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ARTÍCULOS
ALICIA EGUREN: MÁS ALLÁ DE LA PAREJA MILITANTE
ALICIA EGUREN: BEYOND THE MILITANT COUPLE
Valeria Caruso
Universidad de Buenos Aires
Resumen: Este trabajo busca dar cuenta de la agencia política e intelectual de Alicia Eguren a partir del análisis de su correspondencia personal y de sus intervenciones de prensa durante la década del 70. Este abordaje permite reflexionar sobre las limitaciones del uso de la categoría de “pareja militante” para explorar el devenir de esta referente de la izquierda peronista, a la vez que propone recuperar sus planteos políticos en el contexto de la finalización de la proscripción del peronismo. Esta propuesta también posibilita recuperar los proyectos de futuro pensados y proyectados por Eguren para el peronismo revolucionario.
Palabras claves: Peronismo, pareja militante, izquierda peronista
Abstract: This paper seeks to account for the political and intellectual agency of Alicia Eguren by analysing her personal correspondence and her press interventions during the 1970s. This approach allows us to reflect on the limitations of the use of the category of "militant couple" to explore the evolution of this referent of the Peronist left, while proposing to recover her political proposals in the context of the end of the proscription of Peronism. This proposal also makes it possible to recover the future projects thought and projected by Eguren for revolutionary Peronism.
Keys words: Peronism, militant couple, Peronist left
INTRODUCCIÓN
Alicia Eguren fue una de las artífices intelectuales y políticas de la Izquierda Peronista[1]. Nacida en Buenos Aires en 1925, en el seno de una familia de clase media alta. Estudió Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en la que se graduó en 1946. Años más tarde, además de iniciar la publicación de su obra poética[2], impulsó, junto a Armando Cascella, la revista Sexto Continente en la que convergieron diversas vertientes del nacionalismo cercanas al peronismo (Martínez Gramuglia, 2015). Por entonces, participaba del círculo intelectual que se nucleaba en torno al padre Castellani. De hecho, fue en los espacios de sociabilidad nacionalista, particularmente aquellos habilitados por Ricardo Guardo y Ernesto Palacio, en los que entablo sus primeros contactos con John William Cooke, con quien recién estableció una relación sentimental luego del golpe de Estado perpetrado por las Fuerzas Armadas, en septiembre de 1955[3].
A parir de entones pareciera amalgamarse la actuación política del uno con el otro. La centralidad de Cooke, como heredero de Juan D. Perón y su primer delegado personal (González, 1986), responsable de la organización de las fuerzas dispersas del peronismo proscripto lo situaron como una figura de relevancia durante los primeros años de la Resistencia. Aunque, como ha planteado Melon Pirro (2009), esa centralidad, desde el inicio, estuvo jaqueada por las tensiones que dirimió con otros liderazgos y líneas políticas que disputaban el control del peronismo vernáculo. Meses después de consumado el pacto con Frondizi, Perón decide desplazar a su antiguo emisario, y reemplazarlo por el Consejo Coordinador y Supervisor (CCyS) encargado ahora de la reorganización política del movimiento; una tarea que su primer delegado parecía, a su juicio, imposibilitado de poder realizar (Melon Pirro, 2017: 209-213). La evaluación del expresidente pareció confirmada luego de la toma del frigorífico Lisandro de la Torre en enero de 1959, evento que, a pesar de su épica, había terminado por neutralizar las posibilidades de negociar con el gobierno frondizista la progresiva normalizacion del peronismo. Este diagnóstico era compartido por integrantes políticos y sindicales del CCyS, quienes juzgaban como irresponsable la participación de Cooke en la huelga. La debilidad de su posición hacía el interior del peronismo a partir de entonces, junto con el pedido de captura dispuesto sobre su persona y la puesta en marcha del Plan de Conmoción Interna -también conocido como “CONINTES”- incidieron en la decisión de su exilio cubano. En la isla antillana, su paulatino involucramiento con el marxismo intervino en su relectura de la doctrina peronista que comienza a cuajar en sintonía con los movimientos de liberación nacional vigentes por entonces en Latinoamérica (Caruso, 2017). A su retorno al país en 1964, junto con Eguren, creó la organización Acción Revolucionaria Peronista (ARP) con la intención de formar cuadros insurgentes en el seno del peronismo.
La muerte de John William Cooke, en septiembre de 1968, no fue el ocaso de la gravitación de Alicia Eguren sobre el peronismo. De hecho, ella fue quien fomentó la ubicación del pensamiento del difunto como referencia ideológica ineludible de las transformaciones que el peronismo debía impulsar. Este accionar no solo fue una manera de evocar la obra y el legado de su marido, sino una manera de potenciar su propio caudal político en el seno de la izquierda peronista.
En esa dirección se proyecta este trabajo, que tiene por objeto explorar las intervenciones políticas e intelectuales desplegadas por Alicia Eguren entre fines de la década del ´60 y la década del ´70, las cuales ponen en tensión las consideraciones que explican y evalúan su trayectoria en función de la categoría de “pareja militante” (Belucci, 2003; Viano, 2011; Allende, Del Zotto y Ruiz Díaz, 2023). Cosse (2010) señala que esta noción permite dar cuenta de la imbricación entre compromiso amoroso y militancia revolucionaria en el contexto de radicalización política que se dio en el país durante los años setenta. Asimismo, sostiene que, por entonces, la superposición de significados entre compañeros de vida sentimental y compañeros de militancia colocaba la noción de pareja en la intersección de lo político y lo personal. No obstante, considero que la utilización de esta noción para el caso que nos ocupa impide acceder al derrotero vital de Eguren más allá de su vínculo matrimonial con Cooke. Esta última cuestión no solo se revela al reconstruir su devenir político e intelectual antes de su relación con Cooke (Seoane, 2014; Caruso, 2020; Mazzeo, 2023), sino que se reafirma al acceder a su acerbo personal, disponible a la consulta en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno[4]. Si bien parte de los manuscritos allí alojados se amalgaman con los de su ilustre marido, sus intervenciones políticas e intelectuales de fines de los años 60 y comienzos de los 70 evidencian el énfasis de su accionar como pensadora y militante peronista revolucionaria.
