argentine National University of the city of Mar del Plata. The objective was understand the processes of reconfiguration of emotional and professional ties in the academic life of students of the Bachelor of Education Sciences at the National University of Mar del Plata in the period 2019 -2022, based on an autoethnographic study that privileges conversation and horizontality as significant methodologies, where reciprocity represents a responsibility that advocates a “reciprocal practice.”
Keywords: affective turn, affective bonds, academic profession, autoethnography, horizontality
Resumo
O presente trabalho busca compartilhar algumas contribuições da virada afetiva em torno dos resultados derivados da pesquisa no âmbito da tese de Bacharelado em Educação da Universidade Nacional Argentina da cidade de Mar del Plata, o mesmo O objetivo foi entender os processos de reconfiguração dos vínculos afetivos e profissionais na vida acadêmica dos alunos do Bacharelado em Ciências da Educação da Universidade Nacional de Mar del Plata no período 2019-2022, a partir de um estudo autoetnográfico que privilegia a conversação e a horizontalidade como metodologias significativas, onde a reciprocidade representa uma responsabilidade que sustenta uma “prática recíproca”.
Palavras chaves: giro afetivo, vínculos afetivos, profissão acadêmica, autoetnografia, horizontalidade
Introducción
Este trabajo procura poner en valor y compartir algunos aportes del giro afectivo en relación con los hallazgos que se desprenden de la tesis de grado de la licenciatura en Ciencias de la Educación denominada: “Vínculos afectivos y profesionales en los inicios de la vida académica de estudiantes de la licenciatura en Ciencias de la Educación. Un estudio autoetnográfico a partir de la reapertura de la Licenciatura (2019- 2022)”. Dicha investigación tuvo como objetivo general comprender los procesos de reconfiguración de los vínculos afectivos y profesionales en la vida académica de los/as estudiantes de la licenciatura en Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Mar del Plata en el período de 2019-2022, a partir de un estudio autoetnográfico que antepone la conversación y la horizontalidad como metodologías significativas.
En este sentido, dichas metodologías fueron propicias para habilitar las voces de los sujetos que interrelacionan en un contexto particular (Gaggini et al., 2024; Gaggini, 2024), a partir de una práctica que antepuso minimizar la violencia epistémica en el proceso. Esto mediante la horizontalidad (Corona Berkin y Kaltmeier, 2012; Cornejo y Rufer, 2020) como responsabilidad de diálogo, como práctica de reciprocidad (Corona Berkin y Kaltmeier, 2012; Corona Berkin, 2019), y enmarcado en un compromiso ético, donde la dimensión afectiva posibilita formas de con-vivir en la universidad de modo más amable con la humanidad.
Para contextualizar previo al desarrollo, resulta interesante mencionar que la licenciatura en Ciencias de la Educación de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP) es una carrera que ha sido cerrada en la dictadura cívico militar que nos tocó atravesar en Argentina, en 1978, y reabierta en el año 2019. Tras más de 40 años de ser clausurada la carrera en dicha facultad, la investigación presentada, cuarta defensa de tesis de grado en la reapertura, buscó no sólo dar visibilidad a las voces de los sujetos partícipes de ese tiempo de reinauguración, sino que, además, pretendió dar cuenta de los aspectos que presenta Ciencias de la Educación como disciplina, de modo buscar otras posibilidades para la educación y la investigación social y como reparación histórica para quienes las diferentes instituciones tienen, aún, una deuda ética, a decir de Arfuch (2018). Los sujetos que participan de la investigación presentada son quienes han habitado desde dicha reapertura hasta el año 2022 y que dan vida, voz y sensibilidad a ella.
Aportes del giro afectivo
El giro afectivo viene influyendo desde la década del 60 en el mundo anglosajón (Biess y Groos, 2014), dando debates con el correr de los años más fuertemente con respecto a la preponderancia política de los afectos y las emociones, de forma esencial en disciplinas como la sociología, la filosofía. Potenciado por las teorías de género y queer y el trabajo que realizan diversas activistas y feministas, según indican Abramowski y Canevaro (2017), quienes manifiestan que, ante la inminente explosión de lo afectivo que vivimos actualmente, se fue profundizando la exhibición y tematización del sentir individual y de la intimidad en diversos ámbitos de lo público (Porta y Ramallo, 2022).
