https://doi.org/10.19137/anclajes-2022-2634
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DOSSIER
Lecciones de lengua mexicana en El Tepozteco de Mariano Rojas
Mexican Language Lessons at El Tepozteco by Mariano Rojas
Aulas de língua mexicana em El Tepozteco por Mariano Rojas
Freja I. Cervantes Becerril
Área de Investigación en Producción editorial
Letras Hispánicas
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa
México
ORCID: 0000-0002-7106-0428
Resumen: De 1921 a 1923 apareció en la Ciudad de México El Tepozteco. Publicación quincenal de religión, ciencias, literatura, lingüística mexicana y variedades. Órgano de la Colonia Tepozteca en México (Mexihco, Tepozteca Nechicolli). Nochi ipampa totlacatiliztlal (Todo por nuestra tierra natal), bajo la dirección del profesor nahuatlato de lengua mexicana y traductor Mariano Jacobo Rojas. Este artículo indaga algunos aspectos de este periódico como la caracterización de sus públicos, el desarrollo de una de sus secciones principales dedicada a la enseñanza de la lengua náhuatl y que son el preámbulo para la escritura del Manual de la lengua náhuatl. Método práctico para hablar, leer y escribir la lengua americana, de Rojas publicado en 1927; así como sus estrategias de financiamiento y circulación en la capital y los estados de la República mexicana. El hallazgo de este impreso en la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia permitirá una aproximación a los periódicos de indígenas ilustrados que participaron en el complejo y tenso entramado cultural que definió el escenario de la conformación del estado posrevolucionario y sus debates indigenistas.
Palabras clave: Mariano Jacobo Rojas; El Tepozteco; Lengua Náhuatl; Prensa e Intelectualidad Indígena.
Abstract: From 1921 to 1923, El Tepozteco appeared in Mexico City. A biweekly publication on religion, science, literature, Mexican linguistics and varieties. Organ of the Tepozteca Colony in Mexico (Mexihco, Tepozteca Nechicolli). Nochi ipampa totlacatiliztlal (All for our homeland), under the direction of Nahuatl Mexican language professor and translator Mariano Jacobo Rojas. This article investigates some aspects of this printed periodical such as the characterization of its main audiences, the development of one of its main sections dedicated to the teaching of the Nahuatl language and which are the preamble for the writing of the Manual de la lengua náhuatl. Método práctico para hablar, leer y escribir la lengua americana, by Rojas published in 1927; as well as its financing and circulation strategies in the capital and the states of the Mexican Republic. The discovery of this print at the Library of the National Museum of Anthropology and History will allow an approach to the printed periodicals of enlightened indigenous people who participated in the complex and tense cultural framework that defined the scenario of the formation of the post-revolutionary state and its indigenist debates.
Keywords: Mariano Jacobo Rojas; El Tepozteco; Nahuatl Language; Press and Indigenous Intellectuality.
Sumário: De 1921 até 1923, El Tepozteco apareceu na Cidade do México. Uma publicação quinzenal sobre religião, ciência, literatura, lingüística mexicana e variedade. Órgão da Colônia Tepozteca no México (Mexihco, Tepozteca Nechicolli). Nochi ipampa totlacatiliztlal (Tudo para nossa pátria), sob a direção do professor de línguas Nahuatl mexicano e tradutor Mariano Jacobo Rojas. Este artigo investiga alguns aspectos deste periódico impresso, como a caracterização de seus principais públicos, o desenvolvimento de uma de suas principais seções dedicadas ao ensino da língua Nahuatl e que são o preâmbulo à redação do Manual de la lengua náhuatl. Método práctico para hablar, leer y escribir la lengua americana, de Rojas, publicado em 1927, assim como suas estratégias de financiamento e circulação na capital e nos estados da República Mexicana. A descoberta desta gravura na Biblioteca do Museu Nacional de Antropologia e História permitirá uma abordagem dos periódicos impressos de indígenas esclarecidos que participaram da complexa e tensa estrutura cultural que definiu o cenário da formação do estado pós-revolucionário e seus debates indigenistas.
Palavras chave: Mariano Jacobo Rojas; El Tepozteco; Língua Náhuatl; Imprensa e Intelectualidade Indígena.
Fecha de recepción: 25/04/2022 | Fecha de aceptación: 03/06/2022
Unas semanas previas a la toma de posesión de José Vasconcelos en la Secretaría de Educación Pública, bajo el régimen de Álvaro Obregón, primer presidente electo después de la llamada década armada de la Revolución Mexicana, circuló en la Ciudad de México El Tepozteco. Publicación quincenal de religión, ciencias, literatura, lingüística mexicana y variedades. Órgano de la Colonia Tepozteca en México (Mexihco, Tepozteca Nechicolli). Nochi ipampa totlacatiliztlal (Todo por nuestra tierra natal), del 1 de octubre de 1921 al 11 de marzo de 1923, dirigido por el profesor de lengua mexicana Mariano Jacobo Rojas del Museo de Arqueología, Historia y Etnografía en la Ciudad de México1. A un siglo de su aparición, el hallazgo de 31 números de esta “Hoja”, en marzo de 2020 en la Biblioteca del actual Museo Nacional de Antropología e Historia, dio origen a la realización de este trabajo con el propósito de indagar sobre esta iniciativa editorial dirigida por un intelectual nahuatlato y su grupo de colaboradores que, en consonancia con la reconstrucción nacional y durante el periodo de los debates del indigenismo, se dio a la tarea de difundir y enseñar periódicamente la “lengua azteca” a través de este singular impreso –por escaso en su tipo– entre mexicanos bilingües (náhuatl-español) e hispanohablantes2.
