https://doi.org/10.19137/anclajes-2024-2834 


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ARTÍCULOS

Carne de patriarcado. Consumo animal-femenino en tres distopías feministas recientes: Cadáver exquisito de Agustina Bazterrica, Nación Vacuna de Fernanda García Lao y Sirènes de Laura Pugno[1]

Patriarchy Meat. Animal-Female Consumption in Three Recent Feminist Dystopias: Cadáver exquisito by Agustina Bazterrica, Nación Vacuna by Fernanda García Lao and Sirènes by Laura Pugno

Carne de patriarcado. Consumo animal-feminino em três distopias feministas recentes: Cadáver saboroso de Agustina Bazterrica, Nación Vacuna de Fernanda García Lao e Sirènes de Laura Pugno

Claire Mercier

Universidad de Talca

Chile

cmercier@utalca.cl 

ORCID: 0000-0002-0620-3736

Fecha de recepción: 5/01/2023 | Fecha de aceptación: 22/05/2023

Resumen: Tres distopías recientes escritas por mujeres exploran los nexos entre el consumo y la explotación de la carne animal y del cuerpo femenino: Cadáver exquisito (2017), de la argentina Agustina Bazterrica; Nación Vacuna (2017), de la argentina Fernanda García Lao; y Sirènes (2007), de la italiana Laura Pugno. En estas tres novelas, los lazos entre el consumo y la explotación de la carne animal y del cuerpo femenino revelan el uso de los cuerpos femeninos en su capacidad reproductiva como carne al servicio del patriarcado. Así, en el presente artículo, se analizará, primero, los nexos entre la carne animal y la femenina; luego la explotación reproductiva del cuerpo femenino, para concluir sobre los puntos de encuentro y las diferencias entre las obras.

Palabras claves: Distopía feminista; Consumo/explotación; Carne animal; Cuerpo femenino; Reproducción

Abstract: Three recent dystopian novels written by women explore the links between the consumption and exploitation of animal meat and the female body: Cadáver exquisito (2017), by the Argentine writer Agustina Bazterrica; Nación Vacuna (2017), by the Argentine writer Fernanda García Lao; and Sirènes (2007), by the Italian writer Laura Pugno. In these, the links between the consumption and the exploitation of animal meat and the female body reveal the use of female bodies in their reproductive capacity as meat at the service of patriarchy. Thus, in this paper, we will analyze, first, the connections between animal meat and the female body; then, the reproductive exploitation of the female body, to conclude on the similarities and differences between the works.

Keywords: Feminist Dystopia; Consumption/exploitation; Animal Meat; Female Body; Reproduction

Resumo: Três distopias recentes escritas por mulheres exploram os vínculos entre o consumo e a exploração da carne animal e o corpo feminino: Cadáver exquisito (2017), da argentina Agustina Bazterrica; Nación Vacuna (2017), da argentina Fernanda García Lao; e Sirènes (2007), da italiana de Laura Pugno. Nestes três romances, os vínculos entre o consumo e a exploração da carne animal e o corpo feminino revelam a utilização dos corpos femininos em sua capacidade reprodutiva como carne a serviço do patriarcado. Assim, neste artigo, serão analisadas, em primeiro lugar, as ligações entre a carne animal e a feminina; depois a exploração reprodutiva do corpo feminino, para concluir sobre os pontos de encontro e as diferenças entre as obras.

Palavras-chave: Distopia feminista; Consumo/exploração; Carne animal; Corpo feminino; Reprodução

Dime qué comes y te diré quién eres

Jean Anthelme Brillat-Savarin

Introducción: carne femenina

En su libro The Sexual Politics of Meat, Carol J. Adams se refiere al mito de Metis, la primera esposa de Zeus. Una sibila revela al dios que Metis dará a luz a una hija y luego a un hijo que lo destronará. Por esta razón Zeus traga a Metis cuando se encuentra embarazada de Atenea y, más tarde, él mismo da a luz a su hija, quien brota de su cabeza. Lo anterior, según la pensadora feminista estadounidense, es un relato primigenio, en la cultura occidental, acerca de la carne como metáfora de la dominación femenina y el consumo como la etapa final del deseo sexual masculino (28-9). En efecto, y se volverá sobre este argumento, Adams busca, en este texto, resaltar las relaciones existentes entre la opresión de la mujer y la explotación animal, ambas representaciones de un régimen patriarcal que busca inscribir el poder masculino en la carne.

Tres distopías recientes escritas por mujeres exploran estos nexos entre el consumo y la explotación de la carne animal y femenina. En Cadáver exquisito (2017), de la argentina Agustina Bazterrica, se presenta una sociedad en la que el consumo de carne humana, por culpa de un virus que mató a todos los animales, se volvió legal. Así, en lugar de optar por el veganismo, el mundo se orienta hacia un canibalismo industrial. Marcos Tejo, el encargado de uno de los frigoríficos más grandes de la ciudad, permite al lector descubrir la cadena de producción de la carne humana. El hecho que marca un punto de inflexión en la novela es una hembra que el protagonista recibe como regalo consumible, pero que decide no sacrificar. En Nación Vacuna (2017), de la argentina Fernanda García Lao, se pone en escena la misión de Jacinto Cifuentes, miembro de una junta administrativa: la selección de un grupo de mujeres para repoblar una isla devastada por una guerra y una enfermedad desconocida. Finalmente, en Sirènes (2007), de la italiana Laura Pugno, la humanidad poco a poco se extingue por culpa del “cáncer negro” provocado por los rayos del sol, mientras los seres humanos se nutren de la carne de sirenas criadas en estanques. Samuel, el guardián de uno de estos, tiene una relación sexual con una sirena, unión de la cual nace Mia, semi-humana, semi-sirena. Así, se está en presencia de tres distopías recientes, escritas por mujeres, con un personaje principal masculino, un escenario post-apocalíptico producto de un virus cuya resolución pasa por el consumo y la explotación de la carne femenina. La especificidad del corpus de análisis es el tratamiento distópico que realizan estas escritoras de la explotación del cuerpo femenino en relación con el consumo de la carne animal desde una perspectiva feminista y hasta post-humanista, como se explicará más adelante.

