https://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2021-250107
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DOSSIER
Seis interludios autobiográficos | Seis susurros performativos. Tramas que sentidizan pedagogías de los gestos vitales
Six autobiographical interludes | Six performative whispers. Plots that sense pedagogies of vital gestures
Seis interlúdios autobiográficos. Seis sussurros performativos. Tramas que dão sentido às pedagogias dos gestos vitais
Luis Porta
Universidad Nacional de Mar del Plata
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, CONICET
Argentina
luporta@mdp.edu.ar
ORCID: 0000-0002-5828-8743
Resumen: El artículo recupera, a partir de la propia vida narrada, de una identidad narrativa y de una condición de intimidad en términos autobiográficos, la puesta en acto autonarrada de lo que denomino “el cultivo de algunos gestos” que hablan acerca de cómo aprendí el oficio de acompañamiento en la dirección de tesis. Esa vida narrada da cuenta de una posición ontopolítica y estética con respecto a los sentidos otorgados a la investigación y, en este caso particular, el lugar de acompañamiento del director. Esa vida narrada en términos de socialidades, temporalidades y territorialidades sentidiza momentos y discontinuidades marcados como formas que necesitamos para hacer más vivible el mundo y ponen de manifiesto no solo el oficio, sino también la posición de ser-estar-en-el-mundo. Esas escalas que entraman componentes de mundos (des)conocidos vinculan estas pequeñas historias con los grandes relatos. En este trabajo, presentaré seis interludios autobiográficos que operan como sentidizadores, como susurros performativos que nos permiten encontrar ligazones vitales que definen unas pedagogías de los gestos en el proceso de acompañamiento y formación doctoral. Presentaré seis (dis)continuidades autobiográficas a modo de interludios narrativos para luego co-componer susurros incómodos como sujetos sintientes que somos, como un movimiento que des-compone no solo el campo pedagógico, sino el de la experiencia en términos estéticos, éticos y políticos.
Palabras clave: Investigacion autobiográfica; Narrativa; Pedagogías de los gestos vitales; Acompañamiento; Performatividad.
Summary: The article recovers, from the narrated life itself, a narrative identity and a condition of intimacy in autobiographical terms, the self-enactment of what I call “the cultivation of some gestures” that speak about how I learned the trade of accompaniment in the direction of thesis. This narrated life shows an ontopolitical and aesthetic position with respect to the meanings given to the investigation and, in this particular case, the director's place of accompaniment. That life narrated in terms of socialities, temporalities and territorialities senses moments and discontinuities marked as forms that we need to make the world more livable and reveal, not only the job, but also the position of being-being-in-the-world. Those scales that involve components of (un) known worlds link these little stories with the great stories. In this paper, I will present six autobiographical interludes that operate as sentimentalists, as performative whispers that allow us to find vital links that define pedagogies of gestures in the process of accompaniment and doctoral training. I will present six autobiographical (dis) continuities as narrative interludes to later co-compose uncomfortable whispers as sentient subjects that we are, as a movement that de-composes not only the pedagogical field, but also that of experience in aesthetic, ethical and political terms.
Keywords: Autobiographic research; Narrative; Pedagogies of vital gestures; Accompaniment; Performativity.
Resumo: Este artigo recupera, a partir da própria vida narrada, de uma identidade narrativa e de uma condição de intimidade em termos autobiográficos o que denomino “ o cultivo de alguns gestos” que falam sobre como aprendi a formação de acompanhamento na direção de teses. Essa vida narrada, evidencia uma posição ontopolítica e estética a respeito dos sentidos outorgados à investigação e, nesse caso em particular, o lugar de acompanhamento do diretor. Essa vida narrada, e termos de sociabilidade, temporalidades e territorialidades dá sentido a momentos e descontinuidades marcadas como formas que precisamos para fazer mais vívido o mundo e põe de manifesto, além da formação profissional, também a posição de ser e estar no mundo. Essas escalas que emaranham componentes de mundos (des) conhecidos vinculam essas pequenas histórias com os grandes relatos. Neste trabalho, apresentarei seis interlúdios autobiográficos que funcionam como dadores de sentidos, como sussurros performativos que nos permitem encontrar ligação vital que define uma pedagogia dos gestos no processo de acompanhamento e formação de doutorado. Apresentarei seis (dis) continuidades autobiográficas como interlúdios narrativos para depois compor sussurros que incomodem como sujeitos de sentir que somos, como um movimento que descompõe não só no contexto pedagógico, mas também no contexto da experiência em termos estéticos, éticos e políticos.
