https://doi.org/10.19137/anclajes-2024-28213
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ARTÍCULOS
Transmemoria, guerra y liberación femenina en “Cabeza de ajo” y “Esplendor de Teresa”, de María Teresa León
Transmemory, War and Female Liberation in “Cabeza de ajo” and “Esplendor de Teresa”, by María Teresa León
Transmemória, guerra e libertação feminina em “Cabeza de ajo” e “Esplendor de Teresa”, de María Teresa León
Fernando Larraz
Universidad de Alcalá
España
ORCID: 0000-0002-5832-0694
Fecha de recepción: 19/05/2023ǀ Fecha de aceptación: 27/11/2023
Resumen: Las peregrinaciones de Teresa es un libro de cuentos escrito por María Teresa León y publicado en 1950. En este artículo, se analizan dos de los cuentos desde la perspectiva del uso que, en la introducción, la autora hace del neologismo transmemoria. El objetivo es explorar el potencial crítico de este término como significado esencial de esos relatos. Ello lleva a cuestionar la utilización que, desde principios del siglo XXI, han hecho Hirsch, Young y Bedingfield de los conceptos de postmemoria y transmemoria para destacar el valor de la producción de discursos “vicarios” sobre el pasado por parte de la segunda generación de exiliados e inmigrantes según su propia reinterpretación del trauma sufrido por sus padres. A partir del análisis de los dos relatos y del uso que León hace del término transmemoria, este trabajo reivindica un modelo alternativo de memoria en el que los relatos resultantes poseen un papel emancipador y en el que la utopía prevalece sobre el trauma y la experiencia sobre la herencia.
Palabras clave: María Teresa León; Postmemoria; Trauma; Exilio; Feminismo.
Abstract: María Teresa León’s Las peregrinaciones de Teresa is a short story collection published in 1950. This article examines two of its stories from the perspective of the neologism transmemoria, which the author presents in her introduction, with the aim of exploring its critical potential for analyzing the essential meaning of the stories. This allows us to question the use that Hirsch, Young and Bedingfield have made of the concepts of postmemory and transmemory since the early 21st century to highlight the value of the production of “vicarious” discourses about the past by the second generation of exiles and immigrants based on their own reinterpretation of the trauma suffered by their parents. From the analysis of the two narratives and León's use of the term transmemoria, this article argues for an alternative model of memory in which the resulting narratives have an emancipatory role and in which utopia prevails over trauma and experience over inheritance.
Key Words: María Teresa León; Postmemory; Trauma; Exile; Feminism.
Resumo: Las peregrinaciones de Teresa é um livro de contos escrito por María Teresa León e publicado em 1950. Neste artigo são analisados dois dos contos a partir da perspectiva do uso que, na introdução, a autora faz do neologismo transmemoria. O objetivo é explorar o potencial crítico deste termo como significado essencial dos contos analisados. Isto leva a refutar o uso que Hirsch, Young e Bedingfield fazem dos conceitos de pós-memória e transmemória desde o início do século XXI para realçar o valor da produção de discursos “vicariantes” sobre o passado pela segunda geração de exilados e imigrantes a partir da sua própria reinterpretação do trauma sofrido pelos seus pais. Com base na análise das duas narrativas e no uso que León faz do termo transmemória, este artigo reivindica um modelo alternativo de memória em que as narrativas resultantes têm um papel emancipatório e em que a utopia prevalece sobre o trauma e a experiência sobre a herança.
Palavras-chave: María Teresa León; Pós-memória; Trauma; Exílio; Feminismo.
Introducción
Las peregrinaciones de Teresa es uno de los libros más desconocidos de María Teresa León. Se publicó por primera vez en 1950, en Botella al Mar, una pequeña editorial de Buenos Aires que habían fundado en 1946 dos exiliados gallegos, Arturo Cuadrado y Luis Seoane. Las peregrinaciones de Teresa, como casi todos los libros de la editorial, apareció con una viñeta de Seoane, reputado pintor e ilustrador (Larraz 128-31). Para entonces, León llevaba exiliada ya más de diez años en Buenos Aires, adonde había llegado desde Francia. Allí, “desarrolló una intensa y variada labor literaria y cultural, a la vez que redactó algunas de sus principales obras” (González de Garay 34), entre las que se encuentra esta.
Con un lenguaje poético y mediante la experiencia de diversas protagonistas, los nueve cuentos que componen el libro problematizan esquemas de violencia sexista culturalmente normalizados. Las historias de una variada galería de personajes femeninos desnaturalizan formas lingüísticas, morales, sociales y políticas en las que se manifiesta la discriminación sexual. Como ha demostrado Debra J. Ochoa, “León hace uso de la distancia física respecto de su país de origen para evaluar la subjetividad femenina española en la primera mitad del siglo veinte” (158)[1]. Esta evaluación deviene en una denuncia en la que León tiende a huir del victimismo y dota a la mayoría de sus relatos de un tono lírico, a veces humorístico y, en algún caso, épico. De esta manera, su alegato abre la puerta a la imaginación de futuros emancipadores.