El campo de los afectos y emociones se viene institucionalizando en un “Pensar los afectos” (Abramowski y Canevaro, 2017), gracias a la influencia de espacios que se van desarrollando en diferentes coloquios, seminarios y simposios que intentan ir escapando de la homogeneización y de los dualismos en sus producciones. Justamente, el giro afectivo, como campo emergente, se aleja de una escuela de pensamiento homogéneo, en el desarrollo de una perspectiva acerca del rol de los afectos en la vida pública, cuestionando ciertos esquemas establecidos, y que busca dar cuenta de la dimensión afectiva con relación al cuerpo y la mente desde la razón y las pasiones (Macon y Solana, 2015; Solana, 2017). Pensar los afectos va más allá de mirar desde los binarismos, aunque deben advertirse, sin duda, en una complejidad que busca analizar cómo y por qué se han delineado esas fronteras dualistas entre “lo personal y lo político, lo privado y lo público, lo privado y lo público, lo legal y lo personal, lo íntimo y lo común” (Abramowski y Canevaro, 2017, p. 15).
Por su parte, Lara y Domínguez (2013) señalaban que los estudios del afecto y el giro afectivo representan un marco para la comprensión, para el abordaje de la vida social y formas para explicar la relación entre sujetos y procesos sociales. En el campo de la investigación social, el giro afectivo es abordado desde las diferentes disciplinas, las cuales dan cuenta de la coexistencia de diversas líneas de indagación sustentadas con perspectivas histórico-sociológicas y antropológicas. Debemos advertir, como indican Abramowski y Canevaro (2017), que dichas líneas mantienen la influencia particularmente del mundo anglosajón, como es mencionado en el párrafo anterior, en correspondencia con los significativos cambios en nuestras sociedades contemporáneas y la influencia de la neurobiología, la cual enmarca los afectos y emociones en el ámbito de los hábitos y comportamientos, en contraposición de lo discursivo, lo cognitivo y argumental (Arfuch, 2016, 2018).
La política y la economía, por su parte, también se han inmiscuido en este terreno, haciendo una especie de medición de los índices de felicidad (Ahmed, 2015, 2019). La feminista Sara Ahmed (2019) refiere al giro afectivo como un proyecto intelectual que busca poner en cuestionamiento el rol que cumplen los afectos y emociones en el ámbito de la vida pública y el modo en el que opera en la gestión, la reproducción y continuidad de las representaciones de poder que se dan en las relaciones sociales. En su crítica política, ubica al sujeto mujer desde un posicionamiento biologicista y culturalmente más sensible como característica históricamente impuesta y de orden patriarcal. La autora manifiesta que el feminismo siempre ha estado interesado en romper la dicotomía razón-emoción moderna que critica el giro afectivo (Ahmed, 2015).
Convoca, como refiere Patricia Clough (2007), a un acercamiento transdisciplinario, tanto a la teoría como al método, para experimentar la captura del funcionamiento cambiante de lo político, lo cultural y económico, convirtiendo lo afectivo en el despliegue de la capacidad afectiva. Por tanto, reflexionar sobre la dimensión afectiva en el campo social viene a contribuir no sólo para advertir aquellos dualismos o binarismos que siguen rigiendo en nuestras sociedades, sino para comprender y actuar en consecuencia, para modificar ciertas injusticias y desigualdades; discutir el sentimentalismo y explorar cómo se hace lugar para el odio y también para el amor, el respeto y el orgullo (Abramowski y Canevaro, 2017).
En cuanto al abordaje de la pedagogía en correspondencia a lo expuesto, resulta interesante la propuesta que nos trae Zembylas (2019), quien destaca la importancia del aporte del giro afectivo acerca de la posibilidad de contemplar el distanciamiento entre la emoción y la razón, el fortalecimiento entre lo psíquico y social y la importancia de una política del afecto y la emoción como oportunidades para la pedagogía. Refiere el autor que, para la praxis pedagógica, las pedagogías de las emociones se encuentran involucradas en los modos en los que el conocimiento se desenvuelve, como promotor transformador, como el modo de disponer el afecto y la emoción en un contexto social y político específico, que demanda una reconsideración acerca de recursos teóricos para potenciar la pedagogía. El autor manifiesta que: “En el centro de la pedagogía se encuentra la provocación de la emoción y el afecto” (Zembylas, 2019, p. 16). Aquí, es donde las Ciencias de la Educación, como campo científico, resulta un hábitat fértil y propicio para definir y reflexionar sobre nuevos (otros) modos de potenciar pedagógica y afectivamente en el ámbito de la profesión académica, como se propondrá en adelante.