En este punto, conviene recuperar la reflexión teórica de Jacques Derrida (1997) en relación a la dimensión hipomnémica[5] que todo archivo contiene. Es decir, a la vez que habilita el acto de recordar, a partir de la conservación de fragmentos del pasado, actúa como suplemento, en tanto compensa una falta, una ausencia. Esa compensación posibilitada por la existencia del archivo es también una lucha contra el olvido que se expresa en su “materialidad, huella e inscripción”, aunque también como “prótesis de la memoria que busca exorcizar la muerte” (Nava Murcia, 2012: 102). Es así como los materiales preservados contienen dimensiones de pasado, de experiencias pretéritas que desafían el olvido. Las huellas vitales que lo componen y sus espectros tensionan las clausuras a los que fueron confinados, reactualizando su existencia en las reverberaciones que se despliegan a partir la profanación del archivo (Agamben, 2005).
Justamente, la profanación de ese fondo documental que ha sido nombrado con la nomenclatura Cooke-Eguren es la que habilita restituir algo de la experiencia vital y militante de Alicia. En las siguientes páginas indago sobre sus maneras de pensar el peronismo, las alternativas políticas que pergeño y los proyectos de futuro que anhelaba. En primera instancia, problematizo algunas consideraciones referidas a la actuación de Alicia Eguren que profundizan el cuestionamiento de la utilización de la categoría “pareja militante” para evaluar su trayectoria política luego del fallecimiento de Cooke. En segundo lugar, analizo las consideraciones de Eguren respecto a las opciones políticas que el peronismo debía adoptar en el contexto del “Gran Acuerdo Nacional”- convocado forzosamente por Agustín Lanusse en 1972-, y del levantamiento de la proscripción. En tercer orden, exploro sus expectativas respecto del retorno del peronismo al poder del Estado, y sus proyecciones sobre el tercer gobierno peronista.
SEGUIR CON EL PROBLEMA: MÁS ALLÁ DE LA PAREJA MILITANTE.
Como mencioné anteriormente, recuperar el derrotero político intelectual de Alicia Eguren en torno a la noción de “pareja militante” resulta problemático. No solo porque la invisibiliza como sujeto en pos de la ponderación de la dupla matrimonial, sino que, por sobre todo, impide analizar de manera certera su propio devenir militante como dirigente política de ese especio heterogéneo que fue la izquierda peronista[6].
Esta cuestión queda de manifiesto más claramente al momento de la muerte de Cooke, en septiembre de 1968. Aunque Eguren participó activamente en la organización del ARP, al fallecer su esposo, su autoridad sobre la agrupación intentó ser jaqueada por nuevas camadas de militantes. En el texto “Notas para responsables”[7], se impugnaba la intención de un recién llegado a la organización -un antiguo militante del Partido Socialista de Vanguardia-[8], de intentar arrogarse la conducción de la agrupación alegando no aceptar jefatura alguna, y menos aún, de una ejercida por una mujer. El doble carácter de Eguren, esposa y militante, hicieron que, durante los primeros meses del fallecimiento de Cooke, delegara las tareas de dirección entre distintos miembros del de la agrupación. Sin embargo, el novel militante intentaba adueñarse de potestades que no le eran propias, solo porque su conductora era una mujer. Los demás miembros del ARP manifestaban que la autoridad de Eguren para conducir la agrupación no descasaba en el principio de herencia que prima habitualmente sobre las esposas; sino, en su vasta trayectoria política. Por eso subrayaban que:
“(…) la lucha de Cooke es inseparable de la de Alicia Eguren. Los vínculos afectivos vinieron más tarde. Fue el encuentro en el llano y la persecución de dos compañeros identificados en la misma línea y en la misma consecuencia. Y en estos largos años, jamás retrocedieron, declinaron, medraron o abandonaron la pelea. Cooke hasta su muerte, Alicia, que sigue con la misma resolución del principio[9].”
Además, consideraban que Alicia debía estar al mando “porque es el mejor cuadro de la organización”, y que “si su resistencia a la dirección de una mujer era tan grande no debió haber entrado” a ARP. De permanecer en la agrupación debía de tener en claro que era Eguren quien contaba con las potestades para gobernar la agrupación, las cuales eran justificadas en los siguientes términos:
“[E]lla queda a partir de este momento con los plenos poderes que tuvo John, propuesto por nosotros, acatado por nosotros, reforzado por nosotros, colaborando estrechamente con ella en el desarrollo de las tareas, discutiendo con ella lo que sea necesario, pero no más de lo necesario, acatando en última instancia su decisión, porque en eso consisten el principio de autoridad”[10].
