DOI: 10.19137/anclajes-2020-2416


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RESEÑAS

 

Vallejo y el dinero. Formas de la subjetividad en la poesía. Enrique Foffani. Lima: Editorial Cátedra Vallejo, 2018, 414 páginas.

 

En Vallejo y el dinero. Formas de la subjetividad en la poesía, Enrique Foffani hace una lectura espléndida de “El hombre de la multitud”. En ese cuento de Edgar Alan Poe, el narrador crea un catálogo de los que caminan por Londres: dandies, comerciantes, militares, abogados, artesanos y prostitutas, los tipos son muy variados. Su mirada se detiene en detalles mínimos: “repara en el cuello de una camisa de calidad por la fineza de su tela -escribe Foffani-, descubre debajo del abrigo el resplandor de un diamante y detiene la atención de su mirada en una oreja demasiado separada de la cabeza”. Todos estos detalles son indicios de una sola cosa: el dinero. Nada lo refleja mejor que aquella oreja separada de la cabeza: se trata de una leve deformación ocasionada por la costumbre de poner la lapicera en ese lugar, algo habitual entre comerciantes, administrativos y todos aquellos que se dedican a hacer cuentas y manejar la economía. Poe revela que la ciudad es una red semiológica (Roland Barthes repetirá el hallazgo en Mitologías y El sistema de la moda); Foffani subraya que esa red se organiza gracias al dinero.
El libro despliega esta idea en ocho capítulos de diferente extensión. En el primero, sitúa a César Vallejo en la tradición literaria europea y latinoamericana, en los cuatro siguientes analiza su obra poética y en los tres últimos trabaja la correspondencia, agregando, como coda final, una descripción analítica de un billete y una moneda que emitió el banco central del Perú con la efigie de Vallejo en 1986. Esta hojeada, sin embargo, no da cuenta del alcance temático e interpretativo del libro. De hecho, el principal acierto de Foffani es que sitúa al escritor en los rápidos y estrechos que corre la modernidad desde mediados del siglo XIX. En este sentido, los objetivos del libro son, a mi juicio, tres: analizar la cultura moderna y sus relaciones con el dinero, repensar el ciclo histórico comprendido entre el simbolismo y las vanguardias y, desde luego, elaborar un estudio general de la obra de Vallejo.
Foffani desarrolla el primero de estos propósitos por medio de un análisis sobre el rol que cumple el dinero en nuestras sociedades. Sus argumentos se pueden resumir por medio de una comparación. Cuando Robinson Crusoe proyecta sus actividades en función de las metas que se propone alcanzar, muestra para la época el modo en que un hombre como él ha naturalizado o debería naturalizar los valores racionales. En nuestras sociedades, en cambio, esos valores ya no están representados por Robinson ni por ningún otro personaje, histórico o imaginario, real o fabulado, sino por el dinero. Como dice Foffani con Georg Simmel, el dinero es el signo (casi diríamos el heraldo) de la burguesía: distribuye una lógica indiferente y cuantitativa. Desde que existe, da lo mismo lo alto y lo bajo, lo sagrado y lo profano: todo lo traduce a una misma medida de valor. Solemos prestarle poca atención al impacto que produce en nuestras vidas, pero lo cierto es que el dinero ha transformado el mundo y las percepciones que tenemos de él. Nada se observa, nada se piensa, nada se siente sin la representación mental del dinero.
Siguiendo el decurso de esta idea, Foffani se ocupa del tránsito del simbolismo a la vanguardia. Muchos críticos e historiadores, cuando abordan este tipo de problemas, tienen una sensibilidad de calendario: en tal año comienza tal década o en tal década concluye el siglo. Siglos cortos, siglos largos, décadas que empiezan puntuales o demoradas. Aunque esta segmentación suele ser útil, a menudo impide ver que la historia, como dijo Fernand Braudel, es un haz de temporalidades que tienen diferentes duraciones. Cualquiera puede reconocer las diferencias de corta duración entre las vanguardias y el modernismo (los cambios se registran en el léxico, la sintaxis y la enunciación), pero debajo de estas rupturas hay grandes continuidades, como sugiere Foffani con una síntesis impecable que realiza en las primeras páginas de su libro: Charles Baudelaire describe el París que el barón Haussmann había empezado a remodelar; décadas más tarde, César Vallejo ve esas obras completadas y hace la crónica de su inauguración.
