https://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2022-260221
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RESEÑAS
El cobarde no hace historia. Orlando Fals Borda y los inicios de la investigación-acción participativa, Joanne Rappaport, Editorial Universidad del Rosario, Bogotá-Colombia, 2021, 327 páginas.
El cobarde no hace historia. Orlando Fals Borda y los inicios de la investigación-acción participativa es el último libro de la reconocida investigadora Joanne Rappaport quien nos introduce en una historia etnográfica de la Fundación del Caribe, de la cual Fals Borda fue uno de sus miembros fundadores y activo integrante. Puntualmente, se rastrean las huellas de una metodología, en ese momento denominada investigación-acción y hoy conocida como investigación-acción participativa (IAP), desarrollada en los Departamentos de Córdoba y Sucre, en la costa sur del Caribe colombiano, entre los años 1972 y 1974. El libro gira en torno a un análisis exhaustivo del quehacer cotidiano, la trama relacional y las dinámicas de articulación entre un equipo de la Fundación y la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC)-línea Sincelejo, una organización campesina de la zona.
A pesar de su brevedad, este periodo es presentado por la autora como clave para sentar las bases de la IAP. Cabe notar que se inscribe en un momento crucial en la construcción de una forma de hacer ciencia en América Latina corrida de los cánones del positivismo. Para quienes nos situamos en el campo de la educación, es habitual reconocer a Paulo Freire como uno de los exponentes de este momento, por lo que las reiteradas referencias de Rappaport a este autor y sus vinculaciones con el sociólogo colombiano no pasan desapercibidas. A partir de la recuperación de voces de protagonistas, se sostiene que Fals Borda conocía la obra del pedagogo brasileño cuando se encontraba en la costa Caribe en línea con lo que se ha documentado acerca de la influencia de las nociones freireanas de diálogo y de concientización en la IAP (Colares da Mota Nieto, 2015, 2018; Torres Carrillo, 2021). Como señala Rappaport, ambos autores sientan las bases conceptuales, metodológicas y políticas para la combinación de investigación y activismo. Más aún, el recorte temporal elegido en el libro conforma un momento liminar en la propia trayectoria de gestación de la IAP donde se busca echar a andar y perfeccionar formas de vinculación y de construcción de conocimiento científico que ya venían siendo sostenidas por Fals Borda y colegas en trabajos previos. De allí la interesante clave interpretativa propuesta según la cual la experiencia de la costa Caribe funcionó como un “laboratorio” (p.63.) donde experimentar las posibilidades de articulación entre ciencia popular y ciencia académica, entre rigor investigativo y activismo político, entre científicos radicales y movimientos populares rurales.
Para llevar a cabo la investigación, de la cual el libro es producto, la autora realiza un minucioso trabajo de triangulación de fuentes que le permite etnografiar la trama relacional de un proceso de investigación realizado hace cincuenta años. Como el mismo libro sugiere, su reconstrucción solo mediante el testimonio de sus protagonistas era limitada dado que no se encuentran vivos, no son rastreables (especialmente en el caso de las bases campesinas) o bien no recuerdan en detalle la cotidiana de esa investigación. Con base en un trabajo con una fuerte impronta inductiva, se lleva a cabo una triangulación del material de dos archivos que preservan el legado intelectual de Fals Borda -el Centro de Documentación Regional Orlando Fals Borda del Banco de la República en Montería, ubicado en Córdoba, y el Archivo Central e Histórico de la Universidad Nacional de Colombia-, la información recogida en las entrevistas realizadas a colegas de Fals Borda y el análisis de las historias gráficas1 producidas entre 1972 y 1974. Estas últimas resultan, sin lugar a dudas, una “ventana para observar el proceso investigativo” (p.84) en tanto allí se plasman los principios rectores de la IAP y, a su vez, habilitan cierto acceso a los sujetos, los modos y la secuenciación de actividades involucrados en la producción colectiva de estos materiales.