Estas huellas nos permiten resituar la trayectoria de esta mujer más allá de la estela de su esposo – a la que sin duda apeló para fortalecer sus credenciales políticas-, a la vez que habilitar una aproximación más certera sobre el devenir de esta militante, para así apreciar el carácter desafiante de sus opciones de vida respecto a los patrones y estereotipos de género imperantes para las féminas de su clase en ese período. Recordemos que Eguren nació en 1925. En 1968 tenía 43, no se adecuaba al paradigma revolucionario imperante que conmovía a las juventudes, menos aún al de las mujeres de su edad[11].
Indirectamente, la incomodidad que produce está transgresión se sublima con la figura “la pareja militante” que, aún con las mejores intenciones, busca cifrar esa trayectoria. Sucede que esa noción obtura la posibilidad de acceder a la dimensión política e intelectual de Eguren en términos individuales. Lo cual no es un tema menor, si se considera, por caso, sus intervenciones en la revista Nuevo Hombre publicadas en 1971[12]. Si bien Alicia se suma a la revista una vez iniciado el proyecto, el espacio de sus colaboraciones se amplía a partir de la quinta entrega de la publicación, funcionando como una suerte de editorialista del peronismo revolucionario. La mirada de conjunto de estos textos, puestos en relación con el epistolario político producido por Eguren durante el período permite advertir las características de las intervenciones de esta referente del peronismo revolucionario[13]. En sus notas evalúa la estrategia de Lanusse para hacerse de los dispositivos legales necesarios para lograr ser electo presidente de la Nación, a la vez que analiza y denuncia el accionar de la dirigencia peronista en esa coyuntura[14].
En esa dirección puede leerse su “Carta al General Perón”, publicada en la doceava entrega de revista[15]. En ella se advierte un tono bastante similar al que habitualmente mantiene en la comunicación privada con el líder exiliado. No es concesiva ni obsecuente con las directrices enviadas por el general. Por el contrario, señala sus déficits para el proceso emancipatorio que el peronismo podría emprender, al tiempo que subraya las perniciosas consecuencias a las que conllevaría mantener en lugares de dirección a personalidades como Daniel Paladino o José Ignacio Rucci. Desde su perspectiva, estos dirigentes no representaban el clamor de las bases que bregan por la emancipación que el movimiento parece prometer para los viejos peronistas pero, sobre todo, para las nuevas generaciones que desde fines de los sesenta se suman a sus huestes. Es la propia Eguren la que se encargar de dejar en claro su posición respecto a Perón al decir “No soy yo una catecúmena que necesita empezar a recitar el versito con abundante incienso” para cuestionar el proceder de sus emisarios que actúan con una “docilidad de absolutos integrados al sistema”. A juicio de la escribiente, el proceder de Perón se explicaba por el desconocimiento de los cambios ocurridos en el país desde su partida. Para Eguren
“La distancia, y una tan enorme distancia, la distancia en el tiempo, la imposibilidad de convivencia con su pueblo, las características del mundo político en un país como España, los infinitos e ingeniosos ardides del enemigo, y toda su circunstancia hacen no difícil, sino imposible que Ud. pueda tener una visión exacta del proceso nacional, salvo, en sus líneas fundamentales. Esto lo comprendemos pues no somos adoradores de fetiches, sino militantes que accionamos dentro de una realidad difícil pero rica”[16].
Desde su óptica, esas múltiples distancias nublaban la visión del anciano líder para evaluar de manera certera los pormenores del devenir del peronismo desde su proscripción. Lo cual se acrecentaba por la intermediación de dirigentes que difícilmente expresaban y transmitían las transformaciones que su movimiento atravesaba.
La aceptación y confirmación de los “burócratas” en los lugares de dirección del peronismo era, en última instancia, responsabilidad de Perón. Señalar esta cuestión implicaba, en cierto sentido, “desmitificar” el carácter todo poderoso del viejo General ante ese sector de su feligresía que leía la revista. Ese era el principal destinatario de esas líneas, al que se buscaba esclarecer no solo sobre la amenaza interna que corroía el movimiento, sino también resaltar los límites que el peronismo debía superar para el triunfo de su opción revolucionaria. Lo cual implicaba, a su vez, no perder de vista que:
“No es verdad que haya un solo peronismo. Hay un peronismo integrado, burgués, proimperialista, minoritario pero con la fuerza de los aparatos integrados al sistema. Hay un peronismo revolucionario, en desarrollo, al cual se suman nuevas generaciones de muchachos y muchachas que se acercan al movimiento por su identificación fundamental con la lucha del movimiento obrero, contra el sistema y contra sus burocracias.[17]”
La consideración de esta dicotomía fundamental en el seno del peronismo era una de las preocupaciones constantes de Eguren, expuesta tanto en sus escritos políticos públicos como en los privados, los cuales continuaban algunas de las proyecciones elaboradas previamente por Cooke en El peronismo y el golpe de estado. Informe a las bases (1966), y La revolución y el peronismo (1967)[18]. Consideraba que el antagonismo interno en el seno del movimiento proscripto no era un fenómeno nuevo. Por el contrario, poseía una historicidad que se constataba, por lo menos, desde 1955. Al respecto, señalaba que
“Cuando cayó el gobierno peronista, sin movilizar a una masa inmensa dispuesta a combatir bajo la dirección de su líder, cuando surgió después de la inmediata defección de toda la burocracia - salvo limitadas excepciones- un movimiento espontaneo y combativo, el de la resistencia, los activistas heroicos de la lucha frontal contra el gorilismo levantaban como bandera unificadora y estandarte a Perón y a Eva Perón (…) pero a pocos pasos del primero, a la burocracia que frenó el proceso revolucionario, que no combatió que no lo organizó, que traicionó los intereses de su clase (…) Se ha luchado en el país y en el peronismo en estos 16 años, pero, nuevamente, en un recodo crítico del proceso el cuadro es similar. La diferencia consiste en que la burocracia, perfectamente aceptada ahora milita en las filas del enemigo, decapita a los combatientes de la liberación, se maneja como capataza de los opresores de la Patria y del pueblo”[19].