Las protagonistas de los cuentos se llaman, en todos los casos, Teresa, en un juego con el que se invita a los lectores a establecer vínculos con mujeres que sufren situaciones de exclusión y a especular sobre la identificación de la autora con sus personajes y, por extensión, con todas las mujeres. En el prólogo a la primera edición, José González Carbalho escribió que “la Teresa de estos cuentos alcanza un verdadero esplendor de símbolo” (7). En ello radica su originalidad: en la intención de crear un mito femenino a partir de historias concretas arraigadas en el imaginario cultural español. La Teresa de estos cuentos es un personaje colectivo con múltiples caras, pero una misma identidad: la mujer universal en la que se encarna un malhadado sino histórico que las ha convertido en seres insignificantes, subsidiarios y prescindibles (Castillo Robles 55). Teresa es la mujer engañada, malbaratada y fracasada, pero también comparece en estas historias como un conjunto de posibilidades de acción, de emancipación, de placer y de firmeza en sus principios éticos (Ochoa 158). El mito de Teresa está también significado por el peregrinaje. Los cuentos de este libro se caracterizan por describir un camino hacia la realización de su persona.
En este trabajo, se tomarán como ejemplos dos cuentos del libro: “Cabeza de ajo” y “Esplendor de Teresa”. Resultan especialmente paradigmáticos por estar ambientados en el tiempo de la guerra civil española y por ser también los únicos cuyas historias pueden datarse con precisión. Intencionalmente, son el primero y el último de la colección y ambos acaban con la sublimación de la liberación trágica de la mujer. Pese a sus notables diferencias, en “Cabeza de ajo” y en “Esplendor de Teresa”, la guerra significa una oportunidad de libertad para sus dos protagonistas, una oportunidad que las lleva al éxtasis y a la liberación a través de la muerte.
El análisis se focalizará en un llamativo neologismo que León incorpora en el brevísimo proemio de Las peregrinaciones de Teresa. En ese espacio paratextual, la autora se desdobla y se dirige a un tú con las siguientes palabras:
Hubiera preferido escribir estas historias mi mano en tu mano, un día denso, con la memoria alerta por el chubasco de la primavera, cazadora yo inconsciente de sueños transperdidos. Quiero nombrar así a los que se quedaron sin suceder detrás de los tangibles, aquellos no nacidos al tacto de mis manos, sin gustar por mis labios, sin herir por mi voz. En esa transmemoria hundo hoy, primaveral y algodonoso día, septiembre por calendario austral, para contarte los atrapados sueños de mis recuerdos. Y como mi cabeza es una isla sin tu pecho y mis palabras no alternan con las pausas de las tuyas yo escribo como mi pobre cabeza de ajo, el “Cabeza de ajo” título de mi cuento. (León 9)
El prefijo trans, con el que se crea el neologismo transmemoria, que parece más propio de nomenclaturas críticas muy posteriores, es empleado por León sin pretensiones academicistas. Por el contrario, le otorga una cualidad casi lírica. Nos proponemos en las páginas que siguen aprovechar el potencial semántico de la palabra transmemoria para someter a escrutinio crítico la generalización de las categorías de postmemoria y su corolaria transmemoria en el siglo XXI y ajustar el valor de la literatura del exilio republicano de 1939 como documento de memoria a partir del ejemplo de María Teresa León.
“Cabeza de ajo”
En este cuento, Teresa, a la que se conoce como Cabeza de ajo por su estulticia, ha llegado a la madurez subyugada a una “absorbente, arisca, inquieta, observadora, fuerte madre” (León 11) que la ha mantenido en la inopia y la ha confinado al territorio doméstico. Ambas han pasado la guerra en Madrid entre misas escuchadas clandestinamente en la radio y visitas a un cura pariente escondido. La ingenuidad de Teresa, despreocupada por los graves acontecimientos bélicos, viene a representar el estado de inmadurez mental al que el autoritarismo tradicionalista había relegado a las mujeres.
La perpetua virginidad de Teresa se quiebra el día de 1939 en el que Madrid es tomada por los franquistas y un soldado republicano perseguido y malherido llama a su balcón. Teresa ha pasado la guerra sin saber elegir cuál es su bando, entre las obligaciones impuestas por su madre, que hace suyos a los sublevados, y el silencio impuesto por el miedo. “Y esos aviones nuestros ―vamos, que dicen nuestros― ¿será verdad que matan a los niños?” (León 12), se pregunta Teresa, sin tener modo de averiguar la respuesta. Más adelante, cuando el miliciano le revela que, “la guerra ha terminado”, la respuesta de Cabeza de ajo resulta humorística: “Tanto mejor, me fastidiaba el tener que hacer cola con los zapatos nuevos para conservar mi jerarquía ante las pelonas del barrio. Además, la otra mañana me arrancaron el velo de la cabeza y me amenazaron con arrancarme el moño. Ya ve usted. [...] ¿Y quiénes han ganado?”, a lo que el soldado le responde “Ustedes” (León 17). Ese “ustedes”, que ha deducido enseguida el soldado, los pone en una situación de alteridad fundamental. Él, a punto de morir, ha ido a pedir auxilio, precisamente, a la casa de dos mujeres franquistas.
El moribundo opera sobre Teresa, una mujer ya madura, una revelación que la transfigura cuando, movida por la caridad, pero también por el deseo, lo convierte en amante: “el rostro de Teresa adquirió una hermosura de ópalo maduro que nadie, ni él siquiera, vio. Su fugaz belleza inútil se fundió con la blancura de las sábanas. Un oleaje se la llevó en volandas y se sintió derretir de fiebre” (León 20). Esta revelación le permite sentirse poderosa sobre las convenciones que hasta entonces reprimían su felicidad. Cabeza de ajo se transmuta al tornarse su inmadurez y su sandez en inocencia, compasión y, finalmente, curiosidad sexual. La guerra, en su momento cenital, ha traído a su balcón la colisión de erotismo y muerte (González de Garay 77). León imagina así que, en plena catástrofe nacional, queda plantada una semilla: la muerte del soldado en las postrimerías de la guerra no ha sido en vano, pues ha dejado en el cuerpo de Teresa un germen de liberación que debe permanecer vivo ante la represión que sobrevendrá sobre las mujeres en el inminente régimen nacionalcatólico (Ochoa 165).