En esta publicación se puede observar el desarrollo de un programa de difusión cultural y religioso orientado a una comunidad nativa, la tepozteca, diseminada en el país después de la Revolución que, a contrapunto del proyecto educativo vasconcelista —fundado en una campaña de alfabetización del idioma español en México como lengua nacional—, promovió la enseñanza del náhuatl moderno desde su sección “Lecciones metódicas de la lengua mexicana o azteca”. En específico, esta sección resulta crucial para observar desde una perspectiva bilingüe las tensiones que ciertas figuras letradas como Mariano Jacobo Rojas enfrentaron respecto de la política estatal; tensiones que se traducen en la práctica periodística como estrategias discursivas por las implicaciones ideológico lingüísticas que, para esa época, supone la difusión de un método de enseñanza del náhuatl. Conviene en este punto señalar que, en diversas inserciones a lo largo del periodo de publicación de El Tepozteco, el grupo de la redacción y sus colaboradores se autodenominaban “indios” y con mayor precisión “indios católicos”, como podrá comprobarse en las citas que justifican el empleo, en algunas ocasiones, del término indígena en el presente artículo, como representación de este grupo letrado.
En este sentido, El Tepozteco descubre un nuevo ámbito poco atendido de la prensa indígena que demanda ser considerado, no sólo porque al día de hoy las comunidades continúan resistiendo la discriminación lingüística institucional (Gil), sino también porque en este caso se advierte la emergencia de un grupo intelectual por insertarse en la cultura escrita en español durante la conformación del Estado mexicano posrevolucionario. De ahí, que se presente como una iniciativa compleja que se articula bajo la densidad de ciertas categorías como lengua, literatura y territorio original (náhuatl, producción textual, Tepoztlán) por sus objetivos y proyección mediática; pero también entre “nación” heterogénea y “tradición literaria” problemática desde una perspectiva historiográfica de la literatura y su estudio filológico (Mondragón Un arte radical de la lectura 125). Asimismo, esta publicación representa el último emprendimiento periódico del profesor Mariano J. Rojas, con ella culmina la labor de difusión de este intelectual por formar hablantes y públicos bilingües (náhuatl-español), además de lectores en náhuatl, de ahí la pertinencia de anotar brevemente su tradición letrada.
En el primer número de El Tepozteco, además de exponer las razones que justificaban el origen de la publicación, los redactores la situaban como resultado de una producción textual histórica:
Ha recorrido ya mucho más de medio siglo, desde que en Tepoztlán se publicaron algunas producciones literarias manuscritas, pues aún no había sido implantada la imprenta en la población. Recordamos por ejemplo El Xocoyotzin del nunca bien sentido G. Don José Guadalupe Rojas, pequeño periódico que se consagró a la educación de los niños y de los adultos. Años más tarde, con la introducción de la imprenta en 1882, salieron a la luz pública: El Liliputiense, El Mosquito, El Grano de Arena y otros más que se dedicaron al fomento de la cultura e ilustración del pueblo. (“Lo que pensamos” 1-2)
De esta forma presentaban el nuevo periódico como el esfuerzo de una precaria y, no obstante, continua labor editorial y misión educativa e ilustrada, cuyo origen manuscrito advierte sobre la necesidad de acceder a la imprenta para crear publicaciones periódicas que satisfagan las demandas culturales y educativas de Tepoztlán3.
El historiador Daniel Salvador Vázquez Conde refiere que, a consecuencia de la desamortización de bienes comunales en 1865 y la privatización subsecuente de tierras, la mayoría de la población tepozteca cambió sus nombres originales por apellidos españoles para proteger sus terrenos y propiedades. Se desconoce si en el proceso de renombramiento intervino el clero de Morelos y de ser así en qué y cómo consistió la designación; pero a partir del siglo XIX, la comunidad se identifica y organiza en familias, de las que sobresalen aquellas de origen indígena ilustrado como la Villamil y la Quiroz. Entre éstas, la familia Rojas ocupa un lugar distinguido porque “varios de sus ancestros cuenta con gobernadores indígenas desde el siglo XVII y […] en el siglo XIX destacaron varios intelectuales como Don José Guadalupe Rojas, Vicente Rojas y Mariano Jacobo Rojas” (Don Jesús Conde Rodríguez: un tepozteco visionario 14). Descendiente de mandatarios indígenas, Mariano Jacobo, quien fuera el xocoyotzin, o sea el más pequeño de los tres hijos de Simón Rojas y su segunda esposa Pioquinta Villaseca, nació en Tepoztlán, Morelos, en 1842. A los cinco años de edad quedó huérfano de padre, por lo que su medio hermano, José Guadalupe Rojas, doce años mayor que él, se encargó de educarlo. Su influencia determinó la vocación de Mariano como maestro rural en el último tercio del siglo XIX, como un primer periodo a la profesionalización del intelectual indígena en el siglo posterior, e influyó en su defensa y preservación del náhuatl, al perseguir establecer un programa de educación bilingüe (náhuatl-español) a nivel básico en su tierra natal (Gallo 133-136; Mondragón Respuesta 442).
Educación, lengua y literatura fueron para Mariano J. Rojas los pilares de su obra intelectual y lingüística, en gran medida motivado por su hermano José Guadalupe, al que acompañaba en sus giras escolares por el estado de Morelos, como supervisor de instrucción. Las intervenciones editoriales de Mariano, como el primer periódico local y manuscrito El Xocoyotzin de 1868 a 1869 junto con su hermano mayor, obedecen a esfuerzos colectivos y familiares para su desarrollo. Una vez establecida la imprenta en Tepoztlán, Mariano dirigió su segundo periódico local, El Grano de Arena, que circuló del 24 de febrero al 16 de noviembre de 1889, el cual llevaba por título completo Semanario católico, aunque su sobrino José Donaciano Rojas figura como editor responsable de la publicación, éste fue quien seguramente la financió e imprimió en sus talleres de la Ciudad de México (Coudart y García 5)4.
Entre los artículos destacados de El Grano de Arena, se encuentra un reportaje del descubrimiento del templo dedicado a Ometochtli publicado en náhuatl y español. La divulgación de este descubrimiento se le atribuye al arquitecto Francisco M. Rodríguez, originario de Tepoztlán, con la presentación de un informe sobre el monumento en la XI sesión del Congreso Internacional de Americanistas, el 11 de octubre de 1895, en la Ciudad de México (Crónica del Undécimo Congreso Americanista 83)5. Juan Dubernad consigna que Mariano J. Rojas participó con Rodríguez en los trabajos arqueológicos de la pirámide, y de su colaboración mutua para la fundación del primer Museo Arqueológico de Tepoztlán en el edificio del Ayuntamiento, en el que se exhibieron las piezas descubiertas en el Tepozteco y en Yohualtepetl, pero que lamentablemente desaparecieron por negligencia de los custodios durante las revueltas en la zona (Gallo 134).