El peligro de ese presente replicaba al de la finalización abrupta del segundo gobierno peronista, cuando las direcciones del movimiento defeccionaron en la responsabilidad de organizar y conducir la insurgencia que brotaba de las bases en defensa de Perón. Acordar la entrega de las reivindicaciones y logros peronistas a las FF.AA. y a los partidos del establishment fue responsabilidad de las conducciones que durante dieseis años se integraron al sistema impuesto para neutralizar las demandas y anhelos populares que se expresan en el partido proscripto. Ese proceder era puesto en cuestión en esa coyuntura con más fuerza que en otros momentos, en función del crecimiento exponencial del peronismo revolucionario y de sus diversas organizaciones, que aun careciendo de un mando unificado y de una coordinación adecuada ofrecían al movimiento cuadros de recambio para torcer las dinámicas acuerdistas que las dirigencias tradicionales llevaban adelante.
Este señalamiento de Eguren era también una manera de explicitar sus consideraciones respecto del concepto de “lealtad peronista”, en la medida que ésta solo era autentica si perseguía fines revolucionarios. Asimismo, se encarga de aclarar que sus planteos intentaban reflejar las preocupaciones del “hombre y la mujer de la calle, del peronista de base, [de] esa masa a la cual se intenta domesticar en el comité [que] siente y expresa que no algo, sino mucho, está podrido”. Es decir, era la experiencia cotidiana de las bases peronistas la que sustentaba sus interpretaciones sobre la doctrina y acerca del rumbo que debía adoptar el peronismo.
LAS DISPUTAS POR LA PALABRA
Estas cuestiones, como las que desarrollaré en el siguiente apartado, permiten discutir aquellas interpretaciones que consideran la publicación de la correspondencia Perón- Cooke (1972) como “parte del proyecto para recuperar la memoria política de su compañero” (Allende, Del Zotto, y Ruíz Díaz, 2023). Si bien es cierto que previo a su desaparición forzada por las fuerzas represivas del estado en enero de 1977 Eguren estaba reuniendo distintos materiales elaborados por Cooke[20], cierto es que el contexto de escritura de los documentos aquí analizados permite reconsiderar una intención meramente “memorialistica”. Es decir, el análisis de estas comunicaciones permite reconsiderar la difusión del epistolario mantenido entre el “líder” y su primer delegado personal por parte de esta dirigente como una intervención que le permitía fortalecer su propia línea política. Esto es, a la vez que resituaba el pensamiento político de Cooke en la escena pública, proyectaba la idea de su intransigencia y lealtad al General exiliado con el proyecto de liberación popular y nacional que éste - es decir, Perón- contenía en su nombre.
De allí también la relevancia de acompañar la difusión de esta correspondencia con la publicación de los escritos que Cooke escribió en la década de los ´60, los cuales, hasta entonces, habían circulado en espacios de militancia reducidos, cercanos a ARP. Nos referimos a La lucha por la liberación nacional (1971), Peronismo y Revolución (1971) y Apuntes para la militancia (1972). Estos textos propagaban el pensamiento del primer delegado ante nuevas camadas militantes que se aproximaban al peronismo, a la vez que brindaba orientaciones políticas para el proceso en ciernes, en el cual Eguren buscó incidir por todos sus medios. La publicación de estos materiales fue una forma de hacerlo. ¿Cómo lo sabemos? Por que así se explicita en la correspondencia que mantiene con Héctor Cámpora en la que le anuncia “lo que hasta hace poco no se conocía pronto será público”[21]. La publicación de las misivas del líder exiliado y su primer emisario en formato libro pondrían de manifiesto el carácter de su relación política, y las características de la entrega de Cooke por la vigencia de la fuerza política proscripta.
El anuncio formulado por Eguren a Cámpora es acompañado de una solicitud para entrevistarse con Perón en el contexto de crisis del gobierno dictatorial. Desde su perspectiva, esa coyuntura era propicia para llevar adelante la revolución peronista, no obstante, frenada por la comandancia local del peronismo, que “burocratizaba” su potencialidad revolucionaria. Por eso le planteaba a Cámpora “yo faltaría a los deberes revolucionarios más elementales, si por desidia, por mal entendida o ‘delicadeza’, por cortedad o por comodidad no dijera y peleara por las cosas con la claridad con que lo estoy haciendo”[22]. Justifica su requerimiento en los siguientes términos:
“Soy peronista antes que Perón. Me hice peronista cuando él pronunció su primer discurso. Conozco muy bien su personalidad. Estuve en todas las malas y en casi ninguna de las buenas, y soy una mujer de lucha, de pelea, y asumo la responsabilidad del camino que tanto John como yo abrimos dentro del movimiento: la lucha armada”[23].
La enunciación de estas credenciales reforzaba la pertinencia de su petición. También resaltaba su compromiso y lealtad con la causa peronista, como su responsabilidad en el despliegue de la opción insurgente en su seno. Su intención no residía en reeditar las glorias pasadas de los dos gobiernos peronistas. Eguren aspiraba poder comunicarle al líder exiliado, en persona, los proyectos de futuro que pergeñaba para el movimiento proscripto. Su frondoso epistolario es la llave que permite avizorar esas proyecciones, tal como exploro en las siguientes páginas.
