DOI: http://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2016-200103
ARTÍCULOS
Respeto y procesos civilizatorios.
Imbricación socio-psíquica de las emociones
Respect and civilizing processes.
Socio-psychic overlap of emotions
Carina V. KAPLAN* y Verónica S. SILVA**
Resumen: En este trabajo presentamos una serie
de aproximaciones teóricas acerca
del fenómeno del respeto en su dimensión
socio-psíquica a los fines de
alcanzar una compresión profunda de
la estructura afectiva que los jóvenes
construyen en la vida escolar. Partimos
de la consideración de que en nuestras
sociedades capitalistas el respeto es un
bien simbólico escaso. El miedo a la
pérdida del prestigio o estima social y a
la degradación personal se erige como
un regulador del comportamiento y
como mecanismo eficaz de control
y auto-control de las emociones. Las
disposiciones sociales y morales imprimen
modos específicos de vinculación
a través del respeto mutuo formando
parte de una estructura emotiva de
matriz sociocultural e histórica.
Palabras clave: Respeto; Estructura
emotiva; Jóvenes estudiantes; Sociología
figuracional
Abstract: In this paper we present a set of approaches
on the phenomenon of respect
in its socio-psychic dimension, in order
to achieve a deeper understanding
of the emotional structure that adolescents
construct in the school life dimension.
Our fundamental premise is
that in our capitalist societies respect is
a scarce symbolic asset. Consideration
for others is the result of a complex and
arduous civilizing process. The fear of
losing reputation or social esteem and
personal degradation stands as a regulator
of behavior and as an effective
mechanism of control and self-control
of emotions. Social arragements determine
and stipulate specific modes of
linking through mutual respect as part
of an emotional and historical sociocultural
configuration matrix.
Keywords: Respect; Emotional structure;
Adolescents students; Figurational
sociology
Introducción
Las diversas maneras de ser o de sentirse estudiante se vinculan
con las propias condiciones de existencia: el origen
social, los vínculos con la familia, los compromisos económicos,
la relación con la cultura y la función simbólica conferida
a su actividad (Bourdieu, 1978). El ser estudiante coloca a los
jóvenes en una posición específica en la estructura social; privilegiada
en comparación con aquellos que no tienen las oportunidades
o recursos para estudiar en la escuela secundaria. Es
preciso romper con una idea homogénea y unitaria de la condición estudiantil, la situación de estudiante no
presupone uniformidad de las constricciones
materiales y simbólicas de vida. Al mismo
tiempo, las identidades estudiantiles varían en
función de los contextos y épocas. Preferimos
referirnos, entonces, a los y las estudiantes en
plural.
Serie “Yo te anido”,
lápiz sobre aguadas. Paula Rivero
Asistimos en Argentina a la presencia de
jóvenes que son primera generación en su hogar
que transita la escuela secundaria o media.
No es un dato menor de contexto que la educación
secundaria (que abarca a jóvenes de 12
a 17 años de edad) se ha tornado obligatoria
recientemente, esto es, a partir de la sanción de
la Ley de Educación Nacional 26.206 del año
2006. Este hecho representa una ruptura respecto
a una matriz selectiva y excluyente que
ha caracterizado desde su génesis al sistema
educativo nacional, que sólo vislumbraba el
nivel secundario para la formación de las elites
gobernantes y/o para los grupos que continuarían
estudios en la universidad. (Filmus
y Kaplan, 2012).
La extensión y democratización de la educación
básica obligatoria trae aparejado nuevos
desafíos vinculados a la necesitad de concretar
el cambio de paradigma cultural que requiere
la inclusión. Individuos y grupos que han
estado históricamente excluidos de la escuela
secundaria la avizoran ahora como una posibilidad
simbólica. Estos sectores sociales que
ingresan a la escuela han sido históricamente
nominados y figurados como “bárbaros”,
“ineducables”, “incivilizados”.
Hemos consolidado una línea de investigación
que analiza las relaciones entre escuela y
violencias desde la perspectiva de los jóvenes
estudiantes haciendo foco en la dimensión
simbólico-subjetiva de lo social. En particular,
interpretando los procesos de estigmatización
e inferiorización que mediatizan los vínculos
en la cotidianeidad escolar (Kaplan, 2013).