Entre la primera y segunda experiencia editorial, Mariano Jacobo Rojas crearía junto con otros nahutlatos reconocidos de la comunidad tepozteca, Albino Ortega y Jesús Quiroz, la sociedad “Cihtli” con el objetivo de estudiar y conservar la lengua náhuatl. Esta sociedad fue significativa para el desarrollo ulterior del profesor de náhuatl como primer traductor de los Cantares mexicanos y del Códice de Cholula entre otros textos antiguos, en el primer tercio del siglo XX, y como fundador de otras sociedades dedicadas al estudio de la lengua mexicana, entre ellas la Academia de la Lengua Náhuatl, de la que sería miembro el filólogo Pablo González Casanova formado en Friburgo, Alemania6.
Las primeras versiones traducidas de los Cantares Mexicanos directamente del náhuatl al español por Mariano J. Rojas se publicaron en la antología Antigua literatura indígena mexicana en 1917, en la colección antológica de Cvltvra, dirigida por el entonces Oficial mayor de Bellas Artes, Agustín Loera y Chávez y el escritor Julio Torri, edición que arregló y presentó con un estudio el historiador Luis Castillo Ledón, director del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía. Posteriormente, las versiones completas que hasta la edad de 95 años pudo reunir Rojas de los Cantares, las recogió Ruben M. Campos en el libro La producción literaria de los aztecas, publicado en 1936, año de la muerte del nahuatlato.
Sobre la labor institucional como profesor y traductor de la lengua mexicana, el propio Rojas comenta su historia en la presentación del Manual de la lengua náhuatl. Método práctico para hablar, leer y escribir la lengua americana publicado en 1927:
Allá en 1908, el Ejecutivo de la Unión, por conducto de la entonces Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, acordó en mi favor el nombramiento de Profesor del Idioma Mexicano para desempeñarlo en el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía. Aceptado el empleo y con el deseo de llenar mi cometido para corresponder debidamente la honrosa comisión con que se me distinguía me propuse sujetarme a un método de enseñanza que diera los mejores resultados, pero me encontré con la dificultad de carecer de lo que buscaba, esto es, un método especial y adecuado a las costumbres y actual modo de hablar de los indígenas mexicanos. (11)
Esta declaración de principio remite a sus labores filológicas, lingüísticas y literarias desarrolladas en El Tepozteco, como una actividad previa que la práctica periodística le facilitó para concluir su método a partir de las “Lecciones metódicas de lengua mexicana o azteca”, con los contenidos que prefiguraron el cuerpo textual del Manual en el que se sintetiza su experiencia docente, primero como maestro rural a finales del siglo XIX y posteriormente como profesor de una institución estatal a inicios del siguiente siglo (Reuse de 1927). Ello explica, en gran medida, la importancia central que tuvo esta sección, pese a no figurar en la primera plana del periódico, al analizar la estructura del impreso y en relación con el resto de las secciones temáticas en conjunto.
A excepción de los dos primeros números mensuales, El Tepozteco logró imprimirse quincenalmente, aunque siempre aspiró a ser un semanario; cada ejemplar encuadernado a caballo o unido con grapa constó de cuatro páginas impresas a una tinta frente y vuelta, y su tamaño oficio (34 x 21 cm) se mantuvo sin alteraciones en los 31 números consultados. Además de su director Mariano J. Rojas, la redacción estuvo conformada por un secretario, Apolonio Escalada, y los colaboradores asiduos como el Dr. Manuel Mazari, Alexis y Cihtli, estos últimos probablemente funcionaron como seudónimos del director y el secretario con secciones fijas7; además de Enrique Villamil, Wenceslao Rendón, Donaciano Gómez, Juan Galván, Vicente Campos y Nicéforo Galván, entre otros, quienes también participaban en la difusión y distribución del periódico en la capital, los estados y particularmente en Morelos (“Gracias” 4).
La redacción se reunía en las oficinas localizadas en la antigua San Felipe Neri número 136 interior 5, de la Ciudad de México, para proyectar y producir el órgano informativo que, de manera explícita, convocaba a un público local que se identificaba como “la colonia tepozteca en México”, radicada en la capital y en el resto del país. En el número 10 del primer año, apareció una nota dirigida a los suscriptores para anunciar que con esa entrega se completaba la primera serie de El Tepozteco, por lo que se invitaba a “adelantar el pago” de la siguiente para financiar los cinco meses restantes (“A nuestros suscriptores” 3). Como muchos impresos de baja circulación (menos de 1000 ejemplares), el periódico se financió con suscripciones de la colonia tepozteca, pero un mes después la redacción anunciaba, en el número 12, que la administración enfrentaba atrasos en los pagos de los suscriptores que no sólo no habían cubierto el monto de la segunda serie, sino que algunos aún debían el de la primera.
El costo por cada serie fue de 50 centavos de peso mexicano, por lo que se esperaba que el pago adelantado de la segunda a partir del número 11 asegurara la continuidad del periódico: “Con tan pequeña cooperación se emprende una grande Obra como es la propagación de buenas doctrinas, para contrarrestar la mala prensa” (“A nuestros suscriptores” 4). A diferencia de otras consideraciones sobre la prensa del momento, a partir de este número El Tepozteco se definía como la buena prensa por su contenido religioso y la difusión de las doctrinas católicas, aspecto que no puede pasar desapercibido si se considera la dificultad manifiesta de administrar y vender suscripciones a la comunidad lectora, frente a la opción de recurrir a subvenciones del clero morelense como solución para sostener los gastos editoriales8. Posteriormente, en el número 15 se lee que además de persistir el problema del adeudo de los suscriptores, se advierte otro respecto de la distribución postal, cuando la redacción informa sobre la devolución de los periódicos debido a direcciones incorrectas, un costo adicional no menor que amenazaba la comunicación entre el periódico y sus lectores, pero sobre todo afectaba el presupuesto de la administración.