Con respecto al modo distópico representado en las tres novelas, de carácter post-apocalíptico, a partir de la presencia de un virus que impone una reorganización social cuyas víctimas serán las mujeres, la teórica italiana Raffaella Baccolini define la distopía feminista según tres ejes: primero, una visión del mundo represiva con espacios urbanos apocalípticos, gobiernos coercitivos, etc.; segundo, una forma literaria no lineal y fragmentada que se modela con base en el relato de sumisión de la protagonista; tercero, la contestación y oposición a los relatos hegemónicos (129-30). También Sarah Lefanu, Marleen S. Barr, Ildney Cavalcanti, Dunja M. Mohr y Teresa López-Pellisa sostienen, en sus respectivos trabajos, que la distopía de índole feminista se inscribe en la perspectiva crítica de género y enfatiza hasta el extremo los efectos del patriarcado, así como de la opresión de las mujeres. En este sentido, las distopías feministas enfocan su discurso en las problemáticas de género, de la reproducción, de los derechos de las mujeres, de las políticas sexuales, entre otros temas. Las novelas que constituyen el corpus de análisis se pueden definir formalmente como distopías feministas, puesto que tensionan, así como critican, una visión de mundo patriarcal mediante los lazos que se establecen en los textos entre el consumo y la explotación de la carne/cuerpo animal/femenino.

Finalmente, cabe señalar la recepción crítica de las novelas analizadas a continuación. En relación con Cadáver exquisito, Premio Clarín Novela en 2017, en una entrevista que Vanessa Henríquez Cortés realizó a la autora en el año 2021, Bazterrica, entre otros temas, se refiere al lenguaje distópico presente en su novela, tema sobre el cual se volverá en el transcurso del análisis del texto. También cabe referirse a un artículo de Claire Mercier y Gabriel Saldías Rossel, “Políticas del hambre y diplomacia animal en Cadáver exquisito de Agustina Bazterrica”, que considera, desde una perspectiva (bio)política, el tema del canibalismo en la obra. Por último, María Jesús Ascanio, en “Bodies becoming pain: Unusual strategies of dissent in some transnational Latin-American women writers”, se refiere a Bazterrica, junto con otras narradoras, sobre todo al uso del cuerpo en Cadáver exquisito. En lo que respecta a Nación Vacuna, los recursos críticos son un poco más escasos; se destacan una reseña por Eloy Tizón y un interesante análisis textual de la novela desde la metáfora vacuna por Araceli Alemán en “Literalización de la metáfora vacuna en el imaginario distópico de Fernanda García Lao”. Por su parte, Sirènes –por falta hasta el momento de una traducción al español– se ha considerado esencialmente en el ámbito académico europeo, por ejemplo, Robert A. Rushing, en “Sirens without Us: The Future after Humanity”, se focaliza en la dimensión post-apocalíptica de la obra, mientras que Amélie Aubert-Noël y Pierpaolo Antonello consideran la novela en relación con el género de la ciencia-ficción y de las teorías post-humanistas. No obstante, a pesar de la calidad y del mérito de estos diferentes estudios, ninguno se focaliza exclusivamente en las relaciones entre el consumo/explotación de la carne animal/femenina desde una perspectiva teórica feminista, tema que se propone estudiar el presente ensayo. Así, antes de entrar en el análisis de las obras, es necesario plantear el marco teórico que servirá de sustento a la comparación entre las textualidades de las novelas, la cual se fundamentará esencialmente en los animal studies, el ecofeminismo y el post-humanismo.

Marco teórico: el cuerpo del otro

En la introducción de Animals & Women, Carol J. Adams y Josephine Donovan rescatan en los estudios feministas, en relación con lo animal, tres posiciones teóricas: primero, el rechazo, sobre todo en el feminismo liberal, de la animalidad de la mujer para afirmar su racionalidad; segundo, el reconocimiento de la similitud existente entre la opresión de los animales y de las mujeres en las sociedades patriarcales, por ejemplo, el hecho de entender que la consideración de las mujeres y de los animales como cuerpos “otros” contribuye a la destrucción del medio ambiente[2]; tercero, la afirmación de las inexistentes relaciones entre la teoría feminista y los animales. La misma Adams, inscribiéndose claramente en la segunda línea teórica feminista evocada, acude a la expresión de “the sexual politics of meat”, concepto clave para el presente estudio, con el fin de describir la práctica que consiste en animalizar a las mujeres y sexualizar, así como feminizar, a los animales (The Sexual Politics of Meat 165). Esta operación se realiza en el ámbito del consumo de carne establecido como derecho patriarcal, a partir de la normalización de la explotación de los cuerpos.

Para que opere esta auto-legitimación, es necesario, también según el pensamiento de Adamas, que el patriarcado establezca lo animal como referente ausente mediante tres operaciones: primero, literalmente con respecto al cuerpo muerto; segundo, mediante las definiciones[3], que cambian la manera de referirse al animal –del cerdo al lomo, por ejemplo–; tercero, esta vez metafóricamente, se refiere a la experiencia humana mediante comparaciones animales –sentirse como un pedazo de carne–, en especial, en relación con la vivencia femenina (The Sexual Politics of Meat 21). De esta forma, se establecen movimientos de feminización animal y de animalización de las mujeres. Tales procedimientos son característicos de nuestro corpus de análisis, en el cual, como se verá a continuación, se textualizan las tres operaciones de ausentismo que enuncia Adams.

Si se vuelve a las relaciones holísticas entre las mujeres y los animales con respecto al medio ambiente, Eva Antón Fernández, en su artículo “Claves ecofeministas para el análisis literario”, define el ecofeminismo como una denuncia al metarrelato patriarcal, especialmente en sus sesgos androcéntricos y especistas (51). Desde esta perspectiva, Rosemarie Tong, en Feminist Thought, propone la siguiente definición:

“Las ecofeministas se centran en la dominación de los seres humanos sobre el mundo no humano o la naturaleza. Debido a que las mujeres son culturalmente ligadas a la naturaleza, las ecofeministas argumentan que existen conexiones conceptuales, simbólicas y lingüísticas entre las cuestiones feministas y ecológicas” (255, trad. nuestra)[4].

