Simoni, María Laura; Páez, Florencia María. Amar la trama. Una reflexión sobre los procesos de construcción de vínculos en la investigación-extensión en espacios comunitarios de cuidados de infancias y adolescencias. Cuadernos de Extensión Universitaria de la UNLPam, Vol. 9, N.º 1, enero – junio 2025. Sección: Dossier, pp. 29-49 ISSN 2451-5930 e-ISSN 2718-7500.
DOI https://doi.org/10.19137/cuadex-2025-09-02
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DOSSIER
Amar la trama. Una reflexión sobre los procesos de construcción de vínculos en la investigación-extensión en espacios comunitarios de cuidados de infancias y adolescencias
Love the plot. A reflection on the processes of building connections in research and extension in community spaces for child and adolescent care
Adorei o enredo. Uma reflexão sobre os processos de construção de vínculos na pesquisa e extensão em espaços comunitários de atendimento a crianças e adolescentes
María Laura Simoni
Centro de Investigaciones en Periodismo y Comunicación (CIPeCo),
Universidad Nacional de Córdoba
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6339-9483
Florencia María Páez
CONICET, Facultad de Educación Física, Instituto Provincial de Educación Física, Universidad Provincial de Córdoba
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8417-5702
Fecha de recepción: 18-10-2024 / Fecha de aceptación: 13-12-2024
Resumen
En este trabajo reflexionamos sobre los modos de construcción de vínculos en experiencias de investigación-extensión que nos ponen en diálogos con mujeres trabajadoras de espacios de cuidados comunitarios destinados a niñeces y adolescencias de sectores populares en Córdoba.
Realizamos este análisis desde los aportes teórico-prácticos de la extensión crítica, la perspectiva feminista y la educación popular. La escucha de las voces y los saberes de las protagonistas de la trama comunitaria y cierta atención detenida en los modos de construir los tiempos en los entre de la extensión aportan núcleos de interés para repensar los haceres universitarios, las metodologías y las formas de vinculación que se propician.
Palabras clave: investigación-extensión; vínculos; espacios de cuidados; feminismos.
Abstract
In this paper we reflect on the way in which connections are built in research-extension experiences that engage us in dialogues with women workers in community care spaces serving children and adolescents from working-class areas in Córdoba.
From the theoretical-practical contributions of critical extension, feminist perspective and “popular education”, we carry out this analysis of an extension experience that took place within the framework of a research initiative. Listening to the voices and knowledge of the protagonists of the community plot and paying close to the ways in which time is constructed in the interludes of extension provide nuances of interest for rethinking university activities methodologies and the forms of connections that are promoted.
Keywords: research-extension; relationships; care space; feminisms.
Resumo
Neste trabalho refletimos sobre as formas de construção de vínculos em experiências de pesquisa-extensão que nos colocam em diálogos com mulheres trabalhadoras em espaços comunitários de atendimento voltados a crianças e adolescentes de setores populares de Córdoba.
Realizamos esta análise a partir dos aportes teórico-práticos da extensão crítica, da perspectiva feminista e da educação popular. A escuta das vozes e dos saberes dos protagonistas da trama comunitária e uma certa atenção cuidadosa aos modos de construção dos tempos em meio à extensão, fornecem núcleos de interesse para repensar as atividades universitárias, as metodologias e as formas de conexão que são incentivadas.
Palavras-chave: pesquisa-extensão; vínculos; espaços comunitários; feminismos.
“La experiencia, la posibilidad de que algo nos pase, nos acontezca o nos llegue, requiere de un gesto de interrupción, un gesto casi imposible en los tiempos que corren: requiere pararse a pensar, pararse a mirar, pararse a escuchar, pensar más despacio, mirar más despacio y escuchar más despacio, pararse a sentir, sentir más despacio, demorarse en los detalles, suspender la opinión, suspender el juicio, suspender la voluntad, suspender el automatismo de la acción, cultivar la atención y la delicadeza, abrir los ojos y los oídos, charlar sobre lo que nos pasa, aprender la lentitud, escuchar a los demás, aprender el arte del encuentro, callar mucho, tener paciencia, darse tiempo y espacio."
Jorge Larrosa (2003)
Introducción
En este trabajo reflexionamos a partir de ciertas inquietudes sobre los modos de construcción de vínculos y del conocimiento en experiencias de investigación-extensión que nos ponen en diálogos con comunidades de sectores populares en la ciudad de Córdoba (Argentina), especialmente con mujeres que trabajan en espacios comunitarios con niñeces y adolescencias (NyA) participantes de esos espacios. Con foco en una experiencia puntual, desarrollada en 2023 con la Cooperativa Juana Azurduy de la ciudad de Córdoba, nos preguntamos: ¿qué tipos de vínculos establecemos desde nuestros proyectos académicos (de investigación, de extensión) con esas personas, grupos, comunidades? ¿Qué modalidades se construyen en las participaciones de cada actor, en la comunicación, en la toma de decisiones, en el uso de los tiempos, y cómo se despliegan ciertas artes de lo posible para propiciar encuentros transformadores?