La afirmación de Rappaport respecto a que no debe entenderse a Fals Borda como un “investigador solitario” funciona como una entrada potente a la lectura del libro. El tipo de metodología que se delinea en estos inicios de la IAP -por principios, formas y apuestas- requiere un esfuerzo colectivo que no es posible de ser realizado por una sola persona. Este punto de partida que ubica a Fals Borda en prolíficas “alianzas” con otras figuras ya ha sido indagado, por ejemplo, en torno al tándem conformado junto a Camilo Torres Restrepo (Herrera Farfán, 2020). En el caso de El cobarde no hace historia, observamos la relevancia otorgada por la autora a dos figuras sin las cuales difícilmente podría haberse llevado adelante ese proceso de investigación y los resultados a los que fue abrevando. Nos referimos, de una parte, a Juana Julia Guzmán, una campesina activista -ya entrada en años cuando la conoce Fals Borda- que había liderado en la década del veinte una coalición de artesanos/as urbanos/as, obreros/as y campesinos/as para abolir la “matrícula”2 y cuyos recuerdos inspiraron procesos de ocupación de tierras por parte de la ANUC en la década del setenta. Juana Julia y Fals Borda representan, al decir de Rappaport, los dos grupos que se unieron alrededor de la IAP. A ella le pertenece la frase “El cobarde no hace historia” que se decide tomar para titular el libro y que aparece en sus páginas nombrada como la “musa” -política y epistémica- del sociólogo colombiano en su estadía en la costa sur del Caribe.
De otra parte, el libro se detiene en la figura de Ulianov Chalarka, un artista de la ciudad de Montería (provincia de Córdoba) y miembro de la Fundación del Caribe, que desempeñó un rol clave en la construcción de las historias gráficas. Cabe notar que a la memoria de este personaje se encuentra dedicado el libro de Rappaport. Si Guzmán evidencia la articulación entre grupos, Chalarka muestra la conformación de un grupo heterogéneo de investigadores/as-activistas donde cada miembro realizaba un aporte particular.
Al cruzar las dos alianzas mencionadas con los tres principios rectores de la IAP -que se resumen como participación, recuperación crítica y devolución sistemática- encontramos que éstas operaban garantizando, posibilitando y potenciando esta metodología en construcción. Desde el prisma del tándem Juana Julia y Fals Borda, se patentiza la operatoria de la recuperación crítica de la historia en un proceso de práctica-abstracción-práctica. Juana Julia le da acceso a Fals a su historia -la de las comunidades socialistas de la década del veinte y, más en general, la de las resistencias campesinas en la zona- que funciona como un pasado que legitima las luchas y los modelos organizativos del presente. Como lo muestra Rappaport, valiéndose de la combinación de aproximaciones a hechos históricos, interpretaciones de historias gráficas e intuiciones sobre las dinámicas de los cursillos de formación, es por medio de la recuperación crítica que la investigación histórica de la Fundación del Caribe se transforma en un proceso político al ser integrada a la agenda de la ANUC. No es menor notar que, durante los años 1972-1974, esta organización llevó adelante ocupaciones de tierras en diálogo con la recuperación histórica que se encontraba desarrollando la Fundación. Así, lejos del rol de informante clave, Juana Julia relata su historia y en su alianza con el sociólogo colombiano estos relatos son convertidos en argumentos políticos para impulsar las luchas colectivas.