En el acto sexual, la alteridad se borra. Del cuerpo moribundo del soldado, nace la fuerza que hace de Teresa una mujer nueva. El erotismo implica, en “Cabeza de ajo”, un desvelamiento. Es el acceso a verdades hasta ahora ignoradas de su identidad: “Para ella un cinturón de cuero era la frontera viril… Teresa se adelantó con esta idea y tocó el cinturón. Lo hacía con sed de conocimiento, como esos sabios a quienes les estaba prohibido estudiar al hombre” (León 15). La sexualidad alumbra razones profundas y desmiente la coartada religiosa que había impedido la realización de su deseo. Y así, la figura del soldado herido es identificada blasfemamente con una agonía mesiánica, pues durante el postrero encuentro sexual iba “corriéndole la sangre como a un Cristo” (León 16).
Conculcado el discurso de la honra tradicional, precisamente cuando está a punto de imponerse un régimen político que arruinaría cualquier otra posibilidad de redención para la ciudadanía y para la mujer en particular, esta mujer con cabeza de ajo adquiere una luminosa conciencia. La muerte del amante es la muerte simbólica de la vieja identidad de la protagonista. El inopinado encuentro sexual cancela su mojigatería y la ensalza, rebelde, contra la educación recibida. Teresa ha sido liberada mediante la apropiación de su propio cuerpo en el último estertor de libertad social que representa el soldado herido. De ahí la osada respuesta cuando su madre pregunta quién anda en su alcoba: “mi amante, madre” (León 21). La reacción de la madre es sorprendente y da al cuento un cariz tragicómico, si no paródico, sobre las convenciones sexuales: “Gracias a Dios. ¡Qué pena tenía de verte tan sandia!”. Para a renglón seguido, decirnos la narradora: “Los pasos de la madre torcieron camino hacia la cocina. ¡Ay, si hubiera entrado! Si hubiera entrado y visto, se le habrían caído los ojos de asombro. Lo que Teresa, Cabeza de Ajo, estrechaba contra su pecho virginal era un soldado muerto” (León 21).
El cuento está escrito con un lenguaje repleto de metáforas de carácter popular que coadyuvan al tono de fábula, gracias a la inocencia de la protagonista. En la boca del soldado se ponen imágenes de un dramatismo casi lorquiano: “Más frías tengo yo las heridas. Me parece que estoy todo adornado de cristales”, o “¡Pronto! Una toalla, por Dios, un pañuelo. ¡Tape usted eso, la vida es un río muy breve!” (León 13). Su irrupción a través del balcón, espacio liminar lleno de simbolismo (Ochoa 164), con un diálogo sumamente teatral, está cargada de connotaciones tradicionales y de figuras del imaginario popular como el amante, la madre, la doncella y la muerte:
―¡Abra, que vengo herido!
―¿De muerte?
―¡Ojalá!
―Mi madre se llevó la llave.
―Ayúdeme a subir por los hierros.
―¡Ay, no, que pensarán que es mi amante!
―Pensarán que tiene usted un amante y todos la respetarán.
―¿Y la honra?
―¡Écheme sus cabellos!
―Imposible, tengo el pelo suelto acabadito de lavar ya que la luna trae hoy cuarto menguante. Si abro me enfriaré. (León 13)
“Esplendor de Teresa”
Las peregrinaciones de Teresa se cierra con “Esplendor de Teresa”. Entre todos los cuentos, en él se llega al máximo punto de dignidad que puede alcanzar Teresa en su peregrinación. La narración profundiza en la oposición entre el fascismo y, más que la ideología republicana, una fuente esencial de su legitimidad: los valores populares y tradicionales de la nación. La exaltación a la que se refiere el título es una culminación moral, política y afectiva que adquiere matices épicos. Teresa es ahora una mujer que, lejos de banderías y convencimientos políticos, reacciona con un sentido elemental de justicia ante la ejecución de su vecina Paula por los fascistas que han ocupado el pueblo, un pueblo, según nos dice la narradora, “perdido, cubierto de nieve cuatro meses al año” (León 110). Cuando sus vecinos comprenden que la guerra pone en juego su propia identidad, las costumbres y su libertad, reaccionan contra el abuso y la enajenación de un orden tradicional intemporal, del que cobran conciencia cuando Paula se atreve a enfrentarse a un falangista y es asesinada.
En este cuento, Teresa alcanza la plenitud a través de su propia muerte. La culminación de este peregrinar, el “esplendor” de Teresa, consiste en resistirse a entregar su dignidad y a convertirse en sierva de la fuerza al hacerse consciente de su función en la historia. Todo ello está en las palabras sacrificiales que dirige a Lucas, su marido: “No, no, calla. ¡Qué más da! ¡Deja que los del monte vivan! ¡Somos nosotros tan poquita cosa!...” (León 121). Si en los cuentos anteriores, peregrinar había consistido en descubrir la individualidad propia, emancipada de servidumbres, en este se defiende que el camino tiene una etapa postrera que consiste en que, una vez obtenida la conciencia de sí misma, Teresa debe renunciar a su conquistada individualidad para ponerla al servicio de la lucha colectiva por la liberación. Solo en esta última fase, superadas incertidumbres y vacilaciones, es Teresa acreedora de su más alto valor humano. Así, el peregrinar conduce, finalmente, a la comunión con las mujeres y los hombres que sufren opresión.