Los principales resultados de nuestro extenso
proceso de investigación1, permiten afirmarnos
en la constatación de que la búsqueda
por el respeto representa un eje central que
dirime pertenencias y exclusiones en los grupos
que conforman los jóvenes en la vida escolar.
Del análisis de los testimonios recogidos
a través de entrevistas individuales y grupales
realizadas por nuestro equipo a estudiantes
secundarios de escuelas públicas de la ciudad
de La Plata2 (capital de la Provincia de Buenos
Aires, Argentina) surge el respeto como una
dimensión vertebradora de la constitución de
subjetividades y de lazos sociales.
Partimos de la consideración de que en
nuestras sociedades desiguales y excluyentes
el respeto es un bien simbólico escaso. Las
desigualdades de género, étnicas y de clase
constituyen uno de los mayores obstáculos
en las expresiones de respeto mutuo (Sennett,
2003). Estas lógicas tensionan y corroen la
construcción de lazo social, y favorecen el temor
a quedar excluido. La amenaza ante la sola
posibilidad de existir excluido opera como un
mecanismo eficaz para la reproducción y producción
de los (auto) límites simbólicos (Kaplan,
2013).
Sostenemos que en la producción de relaciones
humanas de nuestro tiempo prevalecen
miedos ligados a los sentimientos de humillación,
vergüenza y exclusión, en donde la valía
social se fabrica sobre frágiles cimientos. Se
torna necesario, por tanto, un análisis sobre la
construcción social de las emociones. Siguiendo
de cerca a Illouz, mencionemos que “sin
duda la emoción es un elemento psicológico,
pero es en mayor medida un elemento cultural
y social” (2007: 16).
En este artículo nos proponemos elaborar
una serie de conceptualizaciones teóricas
acerca del fenómeno del respeto en su dimensión
socio-psíquica. Para tal fin, recuperamos
principalmente los desarrollos de la sociología
figuracional de Norbert Elias (1987) quien
propone una comprensión de largo plazo de
las transformaciones de la estructura emotiva
en el marco de los procesos civilizatorios. Deslizamos
entonces la mirada hacia los procesos,
las prácticas y las imbricaciones mutuas entre
el comportamiento individual y el comportamiento
social (Kaplan, 2008).
Imbricación socio-psíquica
de las emociones
La emotividad constituye una dimensión
fundamental de la experiencia social de los
individuos y grupos. Para una comprensión
integral de los fenómenos sociales resulta imprescindible
la incorporación de la experiencia
afectiva en el análisis de los intercambios e interacciones
que mantienen los actores sociales
(de Gualejac, 2008; Illouz, 2007; Bericat Alastuey,
2000). Tal como afirma Elias:
Toda investigación que quiera entender la
conciencia de los hombres su “ratio” o sus “ideas” sin considerar al mismo tiempo la
estructura de los impulsos, la orientación y
configuración de los sentimientos y de las
pasiones solo conseguirá resultados limitados,
puesto que ignorará necesariamente
gran parte de lo que es imprescindible para
la comprensión de los seres humanos (Elias,
1987: 494).
Lo social y el psiquismo se imbrican de
manera permanente e indisociable; de allí que
los comportamientos de los sujetos tengan
una raigambre socio-psíquica (de Gualejac,
2008).Los rasgos emotivos de los sujetos tienen
una génesis y una historia que es social,
por tanto, resulta imperioso considerar las
transformaciones psíquicas e impulsivas en
sus relaciones dialécticas con las transformaciones
sociales.
El estudio de los fenómenos colectivos,
desde esta perspectiva, requiere detener la
mirada en la complejidad y multidimensionalidad
de los hechos sociales y la necesaria combinación
de los elementos psíquicos y sociales
(de Gualejac, 2008). Cada época y contexto
cultural desarrolla una jerarquización de las
emociones. Como señala Illouz “las emociones
se organizan de modo jerárquico, y a su
vez, este tipo de jerarquía emocional organiza
implícitamente las disposiciones morales y
culturales” (2007:17).
Elias (1987) busca identificar los mecanismos
a través de los cuales se transforma el
comportamiento y la emotividad de los seres
humanos bajo la pregunta acerca de las conexiones
entre las estructuras psicológicas
individuales y las estructuras sociales desde
una visión de larga duración3. Su tesis central
es que, a partir del aumento de las cadenas de
interdependencia y la paulatina y progresiva
centralización de las formas de organización
social, más específicamente, con la constitución
de los Estados modernos al centralizarse
el monopolio de la violencia física, se produce
la pacificación de las relaciones humanas al interior
de las sociedades.