Palavras-chave: Investigação autobiográfica; Narrativa; Pedagogias dos gestos vitais; Acompanhamento; Performativo.
La autobiografía tiene que ver con el tiempo, con la secuencia y con lo que forma el flujo
continuo de la vida. Aquí, estoy hablando de un espacio, de momentos y discontinuidades.
Benjamín, citado en Link (2018)
La invitación a participar de una dinámica reflexiva en torno a la formación doctoral me llevóii a caminar sobre terrenos resbaladizos (Tuhiwai Smith, 2017), toda vez que estamos atendiendo la porosidad de las perspectivas, los pliegues y repliegues de las propias vidas vividas. El ejercicio que realizaré dará cuenta de una posición en el mundo, una identidad narrativa (Arfuch, 2019) y una condición de intimidad (Jullien, 2016) que pone en juego mi propia memoria narrada, autonarrada en relación con el cultivo de algunos gestos[1] (Haudricourt, 2019) que hablan de mi propia vida, de cómo aprendí el oficio del acompañamiento en la dirección de tesis, entendiendo que ese oficio (Litwin, 2008) pone en juego el oficio de ser profesor (Mancovsky, 2009). Por tanto, esa vida narrada en términos de socialidades, temporalidades y territorialidades (Clandinin y Connelly, 1995) sentidiza momentos y discontinuidades marcados como formas que necesitamos para hacer más vivible el mundo y ponen de manifiesto no solo el oficio, sino también la posición de ser-estar-en-el-mundo (Coccia, 2011). Esas escalas que entraman componentes de mundos (des)conocidos vinculan estas pequeñas historias con los grandes relatos.[2] En este trabajo, presentaré seis interludios autobiográficos que operan como sentidizadores, como susurros performativos que nos permiten encontrar ligazones vitales que definen unas pedagogías de los gestos en el proceso de acompañamiento y formación doctoral. Presentaré seis (dis)continuidades autobiográficas a modo de interludios narrativos para luego co-componer susurros incómodos como sujetos sintientes (Ahmed, 2019) que somos, como un movimiento que des-compone (Ramallo y Porta, 2020) no solo el campo pedagógico, sino el de la experiencia en términos estéticos, éticos y políticos.
La vida sensible, como cuerpo sensible (Le Breton, 2010), reconoce, en ese espesor simbólico (Petit, 2016), temporalidades difusas (Porta, 2020) que rompen la linealidad clásica del tiempo y aseguran la re-constitución de la memoria a partir de una escala de grises (Rivera Cusicanqui, 2018) donde el tiempo autonarrado no es solo pasado o presente, sino futurabilidad (Berardi, 2019) y deseo. José Esteban Muñoz (2020) lo vincula con la noción de utopía, con las batallas históricamente situadas como “una especie de potencialidad abierta, indeterminada, como los contornos afectivos de la propia esperanza” (Muñoz, 2020, p. 25). Estos tiempos narrados en términos de una autonarración son, a la vez, sensibles y disruptivos, implican dar una lucha por la representación, nos permiten oír el silencio y comprender pequeños-grandes cambios que afectan nuestras vidas —nuestra vida en un tiempo mayor, en una narrativa del mundo— a partir de la experiencia humana, empática (de Waal, 2011) y performativa (Hang y Muñoz, 2019). La intimidad narrativa pone en el centro de la escena los misterios y bellezas de los paisajes que habitan nuestras vidas, como un continuo sensual-intelectual (Brady, 2017) donde lo inexplorado es vital y lo silenciado interpelación sensible: las pedagogías como experiencias vitales, como producciones coreografiadas que promueven movimientos, dislocan, descomponen a favor de prácticas de resistir y re-existir para volver sobre nosotros mismos, para ser mejores y para hacer el mundo respirable y vivible (Ahmed, 2019). Vamos a los seis interludios autonarrativos que, a modo de capa sobre capa, constituyen una mixtura (Coccia, 2017), una vida que define una posición situada en tiempos inquietos (Haraway, 2019) que amplifica y subvierte la pedagogía clásica en pos de pedagogías sensibles a partir de transgredir fronteras y des-cubrir en gestos vitales las vibraciones intersubjetivas disponibles.