Las Teresas de ambos cuentos se caracterizan por la indeterminación de su identidad. Si a la primera se la conoce como “Cabeza de ajo”, motete puesto por su madre para referir su vacuidad, “Esplendor de Teresa” comienza con estas palabras: “No se llamaba más que Teresa. El apellido no habían tenido tiempo de pensarlo” (León 109). Toda su vida ha sido un sobreexistir sin rasgos que la distingan, anegada en una eterna intrahistoria. La incomunicación, la ausencia de palabras con las que nombrar las realidades, igual que la nieve, cubría la vida en el pueblo con un manto de intemporalidad y repetición, de ausencias y silencios. Como se había hecho siempre, se juntó a un joven y se casó con él sin que afloraran en palabras sus sentimientos mutuos: “Teresa había sido un buen racimo de mujer. [...] De su mirar se entusiasmó Lucas, pero no se lo había dicho jamás. En los pueblos no se usa decir los sentimientos” (León 115).
Todo cambia con la guerra. La vida de esas gentes es elevada a la superficie de la historia. Con la ocupación del pueblo por los falangistas y el asesinato de Paula, Teresa es puesta, por primera vez, ante un dilema moral que la saca de la eterna repetición de sus actos. Lo resuelve mediante un acto simbólico: entregar la escopeta a su marido para que colabore en la restauración del orden roto. Teresa, la ignorante, la inconsciente, se convierte en ser humano cuando exhorta a Lucas a que vengue la muerte de Paula. Es un acto moral, imperativo, indiferente a las consecuencias que provocará. Teresa adquiere de esa forma identidad y conciencia moral. Descubre el sentido de palabras nunca pronunciadas ni necesitadas: dignidad, amor, justicia. Todas ellas están presentes en el momento culminante de su muerte, fundida a su marido, cuando, de una forma innata y espontánea, ejerce sus significados y se convierte en la heroína mártir. Muere asesinada sin saber con exactitud por qué, pero, al mismo tiempo, con el convencimiento de que su muerte es necesaria:
Teresa, sobrecogida de dulzura, le murmuró: ¿Tú sabes por qué vamos a morir? ¡Qué pena que no tengas ya tiempo de explicármelo! Lucas oyó a su espalda la palabra ¡Fuego! Al oírla, toda la noche nupcial regresó hasta los brazos que estrechaban a Teresa y muerto de amor fue dejando deslizar su cuerpo mismo hasta el suelo. Aún se acercaron para destrozarle la sien. (León 121)
La guerra y la violencia la obligan a asumir voluntariamente su deber y su libertad y, en definitiva, a alcanzar una existencia propia, histórica. En “Esplendor de Teresa”, la violencia es explícita en los asesinatos que se relatan, el de Paula primero y el de Teresa y Lucas, fundidos en un abrazo, al final. El esplendor de Teresa tiene un carácter epifánico: es el sacrificio forzoso de la inocente para que, con su ejemplo, alcance su propia plenitud y se convierta en modelo trágico. Peregrinar es, por tanto, un movimiento que transita del anonadamiento atemporal a la afirmación del sujeto individual histórico. Se trata de un descubrimiento en el que Teresa se libera de la sumisión al silencio, del quietismo. Es una rebelión contra el comportamiento previsto por su condición de mujer campesina.
El proceso, como en otros cuentos del libro, implica una ruptura radical con las enseñanzas de raíz religiosa, que se subvierten en una heterodoxia blasfema. “Por la señal madre preciosa, mátalos a todos, de la Santa Cruz, haz que sus ojos los coman las hormigas, de nuestros enemigos no dejes ni rastros, líbranos, Señora, Reina nuestra, de los canallas que gobiernan y en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo devuélveme a Lucas. Amén” (León 109-10), reza Teresa, racionalizando y moralizando el catolicismo mediante una oración que no es repetición jaculatoria de plegarias codificadas, sino que supone la inserción de la fe en la vida real de las gentes. Esa heterodoxia aspira a depurar la raigambre patriarcal del catolicismo para purificarlo y que sea genuinamente redentor. La subversión se consuma cuando Teresa habla, por primera vez, para responsabilizarse públicamente del acto de justicia que ha vengado la muerte de su vecina. Frente a las mujeres de su pueblo, que han sido siempre “obedientes como corderos” (León 111) y lo siguen siendo cuando piden a Teresa que traicione a su marido, evadido en el monte, ella se determina y toma una decisión, la de ser leal. Aparentemente, su lealtad es inútil, porque Lucas regresa para entregarse. Sin embargo, su sacrificio halla un sentido porque, en ese mutuo acto de amor, ambos dan con las palabras que nunca se habían dicho antes ni se habrían dicho jamás.
Guerra y liberación
Mientras que la guerra civil fue el mito fundacional del franquismo, sobre el que el régimen basó su legitimidad histórica y estableció interpretaciones arbitrarias, para los exiliados, en cambio, supuso, en términos de Walter Benjamin, un “instante de peligro” (307): ese momento único en el que es posible iluminar el pasado y apoderarse de un recuerdo, el fugaz momento en que aparece ante la conciencia una ocasión de articular el propio tiempo histórico. No es de extrañar, por tanto, que la guerra civil se convirtiera en un motivo recurrente en la cultura española posterior a 1939, tanto para los exiliados como para quienes escribían en el interior del país bajo la supervisión de censores.