LOS FUTUROS POSIBLES: ENTRE EL RETORNO Y EL DESENCANTO
La apelación a la propia historicidad como prueba de autoridad es recurrente en el epistolario político de Eguren durante este periodo. Ese historial de militancia vuelve a desplegarse ante la inminente llegada de Perón al país. En ese contexto, le advierte al flamante secretario general del Movimiento Nacional Peronista, Juan Manuel Abal Medina que “la conducción del período de John fue compartida conmigo, no solo a nivel conyugal sino a nivel formal pues yo formaba parte de la máxima conducción delegada, o sea que no te hablo desde afuera”[24]. Decía entonces que su experiencia podía nutrir al novel dirigente para faenas que ella conocía de primera mano, además de habilitarla para manejar los pormenores del retorno, y así intentar neutralizar la incidencia de sus oponentes políticos en pos de sus propias proyecciones. Su intención era la de capitalizar el regreso del líder exilado e impulsar la tan mentada vía revolucionaria del peronismo, tal como dejó plasmado en el “Memorándum sobre el regreso de Perón y la Política ligada a él”, que entregó a Aval Medina. El documento condensaba sus consideraciones sobre los fines y alcances de la vuelta del General luego de diecisiete años de exilio. Entre otras cosas planteaba que:
“(…) un regreso bien movilizado y dirigido significará LA RUPTURA DEL GAN, la profundización de la política revoluciona. Eso es el regreso de Perón. Lo demás sería traición. Ahora ya no podemos hablar de la debilidad de Perón. El es como es, como sabemos que es. Tomar el comando, la conducción del acontecimiento, eso está en nuestras manos (…). Un acontecimiento de esta envergadura objetivará con todo dramatismo la contradicción interna del peronismo y del propio Perón: entre la revolución y reformismo, entre la política burguesa y la política revolucionaria, entre lo sublime y lo ridículo” [25].
Este texto permite vislumbrar las consideraciones de Eguren respecto a Perón. Alicia, como ella misma decía, “testigo de muchas malas y casi ninguna buena”, conocía al General en primera persona y sabía de sus tácticas y estrategias. Por eso, insistía en reunirse con él, para darle a conocer su evaluación del proceso, poner de manifiesto la relevancia de la tendencia revolucionaria para su regreso al país y las alternativas que el peronismo podría emprender más allá de las limitaciones impuestas por la dictadura gobernante.
Asimismo, el retorno del expresidente, luego de tantos años de exilio y prohibiciones políticas, era pensado como el acontecimiento que haría estallar las contradicciones que anidaban en el seno del peronismo. Reformismo o revolución eran opciones irreconciliables que, en esa coyuntura, se dirimirían en ese acontecimiento – esto es, el retorno de Perón- que Eguren avizoraba como potencialmente fundador de una nueva síntesis política para el peronismo. Las significaciones que portaba su presencia en la Argentina no solo expresaban la ruptura con el Gran Acuerdo Nacional, sino también subrayaba su rol y responsabilidad como “el Jefe de la liberación nacional y social de su Patria”. Su llegada, según le escribía a Héctor Cámpora, confirmaba que “estamos haciendo historia activa y revolucionaria”[26].Consideraba que la presencia física de Perón en el país “confronta al mito con el hombre”, lo cual requería de resguardos en una coyuntura en la que “el peronismo lleva un desgarramiento interno profundo” entre las tendencias que confrontaban en el interior del Movimiento en su nombre. Por eso, era responsabilidad de su delegado personal preservar el contenido simbólico de la revolución peronista que, al entender de esta referente del ARP, estaba próxima a realizarse. Para ello, debía evitarse que la burocracia del movimiento, con Rucci, Lorenzo Miguel y Rogelio Coria a la cabeza, intentaran neutralizar los bríos revolucionarios que el General regresado impulsaría en el país. En esa línea, exclamaba
NO SE ENTREGUE A ELLOS NI APAREZCA CON ELLOS. ASÍ PERDERA VUELO, FUTUROS ALIADOS Y EL VUELCO DE TODAS LAS LÍNEAS REVOLUCIONARIAS DEL MOVIMIENTO OBRERO AL PERONISMO. (…) “El nuevo peronismo sindicalizado ES PERONISTA TERRIBLEMENTE ANTIBUROCRATICO, Y ESTE PERÓN RETORNISTA APARECIDO RODEADO DE LOS CANALLAS ES NEGATIVO”[27].