Respecto del programa de El Tepozteco, su director manifestaba en nombre de la “Colonia Tepozteca en México” su deseo de contribuir a la cohesión social, devastada por la guerra que implicó la Revolución de 1910, y que a inicio de los años veinte las facciones políticas revolucionarias parecían aún posponer. Según apunta Oscar Lewis, Tepoztlán padeció particularmente la violencia de la guerra, “fue ocupado repetidas veces por las fuerzas en pugna, sus casas incendiadas, sus animales y siembras destruidos, y la población empobreció a tal grado que mucha gente se vio obligada a irse de allí” (35). Además del hambre y las enfermedades que asolaron a la población, la influencia de la Iglesia disminuyó considerablemente, además de sus propiedades; muchos pobladores concentrados en la capital fundaron en 1920 la “Colonia Tepozteca”, desde ella comenzó una acción permanente para reconstruir y repoblar Tepoztlán. Para Mariano Jacobo Rojas, el “edificio” social debía basarse ante todo en principios “religiosos y científicos”, aspiración que de manera explícita dejaba de lado las pasiones políticas y se concentraba en los límites de una razón ilustrada:
Ante todo, conste que esta Hoja no seguirá las huellas tortuosas de la política, sino que aspira a llegar por caminos llanos y fáciles al ameno campo de los estudios de la religión, ciencia, arte, sociología, literatura y entre estos últimos, con especialidad a los que se refieren a la lengua mexicana, que alguno comparó por su suavidad y delicadeza a la italiana, y que no dejarán de apreciar los hombres cultos y amantes de las tradiciones nacionales. (“Lo que pensamos” 1)
No solo el tema político le preocupaba dejar en claro a la redacción, sino también las condiciones editoriales y aficiones discursivas de su incursión en el periodismo nacional y capitalino. En específico la recepción mediática que El Tepozteco pudiera despertar en otros diarios y revistas de circulación nacional parecía alertar a sus redactores de la necesidad de exponer los objetivos de su emprendimiento. Por ello, la inserción de un apartado dirigido especialmente “A la Prensa” en el que refrendaban sus fines para la reconstrucción nacional:
El cuerpo de la redacción de El Tepozteco es ajeno por completo de las lides periodísticas y, por lo mismo, muchas serán sus deficiencias; pero espera de la benevolencia de la respetable prensa de la Capital y de los Estados y del público, en general, se sirvieran dispensarlas en gracia de la buena fe con que procede; y agradecerá a la vez que tanto la prensa ilustrada como los ciudadanos de dotes relevantes le presten sus luces, a fin de que alcance el mejor éxito en la empresa que persigue y que se concreta en obtener los preciosos bienes a que anhela todo pueblo: su ilustración y prosperidad. (2)
Este mensaje a la prensa nacional y capitalina y, por supuesto, al público que la consume, es digna de atenderse por la forma estratégica con la que procede para eludir posibles críticas y discriminaciones abriéndose a recibir “luces y consejos”; por otra parte, la inserción de los redactores en el impreso, a manera de saludo, consigue representarlos en un breve párrafo como una comunidad letrada en la escena pública, y los sitúa con cierta autonomía de cara a una red periodística que contiende por la profesionalización de la escritura, la legitimidad de sus autorías y el mercado lector.
Siguieron a este primer saludo a la prensa, notificaciones al público lector en el segundo número del 1º de noviembre de 1921, que anunciaba el cambio de periodicidad de El Tepozteco de mensual a quincenal a partir de la siguiente entrega, dada la exitosa acogida de la publicación a la que inicialmente aspiró: “Si el favor público corresponde a nuestros anhelos, nuestra publicación pigmea se agrandará y podría llegar a ser quincenal o semanario. El tiempo dirá” (“Lo que pensamos” 2). En otro apartado titulado “A nuestros lectores” se informaba sobre las visitas que había recibido la “humilde redacción”, de colegas periodistas del diario El Porvenir que habían acudido a conocer las oficinas del órgano informativo (3)9; y en otro recuadro, “Juventud Mexicana” se festejaba la visita del ingeniero y geógrafo José Luis Osorio Mondragón (4), director y fundador de la Revista Juventud Mexicana. Órgano de la Asociación Juvenil Hidalgo10. Con estas visitas iniciales de la prensa afín, El Tepozteco consignaba su recepción periodística, en un intercambio intelectual entre profesionales del gremio.
En tan solo cuatro páginas, la composición de El Tepozteco se estructuró en función de los temas que el director, secretario y administrador del periódico presentaban de interés para sus lectores de origen tepozteco y de filiación católica, además de los temas culturales, si se atiende a la prioridad y especificidad de los contenidos religiosos y las alusiones directas a figuras eclesiásticas del estado de Morelos, nacionales e internacionales en la primera plana, como la noticia del fallecimiento del Papa Benedicto XV en el número 8, en donde el grupo de la redacción en nombre de la colonia tepozteca declara: “Nosotros que nos gloriamos de ser católicos e hijos sumisos de la Iglesia de Jesucristo consagramos estas humildes líneas a honor y recuerdo de uno de sus Vicarios más amantes de la paz y de la caridad cristianas” (1). Los artículos y notas religiosas informaban sobre eventos como el “Criminal Atentado a la Basílica de Guadalupe” sucedido el 14 de noviembre de 1921 que abrió el número 3: “fue destruido por la explosión de una Bomba el Altar de la Santísima Virgen de Guadalupe. No obstante los grandísimos desperfectos ocasionados por la explosión, la imagen de Nuestra Reina Guadalupana, no sufrió ningún daño. ¡Milagro Patente que millares de almas presenciaron!” (1); basten, por el momento, estos ejemplos de El Tepozteco para advertir la relación de esta comunidad letrada y su público suscriptor con el poder de la Iglesia católica en México.