Que la guerra fue, paradójicamente, un momento de liberación ha sido expuesto por numerosas historiadoras que han señalado cómo “transformó la vida de las mujeres en muchos aspectos, dándoles una mayor autonomía de movimiento y decisión de la que hicieron uso inmediatamente” (Nash 249). En estos dos cuentos, también la guerra es la ocasión de que la mujer asuma la responsabilidad de su propia existencia a través de la posesión de su propio cuerpo y a través de la conciencia política y moral.
León ha enfocado su mirada sobre la guerra en un momento liminal. Ambas Teresas comparecen, por primera vez en sus vidas, ante un dilema moral que las humaniza. Deben escoger por sí mismas, sin disponer de prescripciones ni modelos, de qué manera ejercer más rectamente la caridad y la justicia. Sin embargo, no se las ha dotado del hábito ni de la capacitación. No han recibido una educación en la libertad y, consecuentemente, carecen de criterios. Una vigorosa intuición les proporciona respuestas que las llevan a acoger al herido enemigo en el primer caso y entregar el fusil a Lucas para que haga justicia en el segundo. En estos cuentos, la guerra coloca a ambas mujeres en una situación excepcional. Les proporciona conciencia de su postración y fuerza moral para enfrentarla. Se emparentan así con otras narraciones del exilio sobre la guerra en las cuales la razón histórica proviene de un elemental e intuitivo sentido moral que eleva a los personajes sobre su atonía existencial y la vieja subalternidad.
La misión que parece asumir aquí León con su escritura es ver en la experiencia de la guerra una iluminación para mantener vivo el proyecto republicano. Más concretamente, se hace preciso elaborar un relato en el que se reivindique aquel violento desvío que desestabilizó las condiciones que mantenían alienada a la mujer. Mediante la escritura, se alumbra el camino para que la mujer se libere del silencio y del menosprecio terrible que encierran apelativos como Cabeza de ajo y se haga cargo de su cuerpo, asuma responsabilidades en el ámbito privado y público y otorgue sentidos nuevos y genuinos al amor, regenerando la vieja definición arruinada por la ideología patriarcal.
El aislamiento en el que viven las dos Teresas es anulado en estos dos cuentos por un acontecimiento, la guerra, que abre grietas en todo código moral y social vigente. Cabeza de ajo supera su clausura en el encuentro amoroso, que se le ofrece a través de la obligación de salvar al herido; en el caso de “Esplendor de Teresa”, la soledad de Teresa se desborda por una experiencia colectiva.
En el breve fragmento extractado del prólogo más arriba, León reformula un verso de Gustavo Adolfo Bécquer ―“Si, teniendo en mis manos las tuyas, pudiera, al oído, contártelo a solas”― para reiterar la necesidad de que el acto de transmisión de la memoria sea íntimo, personal ―“Hubiera preferido escribir estas historias mi mano en tu mano”―. Por muy distantes que puedan parecer las intenciones y las ideologías de ambos escritores y sin necesidad de recordar que León era biógrafa del poeta, la poesía de Bécquer y las historias de León comparten un rasgo común: la vocación de inmaterialidad, su carácter ideal. A partir de la pista que deja esta intertextualidad, cabe especular que León concibe la escritura de las historias de Teresa como la aspiración a verbalizar un intangible al que ella se refiere mediante “los [sueños] que se quedaron sin suceder detrás de los tangibles” (9): un impulso que ha quedado en una especie de transmundo de las ideas a la espera de que alguien comunique las condiciones de realización de aquella utopía y cree memoria de ellas. En este acto, lo que importa no es el destinatario del acto comunicativo, sino el emisor capaz de dar testimonio de aquella posibilidad liberadora.
En la rima primera, Bécquer había concebido la poesía como una entidad casi divina, imposible de encerrar en palabras con significados acotados, más parecida a la indefinición de la música que a los contornos ideológicos de la literatura. El poeta no era sino un frustrado intérprete de ese himno divino que le ha sido revelado, pero no consigue traducir al lenguaje. León quiere dotar a su Teresa de una conciencia análoga. Su experiencia es inefable, por lo que debe remitirse al símbolo para transmitirla en un hipotético acto de comunión pura, silenciosa, personal e íntima. La palabra literaria serviría para estimular en el receptor, a través de la experiencia estética, un significado complejo vinculado con la memoria y la libertad. Y si bien esa memoria es política ―Las peregrinaciones de Teresa habla de reivindicaciones seculares de emancipación de las mujeres―, el mensaje exige su estetización para que no se pierda en los trasiegos de la historia.
Ante las dificultades para explicar todo esto, León recurre a neologismos: recuperar los sueños transperdidos exige un acto de transmemoria, explica en el prólogo. “Sueños transperdidos” que intenta cazar en la “transmemoria” nutren al parecer la materia de estos cuentos en los que, desde la esfera del exilio, se aspira a recuperar la clave de la que ella una vez fue, esa cabeza de ajo que es la misma María Teresa León y no la mujer que habita el exilio. Transmemoria evocaría, pues, la memoria de realidades no ocurridas, no tangibles, sino recuperadas de la realidad efímera del sueño. Para León, la literatura se convierte en el ejercicio de recuperar sueños de proyectos no realizados y convertir su ruina en memoria que se transmite a otros: el tú al que dirige este preámbulo. Es la memoria de una utopía. Más que la derrota de las mujeres, lo que León quiere comunicar es la posibilidad real de emancipación que se vivió incluso en la derrota.
