https://doi.org/10.19137/anclajes-2024-2827
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DOSSIER
Orgullo y libertad frente al sistema heteronormativo: una representación del sujeto disidente en Antes que anochezca (1992) de Reinaldo Arenas[1]
Pride and freedom against the heteronormative system: a representation of the dissident subject in Antes que anochezca (1992) by Reinaldo Arenas
Orgulho e liberdade frente ao sistema heteronormativo: uma representação do sujeito dissidente em Antes que anochezca (1992) de Reinaldo Arenas
Víctor Saúl Villegas Martínez
Universidad Veracruzana
México
ORCID: 0000-0002-0589-2154
Fecha de recepción: 15/02/2024 | Fecha de aceptación: 27/02/2024
Resumen: Las escrituras autobiográficas de contenido homoerótico han reflejado de manera constante las pugnas entre las identidades disidentes y los sistemas heteronormativos. El caso de Antes que anochezca (1992) de Reinaldo Arenas no es una excepción. Por ello, la hipótesis de este análisis plantea que el orgullo del sujeto disidente hipersexualizado –en este caso, un sujeto autobiográfico– aparece como una herramienta de desestabilización normativa frente los sistemas sexo-genéricos que promueven una masculinidad y sexualidad heteropatriarcales. En consecuencia, el discurso de Arenas incita a una relectura del cuerpo para desmantelarlo de las ataduras impuestas por los dispositivos del poder –en especial el que corresponde con la idea del “hombre nuevo” emanado de la Revolución cubana. Además, traza la representación de un sujeto disidente que no se ciñe a la ideología del Norte global, sino a una visión adherida al sistema del deseo mediterráneo, regida por la dicotomía sexual del eje activo/pasivo.
Palabras clave: Reinaldo Arenas; Homoerotismo; Autobiografía; Identidad; Narrativa cubana.
Abstract: Autobiographical writings with homoerotic content have constantly reflected the struggles between dissident identities and heteronormative systems. The case of Antes que anochezca (1992) by Reinaldo Arenas is no exception. Therefore, the hypothesis of this analysis states that the pride of the hypersexualized dissident subject –in this case, an autobiographical subject– appears as a tool of normative destabilization in the face of sex-gender systems that promote heteropatriarchal masculinity and sexuality. Consequently, Arenas' speech incites a rereading of the body to dismantle it from the bonds imposed by the devices of power –especially that which corresponds to the idea of the “hombre nuevo” emanating from the Cuban Revolution–. It also traces the representation of a dissident subject that does not adhere to the ideology of the global North, but rather to a vision adhered to the system of Mediterranean desire, governed by the sexual dichotomy of the active/passive axis.
Keywords: Reinaldo Arenas; Homoeroticism; Autobiography; Identity; Cuban narrative.
Resumo: Escritos autobiográficos com conteúdo homoerótico têm refletido constantemente as lutas entre identidades dissidentes e sistemas heteronormativos. O caso de Antes que anochezca (1992) de Reinaldo Arenas não é exceção. Portanto, a hipótese desta análise afirma que o orgulho do sujeito dissidente hipersexualizado –neste caso, um sujeito autobiográfico– aparece como uma ferramenta de desestabilização normativa diante dos sistemas sexo-gênero que promovem a masculinidade e a sexualidade heteropatriarcais. Consequentemente, o discurso de Arenas incita a uma releitura do corpo para desmontá-lo das amarras impostas pelos dispositivos de poder –especialmente aquela que corresponde à ideia do “homem novo” emanado da Revolução Cubana–. Traça também a representação de um sujeito dissidente que não adere à ideologia do Norte global, mas sim a uma visão aderente ao sistema de desejo mediterrânico, regido pela dicotomia sexual do eixo activo/passivo.
Palavras chave: Reinaldo Arenas; Homoerotismo; Autobiografia; Identidade; Narrativa cubana.