En la interpretación de Rappaport del modo en que la devolución sistemática -otro de los principios rectores de la IAP- se puso en juego en la experiencia de la costa Caribe, Chalarka ocupa una posición fundamental dentro del equipo de la Fundación. Incorpora el lenguaje del cómic a la agenda investigativa y activista. Desde el análisis de la autora, por su trayectoria de migración interna, su conocimiento de la realidad local y su sensibilidad estética, logra ser un “puente” entre las bases campesinas y los/as investigadores/as, entre el campo y la ciudad, entre el lenguaje oral y escrito, entre los relatos orales y visuales. Así se lo coloca como un investigador anfibio, “experto en absorber el conocimiento popular que apuntalaba la lucha de la ANUC” (p.165). En el marco de un equipo heterogéneo, liderado por Fals Borda, los dibujos de Chalarka fueron centrales en la estrategia de devolución sistemática: por medio de un proceso de traducción gráfica se saldaba, en parte, la brecha entre conocimiento científico y popular. Se generaba así un formato accesible que pudiera impulsar la acción política. Las alianzas y los principios rectores de la IAP no actuaban por separado: la grabación del relato histórico de Guzmán por parte de Fals Borda fue transformada por Chalarka, luego de una cadena de “conversaciones multilocalizadas y polifónicas” (p.117), en una historia gráfica.
En el abordaje que Rappaport ofrece de ese proceso investigativo cotidiano, le asigna a Juana Julia y Chalarka una función clave como mediadores, aunque con especificidades. En torno a la alianza entre Juana Julia y Fals Borda se juega gran parte de la mediación entre el activismo y la academia por medio de la recuperación crítica de la historia. Mientras que en la alianza entre Fals Borda y Chalarka, la mediación se entrama entre bases, dirigencias y equipo de investigación a partir del desarrollo de un proceso de traducción requerido para la devolución sistemática. Estas mediaciones resultaban fundamentales dado que, como bien apunta Rappaport, la contribución de la investigación a la materialización de las propuestas de la ANUC eran los términos en los que el propio Fals Boda consideraba que debía evaluarse la metodología que se encontraba gestando.
Una segunda entrada interesante a la lectura del libro, que está vinculada a la autoría colectiva como característica definitoria de la IAP, se teje alrededor de la relación entre el pasado y el presente. Al tiempo en que el libro permite vislumbrar cómo el activismo campesino de la década del setenta conecta con la historia de las resistencias, muestra igualmente la relación de quienes hacen IAP en la actualidad colombiana -signada por el contexto del último proceso de paz con las exFARC- con esa historia liminar de la IAP, y también se propone producir esa conexión con lectores/as de distintas regiones que se encuentran interesados/as en la IAP para el fortalecimiento de sus prácticas presentes de investigación y militancia. En efecto, en el libro se entraman distintos pasados y distintos presentes, siempre atravesados por la necesidad de mirar y recuperar el pasado de un modo crítico y creativo.
Por un lado, los inicios de la IAP muestran la afinidad con la historia como una característica del trabajo de Fals Borda en la costa Caribe. Visto desde ese presente, la historia es concebida como una experiencia vital y como una narración de lo experienciado. De este modo, en el proceso de recuperación crítica, el pasado resulta activador del presente. Por otro lado, la propia investigación de Rappaport puede verse como un enlace entre pasado y presente. Lo anterior se evidencia especialmente en su decisión de incluir en el libro sus reflexiones sobre los talleres que la autora desarrolló junto con grupos comunitarios, movimientos sociales e investigadores/as académicos/as con inserción urbana y rural en distintas zonas de Colombia que se inscriben en la IAP. La socialización de los resultados de su investigación en estos talleres resulta en sí un proceso de recuperación crítica que se propone generar la crítica y reapropiación en torno al legado de la Fundación; esto es, a los inicios y la actualidad de la IAP, a ciertas derivas que la reducen a la implementación de técnicas, y también a la necesaria resignificación de los postulados tal como se concibieron en la década del setenta.
Para finalizar, la lectura de este libro y los debates que pueda suscitar resultan interesantes y necesarios para quienes nos inscribimos en perspectivas metodológicas y epistemológicas críticas en América Latina. Perspectivas que se han multiplicado en las últimas décadas y que se nombran como etnografía colaborativa, investigación militante, metodologías de(s)coloniales, epistemologías y metodologías feministas, entre otras.