A partir de nuestras experiencias en territorios y en la revisión de antecedentes de otros estudios se identifican lógicas predominantes, en las formas de intervención universitaria en las comunidades, que giran en torno a miradas asistencialistas, paternalistas, sesgos de intrusismos y/o lo que se ha caracterizado como extractivismo académico. A su vez, se reconocen búsquedas más cercanas a flujos horizontales, al compartir y la reciprocidad. Probablemente, en la complejidad de las experiencias sociales estas diversas modalidades del hacer académico no se presentan en estado puro, sino más bien en una infinidad de combinaciones posibles y matices.
Algunas tensiones que se evidencian en la interacción entre investigadoras-extensionistas y las comunidades están vinculadas, por ejemplo, al origen cultural diferente, urgencias, motivaciones y aspiraciones, prioridades distintas entre ambos territorios. Entendemos que, para poder sortear las distancias que estas diferencias y desigualdades generan, es fundamental una disposición a construir diálogos sinceros más horizontales, como también, de otros tiempos, no cronometrados por el sistema académico.
Como investigadoras reconocemos que estas preguntas y preocupaciones interpelan otra dimensión de nuestra identidad universitaria: la extensión, ya que esta, desde un enfoque crítico (Tommasino y Cano, 2016), puede aportar pistas para un hacer que ponga atención a los modos de hacer y los modos de relación que se ponen en juego en las interacciones con las y los sujetos, y las comunidades.
Algunas pistas teórico-prácticas desde la extensión crítica, la Investigación Acción Participativa (IAP) y la educación popular realizan aportes de valor en este análisis. Así también, la mirada feminista nos permite anudar aspectos fundamentales en el abordaje, mediante su contribución en el reconocimiento de las asimetrías de género y del valor de los vínculos como el primer elemento sobre el que se construye la otredad (Pajares, 2020).
En el primer subtítulo, buscamos componer un tapiz teórico que permita profundizar enfoques capaces de revelar reflexiones tejidas con la práctica de extensión que hace de base y sustento a estas escrituras. Los apartados subsiguientes articulan lo que sería el desarrollo y suponen un detenimiento en la reflexión, por un lado, sobre la vivencia de los tiempos en los proyectos de extensión-investigación y, por otro, sobre el lugar que ocupan las diversas voces, realidades y saberes, en particular el de las mujeres de “Las Juanas” en nuestra experiencia.
Hilvanamos estas páginas como modos de articular reflexiones y saberes construidos siempre con otras/os, tanto en territorios universitarios como en las comunidades y diversas organizaciones. Reflexiones colectivas que se orientan, nada más y nada menos, que a aquella premisa marxiana donde se ancla el sentido de nuestras prácticas: no se trata solamente de conocer las cosas, sino de transformarlas. Especialmente en un contexto como el actual, signado por un paradigma de crueldad (Segato, 2018), donde las vidas, la integridad y dignidad de niñeces y adolescencias deben ser cuidadas y atendidas con urgencia y amorosidad[1].
Cruces teóricos para iniciar el diálogo
En este apartado articulamos antecedentes teóricos que aportan saberes de valor para la reflexión sobre los vínculos en los proyectos de extensión e investigación con compromiso social.
El paradigma de la extensión crítica (Tommasino et al., 2016) es, de algún modo, tributario de los procesos emancipatorios de América Latina vinculados a los movimientos obreros, campesinos y estudiantiles. En los planos pedagógico y epistemológico, está vinculado a las concepciones de la educación popular y a la IAP que, con referencia en la obra de Paulo Freire y Orlando Fals Borda, surgieron al calor de las luchas sociales del continente en la segunda mitad del siglo XX. En este modelo, la manera en que se define y el lugar que se le asigna al interlocutor social de las experiencias de extensión son fundamentales. Los vínculos se proponen desde un diálogo de saberes que promueve la circulación de la posición enseñante entre los actores, tanto para dar sentido y acción política a la producción de conocimiento, como para que este conocimiento tenga relevancia en la transformación de las realidades de vida de esas comunidades.
Lorena Pajares (2020) realiza el aporte de poner en relación la IAP con la mirada y crítica feministas. Sostiene que:
ambos tipos de investigación comparten muchas miradas: se basan en la quiebra de la dicotomía entre lo científico y lo político, proponen la incorporación de nuevos sujetos de conocimiento, defienden una idea relacional de conocimiento y valoran las posibilidades que ofrece el vínculo como unidad central de análisis, entre otros aspectos. (p. 299)
Si la IAP convoca a las clases oprimidas como protagonistas y sujetos de conocimiento, la investigación feminista reclama con especificidad el lugar de las mujeres y las disidencias sexuales en tanto productoras del saber; así, trae al centro del análisis problemáticas históricamente silenciadas y/o desatendidas por los modos gnoseológicos patriarcales.