Preliminares
Consagrado como uno de los autores clásicos de la tradición literaria homoerótica hispanoamericana, Reinaldo Arenas (1943-1990) no deja de sorprender al lector que (re)descubre su obra. En este sentido, es posible afirmar que la vasta producción del autor cubano es un caudal inagotable, en donde la exploración del cuerpo y del deseo se presenta no como mero artificio, sino como una auténtica forma de supervivencia. El planteamiento de la corporalidad es para Arenas una estrategia literaria que pone sobre la mesa las ataduras y libertades que determinan al sujeto. Por ello, la descripción del cuerpo –y de los usos que es posible dar a este – forma una constante que, desde Celestino antes del alba de 1967 hasta Antes que anochezca de 1992, puebla las páginas del escritor y constituye un enfrentamiento a diversos regímenes normativos con la finalidad de afirmarse en un sentido pleno de emancipación. Por estos motivos, la obra de Arenas no termina de asombrar: su estética se acerca siempre a un punto de inflexión en donde la mirada sobre el cuerpo y el deseo se transforma en momentos o sitios insólitos. Quizás, el adjetivo exuberante no sea el más adecuado –o, como comúnmente se dice, queda corto– para describir esta escritura, puesto que cualquier recoveco le sirve al autor para dar una inusitada vuelta de tuerca a la perspectiva que se tiene sobre la corporalidad y la sexualidad, tal como destaca Paola Arboleda Ríos cuando se refiere a la obra del autor cubano en relación con la de Néstor Perlongher (1949-1992) y Pedro Lemebel (1952-2015):
Lo que el texto de Arenas sugiere [refiriéndose a la autobiografía de este autor] es que no existe solamente un devenir homosexual-latinoamericano sino incontables devenires no-heteronormativos, que sencillamente no caben dentro de ciertos modelos teóricos y que requieren de discursos propios que sean a-locada y dis-locadamente queer. (120)
Esta afirmación puede extenderse a toda la escritura de Arenas, ya que las delimitaciones sobre el cuerpo y el deseo siempre son derrumbadas mediante un uso exacerbado de la sexualidad y del erotismo.
Ahora bien, la producción del cubano se yergue como heredera de una fina y compleja tradición literaria cubana que va de lo barroco a lo absurdo, en la que las presencias de José Lezama Lima (1910-1976) y Virgilio Piñera (1912-1979) son marcas inconfundibles que sugieren a una asimilación estilística por parte de Arenas: tanto por la convivencia amistosa como por la formación literaria, se puede hallar en la escritura de este un anhelo por la enumeración compleja y ornamentada, así como por la desestabilización de las reglas convencionales de la moral y el cuerpo, dando como resultado novelas cuyas tramas no siguen una lógica causal en términos de lo que observamos en nuestra realidad inmediata (Mena 23-24; López 53-54; Sánchez 89-92). Así, las poéticas descripciones que abundan, por ejemplo, en Otra vez el mar de 1982 se ven sacudidas por los rumbos inesperados que toma algún fragmento de la diégesis; igualmente las descripciones poéticas se mezclan con la construcción de microcosmos en novelas como Celestino antes del alba o El portero. Ambas estrategias escriturales –la abundante descripción poética y diégesis con elementos inusitados– sirven al autor para llegar a ese cometido de no dejar “tranquilo” al lector: la meta es conducirlo a un sitio donde se desprenda de la forma convencional en la que ha comprendido su realidad para mostrarle un universo en el cual las reglas pueden ser subvertidas. En este punto, es posible afirmar que, en la escritura de Arenas, se condensa la larga tradición del neobarroco cubano –de la cual Lezama Lima es pionero– y la representación del mundo del absurdo –cuyo máximo exponente en la isla caribeña fue Piñera– para apelar a la desestabilización de una realidad lacerante antes, durante y después de la Revolución[2].
Posiblemente, el término subversión sea más adecuado para la obra de Arenas que el de exuberancia, ya que sus textos van más allá de ser un mero artificio contemplativo –que por sí solo ya tiene justificación, pertinencia y necesidad– y se solazan, más bien, en retorcer las reglas hegemónicas. Lo torcido, entonces, permite el reconocimiento de las diferencias y, a la par, de las imposiciones que estipulan los sistemas del poder[3]. De este modo, al crear novelas que distan de ser realistas para cambiar la percepción de lo cotidiano, se formula ese reiterado asunto de ponerse frente al espejo. El acto subversivo queda concretado al sacudir la norma y proponer una sensibilidad desestabilizadora, como subraya Luis Cremades al hablar de Arenas en el seno de la tradición literaria homoerótica en Cuba:
Su genio consiste —no sólo en su dominio y diversidad estilística—, en establecer conexiones entre lo gay como conducta marginal y lo gay como reivindicación de un orden social y político más libre (en esa línea estaría su contemporáneo Michel Foucault, con quien compartió, al menos, una misma enfermedad). Reinaldo es un autor que no puede leerse impunemente; es un provocador que deja huella. Y soslayar la indiferencia no deja de ser muestra de talento. (94)
Estos actos subversivos son planteados en la autobiografía Antes que anochezca que, a treinta años de su publicación, cobra mucha vigencia en un momento en que los ataques hacia la disidencia sexual han recuperado un inusitado brío. El narrador autobiográfico describe con detalle tres aspectos elementales: el cuerpo, la homosexualidad y el embate del sistema político castrista. Estos tres aspectos se reiteran a lo largo de la obra en un despliegue cronológico que se corresponde con la vida del protagonista y con los diferentes contextos históricos cubanos: la dictadura de Batista, el triunfo de la Revolución y el régimen socialista. Además, están anclados en espacios geográficos que convocan formas específicas de supervivencia, como lo son la provincia –en específico Holguín–, La Habana y el exilio en Estados Unidos –en especial en Miami y Nueva York.