En otros términos, el ecofeminismo es un análisis sistémico y una práctica política que constata, así como critica, el nexo existente entre la destrucción del medioambiente y la opresión de la mujer, ambos a manos del patriarcado; la misma relación que se estableció anteriormente entre la condición femenina y la animal. La filósofa feminista Lori Gruen, en “Dismantling Oppression”, explicita estos vínculos de dominación con respecto a la construcción de un “otro” que debe ser usado con el fin de hacer prosperar un modelo societal patriarcal:

Las categorías “mujer” y “animal” cumplen la misma función simbólica en la sociedad patriarcal. Su construcción como dominado, un “otro” sometido en el discurso teórico (ya sea explícitamente declarado o implícito) ha sostenido la dominación masculina humana. El papel de las mujeres y los animales en la sociedad postindustrial es de servir/ser servido; las mujeres y los animales son los usados. Ya sea creados como iconos ideológicos para justificar y preservar la superioridad de los hombres o capturados como sirvientes para proveer y consolar, la conexión que comparten las mujeres y los animales está presente tanto en la teoría como en la práctica. (61, trad. nuestra)[5]

En contraposición, el ecofeminismo busca evidenciar estas construcciones sociales dualistas para erradicar las jerarquías de dominación patriarcal. Precisamente, el corpus de novelas evidencia los nexos entre el consumo y la explotación de la carne animal y la femenina, como se analizará a continuación[6].

Antes de ahondar en las textualidades ecofeministas de las obras, es necesario operar un último paso teórico en relación con un marco más general: el post-humanismo, en el cual, de hecho, se podría inscribir el ecofeminismo, puesto que aprovecha las figuras femeninas y animales, así como sus vínculos, con respecto a un giro post-dualista y post-antropocéntrico. En efecto, lo animal permite al post-humanismo introducir un margen móvil respecto de la idea de lo humano. Rosi Braidotti, en The Posthuman, define la relación humano-animal como: “desigual y enmarcada por el hábito humano de dominación y estructuralmente masculino de dar por sentado el libre acceso a y el consumo de los cuerpos de los demás, incluidos los animales (68, trad. nuestra)[7], apelando a: “un cambio cualitativo de la relación lejos del especismo y hacia una apreciación ética de lo que los cuerpos (humano, animales, otros) pueden” (71-2, trad. nuestra)[8]. De hecho, Braidotti rescata los aportes de la crítica ecofeminista hacia un sistema jerárquico sexo-especista.

Por su parte, Patricia MacCormack, en Posthuman Ethics, de la misma manera que Adams, establece el carnismo como una forma legalizada de canibalismo en relación con una teoría feminista post-humana vegana que se basa en la noción ética de “to be able to not”: “Las estructuras dominantes del capital que perpetúan la tortura, la esclavitud y el asesinato de no humanos también perpetua la creencia humana en la incapacidad de poder no hacerlo. Pero los humanos son capaces, y más éticamente, son capaces de no – no esclavizar, no canibalizar, no torturar” (76-7, trad. nuestra)[9]. Se vuelve en la cita anterior sobre la idea de una consumación de los cuerpos considerados como otros a manos del patriarcado que se enuncia aquí en su naturaleza capitalista[10].

Conocidos son también los aportes de Donna J. Haraway, por ejemplo, en When Species Meet en el ámbito del post-antropocentrismo y, más precisamente, de las interacciones inter-especies. Asimismo, Pramod K. Nayar, en Posthumanism, retoma esta idea para establecer un “species cosmopolitanism” –entre hombre y mujer, humano y animal, entre otros dualismos– como la última meta del post-humanismo, en el sentido de nuevas configuraciones éticas, a propósito de una nueva responsabilidad hacia otras especies, para dejar de pensar la diferencia en general como un otro.

De esta manera, para resumir, existe un grupo de pensadoras –Adams, Donovan, Gruen, entre otras– que, en el ámbito de la teoría feminista, se interesó en pensar las relaciones entre el consumo de la carne animal y la dominación de la mujer, ambos a manos del patriarcado. Este movimiento se inscribe tanto en el ecofeminismo como en los animal studies, puesto que ambas teorías consideran, en conjunto, los mecanismos de explotación de los cuerpos percibidos como otros por un sistema de valores androcéntricos. Por su parte, el post-humanismo, a partir de un marco más general, condensa estos diferentes abordajes en torno al consumo/explotación de la carne animal/femenina, hacia una nueva apreciación ética de los cuerpos en el seno de un giro post-antropocéntrico.

El corpus de análisis aquí propuesto justamente pone en escena esta equivalencia negativa entre los cuerpos animales y los femeninos con respecto a una lógica de dominación patriarcal. En las tres novelas, los cuerpos femeninos son consumibles y explotables, lo que revela su consideración textual en términos animales. Entendemos, según nuestra hipótesis de lectura, que se busca al final usar y abusar de la capacidad reproductiva del cuerpo femenino convertido en carne al servicio del patriarcado.

Consumo de la carne animal y del cuerpo femenino

A partir de las relaciones entre el consumo y la explotación de la carne animal y del cuerpo femenino, se abordará en el corpus de análisis, en primer lugar, las asociaciones textuales entre la carne animal y la femenina. Cadáver exquisito de Agustina Bazterrica es una novela ejemplar en este sentido, pues el texto gira constantemente en torno al desfase lingüístico entre el significado y el significante, con el fin de operar una disonancia cognitiva, la cual permite a los personajes asumir moralmente el canibalismo. Claire Mercier y Gabriel Saldías Rossel, en “Políticas del hambre y diplomacia animal en Cadáver exquisito de Agustina Bazterrica”, se refieren a la: “distancia oximorónica entre las palabras y la realidad. En este intersticio irónico reside la dimensión distópica de Cadáver exquisito: entre ‘tener hambre’ y ‘ser rico’, entre consumir y ser literalmente consumido, entre los humanos y los animales, entre la crueldad y la vulnerabilidad” (181). De hecho, el texto comienza con la reflexión del protagonista en torno a los eufemismos que sirven para encubrir la realidad de la masacre: “Hay palabras que son convenientes, higiénicas. Legales” (15). Así, en vez de referirse directamente al canibalismo, y con el fin de naturalizarlo se menciona en la novela una fase de “Transición” del consumo de la carne animal a la humana. La propia autora, en una entrevista que realizó Vanessa Henríquez Cortés, se refiere al uso de los eufemismos en su texto: “en Cadáver exquisito la palabra canibalismo está prohibida, el lenguaje se va reduciendo y se usan eufemismos como el de las patitas, el lenguaje está vivo y conforma la realidad, la va construyendo” (281). De este modo, se puede decir que el lenguaje, en la novela, es un protagonista importante a la hora de construir no solamente temáticamente, sino también lingüísticamente una realidad distópica.