Al respecto, Norma Blazquez Graf (2011) realiza una historización donde queda en evidencia que, por varios siglos, las ciencias modernas se erigieron con la exclusión sistemática de las mujeres, y que esto produjo un sesgo sexista en la construcción del conocimiento. La autora afirma que, en la actualidad, la creciente participación de las mujeres en la ciencia genera cambios en los modos de hacer (los interrogantes y puntos de partida, las metodologías, los marcos teóricos y la interpretación de datos, entre otros).
En esta línea, las académicas feministas afirman como uno de sus objetos centrales de estudio las relaciones de género, y reconocen igualmente el valor de los vínculos, pero no solo en el espacio comunitario y de los movimientos sociales (atendidos por la IAP) sino también en el espacio privado, donde el foco se pone en la observación de experiencias no relevantes hasta ahora para la ciencia: las del ámbito de lo personal, donde el vínculo, en consonancia con las propuestas de Haraway, ha de situarse como la unidad mínima de análisis en tanto elemento central para la co-constitución de sujetos.
Pajares (2020) destaca la importancia que el vínculo adquiere para la mirada feminista en tanto es considerado:
el elemento primigenio sobre el que se construye la otredad y, por tanto, también, sobre el que descansan las estructuras y mecanismos ideológicos de la exclusión, la subordinación y la desigualdad. Es decir, el vínculo como punto de anclaje de las relaciones de poder. (pp. 297-306)
También resalta el enfoque emancipador que suele acompañar el estudio de los vínculos como lugar capaz de potenciar la capacidad de agencia y de empoderamiento, que se enlaza, por ejemplo, con el concepto de sororidad como práctica política (Pajares, 2020).
Verónica Gago (2019) destaca el pensar feminista como un pensar situado, en tanto es abierto a lo que va aconteciendo dentro de las dinámicas organizativas y donde cobra relevancia el lugar del cuerpo: “La potencia del pensamiento siempre tiene cuerpo. Y que ese cuerpo ensambla experiencias, expectativas, recursos, trayectorias y memorias” (p. 11). El pensar situado, afirma la autora, funciona como un punto de entrada, como una perspectiva que singulariza una experiencia. Sostiene además que se trata de un proceso en el cual suceden transformaciones en el/con el territorio de vida. Sin embargo, cabe aclarar que para Gago la práctica feminista no es actuar de manera improvisada (Gago en Colacci y Filippi, 2020):
sino que es producto de un trabajo paciente y de tejido, que enhebra acontecimientos populares y trabajos cotidianos enormes, historias, genealogías que alimentan un proceso que es político, subjetivo, económico, cultural, artístico, libidinal, epistémico, todo a la vez. Es una herramienta práctica que tiene la capacidad de construir transversalidad entre cuerpos, conflictos y territorios que parecen radicalmente diferentes. (p. 22)
Lo que también se hilvana en estos modos feministas de investigar son las emociones. Dau García Dauder y Marisa Ruiz Trejo (2021) enfatizan el valor epistémico que las emociones[2] tienen en los procesos de investigación. Contra las pretensiones de objetividad y neutralidad científica, las autoras ponen de relieve la noción de “reflexividad fuerte” de Harding (Harding, 1996, en García Dauder y Ruiz Trejo, 2021). La búsqueda de la objetividad, sostienen ellas, supuso la intención de excluir las emociones de la investigación. Las emociones, afirman García Dauder y Ruiz Trejo (2021):
han sido colocadas en el lado opuesto del conocimiento científico, en lo irracional, en aquello que debe ser eliminado para que no interfiera, contamine o produzca sesgos inapropiados. Desde el paradigma androcéntrico no hay lugar para el reconocimiento de las emociones en el trabajo de quien investiga, se ignoran o infravaloran. (p. 23)
Nos interesa el valor epistémico de las emociones que mencionan las autoras y su relación inseparable con el conocimiento, ya que ayudan en la comprensión de ciertos asuntos y realidades. Gago (2019) también describe al tipo de hacer científico del feminismo a partir de la potencia feminista que, afirma, es capacidad deseante: una potencia indeterminada que se expresa en ese deseo de cambiarlo todo, a través de diferentes estrategias que ponen en cuestión los discursos sociales, las prácticas establecidas y también aquellas teorizaciones que las naturalizan y/o promueven. Este deseo de transformación es un punto en común con la tradición de la sistematización de la educación popular latinoamericana, que tiene su origen a mediados del siglo XX. Más allá de la diversidad de prácticas y de la multiplicidad de contextos: comunidades campesinas, sindicatos, barrios, cooperativas, la tonalidad común es el objetivo de transformación de las relaciones humanas y el poder extraer líneas teóricas a través del análisis de las prácticas. También está como supuesto de base la intención de ensayar respuestas ante la crisis epistemológica de las ciencias modernas positivistas (Cano et al., 2011).