No hay que olvidar, en este sentido, que Antes que anochezca es un discurso que recupera los acontecimientos más importantes del personaje desde la perspectiva del narrador autobiográfico, pero, a la vez, es una denuncia y un alegato continuo sobre la libertad y cómo luchar por esta. De acuerdo con Candelaria Barbeira, “el hincapié del narrador en su carácter de testigo, la preeminencia de la primera persona, funciona a modo de legitimación: alega autoridad apelando al carácter testimonial de lo narrado. Su alegato parte de la exacerbación de las prácticas homosexuales” (148-49).
El presente artículo tomará en cuenta ese aspecto libertario para vincularlo con el orgullo sexual disidente que manifiesta el narrador autobiográfico frente a los embates del sistema heteronormativo, proyectado, principalmente, en el régimen castrista, tal como apunta Armando Valdés-Zamora cuando señala la importancia de la corporalidad en la autobiografía de Arenas: “Un cuerpo a la vez politizado y erótico, expresión de un deseo de libertad y por tanto objeto de una ruptura que a su vez lo daña y lo libera” (56). El análisis estará organizado de acuerdo con tres grandes ámbitos espaciotemporales del discurso autobiográfico: la provincia cubana –que corresponde con la infancia y adolescencia del protagonista–, los años en La Habana –juventud y adultez– y el exilio en los Estados Unidos –adultez, enfermedad y muerte–. Estas circunstancias contextuales van de la mano con un aspecto esencial cuando se aborda el tema de la homosexualidad en la novela: la concepción de los sistemas de deseo mediterráneo –eje activo/pasivo– y el médico-jurídico, que entran en debate cuando el narrador se refiere a sus vivencias sexuales en Cuba y en Estados Unidos, respectivamente.
Orgullo y libertad
Para Carlos Monsiváis, “en la literatura de Arenas todo se vuelve un acto insólito, porque el gozo perdurable es el de la transgresión” (193). Fue esta transgresión la que motivó un libro que se regodea en el orgullo que genera el construir un discurso homoerótico pleno y alejado de cualquier tabú. El orgullo de ser un disidente sexual se manifiesta en Antes que anochezca como una circunstancia que permite sujetarse a la existencia mediante el placer. No obstante, la concepción del orgullo conduce muy de cerca a la de la vergüenza, dicotomía que articula el ser y el parecer en los individuos y, por tanto, contribuye a configurar su identidad. Para que el orgullo se convierta en una afirmación de vida tiene que existir, moral e históricamente, un temor a aquello considerado como excluido, marginado o desprestigiado. Por este motivo, las identidades disidentes –maricón, loca, homosexual, queer, gay, lesbiana, tortillera, trans, no binario, entre otras– son las más susceptibles de atravesar –o de plantearse en términos evidentes– la dicotomía vergüenza/orgullo, sobre todo en función del rechazo histórico que ha existido hacia lxs disidentes sexuales, hecho que se constituye en una actitud mental y social, muy cercana a lo que Judith Butler llamó el “vínculo apasionado” entre el sujeto y la norma (17-19). Los mecanismos psíquicos del poder, según la filósofa estadounidense, se arropan y crecen sin que el individuo pueda imaginar su alcance ni detenerlos. La vergüenza de afirmarse como maricón para un determinado sujeto implica insertarse en un habitus heteronormativo y patriarcal que ya ha sido más que asimilado por la mente de la persona en cuestión:
La propia vergüenza constituye identidad. De hecho, la vergüenza y la identidad mantienen una relación muy dinámica, a la vez deconstituyente y fundacional, porque la vergüenza es singular por lo contagiosa y por cómo nos individualiza. Una de las propiedades más extrañas de la vergüenza –pero también la que brindaría más potencia conceptual a un proyecto político– aflora cuando el maltrato ejercido por otros, la vergüenza de otra persona, la estigmatización, la debilidad, el mal olor o los comportamientos extraños, en apariencia ajenos a mí, consiguen de inmediato –si soy una persona predispuesta– que me inunde esta sensación cuya capacidad de saturación parece delinear el contorno exacto de mi individualidad de la forma más aislante que cabe imaginar. (Sedgwick 40)