El prefijo trans sirve para indicar cómo la memoria se plantea como instrumento para vadear un espacio de elisión y alejamiento. Pero es un alejamiento que, de nuevo, puede ser iluminador. Permite descubrir con nitidez esa verdad que de forma potencial está “detrás de los tangibles”: ruinas que deben ser rescatadas del olvido como los sueños al despertarse. Son las posibilidades malogradas por la guerra: el deseo solo una vez satisfecho de Teresa, el reconocimiento póstumo de Teresa como heroína. Se podría entender que esos sueños se han perdido en el paso de un estado a otro y que un ejercicio específico de memoria puede rescatarlos y comunicarlos a través de la forma simbólica. Para ello, la autora accede a la transmemoria, un espacio en el que habitan las memorias de lo intangible, de lo no realizado y por tanto no recordado, pero atisbado: los sueños transperdidos.
En su significado de paso de un lado a otro, el prefijo trans remite tanto a un proceso de comunicación (transmitir) como a un movimiento (transitar) desde el yo presente y tangible al yo pretérito que no persistió en una existencia empírica que sin embargo llegó a vislumbrar. Los dos extremos significados por el prefijo trans apuntan a las vidas anterior y posterior a la derrota y el exilio. Como afirma González de Garay, transmemoria y sueños transperdidos “parecen denotar a los sueños y la memoria que quedaron ‘del otro lado, más allá’, en la España usurpada” (75). Creemos que señalan también una comunicación entre el yo anterior y el yo presente, escindidos como consecuencia de la derrota y el exilio. También puede referirse a una comunicación entre ella, como testigo identificada con Teresa, y el lector o lectora del futuro, ignorante de aquellos “sueños transperdidos” de los que ella deja un leve testimonio. Ambas interpretaciones se interpelan mutuamente. Colocan el horizonte emancipador que pretende León en el territorio de la memoria de la utopía, en la que importa no lo que ocurrió, sino lo que pudo haber surgido.
Postmemoria y transmemoria
Los estudios de la memoria se fundan sobre la premisa de la emergencia de cambios en cómo ciertas colectividades refuerzan la vigencia del pasado mediante construcciones mediadas y simbólicas que cobran sentidos políticos. Ese pasado impregna de significados el presente, tanto para quienes lo vivieron como para quienes, sin haber sido testigos de él, reciben sus relatos.
A finales del siglo pasado y comienzos del presente, en sus respectivos estudios, Marianne Hirsch (1997) y James E. Young advirtieron la recurrencia de este tipo fenómenos de apropiación de la memoria por los herederos de narrativas previas a su nacimiento, narrativas que modularon su aprendizaje y adquisición de experiencias y que, a su vez, han recreado en nuevos artefactos culturales. Sobre esta base, Hirsch acuñó el concepto de postmemoria, que pronto tuvo fortuna.
En mi opinión, la posmemoria se distingue de la historia por la profunda conexión emocional y por la distancia generacional. La posmemoria es una forma de memoria poderosa y muy particular precisamente porque su conexión con su objeto o fuente no está mediada por el recuerdo, sino por la inversión y la creación imaginativas. Esto no quiere decir que la memoria en sí no esté mediada, sino que está más directamente conectada con el pasado. La postmemoria caracteriza la experiencia de quienes crecen dominados por relatos anteriores a su nacimiento, cuyas propias historias tardías son sustituidas por las historias de la generación anterior, moldeadas por sucesos traumáticos que no pueden comprenderse ni recrearse. He desarrollado esta noción en relación con los hijos de supervivientes del Holocausto, pero creo que puede ser útil para describir otras memorias de segunda generación de acontecimientos y experiencias traumáticas culturales o colectivas. (Hirsch 22)[2]
A partir de estas ideas, Young enfatizó el valor performativo de la postmemoria para resignificar el pasado a partir de formas icónicas y celebró la distinción entre generaciones, y el potencial estético de su retrato vicario ―es decir, sustitutivo o apócrifo― del pasado.
Al retratar el Holocausto como un “pasado vicario”, estos artistas insisten en mantener una frontera clara entre su obra y el testimonio de la generación de sus padres. Sus obras reconocen la necesidad de sus padres de dar testimonio de sus experiencias, incluso de dejar atrás el Holocausto. Sin embargo, al llamar la atención sobre su relación vicaria con los acontecimientos, la siguiente generación se asegura de que su “postmemoria” de los acontecimientos siga siendo un proceso inacabado y efímero, no un medio para dar respuestas definitivas a preguntas imposibles (Young 2)[3].
Para Young, la postmemoria marca “una relación recíproca entre la verdad de lo que ocurrió y la verdad de cómo es recordado. Los hechos del Holocausto incluyen aquí los hechos que rodean su transmisión final. Todo junto, lo que ocurrió y cómo se recuerda, constituyen una historia recibida de los acontecimientos” (Young 39)[4].