Era un pueblo muy pequeño de la pampa, en la Provincia de Buenos Aires. Allí donde nací y crecí, hasta mi adolescencia, las tardes eran muy calurosas, aunque el aplastante calor cedía en la noche. Se podía escuchar, desde la siesta obligada, algún radioteatro que sonaba en la radio de alguna casa vecina que resistía la siesta a la sombra de alguna pérgola. La noche era deseada como se desean las noches estrelladas. El regador pasaba por las calles de tierra al atardecer. Ese olor a tierra mojada está registrado en mi memoria, como el de los tilos de la plaza del pueblo. Al anochecer, los sillones y reposeras eran ubicados en las veredas del vecindario hasta el horario de la cena. Las conversaciones de un lado a otro de la calle recorrían comunes realidades de gente de pueblo, sencilla, pero con la condición amistosa y refrescante como la del riego sobre la tierra. Ese es el momento que recuerdo: el cielo oscuro, como la oscuridad misma de la noche en el campo. Mi papá y yo. Si hasta puedo recordarlo levantando una mano, en medio de la calle, por la que pocos automóviles transitaban, señalando las estrellas, las constelaciones de ese cielo del sur. Esos veranos, me enseñó y aprendí a leer el cielo, a narrar el cielo. Su dedo índice de la mano izquierda apuntaba el cielo, su otra mano, abrazaba la mía, como si necesitara de más abrigo en medio de tanto calor. En esa inmensidad pequeña en la que uno es universo y pequeña humanidad.
Hoy quisiera decirte, hablarte despacio de cosas que… -quien sabe si son mías. Por eso te escribo de tu hijo / de un modo que en otro momento no me atrevería. El ha sido mío. Durante todo el año. Yo viví sus gozos, sus llantos y alegrías. Y hoy te lo devuelvo / de nuevo es todo tuyo / nunca lo perdiste… / Pero aunque no lo creas yo lo compartía / A mí me contaba sus grandes aventuras / de monos, tigres, elefantes / Y yo lo escuchaba… / -Tú lo has escuchado? / Y él se sentía una persona importante…/…o su enorme drama de no poder ser grande / para usar un traje o zapatos grandes / Y entonces usaba su ropa de hombre / Y hasta se pintaba, sí, con acuarelas…/ Y ahora no lo tengo / Ya cambia de escuela… / Puedo pedirte que lo quieras mucho? Que lo escuches más? Qué vivas con él más apretadito? / Dale tu fuerza de adulto, firme pero dulce. / No mires sus yerros / Hazle sentir que lo quieres / El niño es dulzura además de mente. / Más, si tu preguntas el por qué de todo esto? / Por qué de consejos? Por qué de reclamos? / Yo te diría que tu hijo es mío / aunque tú lo lleves siempre de la mano / Y ahora te dejo / más cuando desees visitar mi casa / ven hasta la escuela / Quisiera que veas en mí a una amiga / Quisiera ser por muchísimos años: Señorita Cristina. (C, comunicación personal)
Este poema es un regalo, emocionante para mí, que atesoro desde que dejé el jardín de infantes y que mi madre me traspasó. El mensaje de la Señorita Cristina el último día de Jardín, hace muchos años y que, a mi madre, le había entregado. La recuerdo afectiva, sensible y amorosa. Era su predilecto, siempre dispuesto, siempre atento a encontrar un atajo. Yo vivía a una cuadra del Jardín de Infantes. El mejor recuerdo: los días de lluvia, para que no me embarrara en esas calles de tierra llenas de lodo, me tomaba en sus brazos, paraguas en mano y, abrazados los dos, me llevaba hasta mi casa. Un recuerdo triste: mi primer día de clases al año siguiente, en primer grado, cuando todos mis compañeros estaban felices, lloré sin parar por no estar cerca de ella. Recuerdo que me cruzaba el patio, cambiaba de edificio para verla y darle un abrazo. Hoy aún, aunque no llueva, cuando vuelvo de visita, ahora ya como amigo y después de casi una vida amistosa, vuelvo por ese abrazo sensible y reconfortante.