Al poner énfasis en el rescate de las experiencias concretas, la sistematización resignifica los procesos singulares y colectivos, y recupera a las y los sujetos como protagonistas en la producción de conocimiento; las y los rescata, sostienen Cano y sus colegas (2011), del destierro al que las y los habían destinado las pretensiones de objetividad. De este modo, se destaca la importancia de la participación de quienes protagonizan las experiencias, los contextos, los aquí y ahora locales, que interpela con estos posicionamientos las pretendidas verdades universales y atemporales. Como parte de un proceso que apunta al cambio la sistematización se sabe implicada y no puede ser neutral (Cano et al., 2011).
Entre estas apuestas teórico-políticas se entraman nuestras reflexiones. También se tejen con puntadas dadas con anterioridad en el territorio particular en que tiene lugar nuestra práctica (Amato y Mansilla, 2021; Angeli, Huergo, Ibañez y Simoni, 2022). Estos trabajos entre diversos actores y actoras de la universidad y la propia trama del barrio posibilitaron el tejido de una urdimbre situada que constituye, de algún modo, la base de la experiencia en que se sustenta el presente artículo.
Situar la experiencia
Gracias a los vínculos universidad-barrio que se fueron estableciendo en las experiencias mencionadas previamente, a mediados de 2023 nos acercamos a la Cooperativa Juana Azurduy (IPV de Argüello, Córdoba[3]) donde nos encontramos con Mariana, Guadalupe y Macarena, referentes comunitarias encargadas del espacio. En la Cooperativa funciona, por las tardes, un Espacio Socioeducativo donde participa un grupo de aproximadamente 40 niñas/os y adolescentes (NyA) coordinado por dichas mujeres[4]. Uno de los motivos de este acercamiento se relacionaba con fines de investigación[5], para valorar la posibilidad de indagar realidades corporales de NyA en el lugar; otro motivo consistía en conversar con las referentes del lugar, debido a una solicitud concreta de talleres de Educación Sexual Integral (ESI)[6] que nos hicieron llegar para desarrollar con infancias y adolescencias.
La urgencia del pedido de las referentes nos llevó a interrumpir, provisoriamente, el camino de la investigación en el territorio para priorizar la atención de la necesidad de la comunidad. Con esto, nos fuimos situando en la esfera de la extensión y su reflexión; esto nos llevó a posicionarnos como investigadoras-extensionistas, y a procurar una vivencia integrada, sin la necesidad racional de dilucidar o distinguir los bordes en que se funden estas dos funciones de la universidad.
El vínculo extensionista se fue construyendo en los diversos encuentros. Supuso la planificación de una propuesta de talleres de ESI. Para esto, participamos de reuniones, planificación y diálogos con las adultas referentes, y momentos de encuentro, juego y trabajo con las niñeces y adolescencias. En cada acercamiento al espacio procuramos (re)pensar los modos de intervenir, entendiendo por intervenir un venir a estar entre, un reunirnos con otras/os.
Trabajamos en la propuesta de encuentros que se fueron construyendo en base a temas sugeridos por las docentes y las temáticas/problemáticas que fueron emergiendo en los encuentros previos con NyA. Los talleres planificados fueron tres, en torno a las siguientes temáticas:
- “Mi cuerpo/tu cuerpo y los gestos de la afectividad”
- “Derechos de NyA”
- “Intimidad”
La organización colaborativa de los talleres con las mujeres referentes del espacio, mediante un diálogo permanente y fluido, permitió tejer vínculos que fueron resignificando la experiencia. La metodología del taller (Cano, 2012) fue, sin dudas, acertada en la búsqueda de la participación, la horizontalidad, la reflexión y construcción del conocimiento compartida, el lugar de la palabra y el intercambio lúdico y creativo. El taller es concebido –y lo fue en la experiencia que está siendo narrada– desde un posicionamiento consciente en la educación popular (Freire, 2003; Korol, 2016), en las pedagogías feministas y en la revisión de mandatos adultocéntricos (Simoni y Páez, 2022).
Se trató de una experiencia creativa de pensar cada uno de los elementos de la situación educativa (Freire, 2003) con detenido interés. Los contenidos, los disparadores para los encuentros: ¿juegos, algún video, poesías, una canción?, dinámicas lúdicas y participativas, las preguntas, el espacio y el tiempo, y el lugar fundamental de estas niñeces y adolescencias, sus edades, intereses, inquietudes, gustos. La reflexión sobre cada uno de estos aspectos des-cubría la necesidad de anclaje en NyA, y en el conocimiento que las mujeres tienen sobre sus realidades. No cualquier recurso es pertinente para cualquier grupo. Esto fue notorio, por ejemplo, en la búsqueda de un disparador audiovisual que no diera por supuesto saberes determinados, que no fuese demasiado infantil ni demasiado orientado a subjetividades adultas, que no pusiera en exhibición solo identidades con marcas de pertenencia a sectores sociales de clase media, blancos, heterosexuales.
