DOI: 10.19137/anclajes-2018-22312
RESEÑAS
Cuerpos minados. Masculinidades
en Argentina compilado por José
Maristany y Jorge Peralta se nos presenta
como uno de los primeros acercamientos a
una asignatura pendiente dentro de los estudios
de género. Pero no se trata de abordar
el otro polo del binario masculino/femenino,
de restituirle su poder y recuperar
para él un lugar dentro de los estudios de
género supuestamente ocupados de la mujer.
Sino, por el contrario, de dinamitar el
binario y, con ello, la cisheteromasculinidad
hegemónica, asediarla, hacerla estallar
y que se diseminen una multiplicidad de
identidades, cuerpos y subjetividades posibles.
Con catorce capítulos ordenados en
cinco secciones, Cuerpos minados constituye
un trabajo claramente interdisciplinario
que tiende a deconstruir la idea de unaúnica masculinidad posible. El libro se inicia
con un prólogo de lxs compiladorxs y
con el capítulo “¡Éramos tan diferentes y
nos parecemos tanto! Cambios en las masculinidades
hétero y homosexuales durante
las últimas cuatro décadas en Argentina” de Santiago Insausti y Pablo Ben que compone
la sección “Contextos” y en el que lxs
autorxs consideran los años ochenta como
la década clave en la que operan los mayores
cambios y comienzan a asimilarse los
modos de relacionamiento heterosexual y
homosexual bajo la modalidad emergente
de la monogamia serial. A la vez, la homosexualidad
comienza a ser menos asociada
con el afeminamiento y empieza a ganar
terreno la idea de masculinidad gay.
Le sigue la sección “Activismos” que
se ocupa de dos cuestiones fundamentales
para pensar la masculinidad. Por un lado,
valeria flores se ocupa de las “Masculinidades
lésbicas, pedagogías de feminización
y pánico sexual: apuntes de una maestra
prófuga”. Desde una fuerte enunciación
en primera persona, flores repasa las masculinidades
lesbianas en el contexto de la
enseñanza y la escuela así como la ruptura
con el binarismo y su propia subjetividad
que no se identifica ni como masculina ni
como femenina. Por otro lado, Federico
Abib y Emanuel Demagistris hacen un
recorrido por la historia de –y sus experiencias
en− el “Colectivo de varones antipatriarcales: una vivencia político-afectiva
de las teorías feministas y los estudios de
nuevas masculinidades”, en particular en
Rosario desde 2013 a 2016 y sus intentos
por desocultar los privilegios asociados con
la naturalización de la masculinidad.
La sección “discursos” recorre el análisis
de distintas representaciones de masculinidades,
tanto hegemónicas como
subversivas en textos literarios de Manuel
Puig, David Viñas, Selva Almada y de
Rafael Spregelburd. Para Alberto Mira en
el capítulo “La venganza del niño marica.
Cinefilia e inversión en La traición de
Rita Hayworth”, el personaje de Toto en la
novela de Puig realiza una reapropiación
camp de las divas del cine clásico. Esa es
la venganza del niño marica que también
es la del propio Puig en relación al campo
literario de su época. En “Escribir después
del hombre. Masculinidades desarmadas y
derrota política en David Viñas”, Marcos
Zangrandi realiza un recorrido por la representación
de las masculinidades hetero
y homosexuales en la obra del escritor y
crítico argentino −en la que se puede leer la
crisis de la masculinidad hegemónica asociada
al caudillo y a la militancia revolucionaria− y cómo la hombría de izquierda
es recuperada y encarnada por una mujer
en una de sus últimas novelas, enlazando
a su vez en una genealogía que incluye a
las anarquistas de principios de siglo XX,
a Alfonsina Storni, Evita y las militantes
de los setentas. Con el título “Despecho
macho” el capítulo de José Amícola analiza
la literatura de Selva Almada y en particular
su novela Ladrilleros (2013) a partir
de un recorrido que la aleja de la literatura
homosocial y homofóbica de Borges
y la acerca a la de Manuel Puig. Almada
toma el motivo del duelo a cuchillo pero
en su novela opera una torsión disidente
que lo acerca más al cuestionamiento de
las masculinidades de El beso de la mujer
araña. En el capítulo “Rafael Spregelburd
y la deconstrucción de las masculinidades”,
que cierra esta sección, José Antonio
Ramos Arteaga se encarga de la tetralogíaLos verbos irregulares (2008) del dramaturgo
argentino, compuesta por cuatro obras
surgidas de distintos procesos creativos y
muy disímiles entre sí pero que tienen en
común cierto cuestionamiento a las masculinidades
hegemónicas.
La sección “Imágenes” aborda no sólo
textos audiovisuales y cinematográficos
sino también fotográficos y revistas. En “La
singularidad de los rostros: interrogaciones
sobre masculinidad y nación en un ensayo
fotográfico de Juan Travnik”, Ariel Sánchez
analiza el ensayo fotográfico “Malvinas.