La sociogénesis del Estado será uno de
los motores de la civilización de los afectos.
Al monopolizarse la violencia corporal ya no
será el sujeto librado a su propio deseo quien
podrá ejercer la violencia hacia otros, sino que
ésta constituye una facultad del Estado, lo cual
transformará indefectiblemente la configuración
afectiva/emocional del individuo.
El comportamiento estará sometido a cadenas
de pensamiento (estrategias-cálculos)
antes de externalizarse por medio de acciones
impulsivas. Esta operación es denominada por
el autor como proceso civilizatorio, es decir, el
progresivo pasaje hacia un mayor refinamiento
de las emociones, una mayor racionalización
del pensamiento y la postergación de la
satisfacción inmediata de los impulsos, lo cual
trae aparejado un mayor autocontrol de los individuos4.
El respeto en clave socio-psíquica
En lo concerniente a la génesis de los fenómenos
psíquicos, y tomando los aportes de
Freud, Elias (1987,1999) desarrolla un herramental
conceptual que favorece la comprensión
de los fundamentos histórico-sociales
de la estructuración psíquica de los seres humanos.
Para el autor, la modelación de la vida
instintiva, incluso de las figuras coactivas que
hay en ella, son el emergente de las interrelaciones
e interdependencias sociales que caracterizan
a la vida de los seres humanos. Elias,
se nutre de los desarrollos de Freud en lo referido
al control y autocontrol de las pasiones y
las pulsiones y las fluidas relaciones entre los
procesos individuales y sociales. No obstante,
la originalidad del sociólogo alemán consiste
justamente en demostrar la vinculación entre
estos fenómenos psíquicos y los procesos sociales “las relaciones entre la orientación impulsiva,
la orientación del yo y el super yo de
cada individuo concreto se modifican en conjunto
a lo largo del proceso civilizatorio” (Zabludosky,
1999:158).
El autor formula una crítica explícita a
la mirada de cierta psicología generalmente
centrada en una postura que enfoca “las estructuras
psíquicas del hombre contemporáneo
como si se tratara de algo intercambiable
o que no ha sufrido proceso alguno” (Elias,
1987:492). Para superar esta falencia propone
un método de investigación basado en una
piscología histórica, la cual tendría la responsabilidad
de reconstruir los nexos entre
las transformaciones de las sociedades y los
cambios psíquicos en los individuos en el largo
plazo
…suele aparecer como si la orientación de los seres humanos por medio de los impulsos
inconscientes tuviera forma y estructura propias,
con independencia de la situación relacional
del individuo concreto (...). No se distingue
entre la base instintiva ruda y natural,
que quizás no cambie mucho a lo largo de la
historia de los hombres, y las estructuras y
los canales cada vez más sólidos que orientan
las energías psíquicas de cada individuo en
sus relaciones con los demás desde el primer
día de su vida (Elias, 1987:495).
En los desarrollos de Elias se postulan las
bases para interpretaciones y análisis que se
orienten en considerar que no hay ningún rasgo
en el sujeto que pueda considerarse innato
e inmutable (ni siquiera el inconsciente). Las
instancias psíquicas poseen una historicidad y
un contenido social, “el super-yo es de carácter
sociogenético” (Elias, 1987:49).
Uno de los puntos de contacto más importantes
de la teoría figuracional elisiana con la
teória freudiana es la conceptualización acerca
de cómo la cultura moldea, dulcifica, aquellas
tendencias agresivas en los seres humanos, a
través de una ardua imposición de renuncia
pulsional. Como señala Freud:
el término cultura designa la suma de las
producciones e instituciones que distancian
nuestra vida de la de nuestros antecesores
animales y que sirven a dos fines: proteger al
hombre contra la Naturaleza y regular las relaciones
de los hombres entre sí (1999:83).