Para la reconstrucción de esta experiencia utilizamos diferentes modos de registros: a) fotográficos; b) entrevistas y diálogos espontáneos con las mujeres; c) grillas de planificación de talleres, y d) grabaciones de audios que realizamos luego de cada encuentro al retirarnos del espacio, mediante los cuales procuramos recuperar lo sucedido en cada jornada: sensaciones aún a flor de piel, aspectos a atender para próximos encuentros, malestares e incertidumbres que pudieran haber surgido. Estos fueron transcritos y posteriormente analizados e interpretados con el foco puesto en la construcción de los vínculos con la comunidad.
La reflexión sobre la experiencia, aunque con una asignación de prioridad a la participación de las mujeres y NyA en el proceso extensionista, se realiza recuperando las premisas de reflexividad, el lenguaje académico y otras pautas propias del conocimiento en la investigación cualitativa en el marco de las ciencias sociales.
Aprendizaje entre tiempos para acompasar la extensión
Una reflexión particular se teje en torno a las temporalidades que se ponen en tensión y en juego, en este tipo de proyectos donde se genera una interacción entre universidad y comunidad. Los tiempos de una no siempre se corresponden con los de la otra, desfasaje asociado a las prioridades, los modos, las expectativas y los objetivos de cada sector.
De la constitución moderna de instituciones como nuestras universidades se reproducen en su quehacer lógicas que acentúan, de la tríada temporal, el futuro: el alcance de objetivos en cierto plazo, los resultados esperados de nuestras acciones al cierre de estas, en un mañana por-venir. Un tiempo monocromo, lineal, mensurable, predecible, el del proyecto, asociado al “utilitarismo del cómputo burgués” (Maffesoli, 2001, p. 11). En este sentido, expresa Vergara, el tiempo, en el sistema capitalista, adviene como un objeto a ser excesivamente controlado, medido y exprimido, como una mercancía (2012).
Las comunidades en los sectores populares, en cambio, parecieran organizarse, al menos en determinadas situaciones y espacios, en otras temporalidades. Podría pensarse esto, tal vez, en los sentidos que aporta Maffesoli (2001) en relación a sociedades que se caracterizan por búsquedas asociadas más al momento presente, a la realización intensiva en el acto, a vivencias de tiempos densos, en el aquí y ahora.
Argumenta Maffesoli que esto se relaciona con cierta aceptación de la fatalidad, del destino que habría que asumir y afrontar (2001), a la pérdida de esperanza y expectativa con relación al futuro. Si ya no hay un futuro hacia el cual proyectar la vida entonces conviene captar del presente lo que se nos brinda, las oportunidades que ofrece.
En efecto, los tiempos en estos barrios, en ocasiones, parecieran ser diferentes a los que regulan las experiencias en otros sectores sociales debido a ciertas condiciones de precariedad en las que habitan sus pobladoras/es. En espacios como Las Juanas, los tiempos irrumpen muchas veces cortados o suspendidos por factores como la lluvia, que impide realizar las actividades previstas por inaccesibilidad al lugar (las calles se inundan y se tornan intransitables) y/o la peligrosidad que suponen instalaciones eléctricas precarias del espacio. Otros factores que atentan contra la continuidad de los proyectos en la organización son los problemas familiares que afectan a las mujeres referentes (enfermedades propias o de personas bajo su cuidado, por ejemplo), sumado a la carencia de quienes las suplanten y la falta de pago de los estímulos económicos que reciben. También las problemáticas que NyA traen, y ponen en diálogo con ellas, dilatan la posibilidad de sostener las actividades.
Esta situación de las urgencias infantiles y adolescentes que parecieran ocupar la centralidad de la atención en la organización se puso de manifiesto en numerosos casos:
Guada (referente adulta) estaba con J (niño de ocho años) en la cocina, en el rincón de las hornallas preparando el mate. No sé qué revolvía. Cuando entró Guada dice: “ya le contaste a la seño?”. Ella buscando que hiciera de puente, ¿entendés? en esas conversaciones. “No”, dice él, “quiero que le cuentes vos”. “Bueno, lo que pasa es que estamos procesando pérdidas”, dice ella, y me mira con intención a los ojos. Un ratito después, él estaba distraído; entonces Guada me deslizó por lo bajo la situación de pérdida abrupta y trágica de un familiar muy directo, de su círculo íntimo, que lo tiene afectado. (Transcripción de diálogo grabado entre investigadoras momentos después de la visita a la organización, 06/11/23)
Esta escena es habitual en el espacio educativo: las mujeres referentes en diálogo con las infancias y adolescencias. Van rotando NyA por ese ámbito sagrado de íntima comunicación sobre asuntos vitales: peleas o tensiones con sus progenitores, problemas de amistad, amoríos, sexualidad. La cocina se establece casi como un espacio-tiempo que se suspende para favorecer la expresión infantil y adolescente, el conocimiento de sus realidades y problemáticas por parte de las adultas, el consejo, la comunicación, el abrazo, la contención.