En un segundo momento, se emplea, también, en la novela un procedimiento de auto-legitimación al cual se refiere Adams: jugar con las designaciones para no referirse directamente al animal. No obstante, mediante una inversión distópica, en la novela de Bazterrica, son las designaciones animales las que permiten no aludir a lo humano. De este modo, en Cadáver exquisito, se fusionan los dos últimos procedimientos de auto-legitimación mencionados por Adams: las definiciones y las metáforas que permiten referirse a la experiencia humana mediante comparaciones animales. Así, los seres humanos, en la primera parte de la novela, son: padrillos, hembras, cabezas, mañeras, preñadas, lote, bien mueble (70), cuerpos y tripas (87), manitos y patitas en la carnicería Spanel (49), trofeos en el caso de la caza y especímenes para los experimentos (222). De esta manera, otro procedimiento textual que establece relaciones entre el consumo y la explotación del cuerpo animal y del humano es el uso de numerosas sinécdoques, que establecen nexos entre las partes del cuerpo y sus funciones alimenticias.

En definitiva, en la novela de Bazterrica se escenifica un sadismo textual, el cual procede de un refinamiento del lenguaje de la masacre. El cazador Urlet es un representante de lo anterior, mediante una asociación entre las palabras sádicas y los trofeos humanos, como lo nota el protagonista[11]:

Piensa que Urlet colecciona palabras, además de trofeos. Para Urlet tienen tanto valor como una cabeza colgada en la pared. Habla un español casi perfecto. Su manera de expresarse es preciosista. Elige cada palabra, como si no se las llevará el viento, como si las frases quedaran vitrificadas en el aire y él pudiese tomarlas y guardarlas bajo llave en un mueble, pero no en cualquier mueble, en uno antiguo de estilo art nouveau con puertas vidriadas. (166-7)

Al revés, el ayudante de la carnicería Spanel no habla y se compara, incluso, con un perro. El mismo mutismo caracteriza al padre demente de Marcos Tejo: “Su padre casi no habla. Emite sonidos. Quejas. Las palabras están ahí, encapsuladas. Se pudren, detrás de la locura” (64). Ambos –el ayudante y el padre– son figuras disminuidas en su función social o su estado físico y, por ende, desde una perspectiva distópica, en su humanidad. En efecto, un elemento clave del texto es el procedimiento físico que consiste en sacar las cuerdas vocales de los humanos comestibles para reducirlos a la condición animal privada de lenguaje y de voz propia. Se retomará y desarrollará más adelante lo último, puesto que el mutismo impuesto a la carne es una metáfora de la dominación patriarcal sobre el cuerpo femenino.

En Nación Vacuna, de Fernanda García Lao, la ironía consiste primero en el retrato del funcionario Jacinto Cifuentes, vegetariano –como Marcos Tejo en Cadáver exquisito– e hijo de un carnicero. El protagonista es el encargado de seleccionar un grupo de mujeres para repoblar una isla –se entiende progresivamente que se trata de las Malvinas–. De este modo, el texto juega con la nación argentina como productor mundial de carne y la visión de la mujer como ganado, en referencia al propio título de la obra. En efecto, la isla se encuentra devastada por una guerra y un virus desconocido –de la misma manera que en Cadáver exquisito–. Cápsulas de carne funcionan como vacuna, lo cual posiciona la carne y el cuerpo de las mujeres como el horizonte de salvación de la nación argentina: “las cápsulas ocultan los cuerpos procesados de las descartadas, no de las elegidas. Unas son alimentos, las otras, vaginas redentoras. Como las vacunaron a todas, inmunizarán pijas y estómago, todo en uno” (115). En la cita anterior, se muestra claramente la asimilación metafórica de las mujeres con las vacas, que se convierten, pues, en alimento. Araceli Alemán, en “Literalización de la metáfora vacuna en el imaginario distópico de Fernanda García Lao”, también analiza esta asociación semántica que desplaza significados convencionales en el contexto de un proyecto nacional: “hay una proyección de la función de la anatomía vacuna a la femenina […]. De esta manera, las ‘cautivas’ son reducidas a una condición física material: cuerpos para engendrar en el territorio enemigo y cuerpos para ser comidos en el territorio propio” (39). Por su parte, la Junta es un equipo de hombres destinados a cumplir el proceso de selección eugenésico de las hembras. Se compone de un ginecólogo, un ingeniero y un comisario, con mayúsculas en el texto[12].

Como en Cadáver exquisito, se recurre textualmente a la sinécdoque con el fin de asociar la carne animal con el cuerpo femenino. Testimonia una visión del protagonista: “Cierro los ojos, me quito los lentes apabullado por esos brazos: recortes de mujer. Ellas vienen fragmentadas. No logro ver un cuerpo entero. O es una nalga, o un brazo. Pequeños indicios de carne. Nunca es la desnudez total, la entrega” (13). Esta consideración despreciativa se encuentra reforzada por el procedimiento de la despersonalización, más específicamente, el texto realiza un movimiento hacia la animalización y, luego, cosificación. Lo mismo constata Alemán en su artículo ya citado:

Similarmente, la referencia a las mujeres en los términos de “carne” configura una metonimia del tipo contenido por forma y parte por todo, que activa también el dominio vacuno. También lo activan una larga serie de metonimias con valor narrativo y reveladoras del paradigma higienista: “las estériles” (23), “las descartadas” (115) o, por el contrario, “las afirmativas” (27), “las elegidas” (115), “las preñadas” (196); “las inmunizadas” (45) o “vacunadas” (14, 37); y en la designación con números: “A partir de hoy, ustedes ya no serán quienes eran. Ahora son Trece, Cinco, Nueve, Cuatro y Doce” (37). Esta clase de expresiones se repite de formas similares en toda la novela (la paginación indicada es solo a modo ilustrativo) y contribuyen a la homogeneización subyacente en las metáforas mujer-vaca y mujer-formulario antes analizadas. Aunque no distingo aquí entre metonimias y sinécdoques, reconozco la potencial relevancia de incluir tal distinción en posteriores análisis. (41)

En resumen, se asocia el cuerpo femenino con la carne animal en vista de una prostitución patriótica con respecto a la salvación y continuidad de la nación argentina. Esta asimilación se manifiesta en la primera parte de la novela, en relación con los episodios de selección del colectivo vacuno, y se expresa textualmente mediante procedimientos de parcelamiento del cuerpo femenino, en vista del proyecto de selección eugenésico, antes de su cosificación materna, como se verá más adelante.

En cuanto a Sirènes, de Laura Pugno, nos encontramos, en consonancia con Cadáver exquisito, con un protagonista antiguo carnicero que explota ahora carne de sirenas. Como en Nación Vacuna, estas se comparan con vacas con respecto a su docilidad y a su capacidad de producir carne y leche[13]. A diferencia de Cadáver exquisito, los sirenos son mudos, mientras que las sirenas pueden emitir sonidos, en referencia al canto de las sirenas en la Odisea. Las sirenas como personajes monstruosos, es decir, semi-humanas y semi-animales, se establecen también a la vez como animal de explotación y criatura salvaje. Por ejemplo, después del apareamiento, matan a los varones. Lo último se conecta con la visión del cuerpo de la mujer como otro. El mito de la sirena traduce de un modo machista la creación de un monstruo femenino, como lo explica Álvaro Ibáñez Chacón en “La metamorfosis de las sirenas”:

Lo cierto es que las Sirenas han pasado a formar parte del imaginario colectivo de Occidente con una nueva forma y un nuevo significado, aunque ambos aspectos ya podrían estar aludidos en las fuentes grecorromanas. Así, a partir de época medieval se acentúa el erotismo de las Sirenas en detrimento de su carácter ctónico original, se cambia su monstruosidad híbrida por una voluptuosidad imposible y, aunque la muerte nunca deja de rondar a su alrededor, de agentes mortíferos pasan a ser emblemas de Eros, símbolos de lujuria, de sensualidad y de seducción incluso en las versiones infantiles, pues en el imaginario medieval la mujer es per se un monstruo. (162)

También, las sirenas, entre Eros y Tánatos, se consideran de manera ambigua en la novela, a la vez como castigo divino y futuro de la humanidad, pues, su piel está inmunizada contra una epidemia llamada cáncer negro. En suma, en Sirènes se asimila, mediante el procedimiento de la animalización, una figura femenina con la carne animal, con base en el consumo de las sirenas consideradas como monstruos, una entidad humano-animal. La posibilidad de un cruce inter-especies mediante el embarazo de una sirena cambiará la visión acerca de ellas hacia su humanización.

En definitiva, las tres novelas establecen lazos textuales entre el consumo de la carne animal y del cuerpo femenino. Así, se emplean procedimientos retóricos de parcelamiento del cuerpo –la sinécdoque, por ejemplo–, en relación con un movimiento de despersonalización, animalización y cosificación. Ahora cabe ahondar después del consumo, en la explotación reproductiva de la carne/cuerpo-animal/femenino.

Explotación patriarcal de la capacidad reproductiva femenina

En los tres textos, el consumo de la carne animal revela la explotación de los cuerpos femeninos en su capacidad reproductiva como carne al servicio del patriarcado. En Cadáver exquisito, se establece una relación metonímica entre la condición animal y la femenina con respecto a su capacidad reproductiva. A modo de ilustración, y teniendo en mente el análisis de Adams en The Sexual Politics of Meat de comerciales que operan una antropo-pornografía, es decir, una feminización y sexualización de la muerte animal y, por ende, una normalización de la violencia contra las mujeres, se da a conocer al inicio de la novela una publicidad: “Una mujer hermosa, pero vestida de manera conservadora, les sirve la cena a sus tres hijos y al marido. Mira a cámara y dice: ‘Yo le doy a mi familia alimento especial, la carne de siempre, pero más rica’. Todos sonríen y comen” (20). Además del desfase lingüístico –la carne especial para no decir humana– estudiado en la sección anterior, este ejemplo muestra el lazo entre la figura de la dueña de casa como proveedora de alimentos para el hogar y el consumo de la carne humana.

En relación con lo anterior, el texto opera literalmente una conversión de la mujer en carne al servicio del patriarcado. En efecto, Marcos Tejo se presenta en la obra como una figura masculina dolida, traumada y fallida, a causa de la muerte temprana de su hijo y la consecuente separación de su pareja Cecilia, lo cual opera un nexo con el protagonista de Sirènes, que perdió a su mujer embarazada. La revancha de Marcos se realiza mediante la explotación del cuerpo reproductivo femenino. En efecto, el punto de inflexión del relato es el regalo que se le hace al protagonista de una hembra “PGP”: primera generación pura, es decir, sin modificaciones genéticas. Sin embargo, Marcos Tejo es incapaz de matar a la hembra para su consumo. Así, entabla una relación con ella, a la que individualiza bajo el nombre de Jazmín. Hasta comete el delito de tener relaciones sexuales con ella y Jazmín queda embarazada.