Cabe distinguir el primer número del periódico que desplegó un texto entre escéptico y alegórico sobre la libertad del país con el emblemático “abrazo de Acatempan” entre Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero que simboliza el fin de la Revolución de Independencia, y que a un siglo de esa guerra la nota firmada por Alexis retomaba para cuestionar el futuro incierto de la nación mexicana, que una vez más resurgía entre ruinas de una segunda revolución (“1821 ¿México es libre? 1921” 1). Con el seudónimo Alexis se publicaron regularmente las doctrinas religiosas de la primera plana, cuya presentación oscilaba entre el artículo de opinión y el reportaje para introducir la doctrina católica, para la cual en más de una ocasión se utilizaba el contrapunto del credo luterano. Excepto por los números del 15 al 20 que abren con “José Guadalupe Rojas (Apuntes biográficos)” sobre el hermano mayor del director de El Tepozteco, escritos por Aniceto Villamar, que décadas después fueron publicados y constituyen una referencia obligada para toda historia de Tepoztlán11.
La segunda página se reservaba generalmente a la sección “Galería de morelenses ilustres (Datos para la biografía mexicana)” a cargo del Dr. Manuel Mazari, y a colaboraciones literarias de la comunidad tepozteca que aludían a antiguos monarcas y dioses mexicas entre otros motivos. Respecto de la tercera página del periódico, dos secciones fijas le dieron identidad: las “Cartas de Cihtli Tepoztecacatl”, o algún otro texto firmado con el seudónimo Cihtli12, en las que se criticaba severamente a las autoridades del municipio de Tepoztlán y a la comunidad tepozteca por su inmoralidad o debilidad de espíritu, manifiestas principalmente en la corrupción y el alcoholismo; y la sección ininterrumpida a cargo del director del periódico: “Lecciones metódicas de lengua mexicana o azteca”. En esta sección se concentró el proyecto mayor del profesor Mariano J. Rojas con la intención de crear un público estudioso de la lengua náhuatl que, como ya se mencionó, dio origen a su posterior Manual. Finalmente, la cuarta y última plana del periódico alojaba noticias varias de la sociedad tepozteca como enlaces matrimoniales, defunciones, bautizos y nacimientos, además de los anuncios de la redacción, las convocatorias para las reuniones de la comunidad tepozteca y, por supuesto, la publicidad destinada a completar el presupuesto de la publicación.
El público interesado en aprender el idioma náhuatl con las “Lecciones metódicas de lengua mexicana o azteca” de Rojas, debía coleccionar las series completas del periódico para darle seguimiento a la adquisición de la lengua. Este método supuso la participación autodidacta de un público novedoso si pensamos en lectores monolingües en español y, por supuesto, la realización de una educación lingüística a distancia, que para ese momento el profesor de lengua mexicana dedicaba a sus alumnos de curso en el Museo Nacional, los cuales conformaron las generaciones futuras de arqueólogos, historiadores y etnógrafos, como Manuel Gamio e Isabel Ramírez Castañeda (Rutsch 9); además de resolver las consultas lingüísticas en náhuatl antiguo de especialistas como Eduard Seler.
A partir de la publicación misma, es posible prefigurar un público modelo o ideal de “Lecciones metódicas de lengua mexicana…” como aquellos tepoztecos que habían perdido o renegado de su lengua originaria, ya sea porque sus familias no les enseñaron el náhuatl con la idea de facilitar su integración social, para evitar las violencias múltiples de la discriminación lingüística sustentadas en el racismo y clasismo; ya porque se avergonzaban de hablar su idioma nativo. En este sentido, la Colonia Tepozteca se propuso como organización erradicar el analfabetismo en español y conservar su lengua original, propósitos que le confirieron fuerza política para emprender la urbanización del pueblo a partir de los años treinta (Lewis 76). En la presentación que acompaña la primera lección, Mariano J. Rojas apela a este público y le recuerda el ilustre pasado del náhuatl:
El dulce y sonoro idioma de nuestros aborígenes, de Nezahualcóyotl e Ixtlixóchitl, idioma de nuestros padres que, como herencia sagrada nos legaron, no morirá, a pesar de aquellos que revelan físicamente su origen netamente indio, y se avergüenzan de su prosapia; nuestro idioma vivirá, porque existen ciudadanos patriotas e ilustres que no desdeñan de su raza, que se precian de ser indios, que aman a sus congéneres, que estiman en gran manera su lengua nativa, que se preocupan, se afanan y se esfuerzan por su reconstrucción y perfeccionamiento para que no se extinga jamás. (“El idioma mexicano o azteca” 3)
En ese mismo apartado Rojas prosigue su comentario inicial a través de una cita de Fray Rufino M. González que cuestiona la vergüenza de ser indio, para señalar, en todo caso, que la única vergüenza es la que despierta el indio que se niega a serlo y pierde su idioma, para finalmente persuadir a los lectores en términos de identidad y territorio a conservar el náhuatl ya que “todo buen mexicano debe hacer que sus hijos lo conozcan para que sepan apreciar el idioma de nuestros padres, la lengua primitiva de nuestro bendito suelo” (3). De esta forma inaugura la sección que determina el coleccionismo del periódico en series de diez números, con una introducción sobre el alfabeto del idioma mexicano, un par de ejercicios y variedades del español traducidas al náhuatl.
Este público lector hispanohablante y alfabetizado de origen indio al que apelaba el director de El Tepozteco, interesado en la adquisición del náhuatl, debió apenas representar un porcentaje nimio de la población mexicana, si se consideran los registros de los que partió la política alfabetizadora del secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, que anunciaba la cifra de un 80 por ciento de analfabetas en el país que no sabían leer y escribir en español. A la creación de este público aprendiz de la lengua mexicana, que reivindicara su historia lingüística o ampliara su cultura, iba dirigido el coleccionismo del periódico, con el conjunto de las lecciones para formar su manual del idioma azteca como segunda lengua o de rescate.