El vínculo con las demás personas de la familia, vecindad, comunidad, pareciera adquirir jerarquía en las prioridades de Las Juanas y pasará a funcionar como pivot de las lógicas cotidianas, como en las vivencias del tiempo. Sugiere Maffesoli: “lo que prevalece es menos el objetivo por alcanzar que el estar-juntos” (Maffesoli, 1990, p. 167). En especial, en estos espacios de cuidado, el objetivo es estar junto a las infancias. De ahí que sean los vínculos interpersonales los que –frente a circunstancias de pobreza estructural, violencias y otras carencias– se apropian de la vivencia privilegiada del momento presente.
Estas diferentes formas de vivir las temporalidades se tensionan en el encuentro extensionista, entre quienes venimos de los espacios académicos y las comunidades. En la experiencia, lo inicialmente cronometrado en nuestro plan de trabajo (como en todo proyecto de este tipo) se vio condicionado por las necesidades y urgencias comunitarias que nos fueron compartidas por las referentes del espacio.
En ese marco, entendimos y procuramos hacer cuerpo lo que propone Gago (2019) sobre el pensar feminista como un trabajo paciente y de tejido, abierto a lo que va aconteciendo dentro de las dinámicas organizativas. La investigación-extensión, como vínculo interinstitucional que se construye en lo cotidiano, debe dar lugar a lo personal y a las emociones, lo cual supone tiempos que a veces parecen desde las lógicas académicas tiempos perdidos, ya que se desplazan de lo planificado. Por momentos se vivencia, desde el lugar de quien investiga y/o hace extensión, sensaciones encontradas, frustraciones a partir de actividades que no salen como había sido previsto. Sin embargo, luego de cierta distancia con la experiencia, eso que se vivenciaba como tiempo perdido pasa a valorarse como tiempo necesario y vital: necesario para el encuentro, para el mutuo conocimiento y reconocimiento, porque cada día pareciera asistirse en estos espacios de cuidados infantiles-adolescentes, a situaciones de envergadura (vitales, muchas veces) que requieren y reclaman la atención adulta.
En esas ocasiones se produjeron corrimientos de la experiencia de temporalidades atadas a un plan, de lógicas progresivas y productivistas que suelen regular los proyectos académicos de este tipo, y que suelen imponer o forzar apuros, a tiempos flexibles y co-construidos. El tiempo se detiene en estos espacios de interacción para respetar los tiempos propios de la comunidad nucleada allí, y poder albergar el encuentro.
Estas experiencias nos enseñan que la extensión no puede pensarse ni evaluarse como una consecución instrumental de acciones claras y coherentes, orientadas a un fin cerrado. La atención a lo personal, que enseñan los feminismos, desbarata los planes y/o, tal vez, los complejiza, los interpela, los discute, y habilita a incluir, en los procesos de construcción del conocimiento, aspectos de la realidad que son significativos, muchas veces vitales para las/os pobladores, como sus emociones o necesidades primarias.
El lugar de la participación y los saberes de quienes protagonizan las tramas comunitarias en los proyectos de extensión-investigación
El saber profundo sobre la comunidad que poseen las mujeres que trabajan en este espacio, sobre lo cotidiano y lo personal de cada infante y adolescente es producto de largos años de trabajo esforzado y sostenido en ese territorio. Ellas conocen el nombre y el apellido, la composición de sus familias, la realidad de cada una/o, sus problemas, sus ocupaciones, sus personalidades. De ahí que lo que sucede en estos espacios no se limita a la propuesta de actividades puntuales, talleres, etc., sino más bien, a un comprometido trabajo de cuidados que alimenta y nutre el sustrato comunitario más elemental: el que abraza a las NyA del barrio.
Reconocer esto nos permitió sintonizar con lo que estaba palpitando en el tiempo que nos acercamos al espacio. Dar lugar a la escucha o simplemente estar ahí, juntas/os, en ese tiempo detenido, permitió presenciar diferentes momentos en que NyA compartían con las referentes sus problemáticas, vivencias y necesidades.
Estábamos dialogando con M. en aquella jornada mientras niñas y niños seguían llegando. En ocasiones entraban a la cocina y se interrumpía la conversación. En un momento, unas niñas, de aproximadamente 10-11 años, se acercaron a saludar y charlar con Mariana. Una de ellas se sentó con mucha confianza en la silla que estaba libre y, prácticamente sin ninguna introducción a la conversación, ni pudor, empezó a contar situaciones muy personales en nuestra presencia.