Sin embargo, el final de la novela consagra la explotación del cuerpo reproductivo femenino, pues Marcos pide la ayuda de Cecilia en el parto de Jazmín –da a luz a un varón, como para reemplazar al hijo muerto de Marcos– antes de matarla, del mismo modo que aturde a los humanos-animales en el frigorífico antes de faenarlos. Esto significa que Jazmín jamás alcanzó el estatus de persona a los ojos de Marcos, sino que siempre fue carne al servicio del patriarcado, personificado en el sadismo reproductivo del protagonista. De hecho, en relación con la importancia de la voz en la novela, revelador es el horrible episodio de la matanza de Jazmín, privada, como todos los humanos comestibles, de cuerdas vocales: “Jazmín sólo mueve las manos intentando abrazar a su hijo. Quiere hablar, gritar, pero no hay sonidos” (249). A diferencia del final de Sirènes, el cual se considerará a continuación, se impone al cuerpo femenino un mutismo, este silencio como símbolo de la explotación del cuerpo femenino en su función reproductiva. En definitiva, en la novela de Bazterrica, al contrario del desfase lingüístico para ocultar el canibalismo, la relación entre la condición femenina y animal, en su función reproductiva, se expresa mediante una asociación violenta y directa entre la carne y la mujer. Lo anterior desemboca en un mutismo impuesto a la carne como metáfora de dominación patriarcal, ya sea en relación con su consumo o con la explotación de la potencia reproductiva del cuerpo femenino.

En Nación Vacuna, la cosificación del cuerpo femenino se inscribe en una “biopolítica de lo materno”. Carol Arcos Herrera establece esta expresión, en “Feminismos latinoamericanos: deseo, cuerpo y biopolítica de lo materno”, para referirse a una nacionalización de lo materno como forma de regulación de la procreación en favor de la patria, así como a una ontologización de lo femenino en su calidad de cuerpo a la vez individual y político:

En suma, cuando hablo de biopolítica de lo materno me estoy refiriendo a que el fenómeno del nacimiento —no solo concebido como el hecho de parir, sino también de la pertenencia a una comunidad de sentido nacional— está íntimamente imbricado con la maternidad como experiencia moderna de las mujeres. Lo femenino y lo maternal mantienen relaciones lógicas complejas y no son del todo indisociables; sin embargo, el lazo de obligatoriedad patriarcal y la idea de subjetividad femenina biologizante que sostiene, por una parte, y la naturalización que conlleva y no permite comprender la maternidad como un trabajo en la compleja red de relaciones sociales y económicas, por otra, son los problemas que estoy discutiendo a partir de la noción de biopolítica de lo materno. (30, cursivas en el original)

En la novela, el cuerpo femenino, en su función reproductiva, cumple con un servicio patriótico que el hermano de Jacinto Cifuentes describe de la siguiente manera:

La ganadora del Proyecto Vacuna viajará a las M, secundada por dos finalistas. Los treinta infectados las esperan […]. Pero no solo reanimaremos clínicamente a los sobrevivientes. Nuestra cruzada es moral: hace meses que viven sin hembras. Sodomizados, no son un buen ejemplo para la patria. Las seleccionadas vivirán con los héroes en los barracones hasta quedar preñadas. Las M resurgirán y de ellas nacerán niños sanos. Gracias a las hembras reconquistaremos el mito de nuestro más preciado pedazo de tierra. (70-1)

A la manera de una lotería humana y desde una perspectiva eugenésica, el relato ofrece una salida ucrónica al conflicto de las Malvinas. En efecto, mediante Jacinto, se relata que los invasores, al retirarse de las islas, han infectado el agua con combustible. Muchos “héroes”, como dice el texto, murieron, y otros están a la espera de una solución que representa la prostitución patriótica de hembras previamente seleccionadas por la Junta. De hecho, el texto prosigue con la asimilación del cuerpo femenino con la carne animal, como cuando una de las hembras juega con la heterotopía argentina del matadero al declamar[14]: “Soy una de las vacas que irá al matadero” (71) o cuando el protagonista se refiere directamente a la misión patriótica que sostienen las hembras: “Las mejores hembras, vacunadas contra todo mal, se preparan para hacer una revolución farmacéutica. Carne nueva. La patria va a levantarse de los escombros” (77).

Esta carnificación patriótica es también, como en Cadáver exquisito, una metáfora de un sistema de explotación patriarcal, que encarna la Junta, como se explicitó anteriormente. Además, del mismo modo que Marcos Tejo en la novela de Bazterrica, Jacinto Cifuentes en Nación Vacuna es una figura masculina perturbada, esta vez en su relación con lo femenino y su propia sexualidad. En paralelo con las pesadillas de Marcos Tejo en torno a la muerte de su hijo, el protagonista de la novela de García Lao asocia, frecuentemente en sus sueños, el sexo con la carne mediante el personaje de Mona, una de las seleccionadas, con respecto a la cual Jacinto desarrolla una verdadera obsesión frustrada que lo lleva a la impotencia sexual: “Mona se revela como lo que es: un animal disecado. No sabe moverse, ni me toca. Se limita a abrir las piernas con firmeza, como si sujetara un estante. Le digo que así no voy a poder. Que mi pija tiene sentimientos. Y ni siquiera se ríe” (179). Adicionalmente, en relación con una biopolítica de lo materno al servicio de un patriotismo patriarcal, es interesante mencionar, en la novela, la existencia de un frente de resistencia feminista:

Nosotras, las Re-evolucionarias en Contra, rechazamos el carácter heteropatriarcal del emprendimiento demográfico para las M implementado por la Junta. Y decimos que si quieren recuperar el MTU de 250 H.P, deberán incorporar a tres de nuestras dirigentes a la tripulación del Vacuna: una bisexual, una travesti y una transexual. En caso contrario, las M promoverán una población sesgada sexualmente. Estamos frente a la posibilidad de iniciar un paradigma social sin represiones ni sexismo. O perpetuar uno limitado, sexista y reproductivo cuya función no es otra que la mercantilización abyecta de la sexualidad femenina en aras de sostener una victoria mentirosa y machista en toda la plataforma oceánica. (128-9)

Cabe destacar en la cita la concientización de la explotación patriótica del cuerpo femenino, así como la oposición entre un paradigma heteropatriarcal reproductivo y uno sexualmente diverso y sin una finalidad necesariamente reproductiva. No obstante, la utopía feminista permanece a nivel de abstracción y la Junta decide apurar la travesía con el fin de evitar la realización de un posible atentado.