Esta vergüenza se hace latente a lo largo de toda la autobiografía, pero resulta especialmente intensa en los primeros apartados, los que corresponden a la vida de Arenas en la provincia y a los primeros meses de su llegada a La Habana. La presencia de la homosexualidad en esta parte del discurso autobiográfico funciona desde la mirada de un protagonista esquivo que trata de mantener oculto su deseo. Por obvias razones, también se encuentra el filtro analéptico, es decir, la mirada del autor ya adulto que rememora esa parte de su juventud. Un fragmento muy evidente es aquel en el que Arenas se convierte en estudiante de contaduría agrícola poco tiempo después del triunfo de la Revolución y es enviado a una granja junto con otros jóvenes para realizar su formación académica:
De los dos mil alumnos quedamos menos de mil; desde luego, no fui yo solo quien supo ocultar su homosexualidad y su rechazo al comunismo; muchos alumnos que eran homosexuales se las arreglaron para sobrevivir; otros, sencillamente, se negaron a sí mismos. Los anticomunistas, como yo mismo, recitábamos de carretilla los manuales de marxismo; tuvimos desde temprano que aprender a ocultar nuestros deseos y tragarnos cualquier tipo de protesta. (Antes que anochezca 73)
El rechazo hacia el deseo homosexual por parte del sujeto se convierte en una estrategia de supervivencia frente al sistema político que proscribe y sanciona cualquier tipo de ruptura sexo-genérica. Como señala el narrador el ocultamiento es, en esta circunstancia, una forma de mantenerse sin sanción y con vida. Este hecho se repite, por ejemplo, cuando arriba a La Habana: “Yo me mantenía aun fiel al recuerdo de Raúl, y además sentía mucho miedo de que fuera descubierta mi condición homosexual en La Habana, aunque allí, en aquel momento, todavía no había una vigilancia excesiva” (Antes que anochezca 92).
La vergüenza aquí va acompañada también del temor a una acción punitiva que puede convertirse en escarnio, golpes, pérdida del trabajo o cárcel. Así, en este momento de la vida de Arenas, la vergüenza en relación con el deseo y la identidad disidentes está dada también por el arraigamiento en una cultura heteropatriarcal; es decir que, si bien ya se ha instalado el aparato jurídico emanado de la Revolución, el temor a ser observado como loca procede de una tradición previa. No obstante, una vez que el régimen castrista declara, hacia 1962, su rechazo absoluto de la disidencia sexo-genérica, el temor hacia la sanción es aún mayor: la vergüenza va acompañada también de desprestigio y pérdida de derechos; es decir, que ocurre una institucionalización de la homofobia tal como lo mencionan Fernando Varela (126) y Emilio Bejel (96). Incluso, Arenas acota cómo durante la década de los sesenta –los primeros años de la Revolución– el deseo homosexual era un hecho exacerbado:
Aparte del flete diurno que se realizaba, generalmente, en las playas, La Habana disfrutaba también de otra vida homosexual poderosísima; subterránea pero muy evidente. Esa vida era el flete nocturno por toda la Rampa, por Coppelia, por todo el Prado, por todo el Malecón, [...] Creo que nunca se singó más en Cuba como en los años sesenta; esa década precisamente cuando se promulgaron todas aquellas leyes en contra de los homosexuales, se desató la persecución contra ellos y se crearon los campos de concentración; precisamente cuando el acto sexual se convirtió en un tabú, se pregonaba al hombre nuevo y se exaltaba el machismo. (Antes que anochezca 130-31)
En estos años es cuando el autor inicia con mayor fervor su vocación literaria, a la par que hace evidente su homosexualidad y sus encuentros eróticos alcanzan cifras hiperbólicas. Valdés Zamora considera que esta rememoración de encuentros sexuales inagotables sigue una “lógica del exceso” (56), y señala que la escritura de Arenas, si bien parte de un discurso que se presenta como autobiográfico y testimonial, también hace uso constante de recursos propios de la ficción. Sin duda, la ficción le sirve al narrador de Antes que anochezca apara afirmar la pluralidad del deseo y, con ello, poner sobre la mesa la desestabilización de los sistemas sexo-genéricos hegemónicos[4].