1994. El número cinco, resultante de la sumatoria de 1994, en la numerología, nos remite a la libertad, al movimiento, a la apertura mental, a la expansión de los sentidos, a la inquietud y a la curiosidad. Casi sin percibirlo y de manera intertextual, el mundo se dislocó a partir del preciso instante en que traspasé el portón de madera de la vieja casona en la que ella no vivía, pero estaba ahí. Amo el arte, el arte en todas sus formas: soy un ser humano en búsqueda de expresión, había asegurado Victoria Ocampo.[4] Los años en su casa, casi diez, la hermandad manifiesta, la imaginación creativa desplegada y su proyección singular en lo que vino después otorgó sentidos a los mundos, mis mundos sensibles. El campo de la cultura como territorio expansivo de creatividad hizo descubrir el jardín con sus olores y colores, sentir la sensación de que se está dentro del tilo o escuchar el crujir de la madera en la noche solitaria recuerda a alguien que aún vive allí. Espíritu creativo, desafió cánones y transgredió. En una visita a su casa de San Isidro, su biblioteca me convocó. Como un camino sinuoso y voluptuoso de un viaje, como si fuese el Ulises de Joyce, cada libro extraído de esa biblioteca tenía las marcas, los pies de página, las escrituras de su lectora excepcional. Si todo escritor es lo que lee y la vanguardia representa el ejercicio de ruptura y la fuerza necesaria para cambiar algo, ese desborde y esas concatenaciones sensibles invirtieron y subvirtieron en mí, de manera altisonante y polifónica, entrecruzamientos imposibles de pensar en las materialidades terrenales. Volver a casa era y sigue siendo la morada interior que, como en la trayectoria de un vuelo, aletea y desenmascara estratos de la vida en experiencias sensibles ante la descarnadura del mundo.
Desde la ventana de su escritorio, tapado de libros, se veía la Cuesta del Veleta, una de las montañas más altas de Sierra Nevada en Granada. Me acogió en su casa a mí y a mi familia. Mi hija aprendió a dividir con ella, yendo a la escuela mientras su Sonia y yo estudiábamos el doctorado. Uno de los primeros años de llegada a la ciudad, casi siempre en invierno, nos preparó nuestro apartamento en el que vivimos. Un oso de peluche sobre la cama de Ámbar esperaba para recibirla en esa ciudad, aún desconocida. Años después, volví con mi hijo menor —Octavio— para que la conociera. El Albaicín no tuvo rincón que no conociera, la fiesta de San Cecilio, la de la Cruz, la Semana Santa, las Navidades y Noches Viejas con sopa caliente, los limones de su patio lleno de malvones, el calor de la mesa estufa que, metiendo los pies debajo del mantel que la cubría, mantenía el calor corporal y afectivo. Fueron muchos años, casi no recuerdo cuántos. Volver a Granada me retrotrae a las experiencias más vitales. El Paseo de los tristes, las cuevas de los gitanos y, sobre todo, las visitas todos los domingos a La Alhambra. Cada rincón está en mí. Un domingo de lluvia fuimos juntos al Festival de Poesía en La Alhambra, música y poesía para dar testimonio del gran poeta Miguel Hernández. Emocionalidad en su máxima expresión. Sin tener certeza por donde ir en mi tesis doctoral, en su escritorio de trabajo, tomó un papel y, casi como si fuera una artista, dibujó mi tesis: el tema, el problema, los objetivos, la metodología estaban en ese registro que defino como performático: seguridad, anticipación, compañía y profunda amistad fue lo que encontré en Naty. Corría el año 1996. El 19 de abril de 2020, ya jubilada desde hace mucho tiempo, en medio de la pandemia y queriendo tener noticias suyas, me escribe: “Tu voz ha sido un rayo de luz en medio del embrollo que nos ha traído el virus […] A ver si cuando salgamos del encierro me da por viajar, a mis años” y, más adelante, el mensaje dice: “Tu siempre serás joven porque tienes corazón limpio y la cabeza clara. Y vales un montón”. (N, comunicación personal) Volver a Granada, como si fuera Boabdil, resistiendo el reclamo de su madre Aixa, me llama como si fuera un susurro incómodo y un extrañamiento hipnótico que ya es hora de volver.
Hola, Luis, ¿cómo estás? El asunto no es muy académico, pero el contenido del mail tiene mucho de ello. Hace unos días, en medio de este aislamiento y la incertidumbre de la pandemia, me he puesto a repasar mi biografía académica. No sé si tuve la oportunidad, alguna vez, de contarte esta historia, pero creo que este es el momento de narrarla o re-narrarla. Al regresar a mi trayecto formativo apareces casi inmediatamente. Inicié la carrera de Letras con mis cuatro hijos y un divorcio muy traumático. Cursar en la facultad era un desafío. Me animé muy tímidamente, pero la academia me devoró casi de inmediato. Y ahí apareciste. Me diste una oportunidad. Recordabas mi cursada de Problemática y me ofreciste presentarme a final. Recuerdo que estábamos en la escalera correspondiente al piso de los Departamentos. Había llegado a la facultad para devolver unos libros, ya no podía seguir adelante. La falta de trabajo y un desalojo próximo hacían imposible que continuara. Pero vos me viste entre todos tus estudiantes, te acordaste y pudiste rescatarme. Me rescataste de todo, del abandono, de la exclusión, de la falta de oportunidades. Creíste que, a pesar de todo, yo podía hacer algo más.