Pensar los vínculos afectivos y profesionales en la universidad
Las instituciones que nos forman nos dejan huellas como marcas subjetivas coconstruidas en la cotidianidad de nuestras vidas. Dichas instituciones, como la escuela, la familia y la iglesia, suelen dejar(nos) cimientos frágiles para nuestro futuro (Gaggini, 2021). En el campo educativo, ha sido descuidada la dimensión afectiva a la hora de interpretar o intervenir sobre procesos de trasmisión, formación y socialización a causa de tradiciones fuertemente arraigadas a lo académico y racional. Carina Kaplan realiza un abordaje importantísimo y que nos puede ayudar a pensar los vínculos afectivos en la universidad, partiendo de que son las instituciones que nos forman las que nos dejan huellas subjetivas y la necesidad de generar nuevos espacios para una pedagogía más humana. La autora refiere que: “Tal vez ha llegado la hora de abandonar viejas antinomias entre vida académica y vida afectiva para avanzar hacia una pedagogía humanizadora” (Kaplan, 2019, p. 41).
Pensar la vida afectiva (Kaplan, 2018, 2022) requiere ser conscientes de que los procesos de construcción y transformación psicológica y social se encuentran ligados a las transformaciones de largo impacto en la estructura socioemotiva y de que las experiencias subjetivas afectivas son interdependientes de la estructura social. Es allí es donde se sustenta que las emociones deben ser interpretadas junto con lo que acontece en dicha dimensión social (Kaplan, 2018). En consecuencia, el abordaje de los vínculos y las relaciones interpersonales, el giro afectivo como un campo de experimentación teórica y reflexiva, viene a traernos un gran aporte a las diferentes disciplinas sociales y humanas. Asumir los vínculos afectivos como un modo que cuida, como nos invita a pensar Belén Grosso (2021), como un “gesto urgente para evitar daños y sufrimientos” (p. 30).
A partir de lo expuesto, el aporte que presenta la investigación presentada en este trabajo plantea que, para poder interpretar las prácticas educativas en la universidad, resulta indispensable asumir los vínculos afectivos como dimensiones estructurales de la producción y la reproducción de la vida social, que se ven reflejadas en las narrativas, es decir, en las voces de quienes participan de nuestras investigaciones y resultan sumamente relevantes las metodologías a emplear en estas. Es decir que, para abordar los afectos, es necesario asumir un posicionamiento ético-político que busque reivindicar la amorosidad para la interpretación y profundización de los vínculos entre sujetos que habitan los espacios, para poder intervenir en los procesos en clave de (con)mover (otras) nuevas formas de vincularnos afectivamente (Gaggini, 2024). En este marco, al asumir que el sufrimiento social atraviesa nuestras vidas, el lugar propicio que debería acogernos son las instituciones educativas en todos sus niveles, incluso el nivel superior, como posibilidad para sanar heridas sociales que prevalecen en nuestras subjetividades (Gaggini, 2021, 2023, 2024).
Otro concepto asociado a lo manifestado anteriormente y que resulta interesante abordar es el concepto de justicia afectiva, entrelazado al cuidado que deben contemplar las instituciones educativas. En relación con esto, Ángulo Rasco refiere: “en la justicia afectiva donde nos estamos jugando la justicia social, el cuidado de los otros, de los más desvalidos, de los que nos necesitan, de los oprimidos” (2021, p. 28). El cuidado se encuentra, entonces, asociado a la vida como parte esencial de la justicia afectiva misma. Es acercándonos a las emociones de quienes habitan nuestros espacios donde reside la posibilidad de encontrarnos con emociones similares a las propias (Ángulo Rasco, 2012). A su vez, Kaplan (2023), en relación con la justicia afectiva, nos invita a pensarla en términos de la mirada que tienen las instituciones educativas sobre quienes asisten a ellas y la importancia de reflexionar sobre los modos en los que miramos nuestra sociedad y nuestros/as estudiantes, para pensar en la mirada que adoptamos, atenta a lo afectivo.
El desafío reside, entonces, en los modos de “tocar”/“abordar” las vidas en nuestras prácticas pedagógicas cotidianas y en nuestras investigaciones sociales a partir de una práctica afectiva que se vea reflejada en el desempeño de nuestra profesión académica. Práctica afectiva que no necesariamente debemos saber cómo hacer, pero que sí deberíamos darnos el lugar para explorar, reflexionar y educar(nos) cada uno/a de nosotros/as, en pos de una sociedad un poco más justa.