Retratos y paisajes de guerra” (2008) para
indagar en la construcción de la memoria y
de la heroicidad asociada a lo masculino y a
la figura del héroe de guerra. En “La masculinidad
en la punta de sus manos. Eroticón y
la configuración de los imaginarios sexuales
de la década de los ochenta”, Fermín Acosta
y Lucas Morgan Disalvo analizan en esta
revista la tensión entre la reproducción de
las sexualidades hegemónicas, la crisis de
ese modelo de masculinidad y la emergencia
de una subjetividad gay. Carolina Rocha
en “La masculinidad letrada en Un lugar en
el mundo y Martín (Hache)” utiliza el concepto
tomado de Ángel Rama para pensar
su crisis en las dos películas de Adolfo Aristarain.
Lucas Martinelli y Alfredo Martínez
Espósito en sus respectivos capítulos se
ocupan de dos películas recientes sobre disidencia
sexual masculina, La león (Santiago
Otheguy, 2007) y Solo (Marcelo Briem
Stamm 2013). En “Paisajes del trabajo y
fronteras de la masculinidad en La León”,
Martinelli recupera las genealogías de las
representaciones del delta de El Tigre y su
relación con la violencia y la explotación.
En este caso, se trata de narrar la homofobia,
recuperando, a su vez, la genealogía del
espacio del Delta como zona de yire y de
fiestas durante la dictadura. Por otra parte,
en el capítulo “Masculinidad, violencia y
nuevas homofobias en el cine gay argenreseñas
tino: el caso de Solo”, Martínez Expósito
enmarca la película de Briem Stamm en el
cine queer internacional para preguntarse
si se convierte en homofóbica o si, por el
contrario, implica una normalización de la
narrativa homosexual y queer transnacional.
Si en La León se rompe con el dualismo víctima/victimario ya que no es el personaje
disidente el que muere sino el victimario, el
violento, en Solo habría que pensar la emergencia
de nuevas homofobias bajo la forma
de la normalización gay. Así, homofobia y
normalización son parte del mismo sistema
de exclusión que produce lo humano
construyendo subjetividades aceptables y
delimitando los cuerpos abyectos.
El libro se cierra con la sección “Imaginarios” que reúne dos capítulos desde
el punto de vista del psicoanálisis. En “Masculinidades hegemónicas corporativas.
Actualidad de la dominación social
masculina”, Irene Meler analiza este tipo
de masculinidad y su relación con los matrimonios
corporativos, la tendencia al exitismo,
la reproducción de la clase social, la
homosociabilidad y la división sexual del
trabajo. Por su parte, Norberto Gómez en “Una masculinidad ‘no automorfa’” aborda
el análisis de la masculinidad trans. Para
Gómez, el nacimiento de la hija de una pareja
de varón trans y mujer trans es vista
así como una reapropiación de las leyes de
la abyección cisexista. A su vez, cuestiona
algunos aportes lacanianos considerándolo
un cisanálisis que excluye las posibilidades
de la diversidad y multiplicidad abyectas.
En su totalidad, Cuerpos minados resulta
un aporte fundamental a la des-naturalización
de la masculinidad. Las analizadas en
este libro son masculinidades minadas no
sólo porque se dinamita el modelo hegemónico
de subjetividad sexual y de género sino,
también, porque se trata de “cuerpos abiertos,
fluidos, múltiples” (12). Y son –o están– minados, asimismo, porque se encuentran
habitados también por biomujeres, porque
también la masculinidad puede ser lésbica,
chonga, o afeminada, si es que el cuerpo marica
puede considerarse masculino.
Las masculinidades hegemónicas (Meler),
pero también las crisis de los modelos
dominantes (Insausti y Ben, Acosta y Di
Salvo, Rocha), las masculinidades en cuestionamiento
(Ramos Arteaga, Sánchez,
Zangrandi), homosociales (Amícola), deconstruidas
y feministas (Abib y Demagistris),
gays y maricas (Mira), homofóbicas
u homonormadas (Martinelli, Martínez
Espósito), las masculinidades lésbicas (flores)
y trans (Gómez) abren un abanico de
posibilidades para desbaratar la perspectiva
binaria y hegemónica que naturaliza las
construcciones como si no existieran dispositivos
de subjetivación por los que todxs
estamos atravesadxs. Desde una matriz
cisheterosexual la masculinidad constituye
no sólo el polo no marcado sino, también,
el lugar de la legitimidad y del poder desde
el que se enuncia el conocimiento y la
ciencia. Si las perspectivas feministas y luego
las queer han propiciado la enunciación
marcada, la construcción de conocimiento
y reflexión situadas, en primera persona,
evitando una supuesta neutralidad que
encubre la perspectiva cisheteropatriarcal,
es interesante quizás como punto de partida
desnaturalizar las voces que dentro
del sistema siguen estando legitimadas, en
mayor o menor medida. Se trata quizá de
cuestionar nuestras identidades y nuestras
voces, de reconocernos sujetxs atravesadxs
por dispositivos de poder que nos delimitan
dentro de lo humano. Quienes fuimos
asignadxs como varones podemos quizás
renegar de nuestra masculinidad, devenir
confusxs, difusxs. Cuestionar y también
renegar de nuestra (supuesta) humanidad.
Atilio Raúl Rubino
Instituto de Investigaciones en
Humanidades y Ciencias Sociales , IdIHCS
Universidad Nacional de La Plata , UNLP