La cuestión de la vergüenza también ocupa un primer plano cuando el narrador hace referencias a sus estancias en diferentes prisiones cubanas, en especial la de El Morro. Recuérdese aquí que, por haber publicado sus libros fuera de Cuba y por ser un disidente político, el autor fue perseguido y encarcelado; pero que en virtud de las escasas pruebas para mantenerlo detenido y ante la presión internacional, fue finalmente liberado y obligado a firmar una confesión en la que se retractaba de sus ideas políticas e, igualmente, aceptaba redimir su homosexualidad, con la promesa de escribir obras en pro del régimen y de hacer a un lado sus pulsiones eróticas disidentes. Nos encontramos ya en la década de los setenta: “Antes de la confesión yo tenía una gran compañía; mi orgullo. Después de la confesión no tenía nada ya; había perdido mi dignidad y mi rebeldía” (Antes que anochezca 31). Es notable en este fragmento cómo el hecho de asumirse en contra de su propia obra literaria y su homosexualidad supone una derrota ante el sistema castrista. El orgullo que manifestaba y con el que mantenía su supervivencia se transforma ahora en una necesaria actividad subrepticia puesto que, al salir de la cárcel, su vida sexual debe mantenerse soslayada, aunque no terminada.
Ahora bien, como indicábamos al inicio, hay en la obra de Arenas un orgullo por la subversión: la identidad disidente no sólo es una fuente de placer, sino de valentía que le posibilita continuar con vida –ya que la sexualidad es un subterfugio que mantiene a flote al autor– y, a la par, resistir la imposición del sistema político y sus interminables persecuciones. En este sentido acordamos con Diana Palaversich, quien menciona sobre Antes que anochezca lo siguiente:
[la] venganza [de Arenas] consiste en nombrar y acusar a las personas más conocidas de la vida cultural de Cuba como espías del sistema u homosexuales y de representar a la isla no sólo como un país jaula-cárcel, sino como una jaula de las locas donde casi no quedan hombres cubanos que no hayan tenido relaciones con otros hombres. (112)
Aunque para la investigadora esto le podría restar mérito literario o informativo a la autobiografía, el hecho es que se trata de un ardid que redobla la apuesta estilística del autor al entramar los acontecimientos siguiendo una pauta camp, como ya había hecho previamente en otras obras, como la famosa Pentagonía[5].
El relato detallado e hiperbólico de experiencias homoeróticas constituye una muestra de orgullo que permite al narrador afianzarse en una identidad abyecta, con la cual se enfrenta tanto al sistema heteronormativo de la Revolución cubana –que impulsa la idea de un “hombre nuevo” alejado de cualquier desviación sexual– como con otros sistemas de deseo –en el caso del dispositivo médico-jurídico–: "La sexualidad revolucionaria es monogámica y heterosexual, orientada hacia la procreación, y la familia es la célula básica de la nueva sociedad revolucionaria” (Martínez 95). Para Arenas, el ser loca, maricón, pájaro u homosexual es parte de la constitución de una representación que lo define y dignifica. Esto lleva a pensar que si bien el orgullo remite a una posición de la identidad y, en el caso de la autobiografía, a un discurso narrativo construido a modo de diatriba contra todo tipo de imposiciones, también se halla en el uso del cuerpo durante el acto sexual; el coito anal –y el hecho de practicarlo desmesuradamente, así como de exhibirlo sin tabús en la escritura y en el plano de las acciones de ligue o encuentros mencionados– es el eje del orgullo en la famosa dicotomía activo/pasivo. El narrador se vale de esta dicotomía para criticar a los jóvenes varones revolucionaros, quienes muestran una cara homofóbica frente al mundo, pero en la intimidad se convierten en incontrolables amantes de las locas, haciendo incluso el papel de pasivo en ciertas ocasiones. En este sentido, se manifiesta un orgullo basado en la sexualidad anal, sobre todo, durante la época en que Arenas permanece en prisión en El Morro. Allí, a pesar de que los encuentros sexuales ocurren de modo continuo y son propiciados por el mismo entorno carcelario, el narrador menciona que no desea mantener sexo con los otros reclusos debido a que se trata de un hecho que funciona casi como una imposición:
No era lo mismo hacer el amor con alguien libre que hacerlo con un cuerpo esclavizado en una reja, que tal vez lo escogía a uno como objeto erótico porque no existía algo mejor a su alcance o porque, sencillamente, se moría de aburrimiento. […] Las relaciones sexuales se convierten, en una cárcel, en algo sórdido que se realiza bajo el signo de la sumisión y el sometimiento, del chantaje y de la violencia; incluso, en muchas ocasiones, del crimen. Lo bello de la relación sexual está en la espontaneidad de la conquista y del secreto en que se realiza esa conquista. (Antes que anochezca 205)
“Orgulloso”, como podría decirse en términos cotidianos, el protagonista rechaza un contacto sexual únicamente motivado por las condiciones de la prisión, lo cual resulta curioso teniendo en cuenta antecedentes de literatura cubana carcelaria como Hombres sin mujer (1938) de Carlos Montenegro[6].