Centrados en el caso de personas migrantes judías como consecuencia del Holocausto, Young y Hirsch se refieren a la producción cultural de las generaciones que no han vivido directamente el trauma de sus mayores, que heredan esos mensajes y que, a su vez, crean objetos que median subjetivamente con esa memoria. El concepto postmemoria con el que se nombró este fenómeno enfatiza, pues, el componente traumático y la reinterpretación subjetiva de un acto de transferencia comunicativa en el que se da una fuerte vinculación identitaria y emocional. Mediante el uso de este concepto, se otorga un peso sustantivo a la potencia creativa que otorga la recepción del trauma en sujetos que se apropian de los relatos de sus mayores, hasta el punto de plantear que “una reevaluación de la posmemoria como activismo puede ayudarnos a analizar el uso literario que se hace del pasado con un espíritu más crítico” (O’Donoghue 9). Pero esa potencia creativa es, en cierta medida, usurpada a la generación que ha caído bajo el peso del trauma. Como ha enfatizado Patricia Violi, “la posmemoria radicaliza un rasgo característico de la memoria en general, la cual no puede ser transmitida sino reconstruida, transformada, elaborada de muy distintas maneras” (22).
En un artículo sobre los marcos de la memoria de la segunda generación de inmigrantes chinos y polacos judíos en los Estados Unidos, Agnieszka Bedingfield propuso el concepto de transmemoria para ampliar el de postmemoria de Hirsch y Young. Justificaba la mutación del prefijo en la necesidad de resignificar el concepto: “Examino una forma de memoria que propongo llamar transmemoria para que dé cuenta de los aspectos de transferencia, transición y traducción” (334)[5]. De estos tres movimientos ―transferencia, transición y traducción―, la categoría postmemoria, según ella, incluía solo el primero: el traspaso intergeneracional de narrativas del pasado. A Bedingfield le interesaba que el concepto enfatizara las innovaciones culturales y lingüísticas que las nuevas generaciones aportan a la representación del pasado como consecuencia de su contacto con las sociedades de los países a los que han migrado.
El cambio de postmemoria por transmemoria como categoría de análisis sirve, por una parte, para aunar procesos muy heterogéneos de transferencia de memoria, lo cual empobrece aún más la comprensión de su singularidad. Por otra parte, ahonda en el énfasis puesto sobre el protagonismo de la segunda generación y sobre las consecuencias de su aculturación. Para Bedingfield, yendo aún más allá que Young, las transformaciones que efectúa la generación joven sobre los significantes de la memoria tienen mayor impacto que la propia producción de esa memoria por los testigos directos. La transmemoria desestabiliza el orden cronológico del ‘entonces’ y el ‘ahora’ contaminando el ‘ahora’ con fragmentos del ‘entonces’ [...] ya que el presente influye en la forma en que la comunidad revisa el pasado” (Bedingfield 333)[6].
La vía de análisis abierta por Hirsch y Young y ampliada por Bedingfield marca el giro subjetivo de la memoria y el protagonismo otorgado a la segunda generación. Ello ha sido objeto de crítica. Para Sarlo, postmemoria es una categoría superflua, indistinta, ya que todo acto de memoria parte de una mediación:
La postmemoria, que tiene a la memoria en su centro, sería la reconstrucción memorialística de la memoria de hechos recientes que no fueron vividos por el sujeto que los reconstruye y, por eso, Young la califica como “vicaria”. Pero, incluso si se reconoce la necesidad de la noción de posmemoria para describir la forma en que un pasado no vivido pero muy próximo llega al presente, hay que admitir también que toda experiencia del pasado es vicaria, porque implica sujetos que buscan entender algo colocándose, por la imaginación o el conocimiento, en el lugar de quienes lo experimentaron realmente. Toda narración del pasado es una re-presentación, algo dicho en lugar de un hecho. Lo vicario no es específico de la posmemoria. Tampoco la mediación […] es una cualidad específica. (Sarlo 129-30)
El concepto solo serviría para subrayar interesadamente la “dimensión subjetiva y moral” (Sarlo 131) que agrega la perspectiva de los hijos, como parte de una cultura de privatización y relativización de las verdades del pasado. Por otra parte, la recepción de documentos, de testimonios y de otros registros del pasado no es tampoco un fenómeno inédito hasta la irrupción de prácticas postmemorísticas, sino práctica habitual del ejercicio del historiador (Quílez Esteve 65).
Se ha objetado también la inconveniencia de extender el concepto más allá de los estudios sobre el Holocausto. En el texto citado anteriormente, Hirsch invitaba a universalizar el uso de la categoría. Frente a ello, Faber recuerda “la especificidad de casos como los de España, o los países del Cono Sur latinoamericano, donde la memoria histórica de la violencia se vive y se debate en una esfera pública más politizada que en el caso de la memoria histórica del Holocausto en Europa y Estados Unidos” (149-50).
Cabe argüir asimismo que, para los derrotados de la guerra española, representados, sobre todo, en la continuidad cultural que supuso el exilio republicano, la lucha no terminó con su liberación de los campos o con su llegada a los países de acogida. Su interés no radicaba solo en conjurar el olvido del pasado, sino también en resistirse a la construcción discursiva hegemónica del presente en España. La literatura de memoria creada por los exiliados fue, necesariamente, una literatura de resistencia, en la que no importaba únicamente dejar testimonio de lo sufrido, sino sobre todo de las utopías abolidas.
Que María Teresa León, autora de la generación de los testigos directos, defina los cuentos de Las peregrinaciones de Teresa por su voluntad de crear una transmemoria, además de señalar su intención, cuestiona este énfasis en la producción privatizada y afectiva ―desactivada políticamente (Faber 148)― de la segunda generación que celebra su carácter vicario. El acto comunicativo que encierra el término transmemoria en León no responde a una reinterpretación transgeneracional, sino al potencial subversivo del mensaje originario del que los testigos son portadores, que debe mantenerse libre de adulteraciones por construcciones intencionalmente vicarias. Que los cuentos de León sobre la guerra relativicen el elemento traumático para enfocar la utopía, además, abre el estudio de la traslación de memorias a nuevas perspectivas, en la que importan más ―histórica, discursivamente― los testimonios directos que los del presente, precisamente, por dicho potencial político.