El autor sostiene que la vida en sociedad
sólo se torna posible, cuando logra sustituirse
el poder de la comunidad por sobre el poder
individual, esto representa el paso decisivo a la
cultura, es decir, los miembros de una comunidad
deben limitar las posibilidades de satisfacción
de sus deseos e impulsos, mientras que
el individuo aislado no necesita de restricción
alguna. La renuncia a la satisfacción inmediata
de las pulsiones es lo que sentará las bases de la
convivencia social y permitirá el desarrollo de
vínculos sociales duraderos y conductas basadas
en la consideración hacia el otro.
El aporte específico que realiza Elias a la
teoría propuesta por Freud es la de pensar en
clave histórica estos cambios ya que los modos
de regulación social no tuvieron lugar de una
vez y para siempre, sino que sufrieron transformaciones
paulatinas.
Nos afirmamos en la idea de que las expresiones
de respeto o consideración hacia el otro
tienen una estrecha relación con el proceso de
pacificación social y con la internalización en
el psiquismo de las leyes que regulan la trama
vincular en sociedad.
Respeto y proceso civilizatorio
Para nuestros propósitos, destacamos un
aporte que consideramos clave del trabajo de
Elias (1987): los nexos que establece entre el
proceso civilizatorio y las transformaciones en
las prácticas sociales que tendrán como característica
central la pacificación de los vínculos
interpersonales.
Las configuraciones sociales, las cadenas de
interdependencia en las que se encuentran los
sujetos, van moldeando aquellos sentimientos
y prácticas deseables o indeseables. Hay emociones
que es legítimo sentir y exteriorizar y
otras que no gozan de esa legitimidad social.
La investigación desarrollada por Elias (1987),
da cuenta de cómo a medida que los arrebatos
de violencia física se alejan cada vez más
de las disposiciones individuales, para pasar
a formar parte de un complejo mecanismo de
regulación social centralizado por el Estado,
las luchas por la competencia social adquieren
otras modalidades de manifestación. Ya no
será el golpe ni la amenaza directa hacia el otro
lo que garantizará el mantenimiento del estatus
o el prestigio (como lo era el ejercicio de la
violencia física que ejercía la clase alta guerrera
de la sociedad medieval) sino que la lucha por
el prestigio se encarnará en ciertas formas civilizadas del comportamiento. Así lo grafica el
sociólogo alemán cuando describe que la clase
cortesana, en su necesidad de diferenciación
social, debe luchar por mayores oportunidades
apelando a medios pacíficos como las intrigas
y la diplomacia, las cuales van imponiendo en
el comportamiento de los individuos cierta
contención emocional o “selfcontrol” (Elias,
1987:260).
La nobleza cortesana, al competir de manera
no violenta por los favores del rey, encuentra
en el cuidado del protocolo e inevitablemente
en las infracciones de éste, aquellas prácticas
o conductas que le permite salvaguardar y reproducir
su lugar social.
En la fase cortesano-aristocrática, se justificaba
la represión que se imponía a las inclinaciones
y a las emociones con la consideración
y el respeto que se debe a los demás,
especialmente a los que son de rango superior
(Elias, 1987:192)5.
De esta forma, la batalla por el estatus y el
prestigio se desplaza a un campo de juego en
donde las formas sociales del comportamiento,
los modales, se constituyen en instrumentos
eficaces para la preservación del lugar social. “El miedo a la pérdida o, incluso, a la disminución
del prestigio social es uno de los motores
más poderosos del cambio de las coacciones
externas en autocoacciones” (Elias, 1987:480).
El miedo es un modelador fuerte de la conducta
del individuo. Pero cabe aquí una aclaración,
no se trata cualquier miedo, sino del
miedo vinculado a la pérdida de prestigio y de
estima social, éste se yergue como un regulador
del comportamiento y como mecanismo
eficaz de control y auto-control de las emociones.
Como señala, Goudsblom (2008) el respeto
y el amor son los premios más preciados de
la vida en sociedad.
Consideramos que el extremo cuidado por
los buenos modales, la etiqueta y protocolo
adoptado por la clase cortesana para conservar
su posición social, posibilitan la emergencia de
un nuevo régimen de convivencia que obliga
a los sujetos a restringir y auto-dominar sus
impulsos. Posteriormente, con el asenso social
de la burguesía industrial, las demostraciones
de respeto estarán menos vinculadas a los lugares
jerárquicos o personas específicas como
el rey, así lo que obligará a reprimir y regular
las emociones serán “las coacciones (mucho
menos visibles y más impersonales) del entramado
social, de la división del trabajo del mercado
y de la competencia” (Elias, 1987:192).