Y así regresé a la facu. La elaboración de ese trabajo fue mi timón. Y puse el barco en su rumbo. Recuerdo que mi mamá se sentó varias tardes a pensar conmigo sobre qué trataría y a buscar la bibliografía pertinente. Un compañero me había regalado la colección de Zona Educativa y allí lo encontré. Para su escritura, mamá me ayudaba con los cambios de pañales y las mamaderas. Pasaron los años y apareciste nuevamente, ahora con la Especialización. Y aunque llevó tiempo. La muerte de mi nieta y la necesidad de tomar distancia de todo me llevo a sentarme en las vacaciones de invierno del año pasado a cerrar ese ciclo. Y un día llegaste, allá por 2013, con las novedades del Doctorado. Todavía recuerdo al grupo reunido en Adum[6]. Me pregunté tantas veces qué hacía ahí. Y luego llegaron los seminarios, el viaje a Rosario, el proyecto de tesis. El desborde laboral y las demandas familiares demoran la concreción de esa meta. Pero cada día, cuando me siento frente a la computadora, estoy segura de lograrlo. Desde el año pasado me diste la posibilidad de sumarme al equipo de TACA.[7] Y lo defino así porque no hay otro modo de hacerlo. Somos eso, un equipo. Es la experiencia laboral más enriquecedora que tuve y me ha permitido crecer profesionalmente como nunca antes.
Es por ello, Luis, que necesitaba compartir con vos esta historia, que es la mía, pero que seguramente debe representar la de tantos otros estudiantes que tuvieron la oportunidad de cruzarse con vos en su formación. Y, estoy segura que al igual que ocurrió conmigo, dejaste huella, la imborrable huella que solo pueden dejar aquellos que son reconocidos como docentes memorables. Mi eterno agradecimiento. María. (M, comunicación personal, 26 de abril de 2020)
Vida. Puede haber sido una de las mañanas más calurosas de ese verano. 16 de enero de 2003. ¡Ya está! Dijo el médico. — ¡No quiere salir!, mañana haremos la cesárea. Tu mamá sollozaba porque quería que nacieras por parto natural, pero vos no querías salir de la tranquilidad de nadar en aguas tranquilas. Siempre los brazos detrás de tu cuello, desde que te vimos en la ecografía, y que supiste tener hasta hace muy poco. Si pareciera que estabas pensando, reflexionando, adelantándonos ya tus modos de ser y de sentir en el mundo. No dormimos esa noche, todas nuestras esperanzas, miedos y fantasmas estaban circulando. Y a las 8:20 de la mañana nos diste una de las alegrías vitales más importantes de nuestras vidas. — ¡Mire esos ojos, Carlitos, ese niño será científico! —Era la conversación de los abuelos. No has parado, desde ese momento, de descubrir el mundo y de hacernos descubrir el nuestro, el mío por lo menos. Imparable descubridor del mundo, inquieto, travieso y peligrosamente resbaladizo. Reflexivo ahora, respetuoso y sensible. Una estudiante,[8] enterada de tu nombre, me obsequió, entendiendo al regalo como algo que se da como muestra de afecto, el cuento de Ana María Shua, Octavio, el invasor, donde narra con particular encanto la maravillosa experiencia del pasaje de transmigración, como si fuera una peregrinación del espíritu y alma de un cuerpo a otro: “un cuerpo desconocido en un mundo desconocido”. Has podido desarrollar la capacidad de empatía. Como un aprendizaje vital, me has hecho volver sobre dolores profundos, sobre la reconstitución de los tejidos más abigarrados y sobre la posibilidad de tocar la fibra: intimidad y proyección. Como el calor, el mar y el cielo.