Contemplar los vínculos afectivos, en definitiva, colabora en una intención clara que busca hacerse responsable de los derechos que nos pertenecen por el solo hecho de ser ciudadanos/as, como el de acceder a una educación en cumplimiento de la Ley de Educación Superior. Esto nos interpela acerca de la responsabilidad del Estado nacional de la educación y el conocimiento como derecho humano personal y social y bien público, que nos atañe a todos/as.
Metodologías posibles para abordar los vínculos afectivos y profesionales en la universidad
La investigación presentada, como menciono en la introducción, corresponde a un estudio interpretativo que busca reflejar, además, la importancia de dejar en claro un posicionamiento ético que intenta alejarse al máximo de la violencia epistémica (Pérez, 2019), que se ejerce en relación con la producción y reconocimiento del conocimiento, principalmente por la complejidad de la temática a abordar. Se encuentra enmarcada en una investigación cualitativa que abarca el estudio, la utilización y recolección de una variedad de materiales empíricos (Denzin y Lincoln, 2011) en las voces de quienes son protagonistas y describen los significados de su propia vida (Vasilachis, 2006).
Abordar el campo de la educación superior y la profesión académica desde metodologías minúsculas y situadas (Aguirre et al., 2019; Porta, 2020). En un espacio que va más allá del abordaje clásico y en lentes interpretativas que focalicen las biografías, las huellas formativas y las experiencias emocionales como condición de posibilidad, que afecte y se deje afectar (Clough, 2007), en tanto nos vamos profesionalizando académicamente (Aguirre et al., 2019, p. 14). La profesión académica es entendida, en esta investigación, como aquella que se conforma por sujetos que, en el marco de las universidades, mediante diferentes funciones, construye, transmite y difunde el conocimiento en el marco de la educación superior universitaria (Marquina, 2012, 2020; Fernández Lamarra y Marquina, 2013; Aguirre et al., 2019; Foutel y Marquina, 2021), entre las cuales se encuentran las de investigación o docencia, extensión y la gestión.
La decisión asumida de que la investigación se desprenda de un estudio autoetnográfico, siendo yo misma parte de la población, fue justamente lo que dio lugar a la posibilidad de habitar reciprocidades en cada diálogo. Fue en la posibilidad de escribir, dialogar y pensar los objetivos de la investigación colectivamente, desde la horizontalidad (Corona Berkin y Kaltmeier, 2012; Cornejo y Rufer, 2020), como responsabilidad de diálogo que apuesta por una práctica de reciprocidad (Corona Berkin y Kaltmeier, 2012; Corona Berkin, 2019) y posibilitadora de (otros) modos de vivir mejor. Las metodologías horizontales, como indican Corona Berkin y Kaltmeier (2012), se configuran, en el proceso de investigación y la producción de conocimiento, como una responsabilidad política de posibilidad para (otros) modos de vivir y de habitar el espacio público y, a su vez, se consolidan como herramientas para el diseño de proyectos de investigación junto a otros/as, quienes participan. La práctica y la teoría se encuentran entrelazadas y los sujetos que intervienen en el dialogo recíproco se encuentran ambos en coconstrucción de conocimiento a partir del lenguaje, que, en principio, es un lenguaje de otro y en el proceso se apropia, evitando, en gran parte, la violencia epistémica (Pérez, 2019).
Los intercambios permitieron tejer lazos o redes que evidencian la transformación colectiva, como puede verse a lo largo de la tesis que se presenta aquí. Se pretendió encontrar la manera de ampliar encuentros más amables, asumiendo el compromiso de habilitar (otras) metodologías que habiliten escenarios donde se puedan representar emociones y corporalidades sensibles, de modo de interactuar en un aprendizaje mutuo (Fuentes, 2023). En el quehacer propio de la investigación, abordar los vínculos afectivos y profesionales desde las metodologías presentadas dio lugar a una (otra) posibilidad de encuentros propicios de (trans)formación colectiva (Gaggini, 2023a, 2024), invocando a la presentación por encima de la representación, vislumbrando los modos en los cuales los relatos con otros/as ayudan a crear, interpretar y cambiar nuestras vidas sociales, políticas, culturales y personales (Holman Jones, 2015).
En cuanto a la autoetnografía, representa una corriente dentro de la investigación cualitativa. Según refiere Blanco (2017, 2018), ha ido ganando su lugar sobre todo en las ciencias sociales y humanidades en Latinoamérica, incorporando innovaciones y propuestas diversas de generación de conocimientos (Blanco, 2017), donde la subjetividad se configura en un rol importante en los procesos de investigación, como así también en los/as investigadores/as, quienes dan cuenta de su reflexividad contribuyendo a la existencia de diferentes maneras para generar conocimiento. La autoetnografía parte de un vínculo indisoluble entre lo personal y lo cultural (Guerrero Muñoz, 2017), donde las intimidades son compartidas. Por tanto, dicha metodología representa en sí misma una estrategia de indagación introspectiva de fuerte impacto para este tipo de investigaciones (Bérnad Calva, 2019).