De los desarrollos propuestos por Elias
(1987), se desprende que las manifestaciones
de respeto se han ido transformando a través
de un complejo proceso socio-histórico. Así,
paulatinamente de la valentía, el coraje y el uso
de la violencia física como atributos dignos de
respeto se fue transitando un camino lento y
progresivo hacia la pacificación de las relaciones
interpersonales.
Cultura afectiva moderna y demandas de respeto
Cabe detenernos ahora en los procesos sociales
contemporáneos que nos permitan esbozar
las características principales de nuestra
configuración emotiva actual. Con el advenimiento
de la modernidad se produce una ruptura
fundamental: la progresiva sensación subjetiva de separación del yo con respecto a los
demás. Esta experiencia subjetiva de mismidad
constituye una fase del proceso civilizatorio y
tiene relación con esta paulatina escisión entre
emociones y razón. El yo es percibido como
núcleo auténtico de la individualidad ya que
el mundo afectivo se encuentra domesticado
y racionalizado.
Lo aislante, que aparece como un muro invisible,
que separa el «mundo interior» del
individuo del «mundo exterior» (...) es la
contención más firme, más universal y más
regular de los afectos (Elias, 1987:41-42).
Serie “Yo te anido”,
lápiz sobre aguadas. Paula Rivero
Desde una perspectiva de la sociología de
la cultura, Illouz (2007) plantea que durante el
siglo XX el yo interior privado se pone en primer
plano adquiriendo representación pública;
este yo se encuentra ligado a los discursos
y valores de la esfera económica y política. La
autora denomina a este fenómeno como capitalismo
emocional:
Una cultura en la que las prácticas y los discursos
emocionales y económicos se configuran
mutuamente y producen (...) un amplio
movimiento en el que el afecto se convierte
en un aspecto esencial del comportamiento
económico y en el que la vida emocional (...)
sigue la lógica del intercambio y de las relaciones
económicas (Illouz, 2007:20)
Illiouz (2007) refiere de este modo, a un
proceso de racionalización y de mercantilización
de las emociones, este proceso reconfigurará la vida emocional de los sujetos a partir
del siglo XX, en lo que ella denominará como: estilo emocional terapéutico, cuya característica
principal será la racionalización constante de
las emociones.
Este proceso de racionalización de las emociones
tiene como consecuencia colocar el plano
afectivo en un lugar protagónico donde las habilidades
de comunicación, como por ejemplo
saber escuchar o poder comunicar claramente
las intenciones y deseos, serán aspectos medulares
y formas específicas de capital social.
Escuchar o la capacidad de reflejar las propias
intenciones y significados se considera
crucial para la capacidad de prevenir conflictos
y crear cadenas de cooperación. Ello se
debe a que escuchar al otro permite generar
lo que el filósofo Axel Honneth llama reconocimiento
o la comprensión positiva [que la
gente tiene de sí] dado que la autoimagen
(...) depende de la posibilidad de tener un
constante respaldo de los otros, el reconocimiento
implica así la confirmación y el
refuerzo de las afirmaciones y las posiciones
del otro, tanto en el plano cognitivo como
en el emocional (Illiouz, 2007:53).
Desde la perspectiva de la sociología de
la individuación, Martuccelli considera que
la demanda de reconocimiento, se encuentra
vinculada a la disolución de “cierto orden
social vinculado a la jerarquía y al honor así como una nueva identidad mas individualizada
y diferenciada” (2007:247).
El autor retoma los desarrollos de Hegel
acerca de la dialéctica del Amo y el Esclavo en
lo referido a que la autoconciencia del hombre
depende pura y exclusivamente de la experiencia
de reconocimiento social. Dicha experiencia
es de carácter intersubjetivo e implica una
lucha por la reivindicación de la identidad de
los individuos que sólo se actualiza gracias a la
mirada del otro (Martuccelli, 2007).
Esta necesidad de reconocimiento continuo
se vincula con el carácter performativo
que adquiere la valoración social en la modernidad
(Illouz, 2014). De allí la alta significación
que poseen las auto- imágenes que elaboramos
a lo largo de nuestra existencia social a partir
de la mirada de los otros. “La fabricación cultural
de emociones y sentimientos ligados a la
valía social nos constituye en nuestro proceso
de subjetivación” (Kaplan, 2013:47).