Recupero estos seis relatos autobiográficos a modo de bricoleur (Denzin y Lincoln, 2011), como productor de nuevas formas de conocimiento en una frontera borrosa entre la hermenéutica del entendimiento, la fenomenología infinita (Berardi, 2017) y la inquietud hacia la des-composición del mundo. Ese hacer poético (De Certeau, 1999), esa propia historia puesta en juego a partir de la imaginación creativa, toma para sí herramientas estético-narrativas que me permiten, a modo de montaje, imaginar susurros performáticos que definen los sentidos vitales de unas pedagogías de los gestos para la formación doctoral. En este punto, acordamos con Yedaide (2019) en que debemos pensar en las pedagogías doctorales con plena consciencia de los legados que, aun cuando expresan una voracidad y radicalización inusitada, van cediendo a nuevas formas de narrar-nos.
Si en la condición biográfica las temporalidades son difusas (Porta, 2020; Halberstam, 2011; Britzman, 2016) y los territorios trastocados, partimos de esa posición (Christians, 2011) para pensar la formación doctoral y su acompañamiento: en biografías que concatenan tiempos y territorios en experiencias sensibles, en cuerpos sintientes y en vidas afectantes y afectadas. Esa doble dimensionalidad que irrumpe como un rizoma infinito, como una concatenación abierta de conjunciones: y… y… y… (Berardi, 2017), nos desplaza en el ámbito de la sensibilidad estética y de la sensitividad emocional. La producción performativa que sentidiza (Flores, 2019) una tesis puesta en términos de una sensibilidad creativa crea un sinnúmero de constelaciones que no siguen líneas de un orden predeterminado: el vínculo entre la comunidad narrativa, que incluye al tesista y a quien acompaña, tampoco tiene en la red espacio-tiempo un tiempo líneal y un espacio fijo. Está apoyado en la sensibilidad como la creación de conjunciones guiada por los sentidos (Berardi, 2017). Esa red que conforma la comunidad narrativa es la que, desde nuestra experiencia, sostiene, anima y anticipa. En este sentido, la noción de comunidad se apoya en la convivencia con la otredad, en la construcción de la nostredad (Wayar, 2018; Shock, 2011, 2017) haciendo foco en las experiencias en común “podremos bajar las defensas y dejar de buscar (¿Por qué yo?) y pedir ayuda para la acción (¿Cómo hago?)” (Wayar, 2018, p. 23), en el apoyo y co-construcción colectiva de unas prácticas que acostumbran a ser individuales, pero que adquieren potencia en términos colectivos en la línea que proponen Agamben, Espósito y Nancy.
Ser-en-común, ser-con-el otro, es ser en la ausencia, en la imposible identificación unitaria y en la negación de toda clausura. Vivir en el marco de una comunidad de lo (im)político es predisponerse a la exposición a lo distinto, al devenir de la existencia de singularidades múltiples, con la existencia de una heterogeneidad inerradicable en donde la apertura hacia la otredad haga posible la celebración de un modo de convivencia comunitaria. (Bessone, 2011, p. 33)
Experiencia sensible y co-composición de comunidad que definen performativamente la opción desde la que narrativamente construimos sentido de los gestos que conforman las pedagogías doctorales. La condición de movimiento desarma las convenciones, inventa nuevos cuerpos, nuevas posibilidades de encuentro, agrupamientos y devenires. Se trata de una:
Posición que pone el foco en lo que resulta del proceso artístico-investigativo y que, por medio de sus acciones, cuestiona los paradigmas tradicionales y el sistema binario de pensamiento (obra, proceso, autorx/espectadorx, representación/presentación, privado/público, arte/realidad, sujeto/objeto, cuerpo/mente, significado/significante, por nombrar algunos) para centrarse en la experiencia del acontecimiento. (Hang y Muñoz, 2019, p. 14)
Las pedagogías de los gestos son una apuesta sensible que trastoca las condiciones de temporalidad y territorialidad: como un entendimiento especular empático en el marco de la co-construcción de comunidades narrativas que, performativamente, apuestan por la ampliación de sentidos y la imaginación creativa: concatenaciones sensibles en que la experiencia estética trasunta modos de ser-y-estar-en-el-mundo. Los seis interludios narrativos susurran sentidos, concatenan sensibilidades corporeizadas, recuperan memorias narradas y nos permiten realizar un ejercicio de metaforización (Lakoff y Johnson, 2017) en torno a los modos en que hemos co-compuesto la autobiografía con las prácticas de dirección y acompañamiento de tesistas doctorales.