El nervio que le da unidad a este período es, para Foffani, la relación ambivalente que los escritores mantienen con el dinero. Por un lado, escritores como Baudelaire, Poe y Balzac se sintieron fascinados por el dinero, no sólo por las mercancías que se multiplicaban en los escaparates, sino también porque descubrieron que la esencia de una sociedad se encuentra en la acumulación y la distribución de la riqueza. Sin embargo, la literatura moderna mira desde las antípodas del dinero. Para Pierre Bourdieu (ese teórico tan poco citado hoy en día) en el campo literario hay una relación inversa entre prestigio y dinero: por eso el entendido sospecha con desprecio del éxito comercial y celebra a aquél que se ha resistido al mercado. La literatura moderna fue posible por la revolución burguesa; no menos cierto es que nació oponiéndose a los valores de la burguesía.
Foffani muestra que esta estructura cambia de manera gradual. En un momento analiza el tránsito del modernismo a las vanguardias con Los poemas juveniles. Como en Los heraldos negros, Vallejo trabaja ahí con la lengua del modernismo, mostrando una continuidad que no está dada por las palabras o por el estilo, sino por la relación ambivalente con el dinero. En “Sombras” representa su corazón con “un cofre roído que nunca guarda nada” y lo opone a “La tierra como un barco mercante en el espacio”. La oposición repite la de “El rey burgués” de Darío, pero Foffani registra una diferencia: Vallejo deja las joyas modernistas y habla de un cofre vacío. Ambos elementos sugieren un contraste interesante de cualidades: lo lujoso y lo gastado, lo reluciente y lo opaco, lo intemporal y lo temporal. En el modernismo, las joyas “se situaban en el poema porque estaban fuera del círculo mercantil” y representaban “las vaguedades estereotipadas e inespecíficas de la subjetividad romántica fisurada ya por la anquilosis de la expresión efusiva” (184). Equivalente de la joya, el poema era un discurso que se autoexcluía del mercado porque apuntaba al absoluto. En Vallejo esa propuesta se vuelve imposible: la oposición se plantea ahora entre tener y no tener dinero. La poesía no rompe críticamente con la burguesía mostrando un espíritu supremo, sino un cofre vacío, es decir, metaforizándose en un objeto que designa la carencia y la caducidad.
Con este planteo, Foffani compone una sólida lectura de Trilce. Por una parte, dice en su texto, el libro alude a Santiago de Chuco y la casa materna. Si coincidimos con Lacan en que todo sujeto está escindido a causa de que fue separado de los objetos que lo sostuvieron en la más tierna infancia, en el caso de Vallejo esa pérdida está redoblada porque él pasa del campo a la ciudad, de la aldea al capitalismo, de las relaciones afectivas a la indiferencia del dinero. Por eso, siguiendo a Foffani de otro modo, podemos decir que la escritura se acerca a la pulsión lacaniana: se lanza a capturar la vida urbana, pero para hacerlo tiene que rodear el agujero materno de Santiago de Chuco, de modo que la ciudad queda marcada como el lugar de la desposesión, el lugar desmaternizado. En paralelo, Foffani muestra que Trilce experimenta la ciudad: transfiere la lógica del dinero a la escritura por procedimientos como el empleo de números y la utilización de palabras del campo de la contabilidad. El mejor ejemplo, en este sentido, es su trabajo con el guano, la materia prima que motoriza la economía del Perú. Para Foffani, Vallejo no representa el guano, sino que copia o clona la maquinaria capitalista que lo extrae y comercializa, generando un duplicado poético de la industria y el dinero. Convertido en máquina, el poema conecta con el guano para extraer una plusvalía lingüística, es decir, para renovar la lengua, quebrando las palabras y estableciendo ganancias poéticas de todo tipo. En sintonía con eso, Vallejo trabaja las palabras como cantidades abstractas: las corta, las acumula y atesora, las hace producir como si las pusiera a plazo fijo. Con estos dos polos, el agujero de la casa materna y la ciudad monetarizada, Vallejo compone una crítica enérgica al capital: muestra que el dinero produce desposesión y carencia, pérdida y luto, despedazamiento y fragmentación.
Vallejo y el dinero es un libro imprescindible para pensar la obra del escritor peruano y reflexionar sobre la historia literaria, la cultura y las relaciones que ésta mantiene con la economía. Se trata de un libro materialista: comprende las relaciones múltiples entre economía, subjetividad, lenguaje, arte y cultura. Como todo libro que asume un punto de vista como ese, contiene también un posicionamiento sobre la actualidad. Foffani lo dice en los reconocimientos: leer la relación entre cultura y dinero significa, hoy en día, pensar la literatura en sociedades de nuevo dominadas por el régimen neoliberal. En ese contexto, volver a Vallejo significa retomar la tensión de la palabra con el dinero con el propósito de establecer ahí una crítica a la economía y la cultura. Ese es, a mi juicio, el aporte principal de Foffani.

Ignacio Iriarte
Universidad Nacional de Mar del Plata
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas, Conicet
Argentina
ORCID 0000-0002-4596-3164.