La cuestión del respeto entre los jóvenes estudiantes
Como señala Sennett (1982) mediante las
emociones las personas expresan el significado
moral y humano de las instituciones que
habitan. Hasta aquí hemos intentado rastrear
los bordes, los contornos, las modalidades de
expresión de respeto a la luz del proceso civilizatorio.
Ahora intentaremos dar cuenta de algunas
particularidades que asumen las manifestaciones
de respeto o faltas de respeto entre
los jóvenes estudiantes, en tanto expresan un
determinado “vínculo emocional” (Sennett,
1982:11).
Para tal fin, nos centraremos en la mirada, este ha sido un aspecto que surgió de manera
recurrente en los trabajos de investigación
que desarrolla el equipo (Kaplan, Krotsch, y
Orce, 2012). La mirada se establece en muchas
situaciones como un canal de comunicación
privilegiado en las interacciones cotidianas de
los estudiantes. Como señala claramente un
alumno:
He tenido así, choques así con, con personas
porque yo soy de mirar siempre. Estoy mirando
todo el tiempo, así. Estoy observando a mí alrededor siempre. Y “qué es lo que me mirás”, “qué es lo que me mirás”, así me dicen.... (Entrevista
individual Danilo)
Elias menciona que el sentido de la vista
adquiere preponderancia en la sociedad civilizada:
El ojo se convierte en un trasmisor de placer
similar o, incluso, superior al oído, precisamente
porque las satisfacciones inmediatas
de la necesidad del placer en la sociedad civilizada
están restringidas por una gran cantidad
de prohibiciones y de limitaciones. Pero
también dentro de esa transferencia de las
manifestaciones impulsivas de la acción inmediata
a la contemplación, se da una curva
clara de moderación y de transformación humanizadora
de los afectos (Elias, 1987:241).
En el caso de los jóvenes estudiantes, las
miradas suelen ser interpretadas como juicios
de valor hacia la propia persona (hacia sus gustos
estéticos, sus estilos de vestimenta, etc.);
como ofensas y ultrajes de aquello que consideran
que les pertenece e inclusive como invitaciones
explícitas a peleas o enfrentamientos
físicos.
E: ¿Y por qué se pelean entre chicas?
Alejandra: Y… puede ser por muchas cosas.
Porque la miró…porque le miró el novio…
Brenda: O le miró la ropa… o estaba vestida
muy careta la otra…
E: Hasta ahí, la única que me queda clara es la
explicación del novio. ¿Qué significa “la miró”?
¿Qué es que te miren?
Alejandra: Pasan y te miran… como medio de
costado. Y vos tenés que reaccionar. A la salida
te agarrás.
E: ¿Y por qué te miran medio de costado? ¿Qué
tenés?
Brenda Capaz que nada…o sí… estás vestidita
re-linda…o re-guarra…te miran, no importa.
Es una mirada para pelear (Entrevista
grupal Brenda y Alejandra)
E: ¿El tema de rebajarse con la mirada o pelearse
porque te miró pasa?
Vanina: Si esas cosas pasan todos los días pasan...
E: ¿Como es rebajar con la mirada?
Yamila. O sea, te miran punta a punta
E: ¿Haber por ejemplo? Vos estas ahí parada y yo
te miro mal... como seria
Yamila: Me miras de los pies a la cabeza
[La estudiante se para y empieza a caminar por
el aula con gesticulaciones de desfile de pasarela]
E: ¿O sea que rebajar es hacer esto? [La entrevistadora
realiza la gesticulación de alguien
que mira de reojo desde los pies a la cabeza de
la estudiante]
Vanina: Si, si
(...)
Yamila: y de ahí nos agarramos a la salida, que
vos me rebajas a mí, no yo n te rebajé, vos me
rebajaste primero y ahí se empiezan a empujar,
se chocan...y así (Entrevista grupal, Vanina y
Yamila)
Cuando leemos estos fragmentos de entrevista,
no podemos menos que imaginar
un caleidoscopio de situaciones variadas que
enfrenta a los estudiantes a tener que “probarse” ante los demás para salvaguardar la estima
propia. La posibilidad de decodificar las
miradas de los demás, hacerles frente o dejar
pasarlas, son situaciones que los coloca en escenarios
complejos. Esta sensibilidad ante la
mirada del otro da cuenta de la fragilidad con
la que construyen su estima.