Narrar el cielo. Como ese dedo de la mano izquierda de mi padre señalando el cielo negro y estrellado, junto a su otra mano abrazando la mía, es la manera en que practico el oficio de acompañar una tesis. Enseñar a leer las constelaciones, esos conductitos anónimos (Porta y Martínez, 2015) que permiten no solo hacer temblar el mundo, sino vivirlo en una instancia profunda de coaprendizaje. Trabajar “bajo tachadura” (Derrida, 1989) como modo de llegar a la comprensión/narración del cielo y de sus constelaciones im-posibles a partir de vivir mundos que aún estar por venir. Visitar el campo académico e imaginar conexiones otras que amplifiquen las redes que nos permitan comprender-nos en esa pequeña humanidad que humaniza la vida en un universo no exclusivamente contemplativo.
Cuidado y abrazo. Volver sobre el abrazo reconfortante y sensible pone en juego lo que Innerarity (2008) denomina “la hospitalidad” como categoría ética que se revela desde una dimensión antropológica. En este sentido, la condición de hospitalidad consiste en la apertura hacia lo otro y los otros, estar abierto a los requerimientos del mundo. El abrazo y el cuidado, en una disposición coreográfica de experiencias situadas y de afectaciones sensibles, hace que necesitemos volver más allá de la lluvia, porque reconforta y porque está ligado a una intimidad construida solo a partir de la experiencia.
Amplificar paisajes sublimes. La necesidad de crecer sobre la base de uno mismo, curiosear, visitar otros lenguajes, experimentar viajes creativos que conecten multiplicidad de formas estéticas nos permitió encontrar la poesis cultural (Stewart, 2017), la generatividad de las cosas emergentes (Stewart, 2017) que tratamos de transitar en cada una de las producciones artísticas, objetos performativos en los que se transforma una tesis, nos remite a resurgir en formas siempre diferentes. Retomando la idea de vivir las artes en todas sus formas y de ser un ser humano en búsqueda de expresión, practico el vínculo entre director y tesista parafraseando al pintor y poeta William Blake (Bodei, 2008), quien lo compara con un pozo que contiene una limitada cantidad de agua, con una fuente que desborda continuamente agua siempre nueva. Experimentar esa condición creativa no es más que poder desenmascarar la descarnadura del mundo, libre, en movimiento y con aperturas mentales.
Imaginar y anticipar otras vidas. Aprendí y pongo en juego, en la dirección, la posibilidad de crecer y, a su vez, alejarme de mí. En la práctica de dirección, puedo experimentar trayectorias alternativas que anticipan los modos de re-construcción de otras vidas, entendiendo que, en una tesis, se ponen en juego las vidas. Ejercito volver constantemente sobre mí, porque eso me permite reconstituirme para poder anticipar, dibujar artísticamente la proyección de una tesis. Es como si la condición narrada del deseo brindara el horizonte de posibilidad (Berardi, 2019), la anticipación de hasta dónde se puede llegar.
Creer, rescatar y ver. El testimonio (Hartnett y Engels, 2017), como relato etnográfico poético de María, me pone en otros gestos vitales: creer en el otro, rescatar al otro de un fondo quizás sin fondo, y verlo. La posición de la dirección como acompañamiento que permite, en la escucha, el rescate y la mirada la habilidad para alternar planos y dilatar tiempos. Nos permite, en un momento de aislamiento e incertidumbre, captar una vida, realizar un ejercicio de montaje de imágenes en movimiento para re-crearla de manera conjunta. El proceso deja de ser doloroso y se transforma en placentero y vital.
Dar vida y transmigrar. Dejar que nazca, porque la vida nos hace volver sobre las aguas tranquilas o sobre los cielos electrizantes. Transmigrar (Shua, 2008) porque requiere movimiento y des-composición y, por tanto, aprendizajes. Pongo en juego en la dirección de las tesis la humanidad necesaria que me permite aprender con-en-desde otros; desde la experiencia de los pares y desde la potencia creativa de los jóvenes. Por lo tanto, permitir que nazca, que vea la luz una tesis, es saber hasta dónde puede llegar, es un nacimiento que llena de vida y de alegría: toca la fibra (Sedwick, 2018).