Eguren era consciente de que la correlación de fuerzas no acompañaba sus planes. Sin embargo, insistía. Su experiencia militante la llevaba a afirmar que la “[l]a historia pasa una sola vez”, por eso debían de agotarse todas las instancias para hablar personalmente con el líder sobre su proyecto revolucionario para el país, tal como había intentado durante todo ese año[28]. De lo contrario, creía estar “despilfarrando una oportunidad histórica” para la revolución peronista. Por eso la infructuosa insistencia de reunirse con Perón materializada en las cartas que envió desde el Padre Múgica, hasta a Isabel Martínez de Perón, pasando por López Rega[29]. Consideraba que sus contactos previos mantenidos con estas personalidades - a quienes conocía personalmente, al igual que a Perón – le habilitarían canales de comunicación para hacer saber sus pareceres. En estos intercambios epistolares sostenía que
“Los esfuerzos de toda la tendencia revolucionaria, leal, ortodoxa, honesta del peronismo, tanto política como gremial por entrevistar a Perón o por hacerle llegar sus puntos de vista, cayeron en el vacío. Las máximas direcciones, siguiendo una política equivocada y elitista, cerraron cada día la puerta tras de sí y solo dialogaron, dentro de la residencia con los representantes del oficialismo del peronismo cómplice con el gobierno.[30]”
A pesar de estas consideraciones, Eguren continuaba intentando incidir de alguna manera en la coyuntura creada por el retorno de Perón. En su evaluación sobre los resultados políticos del tan mentado regreso señalaba que
“Cuando el General vino la burocracia política y gremial no movilizó sino que frenó permanentemente, intentó sacarle rédito a su presencia y presionó, junto con el gobierno para que se pactara, todo quedara en paz y pudieran ir a elecciones en condiciones aceptables para la camarilla militar. Cámpora es un hombre leal a Perón, pero cada cual responde a una formación determinada y la de él no es por cierto revolucionaria. En lugar de apartar a la burocracia de al lado de Perón compartieron decisiones y opiniones con ellos y rejeros un frente, el famoso FREJULI que de popular tiene poco y de revolucionario nada. (…) La juventud hace lo más que puede presionar. Nosotros estamos en contra de estas elecciones fraudulentas, pero pensamos que de concurrir debió ser con los mejores candidatos del país y arrasando a votos. (…) El famoso 25% para la juventud no se cumplió ni remotamente en el 80% del país”[31].
La preminencia de la burocracia en las proyecciones políticas de Perón neutralizó otras opciones que su retorno podía haber desencadenado. Cámpora obediente, optó por la recomposición de una alternativa electoralista dando lugar a las posiciones moderadas, colaborando en la conformación del Frente Justicialista de Liberación, que si bien en su nomenclatura recogía una de las banderas de la Izquierda Peronista, esto es, la “liberación nacional”, al considerar su composición y las personalidades que lo integraban quedaba claro para Eguren que esa declamación no era más que una cascara vacía que escasamente representaba las luchas populares que habían posibilitado el retorno de Perón al país [32].
Por otro lado, la fórmula presidencial, integrada por el máximo líder del Partido Conservador como vicepresidente de la Nación expresaba una genuflexión de la conducción del peronismo ante el mandato dictatorial de moderación.[33] Para Eguren, una fórmula que hubiera estado a la altura de las circunstancias hubiera sido la de “Juan D. Perón-Agustín Tosco”, dado que hubiera sido expresiva de la convergencia histórica del sindicalismo combativo de base no peronista en el movimiento proscripto, y viceversa[34]. Aunque también, hubiera implicado desafiar a la dictadura pero, sobre todo, el mojón desde el cual impulsar la transformación radical del país. Sin embargo, se había desechado esa opción en pos de la moderación, al tiempo que, a manera de compensación, se cedían algunas gobernaciones a personalidades cercanas a la “tendencia”. Consideraba que las candidaturas debían expresar los anhelos populares y no resultar de la expresa y exclusiva voluntad del líder en función de sus acuerdos sectoriales. Por caso, de Oscar Bidegain, candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, a quien Eguren dice conocer de toda la vida, a pesar de reconocerle su honestidad y buenas intenciones, a su juicio, carecía de las condiciones necesarias para ocupar el cargo para el que fue propuesto. Asimismo, señalaba que su compañero de fórmula, el sindicalista metalúrgico, Victorio Calabró, era un “mafioso”, y que su candidatura confundía “la interna de la UOM con los intereses del pueblo.” En su lugar, proponía la formula Raimundo Ongaro- Julio Troexler [35].
No obstante, a pesar de todos estos reparos, advertía la existencia de ciertos intersticios para impulsar la acción revolucionaria del peronismo. Así se observa en la correspondencia que mantiene con Atilio López, candidato a vicegobernador de la provincia de Córdoba por el FREJULI. En la misiva plantea que, de ganar el gobierno provincial, “podríamos, entre los compañeros más responsables del peronismo revolucionario intentar hacer de esta oportunidad (…) un instrumento de unificación y de organización de la clase obrera y de todos los sectores revolucionarios del pueblo.[36]” Desde su perspectiva la gobernación de Ricardo Obregón Cano[37]- Atilio López podría funcionar como “una herramienta para ayudar a forjar organizaciones de masa” que eleven “el nivel militante de nuestra juventud ligándola a la verdadera tarea en la clase obrera” y así “lograr la elevación de la conciencia popular ayudándolos a organizarse en órganos de poder popular”. De esta manera, se prepararía “al pueblo, en sus bases” a partir de su “participación real en el gobierno y en el poder, para forjar la verdadera unidad de los sectores revolucionarios en la lucha hasta que llegue la intervención y para ella se transforme en una derrota para el poder militar con el cual se está cogobernando.” Como podemos apreciar, Eguren consideraba que esta gobernación peronista posiblemente sería una experiencia breve, dado que entendía como una posibilidad certera que el gobierno de la provincia fuera intervenido militarmente. Aunque, hasta que eso ocurriera, debía de potenciarse el trabajo político en la provincia para organizar la resistencia popular. Las disputas intraperonistas, permanentemente advertidas por esta referente del ARP, convirtieron esa posibilidad en realidad en marzo de 1974[38].