La respuesta de Mariana fue clara y precisa: les dijo que, como ya habían conversado en ocasiones anteriores, tienen que tener cuidado, cuidar sus cuerpos y el de los otros, ser respetuosas y que después continuarían la conversación. Flor y yo en silencio observamos la situación. (Nota de campo 14/08/23. Espacio comunitario Las Juanas)
Se detectan, en la respuesta de la referente, palabras claves en sintonía con el nuevo paradigma de la Educación Sexual Integral (ESI) en Argentina, como: el cuidado del propio cuerpo y el de las/os demás; el respeto como premisa para los vínculos afectivos; el diálogo como base fundamental para no dejar solas a las nuevas generaciones en relación a asuntos tan relevantes como la sexualidad en la construcción de sus jóvenes subjetividades, para sostener un lugar de confianza y apertura en un vínculo intergeneracional con una persona adulta referente de sus entornos de vida. También se revela un posicionamiento que se aparta de los habituales lugares de mirada moralizantes (Morgade, 2016), prejuiciosos y críticos de las decisiones eróticas de las adolescencias: aquello que podría haber alarmado y provocado reacciones de censura, fue acogido con responsabilidad, templanza y palabra certera. Saberes, en las voces de estas mujeres, fundamentales, posicionados y actualizados, al servicio de la comunidad.
El tópico que insistía fuertemente en ese tiempo-espacio con NyA fue la dimensión corporal y afectiva. Tal como lo manifiesta la nota de campo era un tema que compartían con espontaneidad, poniendo sobre la mesa la necesidad de que fuera mirado. En ese contexto, las mujeres responsables, en diferentes momentos, lo resaltaban, con cierta preocupación, como una necesidad que reclamaba atención a viva voz.
El encuentro con las urgencias que se presentaban desde la comunidad nos interpelaba a encontrar formas de diálogo sin intrusismos. ¿Cómo construimos puentes entre nuestras búsquedas, saberes y trayectorias con las vivencias, saberes y necesidades de este espacio? ¿Cómo abordar situaciones complejas y delicadas sin un conocimiento y vínculo previo con las infancias, adolescencias y sus familias? ¿Qué saberes y herramientas pueden aportar nuestras agencias universitarias desde la investigación y la extensión? ¿Cómo alojar en estos procesos las emociones tanto las de NyA, de las propias mujeres, como las nuestras en la búsqueda de construcción de conocimientos fecundos y experiencias respetuosas?
La concreción de los talleres de ESI no siempre fue como esperábamos; más bien, estuvo atravesada por diversas frustraciones, desaciertos, circunstancias no previstas, desencuentros. Aunque también hubo destellos de risas, de participación, de reflexión, y tuvo lugar la expresión de ciertas realidades, deseos y “cosas que no nos gustan” en voces infantiles y adolescentes.
Ciertos desaciertos en nuestra práctica, en la planificación y desarrollo de los talleres, estuvieron relacionados a que las mujeres del lugar no estaban presentes, o estaban lejos. En cambio, para otras ocasiones, cuando pusimos de relieve esta construcción conjunta, cuando priorizamos su palabra y presencia, sus opiniones y conocimientos, las actividades fluyeron con mayor armonía y contención de NyA. Con ellas aprendimos cuestiones concretas que no son menores; por ejemplo, que las niñeces e infancias de Las Juanas prefieren las actividades manuales al momento de elegir una propuesta; como también que ciertas normas de convivencia que sostienen con ellas/os en el espacio compartido garantizan la armonía.
Identificar esos aciertos y falencias en el trabajo nos permitió ponerlo en diálogo con las referentes en instancias posteriores de intercambio que tuvimos en relación con los talleres realizados, donde también revalorizamos sus saberes y haceres. Esos encuentros nos resultaron significativos para profundizar en el vínculo. Como señala Pajares (2020):
Se trata al fin y al cabo de articular espacios, herramientas y procesos reflexivos participativos para reapropiarse de sí, para transformarnos en sujetos de nuestras propias prácticas, individuales y colectivas. Y aquí es donde se conjuga el proyecto feminista con la potencialidad de la participación como metodología y espacio político constitutivo de procesos donde las relaciones adquieren carácter emancipador y no dominador. (p. 301)
Reflexiones finales
Las experiencias de las comunidades como la del barrio que nos alojó en este tiempo se presentan atravesadas por complejidades y urgencias permanentes y cotidianas que distan mucho de los modos de hacer y las racionalidades universitarias: estos territorios emergen con otros tiempos más ligados a la urgencia y al presente; otras formas de conocer, de decir; otras formas de vinculación donde priman lógicas, como sugiere Segato (2018), ligadas a lo próximo, lo corporal, lo no burocrático, lo procesual: la solución del problema ante todo, y la preservación de la vida.
Para entablar diálogos con estos territorios, donde los saberes interactúen y confluyan sin jerarquías ni colonialismos, parece preciso explorar posibles manifestaciones de lo que Larrosa señala como el arte del encuentro, que supone la paciencia de quienes tejen, y la habilidad, demasiado aclamada y en no tantas ocasiones practicada, de la escucha. ¿Cómo propiciar detenimientos frente a condiciones de trabajo configuradas por exigencias productivistas? ¿Cómo acoger emociones, cómo hacer hablar a los afectos? ¿Cómo construir más espacios y más tiempos para las prioridades, las urgencias y las voces de las personas que habitan los barrios populares en los universos universitarios? Tal vez las búsquedas del encuentro afectivo y la ternura, como sugiere Morales (2021), sean no solo modos de resistencia y reexistencia ante la barbarie que promueven las improntas capitalistas, sino también lugares epistemológicos a explorar. La pregunta por el otro, la otra, también por quienes no se identifican en la lógica binaria, resulta vital y constitutivamente ética. Lugares que, justamente, parecen ser moneda corriente en espacios comunitarios de múltiples cuidados de infancias y adolescencias, protagonizados por mujeres.