La exposición de estas manifestaciones del deseo y de los encuentros sexuales del protagonista articula un orgullo latente frente a la intromisión del Estado en asuntos carnales. En este punto, el narrador no pretende para nada enlistarse en las filas de un “hombre redimido” –aunque haya tenido que recurrir a ello para sobrevivir después de su salida de la prisión–. Sobre este asunto, es interesante recuperar la perspectiva de Carmelo Esterrich respecto al modo como Arenas exhibe la condición de ser loca:
Su método queda fuera de la objetividad, y se inserta dentro de una sobredosis de retórica personal, agriada, prejuiciada. Este es el riesgo que toma Arenas en su Pentagonía, y en el resto de su obra, para exponer esa condición exílica, esa mirada oblicua y esa visión rabiosa de un ciudadano que, siendo, se rehúsa a ser precisamente eso, un ciudadano. (189)
Cabría preguntarse si Arenas desea ser un ciudadano y, en ese caso, de qué tipo. Por la forma en la que está escrita su obra en general –y particularmente Antes que anochezca–, el autor manifiesta un repudio a cualquier intento de normalización. Y puesto que la abyección es componente intrínseca de su identidad, no le interesa engrosar las filas de una ciudadanía reglamentaria, por lo que se muestra orgulloso de ser una loca promiscua y disidente del régimen político.
La concepción del orgullo está fincada, entonces, en la exaltación de una sexualidad anal, el repudio a cualquier normalización corporal y la supervivencia mediante una actividad erótica sin control. Birger Angvik plantea, en este tenor, que Antes que anochezca “es un texto agresivamente perverso en lo sexual, jugosamente erótico en el lenguaje, y la sex-textualidad se complace en la perversión, en las perversiones y en el erotismo desenfrenando” (45). El encanto por lo perverso y lo sórdido es lo que mueve el discurso autobiográfico, por lo que no hay que olvidar que es una autoafirmación vital: el autor recurre constantemente al hecho de plantear su sexualidad desde el eje activo/pasivo, en concordancia con el modelo mediterráneo del deseo, donde la loca es repudiada pero tolerada: “La percepción del «maricón» por parte de la comunidad, posee cierto grado de tolerancia, que ha dado lugar a un delicado equilibrio” (Gómez Suárez 75). Este aspecto ha sido ya destacado previamente en la obra de Arenas, pero cabe puntualizarlo en relación con el orgullo. Es famoso el siguiente fragmento, muy citado, en el que el autor polemiza sobre los modos de entender la homosexualidad en Cuba y en Estados Unidos:
Después, al llegar al exilio, he visto que las relaciones sexuales pueden ser tediosas e insatisfechas. Existe como una especie de categoría o división en el mundo homosexual; la loca se reúne con la loca y todo el mundo hace de todo. [...] La militancia homosexual ha dado otros derechos que son formidables para los homosexuales del mundo libre, pero también ha atrofiado el encanto maravilloso de encontrarse con una persona heterosexual o bisexual, es decir, con un hombre que sienta el deseo de poseer a otro hombre y que no tenga que ser poseído a la vez. (Antes que anochezca 132-33)
Cabe recordar que el sistema de deseo mediterráneo es una constante en ciertas regiones de Latinoamérica y que convive, a veces a la par, con el modelo médico-jurídico, como advierte Dieter Ingenschay:
Los gay studies no se cansan de confirmar que el ‘sistema’ del deseo en vigor en América Latina acusa una diferencia central frente al ‘sistema’ norteamericano/europeo: mientras éste último confirma una oposición binaria entre homo y heterosexualidad, la cultura latinoamericana dispone de otros ejes, en particular el eje activo vs. pasivo. (9)