A pesar de lo anterior, el final de la novela describe el fracaso del proyecto de la Junta. En efecto, las distintas dificultades para llegar a las Malvinas obligan primero a un cambio de plan: la Junta embarazará a las mujeres y se hará creer que el acto tuvo lugar en la isla “fruto de un espermatozoide insular” (175) de uno de los héroes de la nación. Luego, al llegar finalmente a las Malvinas, se descubre otra mentira, descrita nuevamente en términos animales: “Ahora las preñadas señalan un punto, boquiabiertas. Yo no puedo respirar. Lucero emite un alarido final que parece el de una vaca que intuye su final. Junto al faro, no está nuestra bandera. Los colores del enemigo ondean sobre el mástil. Perdimos” (196). De forma irónica, se descubre que el relato heroico acerca de los sobrevivientes de la isla es en realidad una ficción nacional, de la misma manera que el embarazo de las hembras es una falsificación patriótica. En suma, en los dos tiempos que marcan la novela, es decir, la selección de las hembras y, luego, la realización fallida del proyecto de la Junta, se opera una cosificación del cuerpo femenino, desde una biopolítica de lo materno, como carne al servicio de la nación.

En Sirènes, como en las novelas anteriores, se pone en escena un protagonista, Samuel, traumatizado, en este caso por la muerte de su pareja, Sadako, embarazada de su hijo, a causa de la epidemia de cáncer negro. Este trauma vuelve por medio de pesadillas en las cuales asimila a su pareja muerta con una sirena. También, como en las otras obras, Samuel es el encargado de la “carne”, en este caso, de uno de los estanques de las sirenas. Del mismo modo que en Cadáver exquisito, Samuel comete el delito de tener sexo con una de las sirenas. Esta da a luz a una hija sirena y el cruce inter-especies se manifiesta en los rasgos humanos del rostro de la hija de nombre Mia; de nuevo, como en la novela de Bazterrica, se personaliza la “carne” mediante el nombre. Se asimila también a Mia con Sadako, mediante la realización de tatuajes en su cuerpo, en vez del “branding”: la marca animal que se realiza usualmente a las sirenas con un hierro al rojo. No obstante, es importante señalar que el texto no alude al problema que representa, primero, la violación de una de las sirenas y después, el incesto, puesto que Samuel también viola a su propia hija.

Adicionalmente y en consonancia con Nación Vacuna, está presente en el texto un movimiento de liberación, el “Mermaid Liberation Front”. Este considera a las sirenas no como carne, sino como nueva esperanza para la humanidad, en relación con una visión post-humanista. En efecto, su piel no sufre el cáncer negro, por lo que el cruce inter-especies representa una posible cura a la enfermedad, al mismo tiempo que encierra de nuevo la figura de la sirena en una relación de explotación, esta vez médica. Lo anterior se establece en paralelo con el proyecto de Samuel para liberar a su hija, quien se humaniza cada vez más, pues adquiere la facultad de hablar y enuncia en varias oportunidades el nombre de su progenitor[15]. Esto hace eco de la división clásica y antropocéntrica entre animalidad y humanidad en torno a su capacidad de hablar como prueba de inteligencia, en oposición, también, al mutismo impuesto a Jazmín en Cadáver exquisito.

En el capítulo de cierre, después de la muerte de Samuel a manos de yakuzas, Mia logra escapar hacia el océano. El cambio en la focalización narrativa es notable, dado que el punto de vista ya no es el de Samuel, sino de la sirena, por fin personificada. De hecho, irónicamente, es la carne de Samuel la cual se vuelve consumible y ayuda a Mia a sobrevivir en su nuevo ecosistema. En este, Mia dará a luz a la hija –y nieta– de Samuel, una sirena más de la mitad humana. En las últimas líneas del texto, Mia vuelve a enunciar el nombre de Samuel y se establece definitivamente como la individualización de una utopía post-humana: “El espíritu de Mia era tabula rasa” (172, trad. nuestra). En resumen, de nuevo se visualiza una explotación del cuerpo femenino en su capacidad reproductiva mediante la figura de la sirena. Sin embargo, la obra de Laura Pugno introduce el tema del cruce inter-especies como utopía post-humana, con un final, pues, más esperanzador que las otras novelas. Lo último se establece conforme a la progresiva humanización de la figura de la sirena, de animal consumible a entidad humana gracias a un cruce inter-especies. No obstante, cabe mencionar nuevamente la ausencia de problematización de la violación, además incestuosa, y la perspectiva relativamente antropocéntrica de la narración. En efecto, el valor de la sirena se establece en relación con su semejanza con lo humano por medio de su capacidad de hablar o nuevamente por su naturaleza utilitaria, de carne consumible a animal de laboratorio como cura al cáncer.

Conclusión: pluralismo existencial

En Cadáver exquisito de Agustina Bazterrica, Nación Vacuna de Fernanda García Lao y Sirènes de Laura Pugno, tres distopías contemporáneas escritas por mujeres, se establecen lazos entre el consumo y la explotación de la carne animal y del cuerpo femenino. El uso de este se revela, en los textos, en su capacidad reproductiva, como carne al servicio del patriarcado. En Cadáver exquisito, la relación se puede calificar de capitalista, con respecto a la capitalización consumista del otro en general y de Jazmín en su particular rendimiento reproductivo por parte de una pareja oportunista. En Nación Vacuna, esta relación se establece en consonancia con la explotación patriótica de la capacidad gestante de un colectivo femenino, mientras que En Sirènes, se puede observar desde una perspectiva más biológica, con respecto a un fenómeno de cruce inter-especies en vista de una posible cura al contexto pandémico de la obra.

De esta manera, y en un primer momento, los cuerpos femeninos en las obras se asimilan textualmente con unos animales en relación con el consumo de su carne. Luego, en un segundo momento, estos cuerpos se humanizan falsamente en su condición reproductiva. En efecto, ni Jazmín, ni Mia alcanzarán, a los ojos de los protagonistas, la condición plena de seres humanos; y el colectivo femenino en la novela de García Lao tampoco se individualizará plenamente. Por último, en un tercer momento, y con base en su productividad materna, estos cuerpos vuelven a su condición animal en calidad de carne al servicio del patriarcado. Es decir, la humanización fingida es, en las obras, un recurso narrativo con el fin de volver más patente su inmutable condición animal.