Consideramos que la mirada inferiorizante,
y las reacciones que despierta en quiénes
son sus destinatarios, es un ejemplo paradigmático
de las variadas ocasiones en que el otro
es percibido como una amenaza del frágil lugar
que ocupamos en la sociedad. Donde el
temor a quedar excluido (Kaplan, 2013) opera
como mecanismo eficaz de gestión de las emociones.
Como señala Le Breton (2010) la mirada
social tiene la capacidad de formular juicios de valor porque “(…) se dirige a las raíces simbólicas
de un sentimiento de identidad que debe
contar con el acuerdo de los otros” (Le Breton:
2010: 135).
Estas miradas son decodificadas como faltas
de respeto, que ponen en peligro la existencia
individual y social. “Con la falta de respeto
no se insulta a otra persona, pero tampoco se
le concede reconocimiento; simplemente no se
la ve como un ser humano integral cuya presencia
importa” (Sennett 2003: 19).
A modo de cierre
Los desarrollos de Norbert Elias (1987)
permiten construir una caja de herramientas
conceptual que colabora para caracterizar las
transformaciones sociales y el impacto de la
dimensión emocional en los vínculos que se
establecen en la escuela; sin perder de vista la
red de interdependencias múltiples que constituyen
el entramado en el que los individuos
crecen y viven.
Uno de los aspectos medulares en relación
al respeto se encuentra vinculado a las matrices
culturales, sociales e históricas por medio
de las cuales la sociedad va configurando en los
sujetos representaciones vinculadas al cuidado
y consideración hacia el semejante. Las prácticas
de respeto mutuo representan las modalidades
por medio de las cuales las sociedades
forjan vínculos de confianza y reconocimiento
hacia el otro.
Siguiendo las reflexiones de Sennett (2003)
cuando la sociedad coloca sólo a unos pocos
como dignos de respeto, la consecuencia es
que este se constituya en bien simbólico de
muy endeble construcción para las mayorías.
El sentirse respetado o, su contracara, sentirse
tratado con falta de respeto, da cuenta de
una dinámica social contradictoria de atribución
de valor-disvalor a partir de la cual los
sujetos producen imágenes y autoimágenes y
generan, de modo inconsciente, un “cálculo
simbólico” acerca de sus potencialidades y limitaciones
(Kaplan, 2009).
Volviendo al inicio de nuestro trabajo, es
indudable que en las relaciones humanas de
nuestro tiempo predominan temores y miedos
ligados a los sentimientos de humillación,
vergüenza y exclusión, en donde la valía social
se fabrica sobre frágiles cimientos. Se torna
necesaria una comprensión profunda de los
territorios simbólicos de “las emociones en
las que se refleja la vulnerabilidad del yo bajo
las condiciones de la modernidad, vulnerabilidad
que es institucional y emocional” (Illiouz,
2014:27).
El presente artículo ofrece un marco explicativo
novedoso al recuperar el fenómeno
del respeto en su dimensión socio-psíquica, lo
cual invita a agudizar la mirada en torno a las
demandas de estima y reconocimiento que los
estudiantes elaboran en la escuela secundaria.
Esperamos también, pueda ser una herramienta útil a la hora de pensar intervenciones
pedagógicas y socioeducativas que promuevan
otros modos de mirarse y de valorarse, frente a
discursos hegemónicos estigmatizantes sobre
las juventudes que excluyen o colocan a unos
pocos como dignos de respeto.
Notas
* Doctora en Educación por la UBA
y Magíster en Ciencias Sociales y
Educación por la FLACSO. Posdoctorado
en la Universidad Estadual de Rio de
Janeiro. Profesora Titular Ordinaria
de Sociología de la Educación en la
FFHyCE de la UNLP y Profesora Adjunta
Regular en la FF y L - UBA. Investigadora
Independiente del CONICET. Directora
del Programa de Investigación sobre
Transformaciones sociales, Subjetividad
y Procesos educativos del IICE- UBA.
IICE Puan 480 4to piso, of. 440 , CABA/Argentina. Email: kaplancarina@gmail.com.