El gesto de la autora de recuperar un posicionamiento y unas prácticas fundacionales de otro modo de pensar y hacer ciencia en América Latina, desde una mirada atenta a su génesis, permite transparentar las bases de la construcción de la IAP con sus aciertos y límites, así como reafirmar que no existen recetas metodológicas sino procesos de experimentación colectiva situada. En este sentido, procura mostrarnos una visión no romantizada de ese quehacer investigativo cotidiano. Aparecen allí nudos problemáticos de la vinculación con organizaciones y movimientos populares que persisten hasta nuestros días y que son tematizados por las perspectivas críticas contemporáneas: las dificultades en la formación de cuadros-investigadores/as de base; los variados grados de apropiación de la historia a partir de las instancias de devolución sistemática; la relación del equipo con un sector limitado de activistas de la ANUC, preferentemente sus cuadros dirigentes y campesinos/as con alguna preparación académica, que mediaban los diálogos con el resto de la organización; los grados de reversión del rol de informantes de la investigación y consumidores/as de los materiales producidos en el caso de las bases campesinas; y la influencia real de la investigación en los procesos políticos que se desarrollaron mientras Fals Borda y sus colegas se encontraban en la zona. De algún modo, las tres tensiones estratégicas que el sociólogo colombiano reconocería muchos años después de la experiencia de la costa Caribe ya surgían en el balance realizado respecto a este laboratorio: la relación entre teoría y práctica, la vinculación sujeto y objeto, y la puesta en diálogo entre diferentes formas de conocimiento (Fals Borda, 2007).
De igual modo, la apuesta de la autora por recuperar estos momentos de génesis desde una perspectiva etnográfica requiere dar cuenta de una experiencia investigativa singular, esta vez no la de Fals Borda, sino la de la propia Rappaport. Así, nos permite acceder a distintas instancias de la “cocina” de este proceso de varios años. De algún modo, se espejan la investigación de la autora y la investigación sobre la que ella indaga en sus desafíos y apuestas. La exigencia en el rastreo y manejo de fuentes diversas, incompletas y que se presentan en un primer momento como inconexas, así como el efecto del paso del tiempo sobre la memoria de sus protagonistas y el imperativo de creatividad son algunos de los tópicos transparentados. Si bien la autora se inclina por concebir a la IAP como una epistemología, más que una metodología, el valor del libro reside en permitirle a sus lectores/as el acceso a la dimensión metodológica en acto, comprendida en su connotación no tecnicista. Esto es, a los modos concretos en los que tanto el equipo de la Fundación como Rappaport desplegaron sus principios epistemológicos en el cotidiano de sus investigaciones. Se ponen de relieve así metodologías críticas en acto y en continua construcción, cuestión difícilmente accesible en libros y análisis que se circunscriben solamente al plano teórico-epistemológico.
La invitación a la lectura de El Cobarde no hace historia. Orlando Fals Borda y los inicios de la investigación-acción participativa está abierta. Sin dudas, este libro nutre y alimenta el debate teórico, epistémico y metodológico en torno al legado de la IAP y su diálogo con otras perspectivas críticas. Revisar, actualizar y desafiar lo pensado y practicado por Fals Borda en sus alianzas con otras figuras en la costa Caribe, y luego también en otras regiones de Colombia, es el llamado al que nos convoca este libro.
María Mercedes Palumbo
Universidad Nacional de Luján,
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET),
Universidad de Buenos Aires, Argentina
ORCID 0000-0002-9765-1293
Bibliografía
Notas
1 En la estancia de Fals Borda en la costa Caribe, se desarrollaron cuatro historias gráficas dirigidas a miembros de la ANUC y otras organizaciones campesinas de los Departamentos de Córdoba y Sucre: Lomagrande (1972), Tinajones (1973), El Boche (1973) y Felicitas Campos (1974). Las mismas se encuentran compendiadas y disponibles en: https://babel.banrepcultural.org/digital/collection/p17054coll2/id/71/rec/1
2 La matrícula es un sistema de servidumbre que obligaba al campesinado caribeño a trabajar en haciendas para pagar las deudas que acumulaban por el uso de una parcela.