Esta circunstancia permite la proliferación de los bugarrones y los mayates[7], por ejemplo. Para Águeda Gómez Suárez, el modelo mediterráneo encumbra al hombre, pone en segundo término a la mujer y, en tercero, al afeminado: así el poder y el prestigio se diseminan desde lo masculino/activo (75-76). Arenas es muy contundente en este sentido y acota cómo, cuando ocurre el éxodo de Mariel, el gobierno castrista impulsa la salida de las locas de la isla, por considerarlas innecesarias y abyectas, pero no envía al exilio a los homosexuales “activos”:
La mejor manera de lograr la salida del país era demostrar con algún documento que uno era homosexual. [...] Al llegar me preguntaron [los militares] si yo era homosexual y les dije que sí; me preguntaron entonces si era activo o pasivo, y tuve la precaución de decir que era pasivo. A un amigo mío que dijo ser activo le negaron la salida; él no dijo más que la verdad, pero el gobierno cubano no consideraba que los homosexuales activos, fueran, en realidad, homosexuales. (Antes que anochezca 301)
Desde esta perspectiva, Arenas reafirma aún más su identidad como loca perteneciente a un sistema de deseo cubano –en clara sintonía con lo que ya hemos dicho con respecto al modelo mediterráneo de la sexualidad– y ratifica su orgullo pasivo, aunque cabe destacar que hay algunos pasajes también de la autobiografía en los que el narrador señala encuentros sexuales donde se desempeña como activo, pero su proporción es sustancialmente menor y, a la vez, ocurrieron principalmente durante sus primeros actos eróticos:
Hasta ese momento yo, en las pocas relaciones que había tenido, hacía el papel de activo, pero este joven no estaba dispuesto a eso; él quería poseerme y realmente lo hizo con tal maestría que lo logró, y yo disfruté de aquel logro. [...] Cuando, desaforadamente, realizábamos el amor, Miguel siempre me poseía y yo pasé de activo a receptor y esto me satisfacía plenamente. (Antes que anochezca 95)
El eje activo/pasivo al que tanto apela Arenas para reafirmar su identidad y orgullo– parte de una concepción muy hermética del pundonor viril y del terror a la feminización que produce asumir el rol pasivo en un intercambio sexual.
No debe olvidarse aquí que uno de los cuentos fundacionales de la literatura hispanoamericana, “El matadero” de Esteban Echeverría, plantea dicho terror, como afirma Osvaldo Bazán: “Así queda fundada la literatura argentina: uniendo homosexualidad con violencia, honor con virginidad anal y sodomía con federales” (69). Una circunstancia similar ocurre en la ya cita novela Hombres sin mujer, dado que la penetración anal se convierte en una forma de ejercicio del poder entre los varones en la prisión. Arenas resulta entonces heredero de esta extensa tradición que establece un vínculo estrecho entre la masculinidad y el rol sexual, a la cual el autor cubano le da una vuelta de tuerca al observar con orgullo lo que otros plantean como un acto abyecto: el ser penetrado por otro varón.
Reflexiones finales
Es posible afirmar que Antes que anochezca es una obra que, pese a emplazarse fuera de los marcos teóricos del Norte global, apunta a una estrategia queer al reivindicar el orgullo del sujeto mediante la exhibición de prácticas consideradas abyectas. El autobiógrafo realiza entonces una labor triple: en primer término, generar un testimonio que involucra la recuperación de las vivencias del protagonista y que implicaban un control y laceración de los sujetos mediante las diferentes estructuras del poder; en segundo término, mostrar una visión autobiográfica que, usando un notable registro ficcional e hipérboles, rinde cuenta de la trayectoria vital de su autor; y, en tercer término, manifestar un acto de libertad que se plantea a partir del orgullo en la actividad sexual disidente.