Asimismo, la correspondencia de Eguren nos permite avizorar las maneras en que intentó incidir en la gestión del tercer gobierno peronista. Al respecto, le comunica a Esteban Righi sobre las tareas realizadas por quienes integran los Consejos Tecnológicos con los que tiene contacto en la preparación de “los programas para los primeros meses”, en los que van planteado “pautas para los objetivos del gobierno justicialista, para el tránsito al socialismo”[39]. En esa dirección apunta su comentario acerca de lo pertinente de aunar esas tareas técnicas con la militancia a partir de la creación del “Instituto de Estudios Socialistas John W. Cooke” en el cual “fraguaría lo que Perón llama ‘aggiornamiento de la doctrina”.
Por otro lado, vierte sus opiniones respecto a la presidencia de Cámpora. Estimaba que ésta, en “el contacto con el pueblo” podría transformarse en “un instrumento del pueblo”, para lo cual era una obligación del presidente electo “desmontarse todos los días del caballo y bajar al pueblo (…) como hombre humilde, cada día, dos o tres horas a conocer al pueblo, a participar con el pueblo, a padecer con el pueblo”[40], y así contribuir a la construcción del socialismo en Argentina. Desde su perspectiva, la tarea del peronismo radicaba en la realización de la revolución socialista anhelada por sus bases. Esas expectativas eran las que impulsaban sus intervenciones políticas e intelectuales, en las que socialismo y peronismo se amalgamaban para impulsar la transformación radical del orden de cosas existente.
Finalmente, para Alicia Eguren la revolución por la que luchaba, además de lograr la liberación nacional y construir la vía al socialismo, contribuiría a modificar los roles de género. Aunque no utilizara esa categoría para plantear sus expectativas, se refería a la cuestión en los siguientes términos:
“en esta sociedad y con esta moral burguesa, (…) la relación del hombre y la mujer, distorsionada como todas las relaciones humanas conocerán una dimensión diferente en la sociedad que construiremos. Como nosotros ya estaremos viejitos, en caso de llegar con vida, otros vivaran esa – no se si maravilla-, pero por lo menos más humana relación, pues la actual, (…) se parece de parte de la mujer y del hombre, a la posesión de objetos con los que se confunde”[41].
REFLEXIONES FINALES
Como he planteado en estas páginas, el estudio de las intervenciones políticas – públicas y privadas- de Alicia Eguren permiten recuperar su ciclo vital más allá de la categoría de “pareja militante”. La irreverencia militante de esta referente de la izquierda peronista fue un rasgo distintivo de sus intenciones políticas, las cuales, muchas veces, quedan obturadas por la primacía que cobra la figura de John W. Cooke.
A lo largo de este escrito he dado cuenta de la continuidad de la actuación política e intelectual de Eguren más allá de la desaparición física de su esposo, en septiembre de 1968. De hecho, ella fue quien fomentó la ubicación del pensamiento de su difunto marido como referencia ideológica ineludible de las transformaciones que el peronismo debía impulsar. Este accionar no solo fue una manera de evocar su obra y su legado, sino una forma de potenciar su propio caudal político en el seno de la izquierda peronista, y fortalecer sus proyecciones para el peronismo en clave revolucionaria y socialista.
En la profanación de este archivo, nomenclado de manera doble, signado con los apellidos de la pareja militante, es posible advertir ese derrotero singular que se advierte en las iniciativas impulsadas por Alicia Eguren. La inclaudicable insistencia por “darle vuelta la cabeza a Perón”, como ella misma decía, se despliega en cada una de las cartas que preservan su experiencia vital, y que nos permiten apreciar los esfuerzos realizados por Alicia para configurar su “cuarto propio” en el gigante invertebrado, pero también en los causes de la izquierda peronista.
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Fuentes:
Fondo Cooke- Eguren, Biblioteca Nacional Mariano Moreno.
Revista Nuevo Hombre
Notas
[1] Considero a la categoría izquierda peronista como un clasificador “politético” (Needham, 1975), lo cual posibilita situar históricamente las reapropiaciones creativas realizadas por los actores que nutrieron su universo significante (Caruso, Campos, Vigo y Acha, 2017). Aunque con menor rigor conceptual, también emplearé la categoría “peronismo revolucionario” en función de los usos políticos realizados por los actores estudiados durante el periodo que aborda este trabajo.
[2] Me refiero a los poemarios El canto de la tierra inicial (1949), Dios y el mundo (1950), El Talud descuajado (1951), Aquí, entre magras espinas (1952).
[3] “Yo lo conocí [a Cooke] en 1946; él ya era diputado y tuvo que dar una conferencia en el centro de estudios que dirigía Ricardo Guardo. No lo volví a ver hasta 1955. El 16 de junio, después de la masacre en la plaza de Mayo, yo lo busqué para ponerme a su disposición; estaba segura de que él era hombre de pelea. Recién lo encontré 5 días después del 16 de septiembre, gracias a José María Rosa,” entrevista a Alicia Eguren, Panorama, 27 de julio de 1971.
[4] En adelante, utilizaré la sigla F.C.-E., BN para referirme a este fondo documental.
[5]Derrida (1997) distingue entre memoria (mnéme), recuerdo (anámnesis) y el acto de recordar (hypómnema). Esta última es la que habilita la práctica del archivo.
[6] Sobre la heterogeneidad de la izquierda peronista véase González Canosa; Tocho, 2020.
[7] Caja 16, carpeta 1, F.C.-E., BN.