ST, grabado. Raquel Pumilla
Los seis susurros performativos nos ponen en la profundidad de pedagogías doctorales, nos zambullen en gestos vitales, sensibles en el proceso de acompañamiento y de co-aprendizaje que significa una tesis doctoral como producción vital. En esta sentidización, la posibilidad de narrar el cielo a partir de las constelaciones im-posibles, sentir la hospitalidad a partir del abrazo y el cuidado, amplificar, a partir de la imaginación creativa, la dimensión estética, tener la capacidad de anticipación a la vez que rescatar, creer y ver las condiciones y posibilidades de proyección del otro nos permiten, finalmente, dar vida, crear, transmigrar a partir de la concatenación de sentidos que ponen en juego vidas y proyecciones. Tocarse, abrazar, pone la dimensión de corporeidad; leer, ver, recupera la condición parpadeante de ver el mundo de muchos colores; escuchar las voces y los silencios brinda la posibilidad de descubrir vibraciones con musicalidades propias. Finalmente, oler y degustar implica entrar a visibilizar percepciones otras, co-componer mundos, dislocar sentidos. La empatización pone en juego todos los sentidos como modo de acompañar, ser y sentir en el dificultoso, sinuoso y voluptuoso viaje de aprendizaje que significa la tesis doctoral. Afirma Sontag (1984) que “debemos aprender a ver más, a oír más, a sentir más” (p. 30). Necesitamos una erótica de conocer, ser y saber (Ramallo y Porta, 2020) que, de manera delicada e intensa, como lo hace Julián López en su novela La ilusión de los mamíferos, incite a los personajes a ilusionarse por estar livianos en la vida, ilusionarse con el amor y persistir en el viaje hacia el corazón de los otros ya que en esas búsquedas, encuentros y co-composiciones se producen los movimientos, las líneas de fuga —por otro mundo de posibles— (Guattari, 2013) que dan sentidos y convidan a las vidas.
Notas
[1] A los efectos de facilitar la lectura del documento se utilizará el “masculino genérico” para hacer referencia a los distintos sujetos (las/los/les, investigadoras/investigadores, las/los/es, tesistas, etc.)
La noción de Pedagogía de los gestos la hemos desarrollado in extenso. Puede verse el artículo de Tranier, Bazan, Porta y Di Franco (2020), Concatenaciones fronterizas: pedagogías, oportunidades, mundos sensibles y COVID-19, en Revista Praxis, 24(2), 1-18. Universidad Nacional de La Pampa.
[2] La categoría de pequeñas-grandes historias la hemos desarrollado en algunos otros trabajos. Puede verse el artículo de Ramallo y Porta (2017), José y los “Jóvenes dorados” de Mar del Plata: pequeñas historias en grandes relatos del bachillerato argentino, en Revista del IRICE, (32), 133-152. Rosario.
[3] Los seis interludios autobiográficos narrativos recuperan relatos del autor de este escrito como ejercicio de autorreflexión en torno al oficio de la dirección de tesis. Hemos reflexionado acerca de la (auto)etnografía como instancia de formación/reflexión/investigación en el artículo de Aguirre y Porta (2018), Sentidos y potencialidades del registro (auto)etnográfico en la investigación biográfico-narrativa, en Revista Linhas Criticas, 25, 738-757. Brasilia.
[4] Victoria Ocampo (1890-1979) fue mecenas cultural de Argentina y cronista de una época. Vida interesante, desprejuiciada y transgresora, si la hay, es la suya. Dedicó su vida y su riqueza a su proyecto vital: Revista y Editorial SUR, donde llevó adelante su política de traducciones y publicaciones por más de 60 años. Fue la gran escritora de la intimidad ya que su correspondencia y su autobiografía es un claro ejemplo de este formato escritural. En Mar del Plata, tuvo una casa de veraneo, construida en madera, traída desde Inglaterra en barco y que recibió por herencia de su familia. Allí pasó decenas de veraneos junto a sus amigos escritores. Hoy funciona como centro cultural una vez que fuera adquirido por el municipio e integrado a los bienes culturales de los marplatenses.
[5] Reproduzco con autorización de su autora, María Galluzzi, docente e investigadora de la Facultad de Humanidades de la UNMDP, el mail que me enviara el 26 de abril de 2020.
[6] Agremiación Docente Universitaria Marplatense. Se llevan adelante actividades no solamente sindicales, sino también formativas.
[7] Taller de Aprendizaje Científico y Académico, asignatura de la carrera de Ciencias de la Educación. Forma parte de lo que podemos denominar “asignatura de bienvenida” a la Universidad, la Facultad y la Carrera.
[8] Alejandra Cornide, estudiante de la carrera de Letras de la Facultad de Humanidades y exalumna de la asignatura en la que trabajo.
Referencias
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Recibido: 2020-10-07
Revisado: 2020-11-17
Aceptado: 2020-11- 17