Desde nuestro hacer investigativo-extensionista, el diálogo, la construcción colectiva de saberes nos abre a la posibilidad de entramarnos en un sentipensar común. Así también destacamos el lugar que tiene la práctica de extensión como el lugar de la acción. Acción que invita al movimiento: “y sin movimiento no hay transformación posible”, señala Morales (2021). Ese movimiento, pensado freireanamente, en el sentido que no se limita ni a saberes ni a prácticas sino a un permanente diálogo entre reflexión y acción como par constitutivo de la transformación: a la praxis. Movimientos que interpelan las formas dominantes de hacer investigación y extensión.
Reverbera, al finalizar este trabajo, la pregunta por la potencia de pensar y tramar estas esferas, dimensiones y áreas del hacer académico universitario. Extensión e investigación habitualmente aparecen separadas en compartimentos que parecen estancos, claramente delimitados en oficinas, con presupuestos y agentes diferenciados. Sin embargo, en experiencias como la que hemos compartido, la extensión interpeló a la investigación, se articularon mutuamente, se potenciaron. Sentimos la necesidad de entender y nombrar a nuestras prácticas en el marco de enfoques microsociológicos y cualitativos, como investigativo-extensionistas. Que a su vez conlleva cierta acción directa sobre la realidad. Acción que, como la extensión (y la investigación) es política.
Nada se cierra con estas conclusiones. Amar la trama es la apuesta por los tejidos que puede propiciar la extensión, en los encuentros que provoca, y expresa cierto elogio de temporalidades amorosas cocinadas con habilidades femeninas que están siendo, presentes hondos, maneras acompasadas de caminar con otras/os y de abrazar lo más vital y valioso, sin demoras y sin apuros.
Referencias
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Notas
[1] Consideramos importante mencionar que la experiencia de investigación-extensión que hace de base a este trabajo (con la Cooperativa Juana Azurduy) tuvo lugar en 2023; que el escrito del artículo fue desarrollado entre febrero y mayo de 2024 y que, durante este año, hemos dado continuidad al vínculo con la comunidad. Entre los meses de septiembre y diciembre, desarrollamos en conjunto con las referentes del lugar y el equipo de investigación Corpografías, radicado en la Facultad de Educación Física de la Universidad Provincial de Córdoba, una nueva experiencia con niñeces y adolescencias: un espacio de acompañamiento a los talleres de juego y actividad física que las mujeres venían coordinando los miércoles, en el Polideportivo del barrio. Se trata de una nueva fuente de aprendizajes, intercambios diversos y reflexiones que fortalecieron el vínculo de investigación-extensión, y que esperamos continúe y crezca en 2025.
[2] Las autoras, aunque reconocen otros enfoques, utilizan este vocablo en un sentido amplio, sin distinguirlo de afectos ni sentimientos. Defienden el carácter social de las emociones cuando se generan en contextos intersubjetivos y en comunidades. También enfatizan su carácter político y el papel que cumplen en la movilización política.
[3] IPV de Argüello es un conjunto habitacional de núcleos de viviendas localizados en la zona de Argüello, al noroeste de la ciudad de Córdoba, Argentina. Esta urbanización fue llevada a cabo por el Instituto Provincial de la Vivienda (IPV) a finales de los 80 y principios de los 90, y buscó responder a una necesidad habitacional de distintos sectores sociales, tanto de clase media como familias de menores ingresos que residían originalmente en asentamientos comúnmente llamados villas.
[4] En la misma sede funciona una Sala Cuna y el “Aula Mamá”, donde asisten mujeres del barrio que desean completar los ciclos de educación primaria y secundaria. El espacio forma parte de una trama colectiva más amplia de organización barrial: la Mesa de organizaciones de Argüello IPV, que reúne tres escuelas primarias y una secundaria de la zona, el centro de salud, la radio comunitaria del barrio y la cooperativa J. A.
[5] “Educación física, prácticas corporales y adolescencias. Dinámicas vinculares en contextos escolares y espacios socio comunitarios de diversos sectores sociales de la Ciudad de Córdoba” (PICTO Asociativo Córdoba Agencia I+D+i 2022) y “Cuidados de las infancias: prácticas de alimentación y juego de niñas y niños en una ciudad sociosegregada” (Proyecto de tesis doctoral - Beca SECyT 2022-2026).
[6] Desde 2006 existe en Argentina la Ley 26121, llamada Ley de ESI, que establece el derecho de niñeces y adolescencias a recibir Educación Sexual Integral, y crea el Programa Nacional de ESI, con el fin de dar garantía a este derecho.