A esta primera intención, se suma una lógica comercial propia del coleccionismo, dispuesta a alentar a sus suscriptores interesados en las lecciones que lograran a distancia financiarse el impreso como agentes comerciales de El Tepozteco. Por supuesto que no todos los suscriptores del periódico lo fueron por las lecciones de lengua, de hecho, es muy probable que el perfil religioso fuese el que mayoritariamente sostuvo la publicación. No obstante, lo anterior permite observar que el director del periódico se valió de sus lecciones para generar un público que difundiera su publicación más allá de su comunidad, un riesgo hasta cierto punto calculado si con la oferta de las “Lecciones…” lograba otorgarle valor de cambio y prestigio a la lengua. Asimismo, cabe pensar que no todos los suscriptores se convirtieron en agentes comerciales del periódico, ya que la presencia del envío no solicitado, es decir, de adquisición gratuita en principio, supone la presencia de un directorio de envíos a ciertas personalidades que conformaban la red intelectual y financiera de El Tepozteco. En una nota a sus lectores, el administrador Adelaido Velasco comunicaba lo siguiente:
Si usted recibe “EL TEPOZTECO” sin que nos lo haya pedido, es para invitarlo a que se suscriba; con muy poco dinero encontrará en dicha publicación un método breve y sencillo para aprender el hermoso y sonoro idioma mexicano, así como lecturas recreativas de Religión, ciencias y literatura.
El precio de suscripción es solamente de Cincuenta Centavos por la serie de diez números, pero para que usted tenga el Método completo del idioma Mexicano debe pedir desde el primer número.
Si usted tiene posibilidad de ser nuestro agente en esa población le abonaremos el 10 por ciento del valor de las suscripciones que coloque y un ejemplar más por cada diez que pida.
Haga sus pedidos inmediatamente.
EL ADMINISTRADOR. (“A nuestros lectores” 4)
Cada número suelto de El Tepozteco costaba 5 centavos, y si se solicitaban números atrasados se cobraban el doble, es decir, 10 centavos lo que sugiere que la publicación no tuvo objetivos propiamente comerciales si se compara con el precio por la serie de diez números, sino más bien se propuso ser un impreso autogestivo al congregar mediante el formato de órgano informativo a la colonia tepozteca del país que fuera la fuerza suscriptora de base para su financiamiento.
En cambio, la apuesta por crear un público se expresó en estrategia comercial con la aparición de un agente hipotético, que además de ser lector y alumno de las lecciones metódicas de lengua náhuatl o azteca, pudiera costearse su material didáctico con una comisión del 10 por ciento por suscripción (5 centavos), además de obtener un número gratuito. Esta propuesta de formación de grupos lectores por suscripciones en función de intereses y propósitos pedagógicos y lingüísticos podría explicarse mejor bajo la lógica y el saber comunitario tepozteco que históricamente concentra su producción básica y organización social en las relaciones e intercambios cooperativos en el núcleo familiar biológico, seguido del extensivo y finalmente del político para procurar seguridad y crear identidad (Lewis 128).
En esta lógica cooperativa, El Tepozteco buscó también reforzar una identidad católica de la comunidad, que en el caso particular de la familia Rojas se relaciona con las misiones que visitaban Tepoztlán, especialmente la de los Padres Paulinos, a quienes servían como intérpretes desde mediados del siglo XIX, además de los servicios de imprenta que su sobrino José Donaciano Rojas prestaba a la diócesis de Cuernavaca, con la impresión del Boletín Oficial y Revista Eclesiástica del Obispado de Cuernavaca, publicado de 1900 a 1913, y la publicación de Apuntes para la geografía del Estado de Morelos, del segundo obispo de Cuernavaca, Francisco Plancarte y Navarrete, en 1909, que se anunciaba para su venta en El Tepozteco, un tomo encuadernado en cartoné de 110 páginas a sólo un peso (“Apuntes para la geografía” 4).
En principio, fueron sus lectores por medio de la suscripción quienes financiaron la mayoría de los números y, probablemente, pudo haber obtenido apoyos de la diócesis de Cuernavaca y de forma directa del obispo Manuel Fulcheri, si se considera el encarte de la primera plana del número 16 de junio de 1922 que publica la bendición que el prelado dedica a la publicación de El Tepozteco. De igual forma, es posible considerar cierto apoyo institucional del estado posrevolucionario durante el gobierno de Álvaro Obregón a través del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, institución en la que laboraba Rojas, ya que al menos se convocaban a las reuniones de la colonia tepozteca en la dirección de sus oficinas: Academia 2213.
Si bien el hallazgo y consulta de 31 números (excepto el número 5) de El Tepozteco en la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia permitieron estas breves aproximaciones, es muy posible que el número 32 no haya sido el último, ya que éste no contiene un solo anuncio o nota sobre el cese del periódico. Esto último lleva a suponer que la colección de la Biblioteca del Museo está incompleta, o que un incidente grave o coyuntura interrumpió de un momento a otro su producción y circulación; en ambos casos la búsqueda de los números debe continuar en otros acervos, así como la consulta documental que lleve a despejar dichas conjeturas.
Una vez consultada la seriación hasta ahora disponible de las “Lecciones metódicas de lengua mexicana o azteca” de El Tepozteco es deseable contrastar y estudiar el proceso de edición que llevó a cabo Mariano J. Rojas al incorporar y modificarlas para componer y editar el Manual de la lengua náhuatl. Método práctico para hablar, leer y escribir la lengua mexicana. Pese a que en la presentación del Manual no alude a su experiencia y contenido de las lecciones de El Tepozteco bajo su dirección; no cabe duda de que el léxico, las oraciones, ejemplos y ejercicios de la sección quincenal constituyen la matriz textual que generó el material didáctico del libro (“Al lector” 9-10). En este sentido, Rojas puso a prueba la sistematización de su método de lengua con su labor periodística, aprovechó la periodicidad del impreso para producir los apuntes que posibilitaron su tránsito hacia la unidad del volumen didáctico. Este intersticio de la práctica editorial entre la publicación periódica y el libro contribuye a dimensionar la estrategia discursiva y el uso político lingüístico de los periódicos editados por intelectuales indígenas en ciertas coyunturas en contacto con el español como idioma dominante, así como a valorar las reivindicaciones de la cultura escrita en lengua original y, en el caso particular de los proyectos de Mariano J. Rojas, sus aportaciones en la enseñanza del náhuatl moderno durante el primer tercio del siglo XX.