Arenas, en definitiva, logra establecer un puente entre la sexualidad y la política, en donde el cuerpo se convierte en depósito de entramados culturales y simbólicos que determinan actividades individuales y colectivas. Estos dos ejes –sexualidad y política– que en un principio pudiesen parecer distantes –o, incluso, innecesario el primero para el segundo– son planteados en Antes que anochezca como dos caras de una misma moneda. De este modo, al establecer el control de los cuerpos por parte del aparato revolucionario, ocurre inmediatamente un control político: la sexualidad en este sentido queda sometida al discurso hegemónico y acontece una supeditación del individuo que, para evitar cualquier sanción, oculta aquello que el aparato del poder revolucionario consideraría abyecto.
A su vez, puede afirmarse que el orgullo planteado en esta obra posee, al menos, tres dimensiones cercanas entre sí: existe un orgullo que ayuda a Arenas a sobrevivir frente a un sistema heteronormativo y una dictadura política apabullante; otro que conduce a un uso libertario del cuerpo y de la sexualidad; y un tercero que se planta frente al sistema de deseo norteamericano, es decir, a la homonormatividad establecida hacia la década de los ochenta –anclada a una interseccionalidad bien determinada: blanca, clase media/alta, monogámica– para regodearse, en cambio, en la pertenencia al eje activo/pasivo –modelo mediterráneo– de algunas regiones de América Latina. El autor cubano se considera parte del linaje de la loca –al modo, por ejemplo, de Salvador Novo o Pedro Lemebel– y rechaza la globalización del mundo gay que observó durante su exilio en los Estados Unidos. El poner al cuerpo como herramienta de defensa frente al dispositivo del poder, así como hacer uso de un discurso literario hipersexualizado, son ardides que favorecen la preeminencia del orgullo y ponen de relieve la subversión de la norma y del insulto para fortalecer la disidencia.
Referencias bibliográficas
Notas
[1]Este trabajo forma parte del proyecto de investigación “Memorias de las masculinidades disidentes en España e Hispanoamérica” (PID2019-106083GB-I00) del Ministerio de Ciencia e Innovación (España).
[2] Imaculada Álvarez explica las relaciones entre autores como Lezama Lima, Piñera, Arenas y Severo Sarduy, especialmente en cuanto al tema de la disidencia sexogenérica se refiere. A partir del seguimiento de la representación de la sexualidad en estos autores, es posible advertir que hay un interés constante, en la literatura cubana, por desmantelar los mecanismos del poder que sostienen las identidades prestigiadas frente a las mantenidas al margen.
[3] Junto con Pedro Lemebel, Néstor Perlongher y Manuel Puig, entre otros, Arenas plantea cómo, desde el Sur global, se articula una resistencia tanto frente a la heteronormatividad como a la homonormatividad, en especial en lo que se refiere al discurso de la legitimización gay. Por ello, los autores mencionados apuestan por un discurso no institucionalizado de identidades, sino por una apertura que incluya los sistemas de deseo de las regiones que habitan. Esta circunstancia se encuentra muy cercana a lo planteado por Diego Falconí Trávez en cuanto a las oposiciones en la forma de concebir las disidencias en Latinoamérica y Estados Unidos.
[4] Sobre este tema ver los libros de Rafael Ocasio: Cuba’s Political and Sexual Outlaw: Reinado Arenas y A Gay Cuban Activist in Exile: Reinaldo Arenas.
[5] La Pentagonía es un ciclo de novelas integrado por Celestino antes del alba (1967), El palacio de las blanquísimas mofetas (1975), Otra vez el mar (1982), El color del verano (1991) y El asalto (1991). Dichos textos poseen elementos autoficcionales y autobiográficos y, sobre todo, hacen uso del discurso testimonial para plantear cómo el sujeto se ve oprimido por causas sociales, políticas y económicas.
[6] Esta novela constituye uno de los grandes paradigmas de la literatura de tema carcelario en Hispanoamérica; sin embargo, a diferencia de la novela de Arenas, en Hombres sin mujer el coito entre varones está circunscripto al ámbito de la cárcel. En la novela de Montenegro, la exploración del deseo homoerótico se da prácticamente de forma obligatoria: al no existir mujeres con quien mantener la cópula, los hombres se ven orillados a realizar dicho acto con otros presidiarios.
[7] Según el Diccionario de americanismos, el bugarrón es “El hombre que desempeña el papel masculino en las relaciones homosexuales”; a su vez, en el Diccionario del español de México, el mayate se define como “Hombre homosexual activo”.