Conclusión
El uso del neologismo transmemoria para dar explicación a “Cabeza de ajo”, “Esplendor de Teresa” y al resto de los cuentos de la colección permite replantear algunos usos académicos de la memoria. El afán de generalizar categorías originales que son útiles para analizar producciones culturales concretas conlleva con frecuencia diluir especificidades y desenfocar la comprensión de otras textualidades. Nuestro análisis revela que, cuando se refieren a la memoria, una novelista de 1950 que introduce una obra propia y dos críticos culturales de finales del siglo XX y principios del XXI que miran un corpus limitado de obras posteriores, aun haciendo uso de categorías análogas, se refieren a realidades muy diversas. Esta divergencia puede ser una oportunidad para reflexionar sobre el uso hecho por las generaciones del presente para erigirse en prescriptores en el campo de la producción de relatos sobre el pasado.
Desde la perspectiva de Las peregrinaciones de Teresa, el neologismo transmemoria problematiza, al menos, tres posibles insuficiencias del concepto contemporáneo de post/transmemoria: 1. La excesiva carga del trauma como núcleo significativo de la post o la transmemoria frente a la necesidad moral de construir imaginarios emancipadores en la conciencia transhistórica; 2. El valor que se otorga a las generaciones herederas y a sus discursos post o transmemoriales sobre los de quienes fueron testigos y víctimas directos de lo ocurrido; 3. La sobrecarga del elemento emocional o afectivo en detrimento de la imaginación política.
Que los cuentos de León, como otras narraciones del exilio, buscan crear una memoria puede ser un punto de partida consensuado si por memoria se entiende la acción de individuos o grupos que, por haber sido testigos de acontecimientos de naturaleza excepcional, fijan en la conciencia colectiva lo vivido en cumplimiento de un deber político.
En el caso de la cultura del exilio republicano de 1939, sobre la mera acusación, prevaleció otro uso de la memoria: la reivindicación de proyectos colectivos o individuales basados en valores como la igualdad y la justicia. En virtud de estos objetivos, los dos cuentos estudiados cancelan la relegación de las mujeres, haciéndolas partícipes de privilegios tradicionalmente masculinos. En “Cabeza de ajo”, se celebra el goce erótico, secularmente negado a las mujeres bajo la idealización de la virginidad; en “Esplendor de Teresa”, el heroísmo, virtud tradicionalmente masculina que implica la intervención en favor del bien público. En ambos cuentos, Teresa es víctima de la violencia patriarcal, pero se la exalta como anunciadora de un futuro mejor, cuyas posibilidades han sido demostradas. Para León, la transmemoria que como testigo ha de comunicar es la de un pasado con valor de futuro, porque en él reside la semilla de la redención, incluso aunque sus posibilidades hayan quedado vedadas por la restauración de los viejos vetos religiosos y políticos.
En la idea de transmemoria de León subyace también una reivindicación autorial. El yo de la autora se revela en el prólogo como legataria de la memoria, que transmite idealmente pura a los lectores y a las lectoras para que ejerzan su potencial transformador. En cuanto creadora de las ficciones, León no es una agente indirecta, sino un sujeto que anuncia una experiencia vivida. En este sentido, las palabras de León prefiguran la tragedia del exilio: la dificultad de pervivir en un otro que, en su afán de producir nuevos significados por sí mismo, difícilmente será capaz de escuchar ni de comprender esa experiencia.
Referencias bibliográficas
Notas
[1] “León makes use of the physical distance from her native country to evaluate Spanish female subjectivity in the first half of the twentieth century”.
[2] Traducción propia del original en inglés: “In my reading, postmemory is distinguished by generational distance and from history by deep emotional connection. Postememory is a powerful and very particular form of memory precisely because its connection to its object or source is mediated not through recollection but through an imaginative investment and creation. This is not to say that memory itself is unmediated, but that it is more directly connected to the past. Postmemory characterizes the experience of those who grow up dominated by narratives that preceded their birth, whose own belated stories are evacuated by the stories of the previous generation shaped by traumatic events that can be neither understood or recreated. I have developed this notion in relation to children of Holocaust survivors, but I believe it may usefully describe other second-generation memories of cultural or collective traumatic events and experiences”.
[3] Traducción propia del original en Inglés: By portraying the Holocaust as a “vicarious past”, these artists insist on maintaining a distinct boundary between their work and the testimony of their parents’ generation. Such work recognizes their parents’ need to testify to their experiences, even to put the Holocaust “behind them”. Yet by calling attention to their vicarious relationship to events, the next generation ensures that their “post-memory” of events remains an unfinished, ephemeral process, not a means toward definitive answers to impossible questions.
[4] Traducción propia del original en Inglés: “a reciprocal relationship between the truth of what happened and the truth of how it is remembered. The facts of the Holocaust here include the facts surrounding its eventual transmission […]. Together, what happened and how it is remembered constitute a received history of events”.
[5] Traducción propia del original en inglés: “I examine a form of memory which I propose to call trans-memory to account for the aspects of transferal, transition and translation”.
[6] Traducción propia del original en Inglés: “unsettles the chronological order of ‘then’ and ‘now’ by infesting the ‘now’ with fragments of ‘then’ […] as the present influences the way the community revisions the past”.