Pese a su figura como profesor acreditado en el Museo y sus traducciones publicadas en ediciones institucionales, tanto El Tepozteco como el Manual fueron ediciones comunitarias o de autor, al igual que sus creaciones literarias, como su tragedia Maquiztli escrita en náhuatl y traducida al español por su sobrino el padre Pedro Rojas y publicada en la imprenta de José Donaciano Rojas, en 1931. Este patrón de publicaciones alentadas por sus familiares indígenas ilustrados, en lo particular, y por una colonia tepozteca, en general, plantea la posibilidad de problematizar los circuitos precarios, en términos materiales, de producción textual que los letrados de comunidades originarias podían sostener, el alcance o limitaciones de sus redes y las intermediaciones segregacionistas y marginales que debían superar o sobrellevar para alcanzar una mayor recepción en públicos hispanohablantes, como lo ilustra el caso del periódico, que los filia con el poder eclesiástico.
Podría afirmarse que, pese a los objetivos utópicos y apolíticos de El Tepozteco por crear públicos bilingües (náhuatl-español), en relación con las políticas del Estado postrevolucionario en su consolidación, el periódico se define por su carácter religioso y lingüístico, dos categorías que demandaban en su tiempo asumir posturas políticas en tensión que derivaron años después en una nueva guerra civil en tiempos del presidente Calles, con la Guerra Cristera hacia finales de la década de los veinte. Con lo religioso, el periódico se propuso modelar e instruir cívica y moralmente a la comunidad tepozteca más allá del ámbito escolar, superponiéndose al largo proceso histórico jurídico del régimen de laicidad educativa a partir de las leyes de Reforma de 1863-1867 hasta la Constitución de 1917; y, con lo lingüístico, pretendió reivindicar desde una condición “ilustrada y científica” la actualidad identitaria del náhuatl como lengua no sólo originaria, sino sobre todo nacional. De tal suerte que la condición bilingüe de la población mexicana disminuida a lo largo del siglo XIX pudiera restituirse ante el avance del idioma español como lengua patrimonial.
No obstante, aquello que combatió el profesor Rojas de lengua mexicana se cumplió a finales de la década de los setenta del siglo XX, con la amplitud masiva de las políticas educativas en idioma español que “jugaron un papel central como agente de exterminio de la diversidad lingüística. Sobre todo a los jóvenes les daba vergüenza hablarlo y tenían una especie de actitud negativa hacia él” (35); de esta forma, el porcentaje de hablantes de náhuatl en Tepoztlán a inicios del siglo XX, disminuyó considerablemente a finales del siglo de casi el 70 a menos del 30 por ciento, cuando dejó de hablarse como lengua cotidiana en la municipalidad (Enríquez 35).
Finalmente, con esta aproximación a El Tepozteco, dirigido por el profesor Mariano Jacobo Rojas, espero haber aportado una muestra de los “registros” que contribuyan a escribir esa “contraparte” necesaria que continúe problematizando la historia del indigenismo, como lo ha puntualizado Mónica Quijano en su revisión para una historia de las literaturas en lenguas indígenas en México (112).
Bibliografía
1. “A nuestros lectores”. El Tepozteco. Año I, n. 1, 1 de octubre 1921, p. 2.
2. “A nuestros lectores”. El Tepozteco. Año I, n. 18, 1 de julio 1922, p. 4.
3. “A nuestros suscriptores”. El Tepozteco. Año I, n. 10, 1 de marzo 1922, p. 3.
4. “A nuestros suscriptores”. El Tepozteco. Año I, n. 11, 15 de marzo 1922, p. 4
5. “Apuntes para la geografía”. Año I, n. 22, 1 de septiembre 1922, p. 4.
6. “Criminal Atentado a la Basílica de Guadalupe”. El Tepozteco. Año I, n. 3, 15 de noviembre 1921, p. 1.
7. “El idioma mexicano o azteca”. El Tepozteco. Año I, n. 1, 1 de octubre 1921, p. 3.
8. “Gracias”. El Tepozteco. Año I, n. 10, 1 de marzo 1922, p. 4.
9. “José Guadalupe Rojas (Apuntes biográficos)”. El Tepozteco. Año I, n. 15, 15 de mayo 1922, p. 1.
10. “José Guadalupe Rojas (Apuntes biográficos)”. El Tepozteco. Año I, n. 16, 1 de junio 1922, p. 1.
11. “José Guadalupe Rojas (Apuntes biográficos)”. El Tepozteco. Año I, n. 17, 15 de junio 1922, p. 1.
12. “José Guadalupe Rojas (Apuntes biográficos)”. El Tepozteco. Año I, n. 18, 1 de julio 1922, p. 1.
13. “Juventud Mexicana”. El Tepozteco. Año I, n. 2, octubre 1921, p. 4.
14. “Lo que pensamos”. El Tepozteco. Año I, n. 1, 1 de octubre 1921, p. 1.
15. “S.S. El Papa Benedicto XV”. El Tepozteco. Año I, n. 8, 1 de febrero 1922, p. 1.
16. “1821 ¿México es libre? 1921”. El Tepozteco, Año I, n. 1, octubre de 1921, p. 1.
17. Aguilar Gil, Yásnaya Elena. “¿Periódicos y revistas en lenguas indígenas?”. Ana Aguilar Guevara et al. (comps). Ää manifiestos sobre la diversidad lingüística. México, Almadía, 2021, pp. 142-145.
18. Coudart, Laurence y Jaime García Mendoza, compiladores. Periódicos católicos y anticatólicos del Estado de Morelos. Cuernavaca, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 2015.
19. Enríquez Valencia, Raúl. “Memoria histórica y representaciones culturales tepoztecas, en el contexto de un Pueblo Mágico”. María Angélica Galicia Gordillo et al., coordinadoras. Identidades en contexto. Teorías, métodos y análisis de casos. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2021, pp. 33-57.