** Lic. en Psicología por la Universidad
Nacional de Córdoba. Becaria doctoral
del CONICET, bajo la dirección de Carina
V. Kaplan y la co-dirección de Pablo Vain,
con sede en la Facultad de Humanidades
y Ciencias Sociales de la Universidad
Nacional de Misiones. Miembro del
Programa Transformaciones sociales,
Subjetividad y Procesos educativos del
IICE- UBA. Adscripta a la cátedra de
Teorías Sociológicas, Departamento de
Ciencias de la Educación, Facultad de
Filosofía y Letras de la UBA. Doctoranda
del Doctorado en Educación, FFHyCE
de la UNLP,
IICE Puan 480 4to piso, of. 440, CABA/Argentina. Email: verosilva13@yahoo.com.ar.
1 Programa de Investigación sobre “Transformaciones
Sociales, Subjetividad y Procesos Educativos”, dirigido
por la Dra. Carina V. Kaplan con sede en el Instituto
de Investigaciones en Ciencias de la Educación,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos
Aires (Resolución Nro. CS 4193/12). Actualmente están
en curso el Proyecto de Investigación Plurianual
(PIP – CONICET-2014 - 2016): “La construcción social
de las emociones y la producción de las violencias
en la vida escolar. Un estudio sobre las experiencias de
estudiantes de educación secundaria de zonas urbanas
periféricas.” Res. 5013/14 y; el proyecto UBACyT
20020130100596BA “Violencias, Subjetividades y Juventudes.
Contribuciones teórico-empíricas desde la
Sociología de la Educación a la comprensión de las
experiencias emocionales de los estudiantes de escuelas
secundarias” Res. CS 921/2014.
2 Véase “Con ojos de joven” (Kaplan, Orce & Krotsch,
2012). Este libro presenta gran parte de los resultados
de un estudio de matriz cualitativa en el que se realizaron
13 grupos de discusión (entrevistas grupales) a
jóvenes de entre 13 y 19 años de edad que concurrían
a dos escuelas secundarias públicas estatales de la ciudad
de La Plata, Provincia de Buenos Aires. Para la
realización de los focus, se los dividió en grupos según
edad, año de cursada (segundo y último curso de
la escuela secundaria) y género. Los aspectos que se
consideraron en la elaboración de las guías de entrevista
fueron: relaciones entre desigualdad y violencia,
violencia y género, violencia y sociabilidad, vergüenza
y miedos, autoridad, violencia y medios de comunicación,
entre otros.
3 Su investigación analiza las transformaciones del
comportamiento de las clases altas de Europa
occidental:los guerreros nobles y la nobleza cortesana, estableciendo un recorte temporal desde la baja
Edad Media y Renacimiento hasta la Edad Moderna.
Elias(1987) señala que a partir de la baja Edad Media
se desarrolla un aumento paulatino del autocontrol
individual.
4 Para Elias (1987) uno de los rasgos más predominantes
del proceso civilizatorio está vinculado a la posibilidad
o imposibilidad del sujeto de reprimir sus impulsos
destructivos frente a los otros. La civilización
hace referencia a la pacificación de la conducta, vale
decir, se reprimen los arrebatos de violencia física sobre
otros, la impulsividad se reemplaza por un intenso
y arduo mecanismo de postergación de la satisfacción
de los impulsos. El planteo central del autor es que
esta pacificación de la conducta tiene o puede tener
lugar gracias a la interrelación del entramado social
que se encuentra organizado en base al monopolio de
la violencia física por parte del Estado.
5 Al respecto de los usos y costumbres de la época el
siguiente texto resulta ilustrativo:
“Y si viene a pasar durante la noche o en otro
momento, has de acostarte con alguna persona
de rango superior, pregúntale qué lado de la
cama le gusta más. Y acuéstate tú en el otro lado;
que darás prueba de educación. No vayas a acostarte
antes de que te lo diga tu superior. Pues tal
cosa no es cortesía, dice el doctor Paler” (Siglo
xv Selección de “Stans puer ad mensam” en Elias,
1987: 206).
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Fecha de Recepción: 2 de noviembre de 2015
Primera Evaluación: 20 de noviembre de 2015
Segunda Evaluación: 29 de noviembre de 2015
Fecha de Aceptación: 29 de noviembre de 2015
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución - No Comercial - Sin Obra Derivada 4.0 Internacional.
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