En la investigación presentada, la autoetnografía representa una herramienta metodológica donde la escritura autobiográfica sirve para describir y analizar las experiencias de los sujetos, para interpretar una determinada cultura. En este caso, la vida académica en un contexto particular. La práctica autoetnográfica, además, es una estrategia de indagación introspectiva que reconoce y da lugar a la subjetividad y emocionalidad del propio investigador/a (Adams et al., 2015; Calva, 2019). Representa una forma de mirar el mundo desde un punto de vista específico que busca enseñar y movilizar a las personas. Una política comprometida con la creación de espacios de diálogo y debates que buscan modelar el cambio social (Holman Jones, 2015) en una práctica afectiva.
Invitación y conclusiones provisorias
Para concluir, como bien refieren la mayoría de autores/as presentados/as a lo largo del presente escrito, el giro afectivo ha traído al campo de diversas disciplinas un sinnúmero de cuestiones teóricas y metodológicas en las investigaciones humanísticas y sociales para desarrollar, ahondar y reflexionar, desde la absoluta complejidad. Desde mi posicionamiento, considero que un camino fértil reside en la mirada interdisciplinaria, que busque poner en palabras las voces en los rostros, a decir de Lévinas (2000), intentando la mínima violencia epistémica. Para ello, la escucha y reflexión colectiva constante resultan indispensables. Poner rostro a las voces de los sujetos (Aguirre, 2022), y que estos tengan en cuenta las decisiones que adoptamos, ya sea a nivel macroestructural, desde políticas educativas, como en lo micro, en cada espacio que habitamos como educadores/as.
Desde el posicionamiento presentado, la práctica pedagógica debería, en su esencia, contener una pedagogía afectiva inevitablemente involucrada en la forma en la que el conocimiento funciona, tanto como un promotor de la transformación como una manera de estructurar la emoción y el afecto en un determinado contexto social y político. Esa interpretación requiere una constante reconsideración de los nuevos recursos teóricos para mejorar el potencial de la pedagogía.
Ciencias de la educación es un campo que puede beneficiarse de la reflexión sobre la manera en la que esos nuevos recursos teóricos redefinen el potencial pedagógico de la enseñanza y el aprendizaje de las ciencias, invitando a los sujetos a que se vuelvan más apasionados, más justos y críticos a través de ellas (Zembylas, 2019). Por ende, la importancia de generar las condiciones necesarias para el abordaje disciplinar comprometido con la formación profesional de los sujetos (Ayciriet et al., 2024), para “gestar algunos caminos posibles de cambio en el ámbito universitario” (Bustamante Salvatierra y Gaggini, 2024, p. 81).
Recuperar lo planteado a lo largo de este trabajo como invitación, en función de un mundo que necesita, sin duda, convocar y abrazar (otros) modos de con-vivencia, de conquistar otros mundos posibles a decir de Luis Porta (2018), resulta indispensable, para continuar profundizando indagaciones que busquen revitalizar la profesión académica y los vínculos afectivos, para llevar a cabo políticas en educación superior que den cumplimiento afectivo y efectivo: “al derecho a la educación en el ingreso, la permanencia y la culminación de las diversas carreras y en la concreción de sus anhelos personales y proyecciones profesionales” (Gaggini et al., 2024, p. 19). La dimensión afectiva potencia la dimensión profesional y viceversa. Se trata de un posicionamiento ético y político que representa una responsabilidad recíproca en el acompañamiento afectivo cotidiano, que necesita de gestos en red (Ayciriet, 2023), representando en sí misma una práctica que es afectiva.
Regalar(nos) posibilidades como educadores/as e investigadores/as sociales de (otros) encuentros generosos, contempladores de todas las vidas, asumiendo el compromiso ético-político de habilitar (otras) metodologías, como se presenta aquí, como posibilidad a la autoetnografía y la horizontalidad, como puente para un mejor (con)vivir en común-unidad (Gaggini, 2023b). Ser puente donde las: “conversaciones, las voces sostienen la importancia de los vínculos afectivos y como éstos son una potencia en cuanto al fortalecimiento de la profesión académica” (Gaggini, 2023c, p. 86).
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Códice, óleo sobre tela. Jimena Cabello |
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