20. Gallo Sarlat, Joaquín. Tepoztlán. Personajes, descripciones y sucedidos. México, Editorial Libros de México, 1988.
21. Lewis, Oscar. Tepoztlán, un pueblo de México. México, Joaquín Mortiz, 1968.
22. Mondragón Velázquez, Rafael. “¿Cómo se replantea el indigenismo en la cultura en el contexto de la Revolución? Respuesta de Rafael Mondragón”. Yana Hadatty Mora, Norma Lojero Vega y Rafael Mondragón Vázquez, coordinadores. Historia de las literaturas en México Siglos XX y XXI. La revolución intelectual de la Revolución mexicana (1900-1940) vol. 1. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2019, pp. 442-456.
23. Mondragón Velázquez, Rafael, “Literatura y racismo metodológico: notas sobre la emergencia del problema de las ‘literaturas indígenas’ (1910-1947)”. Un arte radical de la lectura. Cosntelaciones de la filología latinoamericana. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2019, pp. 119-152.
24. Olivarria de y Ferrara, Enrique. Crónica del Undécimo Congreso Americanista. Primero reunido en México en octubre de 1895. México, Imprenta y litografía “La Europea”, 1896.
25. Quijano Velasco, Mónica. “La historia de las literaturas indígenas en México. Una revisión”. Sergio Ugalde Quintana y Ottmar Ette, editores. Políticas y estrategias de la crítica II: ideología, historia, y actores de los estudios literarios. Madrid/ Frankfurt, Iberoamericana Vervuert, 2021, pp. 97-117.
26. Reuse de, William J. “Mariano Rojas and his ‘Manual de la lengua náhuatl’ (1927)”. Rosa María Ortiz Ciscomani, editora. Análisis lingüístico: enfoque sincrónico, diacrónico e interdisciplinario. Hermosillo, Universidad de Sonora, 2010, pp. 225-246.
27. Rojas, Mariano Jacobo. “Al lector”. Manual de la lengua náhuatl. Método práctico para hablar, leer y escribir la lengua mexicana. México, Imprenta José Donaciano Rojas, 1927.
28. Rutsch, Mechthild, “Isabel Ramírez Castañeda (1881-1943): una antihistoria de los inicios de la antropología mexicana”. Cuicuilco, vol. 10, n. 28, enero-abril 2003, pp. 1-19.
29. Vázquez Conde, Daniel Salvador. Don Jesús Conde Rodríguez: un tepozteco visionario. México, Edición de autor, 2020.
1 Agradezco al Dr. Baltazar Brito, director de la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, por permitirme completar la consulta de El Tepozteco a finales de diciembre de 2021, cuando el alto contagio del virus SARS CoV-2 en su variante ómicrón amenazaba de nueva cuenta a la población mundial. También agradezco a la Lic. Diana García por sus atenciones y servicio bibliotecario.
2 La fecha de registro de la publicación en la página principal del número 2 del 1º de noviembre refiere el 3 de octubre de 1921, aunque en el primer número se fecha el 1º de octubre. En la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia se encuentran copias de los siguientes números de El Tepozteco: del Año I (1921), los primeros números del 1 al 4, el último repetido (falta el número 5); del Año 2, los números del 6 al 26, 27 y 28 (repetidos los dos últimos) y 29, correspondientes de enero a diciembre de 1922; los números 30, 31 y 32 de enero a marzo de 1923.
3 Cabe dejar anotada la importancia histórica de explicar el término “ilustración” en el sentido de experiencia y acceso a la cultura y el conocimiento a partir de esta tradición local y originaria de nahuatlatos, para replantearse la apropiación de la vocación ilustradora como representación y estrategia de sobrevivencia colonial.
4 En la tragedia Maquiztli, de Mariano Jacobo Rojas, traducida del náhuatl al español por su sobrino el presbítero Pedro Rojas, y publicada en 1931 por la imprenta de José Donaciano Rojas, consta la dirección de Avenida República del Salvador 136, en la Ciudad de México.
5 Coincide en este mismo Congreso de Americanistas de 1895 en la Ciudad de México, la presentación de José María Vigil sobre el descubrimiento de Cantares mexicanos en la Biblioteca Nacional de la que fuera su director (Crónica del Undécimo Congreso Americanista 112).
6 La omisión institucional del primer traductor de los Cantares mexicanos, el profesor Mariano Jacobo Rojas, prevalece en la actualidad en los sitios web del gobierno federal, donde se afirma que el padre Angél María Garibay “fue el primero en emprender la traducción de Cantares mexicanos, encomiable labor que ha continuado Miguel León-Portilla con sus discípulos” (https://bit.ly/3zAQhIP).
7 Como se recoradará Cihtli se llamó la sociedad que fundó Mariano J. Rojas en 1883 para el estudio de la lengua mexicana, como antecedente a la fundación de la Academia de la Lengua Náhuatl.
8 No hay duda de la importancia del perfil religioso de la publicación, pero la vinculación de las publicaciones indígenas y en particular de El Tepozteco con la Iglesia católica morelense amerita un estudio aparte para otro momento.
9 El Porvenir de la ciudad de Monterrey, Nuevo León, al norte del país, fue conocido como “El peródico de la frontera”, el cual fundó y dirigió Ricardo Arenales, cuya circulación inició el 31 de enero de 1919. Su lema fue “Verdad, justicia y belleza”, así como “El Hambre y la Desnudez Humildes deben tener Próximo Fin”, actualmente constituye uno de los diarios más antiguos del país al igual que El Universal.
10 Entre las contribuciones a la geografía nacional de José Luis Osorio Mondragón se encuentra la fundación de la Revista Mexicana de Geografía y la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.
11 Los textos publicados por Aniceto Villamar sobre José Guadalupe Rojas en El Tepozteco, fueron recogidos e impresos en Tepoztlán en 1958, con el título Apuntes biográficos de José Guadalupe Rojas.
12 Cihtli o Citli puede significar “abuela” o “liebre” (Gran Diccionario Náhuatl: https://gdn.iib.unam.mx/).
13 Véase Diccionario Porrúa, 3ª. Ed., tomo II, México, 1971, p. 1794.