De este modo, los textos emplean, en la fase de animalización, recursos narrativos como la sinécdoque, para manifestar el parcelamiento del cuerpo femenino en relación con su despersonalización, animalización y, al fin, cosificación. Luego, cuando estos falsamente se humanizan, las novelas usan recursos retóricos de asociación, comparación y metonimia, con respecto a la carne animal. Es decir, en el momento en el cual más se humaniza –en apariencia– la figura femenina, gracias a su capacidad reproductiva, es paradójicamente cuando más se asimila, al mismo tiempo, con la carne animal, en el interior de lo que se podría caracterizar como una disonancia cognitiva patriarcal: hacer creer que las mujeres se personifican cuando en realidad sus cuerpos reproductivos siguen siendo carne al servicio del patriarcado.

En este sentido, cabe volver sobre la presencia, en las tres obras, de un protagonista masculino, administrador de cuerpos consumibles, sobre los cuales proyectará su trauma personal: la pérdida del hijo en Cadáver exquisito, los trastornos sexuales en Nación Vacuna, y la pérdida del hijo, así como de la pareja, en Sirènes. De ahí que el sadismo carnívoro no solamente nace de un sistema de explotación, sino también como producto perverso de una subjetividad masculina incapaz de enfrentarse de forma directa con sus heridas emocionales prefiriendo, en vez de esto, hacer sufrir a un cuerpo indefenso y considerado como inferior. En relación con lo anterior, también es interesante volver sobre la importancia, esencialmente en Cadáver exquisito y Sirènes, de la dicotomía entre voz y mutismo, metáfora de la imposición de un régimen patriarcal sobre los cuerpos animales y los femeninos, así como de su posible rebelión. En efecto, a diferencia de las otras, la novela de Laura Pugno, mediante la voz de la protagonista, opera una posible salida utópica en clave post-humanista.

En conclusión, si bien las tres obras se inscriben en la temática del consumo del cuerpo femenino, cabe destacar que cada una le aporta su propia perspectiva textual con respecto a su peculiar creación distópica de mundo. Se analizó la puesta en escena del desfase, en Cadáver exquisito, entre el significado y el significante como máscara lingüística del canibalismo. En Nación Vacuna, se evidenció una prostitución patriótica en relación con una biopolítica de lo materno, mientras que en Sirènes, el acento está más bien puesto sobre los cruces inter-especies. No obstante, las tres novelas comparten, en las relaciones que dibujan entre los cuerpos animales y los femeninos, y gracias a la ficción distópica como motor de cambio político, la necesidad de construir paradigmas comunitarios post-antropocéntricos, en los cuales no hay ordenamiento de los seres según su supuesta naturaleza, sino la comprensión de distintos modos de existencia –según la expresión de Bruno Latour–, de un pluralismo de ontologías a nivel del sujeto y del objeto, de lo humano y no humano, hacia el entendimiento de una hibridez existencial no valorativa y multi-vitalista.

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Notas

[1] Este artículo forma parte del proyecto Fondecyt Regular n.°1220007 (ANID, Chile): “Narrativa distópica latinoamericana contemporánea desde la crítica literaria feminista: hacia un poshumanismo crítico”, del cual la autora es Investigadora Responsable y cuyos Coinvestigadores son la Dra. Daniuska González de la Universidad de Playa Ancha y el Dr. Gabriel Saldías Rossel de la Universidad Católica de Temuco. 

[2] Tema expuesto en la introducción de Ecofeminism. Feminist Intersections with Other Animals & the Earth, a cargo de Carol J. Adams y Lori Gruen.

[3] Adams se refiere literalmente a una operación de definición (21), no obstante, sería mejor referirse, según el ejemplo que da, a un proceso sinecdótico o metonímico.

[4] “Ecofeminists focus on human beings’ domination of the nonhuman world, or nature. Because women are culturally tied to nature, ecofeminists argue there are conceptual, symbolic, and linguistic connections between feminist and ecological issues” (255).

[5] “The categories 'woman' and 'animal' serve the same symbolic function in patriarchal society. Their construction as dominated, submissive 'other' in theoretical discourse (whether explicitly so stated or implied) has sustained human male dominance. The role of women and animals in postindustrial society is to serve/be served up; women and animals are the used. Whether created as ideological icons to justify and preserve the superiority of men or captured as servants to provide for and comfort, the connection women and animals share is present in both theory and practice” (61). 

[6] El ecofeminismo matiza la oposición entre animal y mujer, por ejemplo, con respecto a la distinción entre los animales humanos y no-humanos que permite alejarse de la categorización y diferenciación antropocéntrica entre humano y animal. En el presente artículo, si bien se emplean las figuras de “mujer” y “animal”, es con el fin de revelar los nexos entre su común explotación por parte del patriarcado.

[7] “unequal and framed by the dominant human and structurally masculine habit of taking for granted free access to and the consumption of the bodies of others, animals included” (68).

[8] “a qualitative shift of the relationship away from species-ism and towards an ethical appreciation of what bodies (human, animal, others) can do” (71-2).

[9] “The dominating structures of capital which perpetuate torture, slavery and murder of nonhumans also perpetuate human belief in the incapacity to be able to not to do so. But humans are able to, and most ethically, are able to through not – not enslaving, not cannibalizing, not torturing” (76-7).

[10] Por ejemplo, después de una ponderación de los animal studies, Cary Wolfe, en What is Posthumanism?, considera lo animal en relación con los estudios sobre la discapacidad en general.

[11] Al contrario, el dueño de un criadero se caracteriza por su relación burda con las palabras: “Él ve cómo el lugar se llena de palabras dichas por el Gringo. Son palabras livianas, sin peso. Son palabras que se mezclan con otras, las incomprensibles, con las mecánicas, dichas por una voz artificial, una voz que no sabe que todas esas palabras pueden cubrirlo, hasta sofocarlo” (31).

[12] En términos textuales sádicos, la Junta establece un nexo con el grupo de los libertinos en Las 120 jornadas de Sodoma del Marqués de Sade: El Duque de Blangis, aristócrata; El Obispo; El Presidente de Curval y Durcet, el banquero.

[13] La carne de los varones es tóxica. Además, existe un comercio sexual de las sirenas.

[14] En referencia a El matadero de Esteban Echeverría.

[15] En relación con el cuento de Hans Christian Andersen, La sirenita.