[8] Se atribuye a una persona llamada “Bruno” la iniciación de la sedición al mando de Eguren, pero no se enuncia su apellido. Por su procedencia militante, inferimos que podría tratarse de Bruno Cambareri, quien actuó junto a Raimundo Villaflor en representación de ARP en el Congreso del Peronismo Revolucionario de agosto de 1968, organizado por el mayor retirado Bernardo Alberte, por entonces delegado de Perón.
[9] Ídem.
[10] Ídem
[11] Otra excepción, en ese sentido - aunque, en otros términos- fue el involucramiento político de Lidia Ángela Massaferro -conocida como Lili Massaferro- en Montoneros. Agradezco a Anabella Gorza esta referencia. Sobre la trayectoria de Massaferro, véase Giussani (2005).
[12] Un análisis pormenorizado de esta publicación puede encontrarse en Trucco Dalmas (2023).
[13] Se contabilizan veinte artículos de su autoría, casi todos publicados en 1971, a excepción de uno de enero de 1972, y en 4 ocasiones selecciona y prologa trabajos de Cooke. Al respecto, véase Del Zotto y Ruíz Díaz (2015).
[14] “La hora de los ratones del reloj parado y la hora de la verdad”, nº24, del 29 de diciembre al 11 de enero de 1972, p. 6.
[15] “Carta al General Perón”, Nuevo Hombre, año I, nº12, del 6 al 12 de octubre de 1971, pp. 2-3.
[16] “Carta al General Perón”, Ob. Cit. p. 2.
[17] Ídem.
[18] El primero de estos textos fue editado por Acción Revolucionaria Peronista. El segundo de los títulos mencionado circuló en una versión mimeografiada entre los militantes de la agrupación. En 1968 fue publicado como folleto por Ediciones A.R.P.
[19] Ídem.
[20] Agradezco esta referencia a Dario Pulfer en función de los requerimientos de Eguren hallados en los fondos documentales de Fermín Chávez y Luis Soler Cañas.
[21] Carta de Alicia Eguren a Héctor J. Cámpora, 13 de agosto de 1972, F.C.-E., BN.
[22] Ídem.
[23] Ídem.
[24] Carta de Alicia Eguren a J.M. Abal Medina, 12 de noviembre de 1972. En su libro de memorias, Abal Medina menciona que tomó contacto con Eguren en los grupos de estudio organizados por el padre Leonardo Castellani. También narra que Alicia lo llevó junto con su hermano, Fernando, a la toma del frigorífico Lisandro de la Torre en 1959 (2023: 29-30).
[25] “Memorándum sobre el regreso de Perón y la Política ligada a él”, F.C.-E., BN.
[26]Carta de Alicia Eguren a Cámpora, 20 de noviembre de 1972. F.C.-E., BN.
[27] Ídem. Mayúsculas en el original.
[28] Eguren viajó a Madrid en agosto de 1972 con el objeto de reunirse con Perón. La posibilidad de este encuentro fue tramitada por Jorge Antonio varios meses antes. No obstante, los eventos de Trelew, según consta en su epistolario, forzaron a su retorno anticipado a la Argentina.
[29] Carta de A. Eguren a Raúl Righi, 1º de diciembre de 1972; Carta de A. Eguren a López Rega, Buenos Aires, 2 de diciembre [de1972]; Carta de A. Eguren a Isabel, Buenos Aires, 2 de diciembre [de 1972]; Carta de A. Eguren a Isabel, Buenos Aires, 12 de diciembre [de 1972] Fondo Cooke-Eguren, BN. Resulta relevante considerar que E
[30] Carta de Alicia Eguren y Carlos Laforgue (en representación del ARP) a Héctor J. Cámpora, Buenos Aires 12 de diciembre de 1972. F.C.-E., BN.
[31] Carta de Alicia Eguren a Jorge Antonio, 1º de febrero de 1973. F.C.-E., BN.
[32] “Evaluación y perspectivas al 17 de diciembre”. F.C.-E., BN.
[33] Carta de Alicia Eguren a Esteban Righi, Buenos Aires, 17 de diciembre [de 1972], F.C.-E., BN.
[34] Carta de Alicia Eguren y Carlos Laforgue (en representación del ARP) a Héctor J. Cámpora, Buenos Aires 12 de diciembre de 1972. F.C.-E., BN.
[35] Carta de Alicia Eguren y Carlos Laforgue (en representación del ARP) a Héctor Cámpora, Buenos Aires, 17 de diciembre [de 1972]. F.C.-E., BN.
[36] Carta de Alicia Eguren a Atilio López, Córdoba, 23 de diciembre de 1972.
[37] En 1971 Obregón Cano fue designado como delegado del Consejo Superior Peronista para llevar adelante la tarea de reorganización partidaria en la provincia de Córdoba. Bajo su gestión se organizaron la Junta Promotora Provincial, la Junta Capital, y las Juntas Departamentales, y se inició una campaña de afiliaciones favorecidas por la apertura de numerosas unidades básicas. Servetto plantea que este referente “sostenía una posición centralista apoyada por la Izquierda peronista”, a diferencia de Julio Antún y Raúl Bercovich quienes “representaban al peronismo más ortodoxo, verticalista y nacionalista de derecha y se oponían a la participación de la juventud radicalizada” (2010: 35).
[38] Al respecto, véase Servetto, 2010.
[39] Carta a Righi, viernes 30 [de marzo de 1973]. F.C.-E., BN.
[40] Ídem.
[41] Carta de Alicia Eguren a Jorge Antonio, 31 de enero de 1972. F.C.-E., BN.